Páginas

miércoles, 10 de julio de 2019

Una tarde de diversión en Madrid Río

Cuando salimos de El Matadero nos dirigimos al parque de al lado, el Madrid Río, aunque la zona que nos interesaba resultó estar un pelín alejada, unos quince minutos largos andando bajo un sol abrasador... Sobrevivimos gracias a que nos mojamos la cabeza con agua fresquita que llevaba en la mochila y a las gorras. ¡Somos unos supervivientes!

Antes de lo que pensábamos llegamos a la zona de los chorros y mis peques se metieron sin pensárselo dos veces. Bueno, antes les obligué a quitarse la ropa y quedarse en bañador. Previsora que es una.

Se lo pasaron bomba, pero al rato el pequeño vino a decirme que se aburría porque estaba llenísimo de niños y que era muy difícil pillar un chorro para jugar. Sólo le gustaba cuando ponían en marcha el aspersor y eso era de vez en cuando.

Convencimos al mayor para movernos y nos fuimos a otra fuente de chorros aún más chula que la primera.

Había más juegos y más chorros, pero al rato Iván volvió con la misma cantinela. Que este molaba un poco más, pero que había muchísima gente y cola para cada chorro, así que se quedaba a mi lado hasta que ponían el aspersor, se metía corriendo a recibir el agua y luego volvía a salir.

Estuvimos un buen rato así, mientras el mayor iba a su bola, hasta que se cansó del juego y decidimos irnos a los toboganes gigantes.

Ahí se lo pasaron los dos en grande. No había muchos niños, debían estar casi todos en los chorros con el calor que hacía, y se tiraban por uno o por otro casi sin esperar cola. Yo me senté tranquilamente a disfrutar de la paz, pero vigilándolos por si acaso, porque se empeñaban en trepar como las cabras y yo los veía enriscados. Pero no, controlaban bastante y no hubo ni un tropezón. ¡Menos mal!

Todavía volvimos una rato más a los chorros por petición del mayor. En esa ocasión el pequeño pilló chorro y los disfrutó mucho más. Me costó sacarles de allí, pero se nos hacía muy tarde.

Para endulzar el momento nos compramos unos helados. Y para hacer más llevadera la vuelta porque eran casi las nueve de la noche y parecía que no había bajado ni un grado la temperatura.

Valió la pena pegarse casi un hora de ida y otra de vuelta. Nos lo pasamos genial.

2 comentarios:

Me encanta saber lo que piensas.