El sábado por la mañana nos presentamos en la plaza del Ayuntamiento para que los peques dieran rienda suelta a sus dotes artísticas. Por el camino Daniel me iba comentando que él participaba porque estaba bien eso de ponerse a dibujar en la calle, pero que sabía que no era muy bueno dibujando porque nunca ganaba.
Me vino al pelo porque así pude hacerle ver que los dibujos de zombies y guerras épicas no eran precisamente lo que se buscaba en estos concursos. Porque, a ver, ¿qué tenían en común todos los dibujos que habían ganado cada año? ¡Pues que el tema giraba sobre el pueblo! Hay que dibujar lo que más te llame la atención, pero sobre COVARRUBIAS. La fantasía del terror la dejamos para casa.
Se quedó pensando un minutito y finalmente me dio la razón. Justo en ese momento pasamos por la calle dónde está la tienda de las morcillas e Iván tuvo un momento de inspiración. "Yo voy a dibujar esta calle y sus morcillas", casi chilló. La verdad es que el hijo de la dueña es una artista que hace cosas muy chulas con pintura y madera. Para anunciar que allí se venden morcillas ha colgado de fachada a fachada unas morcillitas de madera pintada bien chulas. Una de ellas incluso tiene una corona. Y de vez en cuando aparece otra más, con lo que ya hay unas cuantas colgando sobre las cabezas de los que se aventuran por esa calle.
"Que idea más genial", le alenté. Las morcillas de Covarrubias son dignas de protagonizar un dibujo de concurso.
El mayor aún no se decidía, así que recogió su papel, goma y lápiz y se fue en busca de inspiración. Volvió con una representación preciosa de la plaza de Doña Sancha y el torreón.
Me encanta este concurso que suelen hacer durante las fiestas. El pueblo se llena de niños que dibujan al aire libre muy entusiasmados.
Dimos los dibujos en el ayuntamiento y esperamos a que dijeran los premiados mientras se desarrollaba el torneo de Parchís. Animé a mis peques a jugar, pero no estaban por la labor. ¿Me preguntó si sabrán jugar? Tanto juego de mesa, tanto juego de mesa, pero no recuerdo cuándo fue la última vez que sacamos este tablero multicolor. De hecho, ¿tenemos nosotros un parchís?
En cuanto salieron los organizadores a la puerta se arremolinaron todos los chiquillos con la esperanza de escuchar sus nombres. Se daban tres premios en cada una de las cuatro categorías, que se clasificaban por edades. Cual no fue la sorpresa de todos cuando Iván se llevó el primer premio de la suya de 7 a 9 años. Estaba dando saltos de la alegría con la cajita de Lego que había ganado.
Al mayor le di un par de cartas en 3D que había encontrado una noche de cenita de amigas por el suelo del centro comercial y que aún tenía olvidadas en un bolsillo de mi mochila. ¡Me vinieron la pelo! Aunque Daniel estaba muy contento por su hermano, los celillos no se pueden evitar. Pero ese par de cartas lo dejaron igual de contento que el benjamín.
Corrí a dejar los tesoros y dibujos de cada uno a casa antes de que empezara la sardinada para que no se nos manchara nada.
El mayor estaba tan ansioso de hincarle el diente a la suya que se puso el primero en la fila minutos antes de que comenzara el reparto y se llevó la primera, que le duró bien poco porque en un descuido acabó en el suelo y tuvo que volver a por otra. A los mayores nos daban un vinito fresquito que venía muy bien contra el calor, porque nos hicieron unos días estupendos, aunque por las noches helara demasiado.
Esa misma tarde, desfilaron las peñas con sus disfraces y buen humor, terminando el pasacalles en la plaza del Ayuntamiento con un pequeño espectaculillo para animar el ambientillo antes de que comenzara la verbena del medio día.
Para alegría de mis churumbeles dieron chocolate mientras anunciaban los premios de las peñas.
Esa noche los papis nos fuimos de cena a pesar de las protestas infantiles y al día siguiente los peques se fueron a lo que habían montado por el día del niño, unos hinchables muy chulos. Como estos ya van por su cuenta, Raúl y yo nos dedicamos a dar una vuelta y charlar con amigos. Cuando nos quisimos dar cuenta ni estaban por la plaza ya. Creo que lo que más les gusta del pueblo es eso de irse con sus amigos sin padres pesaos.
Y hasta ahí las fiestas para nosotros. Nos perdimos la comida popular en la plaza para poder salir pronto después de comer y evitarnos el atasco. Molan las fiestas de los pueblos.
Éste era el único de pago y el que más les gustaba. ¡Hay que j...! |