lunes, 30 de septiembre de 2019

Las fiestas de San Cosme y San Damián en Covarrubias

Éste fin de semana nos hemos ido a Covarrubias a disfrutar de las fiestas de sus santos San Cosme y San Damián. Tienen unas iniciativas muy buenas orientadas a todas las edades: Verbenas, comidas en la plaza, sardinada, concursos, torneos, pasacalles de las peñas... Un sin parar. Y muchas de las actividades son para el público infantil, que participa encantado.

El sábado por la mañana nos presentamos en la plaza del Ayuntamiento para que los peques dieran rienda suelta a sus dotes artísticas. Por el camino Daniel me iba comentando que él participaba porque estaba bien eso de ponerse a dibujar en la calle, pero que sabía que no era muy bueno dibujando porque nunca ganaba.

Me vino al pelo  porque así pude hacerle ver que los dibujos de zombies y guerras épicas no eran precisamente lo que se buscaba en estos concursos. Porque, a ver, ¿qué tenían en común todos los dibujos que habían ganado cada año? ¡Pues que el tema giraba sobre el pueblo! Hay que dibujar lo que más te llame la atención, pero sobre COVARRUBIAS. La fantasía del terror la dejamos para casa.

Se quedó pensando un minutito y finalmente me dio la razón. Justo en ese momento pasamos por la calle dónde está la tienda de las morcillas e Iván tuvo un momento de inspiración. "Yo voy a dibujar esta calle y sus morcillas", casi chilló. La verdad es que el hijo de la dueña es una artista que hace cosas muy chulas con pintura y madera. Para anunciar que allí se venden morcillas ha colgado de fachada a fachada unas morcillitas de madera pintada bien chulas. Una de ellas incluso tiene una corona. Y de vez en cuando aparece otra más, con lo que ya hay unas cuantas colgando sobre las cabezas de los que se aventuran por esa calle.

"Que idea más genial", le alenté. Las morcillas de Covarrubias son dignas de protagonizar un dibujo de concurso.

El mayor aún no se decidía, así que recogió su papel, goma y lápiz y se fue en busca de inspiración. Volvió con una representación preciosa de la plaza de Doña Sancha y el torreón.

Me encanta este concurso que suelen hacer durante las fiestas. El pueblo se llena de niños que dibujan al aire libre muy entusiasmados.

Dimos los dibujos en el ayuntamiento y esperamos a que dijeran los premiados mientras se desarrollaba el torneo de Parchís. Animé a mis peques a jugar, pero no estaban por la labor. ¿Me preguntó si sabrán jugar? Tanto juego de mesa, tanto juego de mesa, pero no recuerdo cuándo fue la última vez que sacamos este tablero multicolor. De hecho, ¿tenemos nosotros un parchís?

En cuanto salieron los organizadores a la puerta se arremolinaron todos los chiquillos con la esperanza de escuchar sus nombres. Se daban tres premios en cada una de las cuatro categorías, que se clasificaban por edades. Cual no fue la sorpresa de todos cuando Iván se llevó el primer premio de la suya de 7 a 9 años. Estaba dando saltos de la alegría con la cajita de Lego que había ganado.

Al mayor le di un par de cartas en 3D que había encontrado una noche de cenita de amigas por el suelo del centro comercial y que aún tenía olvidadas en un bolsillo de mi mochila. ¡Me vinieron la pelo! Aunque Daniel estaba muy contento por su hermano, los celillos no se pueden evitar. Pero ese par de cartas lo dejaron igual de contento que el benjamín.

Corrí a dejar los tesoros y dibujos de cada uno a casa antes de que empezara la sardinada para que no se nos manchara nada.

El mayor estaba tan ansioso de hincarle el diente a la suya que se puso el primero en la fila minutos antes de que comenzara el reparto y se llevó la primera, que le duró bien poco porque en un descuido acabó en el suelo y tuvo que volver a por otra. A los mayores nos daban un vinito fresquito que venía muy bien contra el calor, porque nos hicieron unos días estupendos, aunque por las noches helara demasiado.

Esa misma tarde, desfilaron las peñas con sus disfraces y buen humor, terminando el pasacalles en la plaza del Ayuntamiento con un pequeño espectaculillo para animar el ambientillo antes de que comenzara la verbena del medio día.

Para alegría de mis churumbeles dieron chocolate mientras anunciaban los premios de las peñas.

Esa noche los papis nos fuimos de cena a pesar de las protestas infantiles y al día siguiente los peques se fueron a lo que habían montado por el día del niño, unos hinchables muy chulos. Como estos ya van por su cuenta, Raúl y yo nos dedicamos a dar una vuelta y charlar con amigos. Cuando nos quisimos dar cuenta ni estaban por la plaza ya. Creo que lo que más les gusta del pueblo es eso de irse con sus amigos sin padres pesaos.

Y hasta ahí las fiestas para nosotros. Nos perdimos la comida popular en la plaza para poder salir pronto después de comer y evitarnos el atasco. Molan las fiestas de los pueblos.

Éste era el único de pago y el que más les gustaba. ¡Hay que j...!

jueves, 26 de septiembre de 2019

El pequeño libro de la MALA LECHE

Abro el paquete que me acaba de llegar a casa y mi cara se ilumina. En su interior brillaba con luz propia algo que me estaba haciendo falta con urgencia: El pequeño libro de la MALA LECHE.

Este inicio de cole y vuelta a la rutina está siendo un infierno total. Volvimos de Pekín el viernes 6 de septiembre y el 9 ya estaban en el cole casi sin haber preparado nada. Me ha tocado volar para tener el material, los libros, la ropa, mochilas... más o menos a tiempo. Sin contar con que me quedé en paro en junio y nada más llegar inicié un programa de búsqueda de empleo activa (Vives Emplea de Acción contra el Hambre), que me está yendo de maravilla, pero exige dedicación. También me puse las pilas para que me cambiaran a un nivel más alto de That's English porque el año pasado me metí en primero y me aburría (conseguí entrar en el B2.1 gracias a Paloma de Refuerzo Divertido que es una amor absoluto y me ayudó a practicar mi conversación), la casa, las tutorías, las revisiones médicas, un Daniel preadolescente que me lleva por la calle de la amargura, Iván reclamando atención aunque sea de la mala... Total, un absoluto estrés. Y yo sola, porque Raúl seguía en Pekín.

Necesitaba algo que me sacara de dentro tanto mal humor y agobio negro oscuro. Y por fin tenía entre las manos una pequeña guía para plasmar mi lado más ácido e irreverente con arte y gracia de la buena. ¡Vamos! Que como reza la portada este libro, saca lo peor que hay en ti.

Para empezar puedes criticar a todo el que te rodea y quedarte a gusto sin que haya consecuencias (a no ser que lo encuentren y lo lean violando tu intimidad, que eso sería muy muy feo).

Que si este más tonto no puede ser, que si el otro tiene un cerebro unineurona o qué, que no puedo con la prepotencia de fulanita, el egoísmo de menganito... Se abre la veda. No te cortes. Entre estas páginas no hay lugar para lo políticamente correcto ni la mesura.

Puedes hacer una apología de todos los imbéciles que te puedes encontrar en tu vida y cómo los reconoces, enumerar esas malditas costumbres ajenas que te sacan de quicio, poner verde a toda esa gente que nacen con una estrella en el culo y que hacen que la envidia te destile de todos los poros (es imposible que todo les salga tan bien y a ti tan normal). Hasta hay lugar para hablar de las cuentas y perfiles de internet y redes sociales que te tocan la moral. Por cierto, que la página para personalizar tu propio muñeco vudú me ha hecho soltar una carcajada. No sé, a quién voy a representar, no sé...

Y lo mejor de todo. Sacas toda tu mierda sin ofender ni hacer daño a nadie y la decoras artísticamente en un librito graciosísimo con ilustraciones en blanco y negro, frases inspiradoras y títulos provocadores como: "Hoy puede ser un mal día... y mañana también"o "Qué **** le pasa a todo el mundo" (con simbolitos incluidos, que no los he añadido yo).

En resumen, que me está sirviendo de terapia para pasar este momento de crisis estresante y agotadora en el que la gente que te rodea se extrema y parece que el mundo está contra ti con malvados planes para retrasarte en tus tareas y hundirte en la miseria (¿exagerada yoooo? A que te incluso en mi guía de la mala leche...) ;)

martes, 24 de septiembre de 2019

¡Nos fuimos a Beijing!

Nuestro avión tenía dos pisos, flipa
O a Pekín, como quieras llamarlo, porque diga lo que diga mi interlocutor siempre acaba corrigiéndome. Si digo Pekín, me pregunta ¿Beijing?, y si digo Beijing me suelta ¿Te refieres a Pekín? Al final acababa trabándome y me salía algo parecido a Pebeijing y Bepeking. Pero bueno, lo importante que es no íbamos a la Capital del Norte. Había muchísimos años que quería viajar a China y estaba extremadamente emocionada con la idea (desde que había trabajado en una periódico escribiendo sobre el turismo en China), pero no negaré que no te lo ponen nada fácil.

¡Cinco horas en el aeropuerto de Munich!
Para empezar hay que pedir el visado para que te dejen entrar. Supongo que si vas de turista por menos de 15 días tienes menos problemas que nosotros que teníamos que pedir por un lado el visado de Raúl que iba por cuestiones de trabajo un mes y el nuestro que íbamos de turistas por 17 días.. Tuvimos que ir al consulado de China en Madrid (que está en la calle Agustín Foxá, cerca de la estación de trenes de Chamartín) unas tres o cuatro veces hasta que nos lo concedieron, aunque lo bueno fue que no tuvimos que ir todos más que el día en el que lo pedimos. Para recogerlo no hacía falta ir todos. Con la foto tuvimos problemas porque era muy especialita y mis hijos lucen unas greñas que nos dieron mucho trabajo para conseguir que se les viera toda la cara y las orejas. También tienes que salir sonriendo, pero sin enseñar los dientes, el fondo tiene que se blanco y no recuerdo que más, pero hay que ir a que te hagan la foto en un sitio que sepan. La primera que le hicimos a Daniel nos la rechazó el programa cuando la enviamos online. A día de hoy, la solicitud estandar de visado cuesta 126,55 euros, así que multiplica por cuatro. Fue un dolor.

Menos mal que había una zona infantil
Por cierto, que para pedir el visado tienes que presentar los billetes ya comprados y la reserva del hotel o apartamento. Con la pasta que cuestan los vuelos hasta allí te rechazan el visado y te da un patatus. A esto le tenemos que sumar los carnets de los niños y los pasaportes que nos tuvimos que sacar para los cuatro (Raúl y yo lo teníamos caducado) y más pelillas invertidas. Otro trámite que hicimos in extremis porque ni se nos había ocurrido era pedir un documento a la policía española que reflejara que Raúl me daba permiso para viajar sola con los niños, ya que a la vuelta él se quedaba allí trabajando.

Cuando tuvimos billetes, alojamiento y toda la documentación necesario nos pusimos de lleno con el botiquín, que era inmenso, por si acaso. Oye, nunca se sabe. Linimento, para bajar la fiebre, anti-inflamatorios, anti-diarreicos, contra dolores musculares o de cabeza, suero fisológico, suero hiposódico, vendas, tiritas, Paracetamol, Ibuprofeno, Dalsy, agua oxigenada, Betadine, Réflex, crema solar, gasas, esparadrapo, tijeras, pinzas, pastillas anti jet lag... Y ya no me acuerdo de todo. Sí que usamos algunas cosillas por imprevistos. Raúl usó la crema para dolores musculares e inflamaciones porque se le hinchó el tobillo de tanto andar y a Iván le llené de agua oxigenada y betadine cuando se dió un fuerte pellizco con una espada retráctil que le habíamos comprado a Daniel en un puesto para turistas. Se hizo un buen corte que le curaba todas las mañanas, luego se lo tapaba con gasas y esparadrapo, por las noches le quitaba las gasas y se lo volvía a curar. Así unos cuantos días por si acaso.

Mis hijos lo quería adoptar
La maleta la hice para cinco días por no cargar y pensando que en el apartamento había lavadora, pero, ¡oh, cosas del destino!, nos cancelaron la reserva del apartamento el día antes. En vez de dedicarnos a preparar el viaje tuvimos que estar buscando nuevo alojamiento extremadamente estresados. Lo primero que hicimos fue contactar con Airbnb para ver qué solución nos proponía y lo único que nos ofrecieron fue la devolución del adelanto y la posibilidad de reservar unos apartamentos en las afueras de la ciudad (que nos venía como el culo). Poco más sacamos de una compañía que me parece a mí que no vamos a utilizar nunca más.

Por fin en el aeropuerto de Pekín :D
Buscando, buscando (en otras páginas), conseguimos reservar una habitación de hotel para cuatro que no tenía muy buena pinta, pero que resultaba bastante económico. Decidimos coger sólo cinco noches y buscar un lugar mejor una vez estuviéramos ya allí, pero no hizo falta porque desde la universidad en la que iba a trabajar Raúl nos ofrecieron un apartamento dentro del campus universitario. Más majos imposible. Y encima podíamos utilizar un cuarto de lavado. Menos mal porque, aunque lavé algunas cosas a mano, cuando llegamos al apartamento después de los cinco días en el hotel necesitaba la lavadora con urgencia.

Empieza la aventura :)
Encontrar vuelos a un precio no muy desorbitado fue otra odisea. Al final tuvimos que optar por uno con escala de ida de cinco horas en Munich a la ida y de tres horas en Frankfurt a la vuelta de Luftansa. Lo bueno era que incluía una maleta en bodega, comidas y snacks. Para los niños, el vuelo fue una gran aventura en si mismo. El avión de largo recorrido tenía una tablet en el respaldo del asiento delantero lleno de juegos, series, música y películas, así que se les hizo hasta corte. No logramos dormir más que un par de horitas porque el hueco de cada pasajero era infernalmente incómodo, pero llegamos con muchas pilas debido a la emoción que nos causaba estar tan lejos.

A pesar del agotamiento el primer día no paramos la pata hasta la hora de irnos a la cama y no tuvimos problemas con el jetlag (Raúl a lo mejor un poco). Yo no me tomé la pastillita y dormí como un bebé hasta el día siguiente, que nos levantamos de un salto para seguir la aventura china...

domingo, 22 de septiembre de 2019

¿Boing fest o Boing hell?

Mogollón de niños ilusionados esperando entrar
Este sábado fui con dos churumbeles muy emocionadas a una muy anunciada Boing fest. Yo iba con miedito porque me parecía que iba a ser un evento multitudinario tremendo, de esos que agobian y están llenos de colas kilométricas, pero mis chicos tenían unas ganas enoooormes de ir y quién era yo para quitarles la ilusión... Así que me planté en el Museo del Ferrocarril y nos pusimos en la primera supercola del día, que la verdad no fue tan terrible como parecía. Encima se hicieron amiguitos del niño que teníamos delante y estuvieron jugando cerca mientras esperábamos, así que fue hasta divertido.

Al personal se le veía pelín agobiadillo
Nada más entrar nos dimos de frente con el stand de Doraemon, pero con tanta gente rodeándolo no lográbamos ver en qué consistía. Mis chicos me dijeron que creían que estaban pintando dentro y que preferían hacer otras cosas, así que decidimos dar una vueltecita a ver que había.

A primera hora en el rincón creativa de pinta colorea no habían colas
Encontramos el rincón creativo, que parecía que se basaba en actividades de colorear que a estos chicos no les llaman nada la atención. También pasamos por dónde esperaban estrellas de la cadena como Pétalo, Panda y Cuatro Brazos. Las colas para hacerse una foto eran bastante largas, así que también pasamos de eso, aunque nos hizo gracia verles.

Que pena que estuvieran castigados sin videojuegos muahahaha
Entonces nos metimos en la sala de los videojuegos, pero su gozo cayó en un pozo cuando les dije que ahí sólo podían mirar como jugaban otros porque ellos seguían castigados. De todas formas tenían para rato porque, a pesar que fuimos de los primeros en entrar, ya estaba la sala bastante llena.

Su esperanza era la siguiente sala, la de BeyBlade, pero también salieron desilusionados porque no se podían inscribir en el torneo (teníamos que habernos preinscrito antes), encima cada participante tenía que traer su blade de casa y ellos se las habían dejado. Podías comprar una allí, pero como ya tienen en casa ni contemplé esa opción. Ahí la culpa fue mía, que con los viajes, la vuelta al cole y mis historias, no tuve tiempo de mirarme nada del evento y se me había pasado todo esto. Muy desilusionados se dedicaron a mirar como jugaban unos niños, pero duraron dos segundos.

Los trenes siempre triunfan
Decidimos salir al patio a ver las actividades de acción, las que ellos más demandan pero ¡oh cosas del destino! Estaba cerrado porque se les había inundado con las torrenciales lluvias de la noche. Eso no lo podían prever. Se sabía que iba a llover, pero no que cayera el diluvio universal. Es entendible, pero nosotros ya parecíamos haber quemado todos los cartuchos disponibles y encima las multitudes no dejaban pasear con tranquilidad por el museo.

Aquí no podían entrar los padres y aprovecharon gruaaaarl
En fin, que decidimos esperar a que abrieran el patio ya que estábamos los primeros en esa fila. Además, el chico que guardaba la puerta era supermajo y les dio mucha bolilla a los niños. Estuvieron más entretenidos de lo que esperaba. Allí estuvimos por más de una hora hasta que por fin... abrieron medio patio, y no la parte que nos interesaba, pero menos da una piedra.

Bueeeno, no pasa naaaada. Conseguimos meternos en una actividad sin colas, ole ole (porque llegamos los primeros). Un sitio con Tablets (gruarl), un tubo de aire con confettis, juegos gigantes del 4 en raya y el twister y una sala que se suponía que era un escape room. Pintaba bien. Los padres se quedaban fuero y los niños entraban.

Pero no sé qué le pasó a Iván que se enrabietó y se salió del recinto. Ostras y ahora que hacía. Él quería hacer otras cosas, pero no podía dejar al mayor dentro solo con tal volumen de asistentes, como se perdiera la liábamos.

Así que le pedí que saliera. Remoloneó un poco pero salió. Bueno, me dije, no importa, vamos a otra actividad aunque tengamos que hacer la cola de la muerte. Alguien nos dijo que habían abierto la zona de los castillos y allí nos dirigimos, pero nop, seguían cerrados. Se rumoreaba que se abrirían pronto, así que intentamos hacer la misma táctica de intentar de ser de los primeros en entrar, o de los segundos o terceros o número mil porque ya se había juntado bastante gente.

La suerte que tuvimos es que justo pasamos por el puesto de bebidas, patatas y palomitas, así que les compré una caja  de palomitas a cada uno para que se entretuvieran mientras esperábamos. Daniel clamaba por espacio vital, pero eso era algo que escaseaba allá donde posaras los ojos. En esa multitud conocimos a un montón de gente muy agradable y muy indignada con la que tuvimos unas charlas muy entretenidas.

"Esto es una gimkhana encubierta.", le comenté a una madre, "Hay que intentar sobrevivir a un holocausto de multitudes". "Que no, que noooo", me contestó ella, "Esto es un Escape Room encubierto. Hay que ir investigando cómo salir de aquí y pasar a la siguiente habitación". La verdad es que nos lo tomábamos con humor, pero no era el caso de nuestros hijos que juraban en arameo. Se habían imaginado el fiestón y se encontraron con una vorágine de gente y mala organización. "Llevo tres horas aquí y aún no hemos hecho nada", me comentaba una madre un pelín agobiada mientras su hijo resoplaba y suspiraba. Por otra parte se oía llorar a otro peque que se quería ir a casa. ¡Como si fuera fácil! Había que atravesar a un montón de personas bien apretaditas para acceder a la puerta de salida.

Les hizo ilusión pasar cerca de Cuatrobrazos
Iván empezó a ponerse nervioso y se unió a la petición del peque que lloraba, pero sin llorar. Simplemente me miró muy serio y me dijo "¿Nos vamos ya?". Daniel intentaba animarnos porque no se quería perder la parte de los castillos hinchables y las camas elásticas, pero yo ya me olía que el precio a pagar por acceder a estas actividades iba a ser muy alto y se iba a medir en metros de colas.

Tras un ratito más comiendo palomitas y aplastados, Iván y yo anunciamos que ya no podíamos resistirlo más. ¡Ni siquiera estábamos en la cola de una actividad! Sólo esperábamos para entrar en un área cerrada que no se sabía ni cuándo la iban a abrir.

El mayor entró en razón y comenzó la aventura para alcanzar la salida. Cuando logramos dejar atrás la multitud, pasamos por delante de la petada escalera para acceder a los videojuegos y zona Beyblade, el photocall con los personajes de la cadena y los baños (muy escasos para toda la gente que había ahí)... reparamos en una puerta abierta que antes no habíamos visto. En el letrero ponía que era la de emergencia. Nos miramos los tres y empezamos a debatir si nos la jugábamos o no. Reparamos en una guardia de seguridad y le preguntamos dónde daba la misteriosa puerta. "Al concierto", nos indicó. Eso sonaba interesante. Así que no metimos.

La cara de Daniel es un poema
Y por fin una actividad agradable y sin agobios. En el escenario subieron a tocar Chumi Chuma, no los conocía, pero me encantaron. Y parece que a mis niños también. Daniel me enchufó la palomitas y estuvo bailando un buen rato, hasta que le volvió a entrar hambre y se comió las palomitas para usar el envase de juguete y acabar perdido de grasa. Un desastre este chico.

Por fin algo divertido
Las letras de las canciones son muy molonas y los ritmos de esos que te hacen bailar casi sin querer. Resulta que muy pronto van a sacar nuevo libro disco: Ser raro no es nada malo. El primero se llamaba ¡¡Baila sin parar!! e incluye temas grandioso como soy un robot, la canción del cepillo o la de zombi, zombi, zombi, que es la que más me ha llamado la atención. Básicamente habla de que los niños que se pasan todo el día delante de la tele o jugando a los videojuegos se convierten en zombi y sólo se pueden salvar saliendo al parque a jugar. Me encanta jajajaja

Después del concierto, nos dimos una vuelta por la zona que había estado cerrada toda la mañana.Vimos unos hinchables, unas camas elásticas, un montonazo de gente y poco más. Y decidimos por unanimidad irnos a casa sin comernos los sandwiches que habíamos llevado pensando en echar allí el día. Casi todas las actividades que vimos allí las podíamos encontrar en otros eventos, festivales y fiestas sin tanto agobio.

Así que al final me pareció una pena que por meter a tanta gente el evento se convirtiera en un rollo con la de cosas chulas que tenía por ahí. La verdad es que luego en la web vi que tenían más talleres y juegos de los que vimos, pero con las multitudes ni nos enteramos y nos da igual porque tampoco las hubiéramos disfrutado.


viernes, 20 de septiembre de 2019

Taller de creación de juegos de mesa

Otra actividad que puse en marcha en las TdN de este año fue un taller de creación de juegos de mesa y estoy planteándome si repetirlo porque me lo pasé de miedo. La idea era desplegar todo el material que pudiera reunir: goma eva, tarjetas, dados, fichas, cartulinas, tijeras... Y que los peques echaran a volar su creatividad. Les iba a dejar una hora para pensar su proyecto, otra para crearlo y la media hora final para que los expusieran, pero les faltó tiempo para ponerse manos a la obra. Los niños que se apuntaron venían con un montón de ideas en sus cabezas.

Yo me dediqué a intentar asesorarles sobre el material que podían utilizar según lo que quisieran a hacer o a resolver dudas sobre cómo podían hacer esto u lo otro, pero no me necesitaron mucho, la verdad.

Aluciné con la capacidad de concentración que tienen los peques cuando tienen algo que les motiva entre manos. Estuvieron dos horas totalmente inmersos en sus proyectos.

Cuando se acabó el tiempo fui en busca del jurado: Paloma, de Refuerzo Divertido, Marc de Ayudar Jugando y Manu de Brain Picnic fueron los expertos encargados de escuchar las exposiciones y decidir al ganador por su creatividad y originalidad. En realidad, el diseño no era importante. No quería que perdieran el tiempo haciendo dibujos perfectos y que eso no les dejara avanzar en el desarrollo.

La verdad es que todos los peques lo hicieron genial: uno de ellos había inventado un juego con cartas y mandos de la tele en el que ganaba el que le apagaba la tele al otro, otra se había currado una oca muy original en la que el monstruo que eligieras para jugar te daba una serie de habilidades, Daniel se inventó un complicado juego de construcción de robots que luego tenían que luchar entre ellos, Iván uno de policías y ladrones en el que un imán era parte importante de la mecánica para robar lingotes de oro y la última participante presentó un juego de mesa roleado con personajes ocultos y mucha acción. ¡Alucinante! 

A Iván le dió tiempo de inventarse otro juego de circuitos y habilidad, pero como sólo se podía presentar uno se quedó con el primero que desarrolló. Puse el límite en uno para que no pensaran que era mejor cantidad que calidad.

Lo cierto es que los peques se esforzaron al máximo para vencer su timidez y hablar delante de tres jurados, los compañeros de taller y los organizadores. Son dignos de admiración porque han demostrado que cuando quieren algo son capaces de sortear todos los obstáculos, hasta el de la vergüenza  y el miedo a hablar en público.

No me extraña que al jurado la costara tanto elegir ganador. Tuvieron en cuenta la edad de cada uno, porque no se le puede pedir lo mismo a uno de 7 que a otro de 12; cómo habían desarrollado sus juegos; las mecánicas de las que se componían; en qué consistían los turnos; la originalidad... ¡Vamos! Que estuvieron deliberando muchísimo tiempo. Qué mérito tienen, yo hubiera sido incapaz de elegir.

En cuanto pude me escapé de la sala porque las dos fieras habían participado y no quería oír nada de las deliberaciones. El ganador se anunciaría en la ceremonia de clausura. Todos los participantes estaban muy emocionados y con ganas de conocer al afortunado. ¡Hasta abordaban a los jueces si se los encontraban por el recinto para intentar sacarle información! Al final el premio fue para el juego Apaga la Tele. Aplaudimos a rabiar durante la ceremonia. 

Daniel se lamentó un poco por no haber ganado, pero Iván estaba encantado porque no quería subir a recoger ningún premio. Le daba mucha vergüenza y ya bastante había tenido con el tema de exponerlo en el taller.

Me encantó la experiencia. Y animo a todo al que le apetezca a ponerse manos a la obra con sus hijos, sobrinos, nietos o hijos de amigos porque de verdad que da gusto verles trabajar con tanta dedicación y te sorprenden con la imaginación que derrochan.

Por cierto, que luego me enteré de que la editorial Átomo ha sacado una caja con materiales para crear juegos de mesa, Creative Game Kit, yque lo presentaron en una Jam session infantil en las Ludo ergo Sum. ¡Que pena que no nos cuadraron las fechas! Seguro que mis peques hubieran disfrutado muchísimo.