Daniel tiene un nuevo amor del que le cuesta separarse. Es roja, pita, tiene dos ruedas estupendas y le lleva rápidamente de un lado a otro del parque. Es su pequeña moto de plástico. ¡Cómo le gusta! Y no sólo la suya. En cuanto puede pide "prestada" la de los demás y se lanza a vertiginosas carreras contra reloj. Supongo que se ve en el deber de probar varios modelos para ver cual le gusta más.
Se la había comprado hace unos meses porque me había gusta una especialmente (por lo de la pita), pero aún era demasiado pequeño para llegar al suelo con sus piececitos. Hace poco vi que ya se pegaba muchos menos trompazos con las motos de sus amiguitos y decidí probar a sacarla del armario. En muy poco tiempo le cogió el tranquillo como si la hubiera estado conduciendo toda la vida y no tiene miedo a coger velocidad en las cuestas. Este hijo mío es un inconsciente.
En cuanto sale de clase en la guardería y ve su moto se le ilumina la cara. Me cuesta mucho convencerle de que no la va a montar hasta que lleguemos al parque. No me fío de su habilidad en una calle transitada por coches. Pero finalmente en el parque le doy casi carta blanca para que corra con ella de aquí para allá. hay que tener mucho cuidado para que no se salga de los límites seguros y para que no atropelle a nadie.