Este sábado nos hemos dado el salto a El Matadero de Madrid porque Noemí de
La habitación de Martina organizaba una cuenta cuentos de
Pepa Martín Mariscadora de Cuentos, que tiene unos álbum ilustrados realmente preciosos. Por cierto, tenéis
aquí un vídeo de la actividad.
La verdad es que esta emprendedora hace un montón de iniciativas chulas, como el sorteo que gané reciéntemente de un ejemplar de Pollosaurio, un precioso libro de
José Carlos Andrés que habla a los más peques del bullying de una forma muy enternecedora y de cómo pueden detectarlo y evitarlo (primer paso: hablar con mamá o con papá, evidentemente). Lo malo es que ahora mismo está agotado, pero me han dicho que este septiembre lo reeditan. ¡Qué buena noticia!
Precisamente, por ese libro nos acercamos por la zona, puesto que fui a recogerlo allí mismo. Me hubiera encantado quedarme a escuchar a Pepa Martín de paso, pero mis hijos decidieron unilateralmente que ello eran demasiado mayores para la actividad. Craso error. Ya se darán cuenta que para muchas cosas no importa la edad cuando existen ganas de pasarlo bien.
Antes del cuenta cuentos nos dimos una vuelta por
La Casa del Lector y me encantó lo que vi. Tienen una zona infantil muy visual y encantadora. Ahora mismo cuentan con tres exposiciones: una dedicada a Pipi calzas largas, otra en homenaje a la literatura infantil y otra sobre el trabajo del ilustrado sueco Sasek; ésta última en especial nos flipó porque nos llevó a un fantástico viaje por el mundo a través de imágenes maravillosas.
Mientras saltábamos de una a otra, Raúl nos iba explicando cosas de sus múltiples viajes (que hace por trabajo, pero de los que siempre trae alguna anécdota chula que contarnos).
El homenaje a la literatura infantil también es digno de ver, con un montón de ilustraciones y mensajes tan ciertos como el sol, porque gracias a los libros ilustrados los peques pueden desarrollar muchísias habilidades, obtener numerosos conocimientos, destruir los límites a la imaginación y una largo, larguísimo etcétera.
La exposición de Pipi nos pareció curiosa, aunque a esas alturas el pre adolescente de la familia ya nos había intentando trolear la visita al máximo y se nos había escapado al exterior del edificio. ¡Qué paciencia hay que tener con él!
El ombliguismo, el sentimiento de me lo merezco todo y las vergüenzas sinsentido que le atacan en esta nueva etapa de su desarrollo que comienza hacen que saque lo peor que hay en mí. En fin, como siempre digo, menos mal que nos queremos, aunque salgamos a trifulca por minuto.
Y menos mal, también, que a veces logramos ignorar sus humos y morros torcidos y podemos disfrutar del momento aún con sus tontunas adolescentes por medio (y al que me diga que hay que comprenderle y escucharle se lo mando una temporada para que estudie el caso de primera mano. Hay que escucharles y comprenderles, sí; pero también ponerles límites inamovibles y dejarles claro hasta dónde pueden llegar. Con paciencia y amor y eso Gruaaaaarl).
De el Matadero pasamos al parque de Madrid Río, que teniéndolo ahí al lado, casi es un crimen no ir, ¡con lo chulo que es! Pero esa historia la dejo para otro post ;)