La semana pasada se celebró en el cole de los peques la semana deportiva y no había día que no llegaran a casa emocionados hablando de carreras y pruebas emocionantes. Hasta se aprendieron una canción que iban a cantar como colofón a las jornadas temáticas el último día. El día de la gran carrera. De la que hablaban muy emocionados.
La canción era una muy famosa que dice algo así como "Oye. Mira hacia arriba. Abre los ojos..." recuerdo haberla cantado mucho en mi juventud. y ellos le ponían unas ganas tremendas para vocearla a pleno pulmón acompañados de sus amigos.
Días antes, Iván me enseñó el recorrido que harían los peques de infantil muy emocionado. Todos los chiquillos echaron a correr como locos y dieron una vuelta a sus clases tan contentos. ¡Vaya manera más animada de empezar una mañana.
El día de la gran carrera, me pidieron que les pusiera las playeras más veloces que tuvieran. Como sólo tiene unas se tuvieron que conformar con esas y se fueron al cole muy contentos. Pero cuando salieron no soltaban prenda. Como siempre. Iván salió mostrando orgulloso la medalla de cartulina que habían hecho en clase, pero si le preguntabas por la semana deportiva o la carrera ponía cara de "No sé de lo que me estás hablando". Y Daniel salió muy raro y revoltoso. Se llevó muchas broncas a los largo de la tarde.
Cuando por fin tuvimos un rato tranquilo y a solas me confesó que estaba muy triste porque no le habían dado ni un triste diploma y él se había esforzado muchísimo. Le vi tan plof que con una abracito y unos cuantos mimos le propuse hacerle yo un diploma. "Te pongo una prueba y...", "¡No!", me interrumpió contrariado, "Sin pruebas", me pidió. "Pero is va a ser facilita...", insistí yo que no veía eso de darle un diploma así de gratis. Pero como empezaba a entrar en barrena decidí darle lo que tanto ansiaba. A mí no me costaba tanto. Aunque no me gustara la idea y la cosa olía ya un poco a chantaje emocional. "Gracias, mamiiiiii", aulló feliz. Pues sí que había salido quemado de la dichosa semana deportiva. Con lo bien que empezó.
Había visto a algunos niños con medallas, pero a muy pocos, supongo que se la darían a los que llegaran en los tres primeros puestos de cada clase. Y la verdad, es que tampoco les costaba nada dar diplomas a los niños por haber participado con tanta ilusión, aunque fueran unos pequeñitos...
El caso es que esa misma tarde me tuve que poner manos a la obra y entregarle el diploma a Daniel porque estaba realmente ansioso por hacerse con uno.
Está encantado con su papelito. A veces es muy fácil hacerles felices.
martes, 31 de mayo de 2016
lunes, 30 de mayo de 2016
El Mercadillo Cirquense de Torrejón de Ardoz
Gracias a un tuit de Divertydoo nos enteramos de que este finde pasado se iba a celebrar el Mercadillo cirquense de Torrejón de Ardoz. Me sonaba tan bien que no me costó mucho convencer al pater de familia para saltarnos horarios a la torera para ir a ver el espectáculo nocturno.
Tras una mañana bastante tranquila y una lucha de titanes para convencer a los peques de la necesidad de una siesta, nos plantamos allí poco después de las seis y media de la tarde. Justo a tiempo para ver la actuación de los payasos equilibristas.
Entre piruetas, contorsiones, equilibrios y malabares nos hicieron reír muchísimo, aunque mi carcajada se convirtió en mueca de espanto cuando comprobé que Iván ya no estaba sentado donde debiera estar. Con el espectáculo había estado demasiado tiempo sin echarle el ojo. Menos mal que un minuto después le localicé junto a su padre.
La historia es que los niños avanzan filas y se sientan los primeros y los adultos nos quedamos detrás, como debe de ser, pero sin opción a supervisarlos de cerca. A partir de entonces tuvo un ojo en los artistas y otro en los niños, como los camaleones. Y no tuve más sustos.
Tras los payasos equilibristas visitamos las pequeñas atracciones que habían montado en la plaza. Eran monísimas. Y funcionaban a fuerza de músculo.
Eran tres: un barco pirata, una noria y unas sillas voladoras. Ambos peques estuvieron de acuerdo en subir al barco, porque es una atracción que les flipa. Encima el chico que los mecía les daba mucho juego y estaba todo el rato muertos de la risa o gritando a voz en vivo. Que si movieran los brazos como pajaritos si querían que les diera fuerte, que si a ver quien gritaba más, que quien tenía chaleco salvavidas por si salían volando... Todos los niños disfrutaron de lo lindo.
Después cada uno de mis churumbeles eligió una atracción distinta porque sólo les dimos opción a montarse en dos, las que ellos quisieran. Daniel eligió la Noria y parece que se lo pasó pipa conversando con su compañera de asiento. Iván eligió las sillas y lo que más le gustaba era chocarnos las manos a papá o mamá cada vez que pasaba a nuestro lado.
Nada más descender, Raúl vio que la actuación del fakir estaba a punto de comenzar y nos llevó a todos hacia él. "?Qué es un fakir?", me preguntaron las fieras mientras ocupaban puestos en la primera fila, "Es un señor que juega con cuchillos y otras cosas que cortan". "Halaaaaaa", chillaron los dos a la vez los dos con ojillos brillantes. ya sabía yo que les iba a gustar. Nuestro fakir hizo un número de lo más emocionante con cuchillas, un alambre que se metía por la nariz y sacaba por la boca (yo quedé muy impresionada con eso), una cama de pinchos y una miniguillotina para cortar manos.
Raúl hizo de notario para asegurar de forma muy convincente que los pinchos pinchaban y allí que se sentó y tumbó el señor, incluso llamó a un espectador para que se le subiera encima y la cosa fuera más emocionante. La parte más tronchante fue cuando cortó un pepino con la guillotina y pidió un voluntario entre el público infantil. Salieron dos, pero terminaron volviendo a su sitio pálidos y sin ninguna gana de meter la mano en la guillotina, así que finalmente fue el fakir el que la metió y tras bajar la cuchilla (falsa, presupongo) sacó la mano de una pieza. Lo que sudaron los chiquillos con este número.
Entre los cuchillos y el mago del diábolo, lo peques se tomaron un descanso para entrar en la zona de juegos, en la que un payaso explicaba las reglas de un montón de juegos de destreza, musicales, de agudeza mental... Allí estuvieron un buen rato haciendo puzles, probando puntería, construyendo torres... hasta que el payaso anunció que se había terminado el tiempo y nos dispusimos a buscar una lugar para cenar.
Pero antes de abandonar la plaza, nos topamos con un señor que hacía virguerías con el diábolo. Mis hijos no podían apartar la vista de sus evoluciones. La verdad es que tenía un manejo increíble y se metió enseguida al público en el bolsillo. Finalizó su número tirándolo altísimo y volviéndolo a coger ante el aplaudo general. "Menos mal que no le ha dado a ningún avión. ¿Verdad mami?", aseguró el más pequeño de la familia.
Y ahí sí que nos fuimos corriendo a una hamburguesería de la que le había hablado a Raúl una amiga que vive por allí. Comimos un pelín demasiado rápido porque no nos queríamos perder el espectáculo de los malabares con fuego. Pero al salir nos dimos cuenta de que, ¡oh que mala suerte! ¡¡Estaba lloviendo!! Para mí que caían cuatro gotas, pero fue suficiente para anular el espectáculo nocturno que tantas ganas teníamos de ver.
Supongo que la lluvia y la poca afluencia de público a causa de un partido de fútbol importante fue determinante para cancelarlo. Yo estaba desolada. Raúl sugirió que nos diéramos una vuelta por los puestos. Y la verdad es que habían cosas muy chulas, pero con los peques tan revolucionados era imposible pararse a mirar nada. Ellos tuvieron claro su puesto favorito, pero no consiguieron sus calaveras ansiadas porque últimamente están diciendo cosas muy desagradables y no quiero alentar ese comportamiento. protestaron un poco, pero enseguida se distrajeron montando sus propios espectáculos basados en el del fakir. Se ve que les había impresionado.
Tuvimos que cortarles el rollo porque cada vez hacía más frío y no queríamos acabar resfriados. Los subimos en el coche muy moscas por tener que irse y para casa.
A pesar de perdernos el fin de fiesta por la lluvia, nos lo pasamos genial y, si lo repiten el próximo año, volvemos seguro.
Tras una mañana bastante tranquila y una lucha de titanes para convencer a los peques de la necesidad de una siesta, nos plantamos allí poco después de las seis y media de la tarde. Justo a tiempo para ver la actuación de los payasos equilibristas.
Entre piruetas, contorsiones, equilibrios y malabares nos hicieron reír muchísimo, aunque mi carcajada se convirtió en mueca de espanto cuando comprobé que Iván ya no estaba sentado donde debiera estar. Con el espectáculo había estado demasiado tiempo sin echarle el ojo. Menos mal que un minuto después le localicé junto a su padre.
La historia es que los niños avanzan filas y se sientan los primeros y los adultos nos quedamos detrás, como debe de ser, pero sin opción a supervisarlos de cerca. A partir de entonces tuvo un ojo en los artistas y otro en los niños, como los camaleones. Y no tuve más sustos.
Tras los payasos equilibristas visitamos las pequeñas atracciones que habían montado en la plaza. Eran monísimas. Y funcionaban a fuerza de músculo.
Eran tres: un barco pirata, una noria y unas sillas voladoras. Ambos peques estuvieron de acuerdo en subir al barco, porque es una atracción que les flipa. Encima el chico que los mecía les daba mucho juego y estaba todo el rato muertos de la risa o gritando a voz en vivo. Que si movieran los brazos como pajaritos si querían que les diera fuerte, que si a ver quien gritaba más, que quien tenía chaleco salvavidas por si salían volando... Todos los niños disfrutaron de lo lindo.
Después cada uno de mis churumbeles eligió una atracción distinta porque sólo les dimos opción a montarse en dos, las que ellos quisieran. Daniel eligió la Noria y parece que se lo pasó pipa conversando con su compañera de asiento. Iván eligió las sillas y lo que más le gustaba era chocarnos las manos a papá o mamá cada vez que pasaba a nuestro lado.
Nada más descender, Raúl vio que la actuación del fakir estaba a punto de comenzar y nos llevó a todos hacia él. "?Qué es un fakir?", me preguntaron las fieras mientras ocupaban puestos en la primera fila, "Es un señor que juega con cuchillos y otras cosas que cortan". "Halaaaaaa", chillaron los dos a la vez los dos con ojillos brillantes. ya sabía yo que les iba a gustar. Nuestro fakir hizo un número de lo más emocionante con cuchillas, un alambre que se metía por la nariz y sacaba por la boca (yo quedé muy impresionada con eso), una cama de pinchos y una miniguillotina para cortar manos.
Raúl hizo de notario para asegurar de forma muy convincente que los pinchos pinchaban y allí que se sentó y tumbó el señor, incluso llamó a un espectador para que se le subiera encima y la cosa fuera más emocionante. La parte más tronchante fue cuando cortó un pepino con la guillotina y pidió un voluntario entre el público infantil. Salieron dos, pero terminaron volviendo a su sitio pálidos y sin ninguna gana de meter la mano en la guillotina, así que finalmente fue el fakir el que la metió y tras bajar la cuchilla (falsa, presupongo) sacó la mano de una pieza. Lo que sudaron los chiquillos con este número.
Entre los cuchillos y el mago del diábolo, lo peques se tomaron un descanso para entrar en la zona de juegos, en la que un payaso explicaba las reglas de un montón de juegos de destreza, musicales, de agudeza mental... Allí estuvieron un buen rato haciendo puzles, probando puntería, construyendo torres... hasta que el payaso anunció que se había terminado el tiempo y nos dispusimos a buscar una lugar para cenar.
Pero antes de abandonar la plaza, nos topamos con un señor que hacía virguerías con el diábolo. Mis hijos no podían apartar la vista de sus evoluciones. La verdad es que tenía un manejo increíble y se metió enseguida al público en el bolsillo. Finalizó su número tirándolo altísimo y volviéndolo a coger ante el aplaudo general. "Menos mal que no le ha dado a ningún avión. ¿Verdad mami?", aseguró el más pequeño de la familia.
Y ahí sí que nos fuimos corriendo a una hamburguesería de la que le había hablado a Raúl una amiga que vive por allí. Comimos un pelín demasiado rápido porque no nos queríamos perder el espectáculo de los malabares con fuego. Pero al salir nos dimos cuenta de que, ¡oh que mala suerte! ¡¡Estaba lloviendo!! Para mí que caían cuatro gotas, pero fue suficiente para anular el espectáculo nocturno que tantas ganas teníamos de ver.
Supongo que la lluvia y la poca afluencia de público a causa de un partido de fútbol importante fue determinante para cancelarlo. Yo estaba desolada. Raúl sugirió que nos diéramos una vuelta por los puestos. Y la verdad es que habían cosas muy chulas, pero con los peques tan revolucionados era imposible pararse a mirar nada. Ellos tuvieron claro su puesto favorito, pero no consiguieron sus calaveras ansiadas porque últimamente están diciendo cosas muy desagradables y no quiero alentar ese comportamiento. protestaron un poco, pero enseguida se distrajeron montando sus propios espectáculos basados en el del fakir. Se ve que les había impresionado.
Tuvimos que cortarles el rollo porque cada vez hacía más frío y no queríamos acabar resfriados. Los subimos en el coche muy moscas por tener que irse y para casa.
A pesar de perdernos el fin de fiesta por la lluvia, nos lo pasamos genial y, si lo repiten el próximo año, volvemos seguro.
sábado, 28 de mayo de 2016
Las hormiguitas, las nuevas amiguitas de Iván
"Mamá, tengo un amigo mayor", me contó un día el pequeño, "Se viene en el recreo conmigo y peleamos contra las hormigas". Me quedé un poco a cuadros. "Quieres decir que las espachurrais alegremente. ¿No?", puntualicé. "Siiiiiiii. Pero no es fácil porque ellas muerden". Pero qué clase de hormigas hay en el coleeeee.
Dejando de lado la imagen de una hormiga gigante con las fauces abiertas y llenas de dientes puntiagudos, expliqué a mi benjamín que las pobres hormiguitas sólo se defendían de los crueles gigantes (su amigo y él), que querían aplastarlas. Pero no parecía que le convencieran mucho mis argumentos y días después todavía contaba cruentas batallas contra las hormigas. El amiguito del que hablaba debía ser un curso mayor que él, porque los de infantil están en una zona del patio y los de primaria en otra.
De repente, todo cambió. Iván me aseguró con una gran sonrisa que se había hecho amigo de las hormigas, que ya no le mordían, y nunca más me volvió a hablar de su amigo. Cuando veía una se para a observarla emocionado. "Miraaaa, mamiiii. Una de mis amigas las hormigas" me dice señalándola encantado. "Ya somos superamigos. Hasta se suben en mi mano y todo", me va contando.
Yo estaba encantada de que dejara de exterminarlas, pero una mañana que lo llevé al cole y vi como un amiguito venía corriendo hacia mi hijo con una hormiga medio chafada entre los dedos empecé a dudar si no era mejor lo que pasaba antes. "Ivaaaaaan, te he cogido una hormiga que sé que te gustaaaaan", le dijo el amigo poniéndole al pobre bicho en la mano. El insecto se movió renqueante por la piel de mi hijo, hasta que sonó el timbre y el peque salió disparado hacia la puerta sin comprobar si la hormiga seguía en su brazo o había salido volando a paradero desconocido.
Y si pensaba que mi niño había sido tocado por el espíritu del respeto a la vida y a la naturaleza andaba yo muy equivocada. La lógica infantil durante estos años es un poco, un poco... No sé como decirlo. Voy a poner un ejemplo. En el parque, Iván me enseñó muy feliz a una hormiga que le recorría el brazo. "Mira mamá. Hazle una foto a mi amiga antes de que la aplaste", no daba crédito a mis oídos, "Peero cariño, si es tu amiga. ¡Cómo la vas a aplastar! Pedazo de brutoooooo", le increpe. "No te preocupes, mami. Hay otra y a esa ya no la aplasto". ¡Ay madre! Hormigas de todo el mundo si avistáis a un niño a los lejos enterraros rápidamente y haceros las muertas. Ainsss
Dejando de lado la imagen de una hormiga gigante con las fauces abiertas y llenas de dientes puntiagudos, expliqué a mi benjamín que las pobres hormiguitas sólo se defendían de los crueles gigantes (su amigo y él), que querían aplastarlas. Pero no parecía que le convencieran mucho mis argumentos y días después todavía contaba cruentas batallas contra las hormigas. El amiguito del que hablaba debía ser un curso mayor que él, porque los de infantil están en una zona del patio y los de primaria en otra.
De repente, todo cambió. Iván me aseguró con una gran sonrisa que se había hecho amigo de las hormigas, que ya no le mordían, y nunca más me volvió a hablar de su amigo. Cuando veía una se para a observarla emocionado. "Miraaaa, mamiiii. Una de mis amigas las hormigas" me dice señalándola encantado. "Ya somos superamigos. Hasta se suben en mi mano y todo", me va contando.
Yo estaba encantada de que dejara de exterminarlas, pero una mañana que lo llevé al cole y vi como un amiguito venía corriendo hacia mi hijo con una hormiga medio chafada entre los dedos empecé a dudar si no era mejor lo que pasaba antes. "Ivaaaaaan, te he cogido una hormiga que sé que te gustaaaaan", le dijo el amigo poniéndole al pobre bicho en la mano. El insecto se movió renqueante por la piel de mi hijo, hasta que sonó el timbre y el peque salió disparado hacia la puerta sin comprobar si la hormiga seguía en su brazo o había salido volando a paradero desconocido.
Y si pensaba que mi niño había sido tocado por el espíritu del respeto a la vida y a la naturaleza andaba yo muy equivocada. La lógica infantil durante estos años es un poco, un poco... No sé como decirlo. Voy a poner un ejemplo. En el parque, Iván me enseñó muy feliz a una hormiga que le recorría el brazo. "Mira mamá. Hazle una foto a mi amiga antes de que la aplaste", no daba crédito a mis oídos, "Peero cariño, si es tu amiga. ¡Cómo la vas a aplastar! Pedazo de brutoooooo", le increpe. "No te preocupes, mami. Hay otra y a esa ya no la aplasto". ¡Ay madre! Hormigas de todo el mundo si avistáis a un niño a los lejos enterraros rápidamente y haceros las muertas. Ainsss
viernes, 27 de mayo de 2016
Daniel se inventa los deberes
Últimamente sacarle a Daniel lo que le han puesto de deberes es un tormento chino. Primero le pregunto como quien no quiere la cosa: "Cariño, ¿Que deberes tienes para hoy?"
.....
.....
.....
Nunca me oye a la primera, así que tras elevar el tono en cada repetición, suele dejar de hacerse el sordo al cuarto o quinto intento. "Eeeeeeeh. No sé. Tengo que pensarlo". Vale, le doy su tiempo, que se lo piense. Espero. Espero. Espero... Y ya puedo seguir esperando sentada porque la respuesta sigue sin llegar un buen rato después. "¿Ya lo has pensado?", en mi tono de voz la impaciencia es más que notoria. "Ummmm no"
"¡¡¡¡Que me digas de una vez qué deberes te han puesto en claseeeee!!!", estallo. "No sé, míralo en la agenda", me suelta tan pancho. Pero no creais que mirarlo en la agenda es tan sencillo. En el tercer trimestre el peque perdió el norte y no sigue algo tan vulgar como el orden de fechas. Los deberes pueden estar anotados una semana antes, un mes después o donde debería ir al horario de clases. Qui lo sa. A veces se acuerda de dónde lo apuntó, pero casi nunca. Así que toca una tercer grado de tocarle las narices hasta que suelta prenda. Y siempre dice algo porque le amenazo con ponerle el doble de tareas de cuadernillos si no me los dice.
Sospecho que se lo inventa para salvarse de mi terrible amenaza, pero algunos los hace en su propio cuaderno de clase, así que algo de verdad tiene que haber.
La otra tarde, me aseguró muy serio que tenía que escribir una palabra con cada letra del abecedario. Se puso a ello tan feliz cuando, de repente, paró su actividad y vino en mi busca para contarme que se le había olvidado que en naturales les habían mandado hacer una ficha de un animal en extinción. Me sonó algo raro porque estos niños no leen ni manejan todavía las labores de documentación como para hacer un trabajo de esas características, pero quien soy yo para llevarle la contraria. Así que, cuando acabó la lista de palabras, nos pusimos a hacerlos entre los dos. Yo como herramienta de búsqueda en google y él como cribador de información. De entre todos los animales que encontramos: el panda, el tigre, el lobo, el delfín, la tortuga, leopardo, elefante, jaguar... Y así una larga lista tuvo que elegir: tachán tachán: la vaquita marina.
¿Tú sabías que existía? Pues yo tampoco. Así que tuvimos que indagar sobre ella un buen rato antes de empezar a hacer la ficha. ¡Pues vaya deberes más complicados! "¿Como me han puesto tantos deberes hoy no hago caligrafía, verdad mamiiiiiii", canturreó el peque. Que caligrafía ni que narices. Me conformaba con terminar ese trabajo antes de ponerme a hacer la cena.
El chiquillo se puso a la labor entusiasmado y muy motivado. Ficha 276 MAR: Vaquita Marina es una marsopa. Qué es: marsopa. Dónde vive: Golfo de Méjico. Cuantas quedan: 200. Razón de su extinción: la pesca con redes. Hubo que explicarle lo que era la pesca con redes (quedó muy impresionado), hubo que darle una charla improvisada de las características del animalito para que él escogiera lo que más le interesaba, hubo que repasar mil fotos (algunas un pelín desagradables) de las vaquitas marinas para que escogiera la que más le gustaba y la usara para hacer su propio dibujo...
Pero al final teníamos una estupenda ficha. Estaba muy orgullosa. "Ya verás cuando la vea tu profe" le dije entusiasmada. Entonces Daniel comenzó a vacilar, a ponerse nervioso, a sudar... "Es que no se la quiero enseñar" me dijo. ¡¡¡Quéeeeeeeeeeeee!!! ¡¡Cómooooo!! ¿Por queeeee? ¿Que le pasa a la ficha? ¿Estaba mal hecha? Pues no. Nada de eso. El caso es que el peque se había inventado los deberes para no hacer los cuadernillos que le tocaban (que últimamente son una sola hoja de caligrafía porque le veo cansado. Mucho menos trabajo que esa pedazo de ficha). Me lo confesó medio avergonzado. Le aseguré que no me importaba que se inventara deberes. Yo encantada mientras le sirvieran para mejorar la escritura y comprensión lectora, pero que de vez en cuando teníamos que seguir con la caligrafía.
Se quedó encantado con mi respuesta y al día siguiente se puso a pensar que podría hacer de deberes, pero llegó tan cansado del parque que me miró a los ojos y me dijo: "Mami, hoy mejor hago la hoja de caligrafía".
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Nunca me oye a la primera, así que tras elevar el tono en cada repetición, suele dejar de hacerse el sordo al cuarto o quinto intento. "Eeeeeeeh. No sé. Tengo que pensarlo". Vale, le doy su tiempo, que se lo piense. Espero. Espero. Espero... Y ya puedo seguir esperando sentada porque la respuesta sigue sin llegar un buen rato después. "¿Ya lo has pensado?", en mi tono de voz la impaciencia es más que notoria. "Ummmm no"
"¡¡¡¡Que me digas de una vez qué deberes te han puesto en claseeeee!!!", estallo. "No sé, míralo en la agenda", me suelta tan pancho. Pero no creais que mirarlo en la agenda es tan sencillo. En el tercer trimestre el peque perdió el norte y no sigue algo tan vulgar como el orden de fechas. Los deberes pueden estar anotados una semana antes, un mes después o donde debería ir al horario de clases. Qui lo sa. A veces se acuerda de dónde lo apuntó, pero casi nunca. Así que toca una tercer grado de tocarle las narices hasta que suelta prenda. Y siempre dice algo porque le amenazo con ponerle el doble de tareas de cuadernillos si no me los dice.
Sospecho que se lo inventa para salvarse de mi terrible amenaza, pero algunos los hace en su propio cuaderno de clase, así que algo de verdad tiene que haber.
Fuente: http://www.telesurtv.net/multimedia/En-fotos-Los-15-animales-en-peligro-de-extincion-en-el-mundo-20150825-1035.html |
¿Tú sabías que existía? Pues yo tampoco. Así que tuvimos que indagar sobre ella un buen rato antes de empezar a hacer la ficha. ¡Pues vaya deberes más complicados! "¿Como me han puesto tantos deberes hoy no hago caligrafía, verdad mamiiiiiii", canturreó el peque. Que caligrafía ni que narices. Me conformaba con terminar ese trabajo antes de ponerme a hacer la cena.
El chiquillo se puso a la labor entusiasmado y muy motivado. Ficha 276 MAR: Vaquita Marina es una marsopa. Qué es: marsopa. Dónde vive: Golfo de Méjico. Cuantas quedan: 200. Razón de su extinción: la pesca con redes. Hubo que explicarle lo que era la pesca con redes (quedó muy impresionado), hubo que darle una charla improvisada de las características del animalito para que él escogiera lo que más le interesaba, hubo que repasar mil fotos (algunas un pelín desagradables) de las vaquitas marinas para que escogiera la que más le gustaba y la usara para hacer su propio dibujo...
Pero al final teníamos una estupenda ficha. Estaba muy orgullosa. "Ya verás cuando la vea tu profe" le dije entusiasmada. Entonces Daniel comenzó a vacilar, a ponerse nervioso, a sudar... "Es que no se la quiero enseñar" me dijo. ¡¡¡Quéeeeeeeeeeeee!!! ¡¡Cómooooo!! ¿Por queeeee? ¿Que le pasa a la ficha? ¿Estaba mal hecha? Pues no. Nada de eso. El caso es que el peque se había inventado los deberes para no hacer los cuadernillos que le tocaban (que últimamente son una sola hoja de caligrafía porque le veo cansado. Mucho menos trabajo que esa pedazo de ficha). Me lo confesó medio avergonzado. Le aseguré que no me importaba que se inventara deberes. Yo encantada mientras le sirvieran para mejorar la escritura y comprensión lectora, pero que de vez en cuando teníamos que seguir con la caligrafía.
Se quedó encantado con mi respuesta y al día siguiente se puso a pensar que podría hacer de deberes, pero llegó tan cansado del parque que me miró a los ojos y me dijo: "Mami, hoy mejor hago la hoja de caligrafía".
jueves, 26 de mayo de 2016
Los pollitos del cole
Han traído al cole de mis niños siete huevos, una incubadora y todo lo necesario para la cría del pollito, así que tienen a toda la chiquillería revolucionada con el tema. Y no sólo a la chiquillería. Que hay que vernos a los papis emocionados con los animalillos.
Para mayor seguridad y tranquilidad de los nuevos inquilinos del cole han dispuestos unos bancos a modo de barrera entre el entusiasmo infantil y los animales. Lo que me parece genial porque tenerlos tan a mano era un peligro
Mis niños están entusiasmados con el proyecto. Dicen que algunos días les llevan a verlos a la hora de clase. Los sientan en la escalera y dejan que se acerquen de cinco en cinco. Daniel asegura que ha visto salir del cascarón a uno.
Por lo visto, es una granja, autorizada por la Comunidad de Madrid, que te lleva los animales al centro educativo al gusto del consumidor. Montan las instalaciones, traen a los animales, los cuidan y se encargan también del desmontaje y limpieza del espacio. Por las fotos de su web, los animales parecen bien cuidados, pero no sé yo si será lo mejor para ellos. Desde el punto de vista educativo me parece algo increíble. Se llama Granja Móvil Los Tetes.
Para mayor seguridad y tranquilidad de los nuevos inquilinos del cole han dispuestos unos bancos a modo de barrera entre el entusiasmo infantil y los animales. Lo que me parece genial porque tenerlos tan a mano era un peligro
Mis niños están entusiasmados con el proyecto. Dicen que algunos días les llevan a verlos a la hora de clase. Los sientan en la escalera y dejan que se acerquen de cinco en cinco. Daniel asegura que ha visto salir del cascarón a uno.
Por lo visto, es una granja, autorizada por la Comunidad de Madrid, que te lleva los animales al centro educativo al gusto del consumidor. Montan las instalaciones, traen a los animales, los cuidan y se encargan también del desmontaje y limpieza del espacio. Por las fotos de su web, los animales parecen bien cuidados, pero no sé yo si será lo mejor para ellos. Desde el punto de vista educativo me parece algo increíble. Se llama Granja Móvil Los Tetes.
miércoles, 25 de mayo de 2016
El juego de la oruga glotona de Rukkia
La revolera de Rukkia no deja a sus neuronas de miel y caramelo descansar y siempre tiene en marcha su máquina de la creatividad para sorprendernos con descargables maravillosos como el del juego de la oruga glotona.
Cuando lo vi me enamoré perdidamente de él. Mis hijos le tienen un amor especial a ese famoso libro y pensé que les daría una enorme sorpresa. Como no tengo impresora de color, mi idea era imprimirlo en blanco y negro y luego darle color a fuerza de ceras, pero Rukkia, que es un amor, me lo proporcionó versión coloreable y así me quedó mil veces mejor.
Lo lógico hubiera sido que lo colorearan ellos, pero están hasta el gorro de dar color a dibujos (desde la guardería que llevan con la misma actividad), así que ni me molesté en porponérselo. Siempre dicen que no. En algún hueco que saqué, coloreé (rápido y mal, lo sé), el juego. Encima, los peques me vieron manos a la obra y añadieron presión al asunto (¿Cuando lo acabas? ¿cuando loa acabas? ¿Ya lo has acabado? Lo quiero Yaaaaa). Y no creais que en ningún momento se ofrecieron para ayudar a colorear. Por fin, llegó el día y, a falta de plastificar porque mi señor marido me había gastado todo el rollo de plastificar a la chita callando, les presenté el tablero pegado al cartón.
También fue amor a primera vista. Nos sentamos alrededor y les expliqué las reglas. Casi las mismas que Rukkia, con pequeños cambios. Tiramos el dado por turnos y avanzamos las casillas el número que salga. Si sale un seis nuestra oruga engorda (cambiamos la ficha de la delgada por la gordita) y tiene que descansar hasta que saquemos un número par en nuestro turno. Si caemos en una hoja perdemos un turno. Y no quise poner más reglas por no liarla, pero Daniel estaba dispuesto a poner una acción en cada dibujo.
Cuando acabamos la partida, me aseguraron que les había encantado y el mayor se empeñó en que quería él también un tablero para colorear y hacer su propio juego, con sus normas (ya podía haber empezado por ahí y ayudarme ainsss). Así que le imprimimos otro y ahí lo tengo la mar de entretenido poniendo su sello personal por todo el juego. ¡A ver que reglas se le ocurren!
Y si os a gustado pasaros por El revolero Mundo de Rukkia. Podéis encontrar un montón de juegos y fichas descargables de Elmer, Uno, El monstruo de los colores, la oruga glotona, la patrulla canina...
Cuando lo vi me enamoré perdidamente de él. Mis hijos le tienen un amor especial a ese famoso libro y pensé que les daría una enorme sorpresa. Como no tengo impresora de color, mi idea era imprimirlo en blanco y negro y luego darle color a fuerza de ceras, pero Rukkia, que es un amor, me lo proporcionó versión coloreable y así me quedó mil veces mejor.
Lo lógico hubiera sido que lo colorearan ellos, pero están hasta el gorro de dar color a dibujos (desde la guardería que llevan con la misma actividad), así que ni me molesté en porponérselo. Siempre dicen que no. En algún hueco que saqué, coloreé (rápido y mal, lo sé), el juego. Encima, los peques me vieron manos a la obra y añadieron presión al asunto (¿Cuando lo acabas? ¿cuando loa acabas? ¿Ya lo has acabado? Lo quiero Yaaaaa). Y no creais que en ningún momento se ofrecieron para ayudar a colorear. Por fin, llegó el día y, a falta de plastificar porque mi señor marido me había gastado todo el rollo de plastificar a la chita callando, les presenté el tablero pegado al cartón.
También fue amor a primera vista. Nos sentamos alrededor y les expliqué las reglas. Casi las mismas que Rukkia, con pequeños cambios. Tiramos el dado por turnos y avanzamos las casillas el número que salga. Si sale un seis nuestra oruga engorda (cambiamos la ficha de la delgada por la gordita) y tiene que descansar hasta que saquemos un número par en nuestro turno. Si caemos en una hoja perdemos un turno. Y no quise poner más reglas por no liarla, pero Daniel estaba dispuesto a poner una acción en cada dibujo.
Cuando acabamos la partida, me aseguraron que les había encantado y el mayor se empeñó en que quería él también un tablero para colorear y hacer su propio juego, con sus normas (ya podía haber empezado por ahí y ayudarme ainsss). Así que le imprimimos otro y ahí lo tengo la mar de entretenido poniendo su sello personal por todo el juego. ¡A ver que reglas se le ocurren!
Y si os a gustado pasaros por El revolero Mundo de Rukkia. Podéis encontrar un montón de juegos y fichas descargables de Elmer, Uno, El monstruo de los colores, la oruga glotona, la patrulla canina...
martes, 24 de mayo de 2016
Homeopatía para aliviar alergias
La primavera se asocia a belleza, flores, sol... y parece que nos deberían entrar ganas de salir, de bailar y de ponernos la minifalda y las sandalias. Pero la realidad es otra muuuuuy diferente. Quitando que cuando, por fin, llegó el buen tiempo cualquiera hubiera podido confundir mis pantorrillas con las de mi marido (bueno, a lo mejor las mías estaban un pelín más peludas) y que no me embutía en una minifalda ni loca, en cuanto llegó la primavera mi nariz comenzó a moquear, los estornudos fueron in crescendo y mis ojos pasaron de su azul hielo a un rojo nada saludable. ¡Vamos! El ideal de belleza del siglo XXI.
Y eso que yo no tengo alergia. O eso creo, porque la maternidad no me deja mucho tiempo para ir a hacerme las dichosas pruebas. Y ya han sido más de uno y de dos el que me ha dicho: "¡Menuda alergia traes!". "Que nooooo. Que yo no soy alérgicaaaaa", les contesto gangosa. "¿Estás segura? ¿Te has hecho las pruebas?", preguntan como si eso fuera lo más fácil del mundo. "¿Abren las consultas a la una de la madrugada?", les repondo yo, "Es que es la única hora que me vendría bien, ¿sabes?".
Así, que yo no tengo alergia, pero conozco a muchos que sí. Con prueba que lo acredita hecha. Y tienen verdadero terror a la llegada de la primavera. "¡Que pajaritos cantando, que florecillas silvestres ni que leches! ¡Que me ahogo, que me asfixio! Que venga el invierno más gélido y congele esas malditas grageas asesinas". Ya lo vemos, las alergias son una realidad cada vez más frecuente y cercana: alimentarias, al pelo de las mascotas, al polvo, a la humedad, a diferentes clases de polen... Seguro que si te haces las pruebas alguna te encuentran. Y si no al tiempo. No es por ser agorera, pero es que, por lo visto, la medicina moderna ha demostrado que cada vez aparecen antes y en un porcentaje de población altísimo. O lo que es lo mismo, que el progreso nos ablanda. Tantas facilidades y tanta higiene nos está deteriorando la materia prima generación tras generación. Pero tranquilos, que la media de edad que alcanzamos también crece.
Pero al lío, que me disperso. El caso es que Boirón me ha enviado un documento sobre las alergias que asegura que esta enfermedad produce alteraciones en el sueño (ya está, ya está. Ahora sí que me habéis convencidos. Soy alérgica desde que parí). Y eso sumado al resto de los síntomas (estornudos, goteo nasal, congestión nasal, lagrimeo, picores, escozor ocular y enrojecimiento ocular) pueden hacer que baje la calidad de vida de esa persona y su rendimiento en el trabajo o en el colegio.
Ellos abogan por la homeopatía como remedio saludable para mitigar los síntomas de las alergias y facilitar a los afectados continuar con su rutina diaria. Por un lado, aseguran que los tratamientos homeopáticos son compatibles con los de la medicina tradicional. Y, por otro, y lo más interesante, desde mi punto de vista, se pueden usar en personas en las que no sean compatibles los tratamientos médicos como embarazadas o alérgicos a ciertos componentes químicos. Eso me recordó cuando me cogí el trancazo del siglo estando embarazada del primero y unas pastillas homeopáticas que me recomendó una amiga me aliviaron muchísimo los síntomas, sobre todo la tos, por lo que pude seguir trabajando con normalidad y sin ataques tremendos de tos.
La homeopatía también es muy recomendable para los que pasan muchas horas en la carretera porque no producen somnolencia. Y otro dato que me ha dejado un poco preocupadilla, no produce dependencia. pero eso me ha hecho preguntarme ¿Y lo medicamentos sí? Menos mal que soy de las que no toman nada a no ser que ya esté en las últimas, pero conozco a mucha gente que no sale de casa sin su paracetamol o su analgésico de turno. Recuerda consultar a tu médico antes de tomar nada. Él es el experto y sabe lo mejor para tí.
Y no me enrollo más. ¡A cuidarse! y a ver si con los calores del verano se cierran las grageas esas y podemos respirar mejor. Es decir, los alérgicos. Que yo no soy alérgica. ¡Ah! Y ya me he depilado las piernas. Justo cuando han bajado de nuevo las temperaturas. Suele pasar...
Y eso que yo no tengo alergia. O eso creo, porque la maternidad no me deja mucho tiempo para ir a hacerme las dichosas pruebas. Y ya han sido más de uno y de dos el que me ha dicho: "¡Menuda alergia traes!". "Que nooooo. Que yo no soy alérgicaaaaa", les contesto gangosa. "¿Estás segura? ¿Te has hecho las pruebas?", preguntan como si eso fuera lo más fácil del mundo. "¿Abren las consultas a la una de la madrugada?", les repondo yo, "Es que es la única hora que me vendría bien, ¿sabes?".
Así, que yo no tengo alergia, pero conozco a muchos que sí. Con prueba que lo acredita hecha. Y tienen verdadero terror a la llegada de la primavera. "¡Que pajaritos cantando, que florecillas silvestres ni que leches! ¡Que me ahogo, que me asfixio! Que venga el invierno más gélido y congele esas malditas grageas asesinas". Ya lo vemos, las alergias son una realidad cada vez más frecuente y cercana: alimentarias, al pelo de las mascotas, al polvo, a la humedad, a diferentes clases de polen... Seguro que si te haces las pruebas alguna te encuentran. Y si no al tiempo. No es por ser agorera, pero es que, por lo visto, la medicina moderna ha demostrado que cada vez aparecen antes y en un porcentaje de población altísimo. O lo que es lo mismo, que el progreso nos ablanda. Tantas facilidades y tanta higiene nos está deteriorando la materia prima generación tras generación. Pero tranquilos, que la media de edad que alcanzamos también crece.
Pero al lío, que me disperso. El caso es que Boirón me ha enviado un documento sobre las alergias que asegura que esta enfermedad produce alteraciones en el sueño (ya está, ya está. Ahora sí que me habéis convencidos. Soy alérgica desde que parí). Y eso sumado al resto de los síntomas (estornudos, goteo nasal, congestión nasal, lagrimeo, picores, escozor ocular y enrojecimiento ocular) pueden hacer que baje la calidad de vida de esa persona y su rendimiento en el trabajo o en el colegio.
Ellos abogan por la homeopatía como remedio saludable para mitigar los síntomas de las alergias y facilitar a los afectados continuar con su rutina diaria. Por un lado, aseguran que los tratamientos homeopáticos son compatibles con los de la medicina tradicional. Y, por otro, y lo más interesante, desde mi punto de vista, se pueden usar en personas en las que no sean compatibles los tratamientos médicos como embarazadas o alérgicos a ciertos componentes químicos. Eso me recordó cuando me cogí el trancazo del siglo estando embarazada del primero y unas pastillas homeopáticas que me recomendó una amiga me aliviaron muchísimo los síntomas, sobre todo la tos, por lo que pude seguir trabajando con normalidad y sin ataques tremendos de tos.
La homeopatía también es muy recomendable para los que pasan muchas horas en la carretera porque no producen somnolencia. Y otro dato que me ha dejado un poco preocupadilla, no produce dependencia. pero eso me ha hecho preguntarme ¿Y lo medicamentos sí? Menos mal que soy de las que no toman nada a no ser que ya esté en las últimas, pero conozco a mucha gente que no sale de casa sin su paracetamol o su analgésico de turno. Recuerda consultar a tu médico antes de tomar nada. Él es el experto y sabe lo mejor para tí.
Y no me enrollo más. ¡A cuidarse! y a ver si con los calores del verano se cierran las grageas esas y podemos respirar mejor. Es decir, los alérgicos. Que yo no soy alérgica. ¡Ah! Y ya me he depilado las piernas. Justo cuando han bajado de nuevo las temperaturas. Suele pasar...
lunes, 23 de mayo de 2016
Kayku Sin Lactosa Mix, ideal para cualquier momento y lugar
Hace poco me apunté a una campaña de Youzz.net que tenía una pinta deliciosa: Kaiku Sin Lactosa Mix. Unos deliciosos yogures con dos variedades, natural o con fresas, que incluyen unos cereales dulces y crujientes para mezclar. Sonaba demasiado bien y a los pocos días me llegaba una enorme caja con mi objeto de deseo.
Cuando la recibí estaba rodeada por mis churumbeles que no pararon hasta que la abrí y pudieron ver el contenido. "Oooooooh, yo quiero uno, yo quiero unooooo" gritaban entusiasmados. Y sin darme tiempo ni a sacar una foto del contenido de la caja cogieron cada uno el suyo y corrieron al comedor a comérselo.
La primera sorpresa que se llevaron fue encontrar la cuchara mágica que crecía y se hacía más pequeña según la doblaras. Resulta muy útil para llevarte el yogurt al trabajo, como hice en otras ocasiones, o para una excursión. Los chiquillos las guardan como oro en paño y no paran de jugar con ellas a que son magos.
A Iván le gustó muchísimo el yogurt. Al día siguiente se empeñó en comerse uno de fresa y le gustó aún más. A Daniel, sobre todo, le gustaron los cereales que lo acompañan. A Raúl y a mí nos han gustado las dos modalidades por igual y nos parece genial la idea de la cuchara para poder llevarlo con comodidad al trabajo y matar el gusanillo a media mañana. Como es muy ligero no te empacha, ni te sienta mal al estómago.
Repartí yogures entre amigas y compañeras de trabajo que también estuvieron de acuerdo en que les había encantado su sabor y que era muy fácil de transportar y consumir. Así que ya nos hemos enganchado a este nuevo yogurt, que además de estar buenísimo, es ligero y saludable. Es ideal para cualquier hora del día, pero nosotros nos hemos aficionado a tomarlo o a media mañana o de postre en comidas o cenas.
sábado, 21 de mayo de 2016
Futbol piña y sordera selectiva
Me recuerda el día que llevé a Daniel a Natación bajo una lluvia que ni el diluvio universal y tardamos media hora en recorrer una ruta de menos de quince minutos. El peque luchó contra cocodrilos en pantanos llenos de fango, descubrió un río más caudaloso que el Amazonas, un mar inmenso que se dispuso a explorar alegremente... Y a todo esto su mami gritándole que no se metiera por el barro, cuidado con los charcos, no salpiques, no te mojes tanto ¡¡¡aaaaaarg!!! Pero nada. Tenía entre mis manos un niño completamente sordo. Y ahí ni siquiera podía atraparle porque yo iba sin botas, así que se aprovechó de lo lindo. Huelga llegamos a los vestuarios que parecía que se había tirado a la piscina vestido.
Menos mal que son chicos fuertes y sólo tienen mocos y tos. Yo hago eso y me tienen que ingresar.
viernes, 20 de mayo de 2016
Motos y hogueras en el San Isidro de Covarrubias
El puente nos fuimos al pueblo de Raúl a pasar frí... eeeh, a desconectar. Lo cierto es que en Covarrubias siempre celebran algo. El finde anterior habían hecho una feria del vino de la tierra y ese teníamos convención de moteros con todas las plazas llenas a reventar de las más variopintas y coloridas motos. Los niños estaban encantados con ese museo de la moto al aire libre improvisado.
Encima hacían exhibiciones acrobáticas de vez en cuando. Nosotros llegamos a una, y al principio los niños flipaban. Estaban con los morros pegados a la verja sin perder detalle. Pero al decimoquinto caballito se aburrieron y se fueron a jugar al parque. Una pena, porque a mi sí que me seguía gustando el espectáculo, pero allá que los seguí.
Además del efecto que hacía ver el pueblo lleno de motos por todos lados, también pudimos disfrutar de la merienda de San Isidro, gracias a unos primos de Raúl que nos acoplaron a su grupo. La fiesta consiste en que pandillas de amigos hacen pequeñas hogueras a lo largo de una calle y asan chuletas, morcillas, panceta y lo que se tercie... Es digno de ver, con todos los fuegos encendidos y el olor a cosas ricas. Bueno, de ver, a veces, porque como te coloques mal te metes en una nube de humo a traición y se te llenan los ojos de lágrimas y la garganta te pica que es un horror. Hay que estar atentos a la dirección del viento.
Los peques se lo pasan bomba en esta fiesta. Tienes que esta con mil ojos porque al final lo que hacen es jugar con fuego que para eso están ahí las hogueras, tan cerquita... Es una tentación demasiado grande como para no meter un palito y ver emocionado como arde. O jugar con las ascuas, ayudar a meter la carne en la parrilla, saltar fueguitos... Y los padres aguándoles la fiesta todo el rato. Si es que somos unos siesos, pero eso sí, precavidos y grandes conocedores de todos los peligros y males que acechan a nuestro churumbeles. Sus ángeles de la guarda, vamos.
Al final terminamos la merienda cena con un cola cao en un bar y a casa a intentar meter a unos chiquillos hiperexcitados en la cama. Parece misión imposible, pero en cuanto logras que su cabeza toque la almohada caen como leños. ¡Si es que estaban agotados de tanto correr y saltar! Aunque ellos no lo sepan.
Encima hacían exhibiciones acrobáticas de vez en cuando. Nosotros llegamos a una, y al principio los niños flipaban. Estaban con los morros pegados a la verja sin perder detalle. Pero al decimoquinto caballito se aburrieron y se fueron a jugar al parque. Una pena, porque a mi sí que me seguía gustando el espectáculo, pero allá que los seguí.
Además del efecto que hacía ver el pueblo lleno de motos por todos lados, también pudimos disfrutar de la merienda de San Isidro, gracias a unos primos de Raúl que nos acoplaron a su grupo. La fiesta consiste en que pandillas de amigos hacen pequeñas hogueras a lo largo de una calle y asan chuletas, morcillas, panceta y lo que se tercie... Es digno de ver, con todos los fuegos encendidos y el olor a cosas ricas. Bueno, de ver, a veces, porque como te coloques mal te metes en una nube de humo a traición y se te llenan los ojos de lágrimas y la garganta te pica que es un horror. Hay que estar atentos a la dirección del viento.
Los peques se lo pasan bomba en esta fiesta. Tienes que esta con mil ojos porque al final lo que hacen es jugar con fuego que para eso están ahí las hogueras, tan cerquita... Es una tentación demasiado grande como para no meter un palito y ver emocionado como arde. O jugar con las ascuas, ayudar a meter la carne en la parrilla, saltar fueguitos... Y los padres aguándoles la fiesta todo el rato. Si es que somos unos siesos, pero eso sí, precavidos y grandes conocedores de todos los peligros y males que acechan a nuestro churumbeles. Sus ángeles de la guarda, vamos.
Al final terminamos la merienda cena con un cola cao en un bar y a casa a intentar meter a unos chiquillos hiperexcitados en la cama. Parece misión imposible, pero en cuanto logras que su cabeza toque la almohada caen como leños. ¡Si es que estaban agotados de tanto correr y saltar! Aunque ellos no lo sepan.
jueves, 19 de mayo de 2016
Las fiestas de San Isidro en el cole
Este año me las prometía muy felices con la fiesta de San Isidro. Me habían asegurado que en primaria ya no iban disfrazados ni nada, así que me dije: el disfraz del mayor para el peque y listo. Ahorro absoluto. Pues nanai de la china, porque al hacer la inspección del traje resulta que estaba para trapos y, encima, el mayor me vino unos días antes con la cantinela de que en su clase era optativo disfrazarse y que, como no, el tenía una ilusión enooooorme por disfrazarse. ¡Vaya hombre!
Pues nada, que tocó rascarse el bolsillo y comprar unos carísimos y malísimos disfraces a última hora. Malísimos por la calidad, que era de pena. Aunque me gustó el detalle de que los chalecos fueran pegados a la camisa. Así iban en su sitio todo el tiempo y no había posibilidad alguna de desarreglo total. Por mucho que lo intentaran mis fieras.
Rezongando para mis adentros preparé los disfraces para el día siguiente, pero se me quitaron todos los males cuando los vi tan guapos con sus gorras, sus chalecos y sus caritas de pillos. Daban ganas de cantar la de Pichi, es el chulo que castiga...
Se fueron al cole la mar de contentos pensando en el chocolate con bizcochos que les esperaba. Según Iván, ese día iban a celebrar el cumple de un tal San Isidro y, por mucho, que su hermano le rebatió la idea, incluso contándole la leyenda del agua que hizo brotar el santo para dar de beber a los sedientos, no logramos convencerle de los contrario. Para él todo son cumpleaños, el de papa noel, el de carnaval, el de san isidro...
Cuando volví a por ellos parecían vampiros con los impresionantes churretes de chocolate que les caían de las comisuras de los labios. Salieron tan contentos como entraron y me estuvieron contando que se habían hinchado a chocolate y bizcochos y que habían bailado el chotis. Como prueba me hicieron una demostración de lo bien que lo bailaban. Ni que decir tiene que se me cae la baba con estos peques.
Pues nada, que tocó rascarse el bolsillo y comprar unos carísimos y malísimos disfraces a última hora. Malísimos por la calidad, que era de pena. Aunque me gustó el detalle de que los chalecos fueran pegados a la camisa. Así iban en su sitio todo el tiempo y no había posibilidad alguna de desarreglo total. Por mucho que lo intentaran mis fieras.
Rezongando para mis adentros preparé los disfraces para el día siguiente, pero se me quitaron todos los males cuando los vi tan guapos con sus gorras, sus chalecos y sus caritas de pillos. Daban ganas de cantar la de Pichi, es el chulo que castiga...
Se fueron al cole la mar de contentos pensando en el chocolate con bizcochos que les esperaba. Según Iván, ese día iban a celebrar el cumple de un tal San Isidro y, por mucho, que su hermano le rebatió la idea, incluso contándole la leyenda del agua que hizo brotar el santo para dar de beber a los sedientos, no logramos convencerle de los contrario. Para él todo son cumpleaños, el de papa noel, el de carnaval, el de san isidro...
Cuando volví a por ellos parecían vampiros con los impresionantes churretes de chocolate que les caían de las comisuras de los labios. Salieron tan contentos como entraron y me estuvieron contando que se habían hinchado a chocolate y bizcochos y que habían bailado el chotis. Como prueba me hicieron una demostración de lo bien que lo bailaban. Ni que decir tiene que se me cae la baba con estos peques.
miércoles, 18 de mayo de 2016
Los futbolísimos, el misterio de la lluvia de meteoritos
¿Futbol, meteoritos, misterios? Vaya cóctel. Últimamente mis dos hijos han descubierto un amor desmedido a dar patadas a un balón, o a lo que se tercie: piñas, latas, papeles... Y siempre han sido unos apasionados de los misterios, así que me dije. Esto tiene todos los ingredientes para triunfar. ¿Que de qué estoy hablando? Pues de la novena entrega de la serie infantil de Los futbolisimos: el misterios de la lluvia de meteoritos, recomendada para edades entre 8 y 11 años, que nos envió SM.
Lo cierto es que es el primer libro que me leo de esta variopinta pandilla de... ¿amigos? o algo así, y de confesar que me ha gustado porque, dentro de los estereotipos típicos, los protagonistas pueden llegar a sorprenderte... ¡y mucho! Excepto el grupo de madres que no cambian su papel (el mismo para todas) durante toda la trama, pero tampoco importa porque son como el amigo cómico en las pelis americanas que no tienen mucha más tarea que hacerte sonreír de vez en cuando.
Pakete, el narrador en primera persona de la historia, es el que más profundidad tiene como personaje. Sus reacciones me parecen las típicas de un niño de su edad, once años. Muy creíbles, llenas de inseguridad, con principios inquebrantables y con un toque bastante gamberro.
Sus compañeros de equipos están un poco estereotipados, pero les salva que les une su amor por el fútbol y que eso no significa siempre una amistad inquebrantable en todos los casos. Hay piques, celos, ofensas, ofensas muuuuy graves, malentendidos, situaciones descacharrantes, escenas subrrealistas...
Los nueve viajan al parque de atracciones más grande de Europa: Disneyland. Y por si eso fuera poco, una serie de acontecimientos y circunstancias ocasionan que se les presente la mejor oportunidad de sus vidas para jugar al fútbol y resolver un enrevesado misterio que les llevará al límite. ¿Sobrevivirá el grupo a tanta presión, estrés, nervios y malos rollos en general? Pues a leer para saberlo.
Yo, a mis casi cuarenta años, me partía en algunos párrafos, así que a mis hijos, con un poco más de edad de la que tiene ahora, me los imagino pasar las páginas tronchados de la risa. A día de hoy les ha llamado muchísimo la atención y ya lo estamos leyendo por capítulos. No me extraña, porque los dibujos son geniales. Y encima intercalan cómic en algunos momentos de lo más emocionantes.
A pesar de que es parte de una colección que ya va por el noveno título, se puede leer perfectamente por separado y te enteras de todo. A Daniel le está gustando tanto que en un paseo con su padre encontró otro tomo de la colección y le faltó tiempo para contármelo: "Mami, mami, que hay más de unooo", me dijo muy excitado. Pero no se lo he puesto fácil: "Te lo compro cuando te termines éste". Con seis años seguro que se lo acabo leyendo yo entero, pero el caso es ir motivándole.
Lo cierto es que es el primer libro que me leo de esta variopinta pandilla de... ¿amigos? o algo así, y de confesar que me ha gustado porque, dentro de los estereotipos típicos, los protagonistas pueden llegar a sorprenderte... ¡y mucho! Excepto el grupo de madres que no cambian su papel (el mismo para todas) durante toda la trama, pero tampoco importa porque son como el amigo cómico en las pelis americanas que no tienen mucha más tarea que hacerte sonreír de vez en cuando.
Pakete, el narrador en primera persona de la historia, es el que más profundidad tiene como personaje. Sus reacciones me parecen las típicas de un niño de su edad, once años. Muy creíbles, llenas de inseguridad, con principios inquebrantables y con un toque bastante gamberro.
Sus compañeros de equipos están un poco estereotipados, pero les salva que les une su amor por el fútbol y que eso no significa siempre una amistad inquebrantable en todos los casos. Hay piques, celos, ofensas, ofensas muuuuy graves, malentendidos, situaciones descacharrantes, escenas subrrealistas...
Los nueve viajan al parque de atracciones más grande de Europa: Disneyland. Y por si eso fuera poco, una serie de acontecimientos y circunstancias ocasionan que se les presente la mejor oportunidad de sus vidas para jugar al fútbol y resolver un enrevesado misterio que les llevará al límite. ¿Sobrevivirá el grupo a tanta presión, estrés, nervios y malos rollos en general? Pues a leer para saberlo.
A pesar de que es parte de una colección que ya va por el noveno título, se puede leer perfectamente por separado y te enteras de todo. A Daniel le está gustando tanto que en un paseo con su padre encontró otro tomo de la colección y le faltó tiempo para contármelo: "Mami, mami, que hay más de unooo", me dijo muy excitado. Pero no se lo he puesto fácil: "Te lo compro cuando te termines éste". Con seis años seguro que se lo acabo leyendo yo entero, pero el caso es ir motivándole.
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