Me suena el móvil y milagrosamente lo oigo. Soy un desastre para esos cacharros. Miro la pantalla y me da un vuelco el corazón. Por fin. Ya era hora. Este año se les ha hecho una poco tarde. Le doy al botón con el teléfonito verde y me pongo el móvil en la oreja emocionada.
- Dácil. Hola. ¿Cómo estas?
- Estupendamente. Ya pensé que con esto de la crisis este año no me llamábais y me tocaba a mi ejercer de vosotros.- Una risa casi juvenil viajó por las ondas.
- Hay que tener más fe en nosotros. Aunque parece que en los tiempos que corren los niños se niegan a creer. Ya no gusta la magia como antes. Y se pierde la ilusión.- Me comentó Baltasar con un deje de pena en la voz. Porque era el mismísimo rey mago negro. Yo estuve de acuerdo con él, pero le prometí que eso no pasaría con mi Daniel. Estoy encantada con mi nuevo papel de paje de oriente y eso que sólo los obstento desde hace apenas 15 meses.
Resulta que ahora me entero de que los reyes utilizan a los padres de pajes reales para repartir los juguetes. De otra manera sería imposible. Por muy reyes magos que sean. Cuando recibí la llamada de uno de ellos la primera vez, pensé que me estaban tomando el pelo. Si claro, los Reyes Magos. No tiene usted otra cosa que hacer que gastar bromas por el móvil. ¡Que se le oye mayorcito! ¡Qué verguenza!
Les costó una visita en persona que me creyera que erán ellos. Al gordito de rojo le costó menos. Papa Noel me llamó más tarde. Es un poco dejado y casi se le echan encima las primeras Navidades de Daniel.
- ¿Ya sabes que quiere tu hijo estas Navidades? - Me preguntó Baltasar haciéndome retornar la presente.
- Claro que sí. He estado observándole muy atentamente. Y aunque aún no habla, te puedo decir que se decanta por los garages, los caballitos del parque y en la guardería no para de jugar con una mesa de actividades.-Contesté entusiasmada.
- Veo que has hecho bien los deberes. Ya lo he anotado todo. Nos pondremos deacuerdo con Noel para repartirnos tu pedido. ¿Se ha portado bien el muchacho?
- Bueno... teniendo en cuenta la edad que tiene, hace lo que puede.- Afirmé muy seria.
- Pues nada. Apuntado queda. Te dejo porque aún nos quedan 23.456.359 padres a los que llamar y se nos hecha el tiempo encima. Si Noel nos ayudara otro gallo nos cantaría, pero ya le conoces... Le sacas de su taller de juguetes de Polonia y es un desastre. Bueno Dácil, encantado de volver a hablar contigo. Saluda a tu marido de nuestra parte y dale un besazo bien gordo al pequeño Daniel.
- Así lo haré Majestad.- El suave click me indicó que Baltasar ya había colgado. Muy contenta por haber cumplido con mi misión satisfactoriamente. Seguí comprando en el supermercado, que era lo que estaba haciendo cuando recibí la llamada. Ahora sólo quedaba esperar para recibir los juguetes.
¡Que bonito es ser padres!