Estoy desolada. Éste sábado, tempranito, Raúl ha metido a Daniel y su equipaje en el coche y se lo ha llevado al pueblo con sus abuelas dónde se lo pasará en grande y le mimarán y le permitirán todo. Supongo que de vez en cuando se acordará de su abandonada madre, pero no tanto como yo de él.
Me tocaba trabajar el fin de semana así que no les he podido acompañar. El domingo vuelve el padre (tiene que trabajar como yo) y el chiquitín se queda allí.
Lo peor es que todo en mi casa me recuerda a él y es horrible pasar por delante de su cuarto vacío. Y si salgo pienso, "aquí se lo hubiera pasado en grande" o "esto le hubiera encantado" o "demasiada tranquilidad". Si es que nunca estoy contenta.
La gente me dice que disfrute del momento y descanse que dentro de nada ya estoy allí con él, pero yo sigo sufriendo su ausencia. No lo puedo evitar. Y pienso que esto de la conciliación familiar es un timo.
Además, no me puedo permitir el lujo de descansar. Tengo que hacer todo lo que Daniel me impide con su presencia traviesa: organizar la casa, sacar la ropa del hermanito, trabajar en lo del periódico chino para que no me pille el toro en septiembre... Eso sí, las noches las duermo mucho mejor. Aunque a vece me despierto porque me ha parecido oirle... en mis sueño probablemente.
domingo, 31 de julio de 2011
viernes, 29 de julio de 2011
El niño que rebota contra las paredes
Raúl se ha empeñado en llevar a Daniel a una barbacoa que organizaba un amigo suyo en la terraza de su duplex. A mí no me hacía mucha gracia, pero me da cosa estar siempre con el no en la boca para el inconsciente del padre. Así que he decidido darle el gusto. No me gusta que el niño cambie sus horarios, pero me temo que ahora que se tiene que ir con sus abuelas unos días al pueblo (ya está de vacaciones y nosotros no) se los va a saltar constantemente.
Así que me cargué de pañales, cambiador, juguetitos, comida por si acaso, agua, gorra, crema solar (soy un poco exagerada con este tema)... y nos dirigimos a la reunión de amigos. Por el camino le pregunté a Raúl si sus amigos llevarían también a sus hijos. "¡Pero si son casi todos estudiantes de doctorado! No va ningún niño". ¡Ay, ay, ay! pensé yo. Y lo confirmé al llegar. Era todos estudiantes sin preocupaciones con ganas de juerga. Vamos, algo parecido a mí hace diez años.
Le expliqué a Raúl que a lo mejor no era el lugar apropiado para que un bebé se lo pasara bien, pero mi marido me derrotó con un "Me hacía ilusión traerle y que le conocieran". Eso significa que está orguillosísimo de su hijo. Cómo podía yo interponerme ante ese sentimiento.
Y en una cosa me equivocaba de pe a pa. El niño se lo pasó en grande. Se recorrió el duplex como si fuera Atila. Todo lo quería tocar, le encantó subir y bajar por las peligrosísimas escaleras, se metió en el baño y la cocina a investigar... Todo con el beneplácito del anfitrión que no hacía más que reirle las gracias. El problema empezó de verdad cuando le dio por saltar en el sofá, subirse a las mesas y las sillas, aporrear la tele... Yo le reñía, por supuesto, pero el resto de la gente allí congregada se reía y así no había manera. El enano se envalentonada cada vez más. Volaba en manos de algunos de los amigos de Raúl y pedía más. Hubo que hacer un cordón policial alrededor de la barbacoa en llamas porque desplegó todas sus estrategias de anguililla para poder acercarse a límites insospechados. A mí el estres me podía.
Finalmente señaló la puerta y dijo un contundente y lloroso "!Allíiiiiiiii!". Mi chiquitín estaba agotado. El anfitrión le cedió a Rapidito (un camello de peluche que dijo que era la mascota de la casa y que vete tú a saber de donde lo habían sacado. Noche de juerga seguro. Eso sí, era un muñeco graciosísimo y hacía ruido si se le apretada la chepa). Daniel se acurrucó con el bicho en el sofá, pero no se dormía. Con lo cotillita que es era imposible teniendo en cuenta el montón de cosas interesantes que había a su alrededor.
Convencí a su padre de que era hosa de marchar al hogar y que esas son las consecuencias de salir con un bebé. Milagosamente no me puso ningua pega, anque me hizo esperar un poco porque estaba dando buena cuenta de una ración de alitas. Le dijimos a Daniel que diera besos y ¡Lo hizo! Yo creo que todos se llevaron uno. El pequeñajo corría de un brazo a otro de los invitados con la intenció de babearles la mejilla a gusto. Y los chicos lo recibían encantados.
Una vez en el coche le dije a Daniel que no se preocupara, que ahora mismo nos íbamos a dormir. El pequeñín hizo el gesto de apoyar la cabeza en una almohada a la vez que decía "¿Mir? Zzzzzzzzzzz. No, no, no, y no" esto último los acompañó con unos expresivos gestos con la cabeza y las manitas. Y, efectivamente, intentó escapar de la habitación cuando ya lo teníamos con el pijama y el perrito de peluche. ¡Pero que juergas es este chico! Cada día se parece más a su padre.
blogs de mamás como yo
Cuando empecé a escribir este blog, hace ya más de año y medio (¡Cómo pasa el tiempo!). Nunca pensé que pudiera interesarle a alguien más que a mi familia, pero me llevé una gran sorpresa cuando de repente empezaron a surgir seguidores a los que yo no conocía.
De repente, Aurelia me descubrió "Un Nuevo Mundo" en su blog y encima me dedicó un premio y unas palabras preciosas. Poco después fue Rachel la que me enseñaba a "Cómo ser mamá y no morir en el intento". Me reí muchísimo con sus anécdotas. Me sentí identificada en ocasiones, otras veces me daban ideas geniales para aplicar a mi propia vida y, en ocasiones, me hacían pensar. Rachel me dedicó otro premio. Estoy emocionada con estos premios que me suben la autoestima como madre. Es imposible ejercer la maternidad sin cometer miles de errores que hacen que te preguntes si realmente eres una buena madre, así que los galardones me han animado muchísimo.
Totalmente enganchada fui tirando del hilo en sus blogs (que me leí de pe a pa) y encontré muchísimas más páginas. Todas interesantísimas. Cómo a mí lo que me falta es tiempo sólo pude rebuscar bien en los dos blogs que cito, pero como muestra me encantó la experiencia.
No creo que pueda seguirlos todos, de momento. Daniel me absorbe totalmente y me viene un nuevo miembro de la familia en breve que no creo que me deje ni un minuto de paz. Al menos si se parece a su hermanito mayor. Aun así, me gustaría dedicarles a todos ellos estos dos premios, por compartir con todo el mundo su experiencia eriqueciendo nuestras vidas.
El otro día me senté delante del ordenador con mi pequeñín y se me ocurrió enseñarle los blog de Aurelia y de Rachel. Le iba diciendo los nombres y él los repetía entusiasmado "elia", "ume", "yell", "Poito, pío, pío, pío"... Lo malo es que él también quería darle a las teclas y terminó fastidiando el asunto. Siempre le da a una tecla que hace algo incomprensible y que me resulta imposible de arreglar, con lo que toca apagar el ordenador.
Una de las imágenes aquí usadas pertenece a http://www.clau707.blogspot.com/. Se encontrar en |
La tarde de mamá
Unas amigas me dijeron que iban a quedar cerca de mi casa para que pudiera unirme a ellas y ver a Daniel. Me pareció un detalle precioso y pensé "¿Por qué no?". Todas las tarde hago planes a medida de mi bebé. Lo llevo al parque, a la piscina, a la bebeteca... Cosas que le puedan gustar. por una vez que se acople a mí no tenía por qué pasar nada. de hecho, su padre, hace su vida cuando se queda con el pequeñín. Siempre que le toca cuiidarlo y le llamo para cer cómo le va me lo encuentro en el Decathlón, o en la tienda de comics o, con un poco de suerte, en casa de su madre. Pocas veces le lleva al parque como yo.
El caso es que estuve explicándole a Daniel dirante todo el trayecto de la guardería a la cafetería que era la tarde mamá, que íbams a ver a unas amigas suyas y que se tenía que portar bien. El enano no decía ni que sí ni que no, pero luego dejó claro que era un no.
Estuvo sentadito tranquilo diez minutos, lo que le llevó devorar mis montaditos. Luego empezó la marcha. se puso a dar saltos en la sillita y a protestar para que le sacara. Mis amigas intentaron distraerlo con sus juguetitos, pero no hubo manera. Al final claudiqué y le dejé escapar de su encierro. fue directo a un carrisel chiquitín que tenían en el centro comercial. Le monté y en cuanto se puso en movimiento se puso a llorar como un loco. La empleada me dijo que me subiera para consolar a mi hijo. Ni corta ni perezosa le hice caso, pero casi doy con mis huesos y mi barrigó en el suelo. Logré equilbrarme con un poco de esfuerzo y llegué hasta donde me reclamaba mi hijo. En cuanto me vio a su lado dejó de llorar y empezó a divertirse. en cambio yo empecé a marearme y sudar. Di gracias al cielo cuando paramos de dar vueltas. Pero el chiquitín no estaba dispuesto a bajarse y me pidió otra vuelta con esos ojitos tan expresivos que tiene. Como madre tonta le di el gusto y otra vez vi girar todo a mi alrededor. Daniel tenía intención de dar una tercera vuelta, pero yo no me veía capaz así que le bajé de allí con pataleta incluída. Intenté volver a mi cervecita sin alcohol, pero fue imposible. El peque se escapaba al Tio Vivo cada dos por tres. me di por vencida y le acerqué a unos coches de esos que echas una moneda y se mueven. A estas edades se lo pasan bien aunque no eches la moneda. Estaba dentro de unos recreativos, así que el bebé no se limito a ellos sino que se dio una amplia vuelta para descubris las maravillas del lugar: ruido y luces, ¡que mas puede pedir!
Agotada volví a arrancarle de allí con los consiguientes lloros y les pedí a mi amigas que me acompañaran a un parque. Cosa que hicieron gustosas. Menos ua que se tenía que ir ya. Me prometí a mi misma llamarla por teléfono para que contarnos nuestra vida tranquilamente porque en la cafetería no había podido ser.
Una vez e el parque mis amigas se sentaron en un banco mientras yo perseguía a Daniel entre los columpios. Finalmente se despidieron de mi entre risas y me aseguraron que Daniel estaba guapísimo y muy mayor. "¡Pues vaya tarde de mamá!" pensé. La próxima vez iré sin el niño hasta que aprenda comportarse y dejar disfruta a su mami también de vez en cuando.
El caso es que estuve explicándole a Daniel dirante todo el trayecto de la guardería a la cafetería que era la tarde mamá, que íbams a ver a unas amigas suyas y que se tenía que portar bien. El enano no decía ni que sí ni que no, pero luego dejó claro que era un no.
Estuvo sentadito tranquilo diez minutos, lo que le llevó devorar mis montaditos. Luego empezó la marcha. se puso a dar saltos en la sillita y a protestar para que le sacara. Mis amigas intentaron distraerlo con sus juguetitos, pero no hubo manera. Al final claudiqué y le dejé escapar de su encierro. fue directo a un carrisel chiquitín que tenían en el centro comercial. Le monté y en cuanto se puso en movimiento se puso a llorar como un loco. La empleada me dijo que me subiera para consolar a mi hijo. Ni corta ni perezosa le hice caso, pero casi doy con mis huesos y mi barrigó en el suelo. Logré equilbrarme con un poco de esfuerzo y llegué hasta donde me reclamaba mi hijo. En cuanto me vio a su lado dejó de llorar y empezó a divertirse. en cambio yo empecé a marearme y sudar. Di gracias al cielo cuando paramos de dar vueltas. Pero el chiquitín no estaba dispuesto a bajarse y me pidió otra vuelta con esos ojitos tan expresivos que tiene. Como madre tonta le di el gusto y otra vez vi girar todo a mi alrededor. Daniel tenía intención de dar una tercera vuelta, pero yo no me veía capaz así que le bajé de allí con pataleta incluída. Intenté volver a mi cervecita sin alcohol, pero fue imposible. El peque se escapaba al Tio Vivo cada dos por tres. me di por vencida y le acerqué a unos coches de esos que echas una moneda y se mueven. A estas edades se lo pasan bien aunque no eches la moneda. Estaba dentro de unos recreativos, así que el bebé no se limito a ellos sino que se dio una amplia vuelta para descubris las maravillas del lugar: ruido y luces, ¡que mas puede pedir!
Agotada volví a arrancarle de allí con los consiguientes lloros y les pedí a mi amigas que me acompañaran a un parque. Cosa que hicieron gustosas. Menos ua que se tenía que ir ya. Me prometí a mi misma llamarla por teléfono para que contarnos nuestra vida tranquilamente porque en la cafetería no había podido ser.
Una vez e el parque mis amigas se sentaron en un banco mientras yo perseguía a Daniel entre los columpios. Finalmente se despidieron de mi entre risas y me aseguraron que Daniel estaba guapísimo y muy mayor. "¡Pues vaya tarde de mamá!" pensé. La próxima vez iré sin el niño hasta que aprenda comportarse y dejar disfruta a su mami también de vez en cuando.
jueves, 28 de julio de 2011
Ni miedo ni nada
Al final el pequeñajo no le ha cogido miedo a la piscina y sigue siendo tan kamikaze como siempre. Menos mal que en esta ocasión unos jóvenes muy majos se prestaron a vigilarlo desde el interior de a piscina para que no hiciera locura. Eso sí, bajo mi atenta supervisión. No los conocía y no iba a dejar en sus manos la seguridad de mi hijo. El enano o tuvo ningún problema en tirarse a los brazos de estos perfectos desconocidos, aunque sin quitarme los ojos de encima. Algo es algo.
Cómo me daba la impresión de que sa hacía tarde lo aranqué de allí para llevármelo a casa con la consiguiente pataleta del chiquillo que estaba disfrutando como nunca. A los chicos también parecía darles pena que se fuera y le decían adiós mientras le hacían monerías para que dejara de llorar. "Si nosotros también nos vamos, Daniel" le decían.
Cuando ya tenía todo listo y había logrado encajar al peque en el carrito. Uno de ellos me preguntó un poco cortado si iba a traer al niño a la piscina al día siguiente. ¡Pues sí que se habían caído bien! Me fui sin prometerle nada porque nunca se sabe que va a pasar la tarde siguiente y, efectivamente, me salió un plan alternativo y no pude volver al día siguiente.
Cómo me daba la impresión de que sa hacía tarde lo aranqué de allí para llevármelo a casa con la consiguiente pataleta del chiquillo que estaba disfrutando como nunca. A los chicos también parecía darles pena que se fuera y le decían adiós mientras le hacían monerías para que dejara de llorar. "Si nosotros también nos vamos, Daniel" le decían.
Cuando ya tenía todo listo y había logrado encajar al peque en el carrito. Uno de ellos me preguntó un poco cortado si iba a traer al niño a la piscina al día siguiente. ¡Pues sí que se habían caído bien! Me fui sin prometerle nada porque nunca se sabe que va a pasar la tarde siguiente y, efectivamente, me salió un plan alternativo y no pude volver al día siguiente.
martes, 26 de julio de 2011
El libro de texto
Cual no sería mi sorpresa cuando em anunciaron en la guardería que le próximo año Daniel va a tener ya un libro de texto. ¡¡¿¿Con dos años??!! ¡Que exageración! "Ve reservarlo ya que se acaban" me advirtió una de sus cuidadoras. ¡Buf! Qué agobio. Me prometí pasarme por una librería esa misma tarde. Pero como las neuronas se fueron con la placenta el día del parto, se me olvidó. Desgarrándome las vestiduras me juré y perjuré que del sábado no pasaba y me aseguré dándole la tabarra a mi marido para que me lo recordara.
Finalmente fuimos los dos. En la librería me dijeron que no había ningún problema en hacer la reserva. Cuando pregunté el precio la dependienta sonrió amablemente y me soltó unas frase sorprendente: "Tranquila, no creo que pase de los 30 euros". ¡30 eurazos por una carpeta llena de láminas para colorear! ¡Estamos locos!. Pero la chica no parecía estar bromeando. Firmé la reserva con el pulso tembloroso. ¡Que remedio!
Esa misma tarde busqué la dichosa unidad didáctica por internet. Tenía muy buena pinta y parecía muy completita. Le iban a enseñar de todo: modales, a cuidar sus juguetes, educación vial, nuevas tecnologías... Casi nada para un niño tan pequeño. Me gustó el contenido. Lo que no me gustó tanto es que, aparentemente, el librito sí que me va a salir por más 30 euros. ¡Vaya timo!
Finalmente fuimos los dos. En la librería me dijeron que no había ningún problema en hacer la reserva. Cuando pregunté el precio la dependienta sonrió amablemente y me soltó unas frase sorprendente: "Tranquila, no creo que pase de los 30 euros". ¡30 eurazos por una carpeta llena de láminas para colorear! ¡Estamos locos!. Pero la chica no parecía estar bromeando. Firmé la reserva con el pulso tembloroso. ¡Que remedio!
Esa misma tarde busqué la dichosa unidad didáctica por internet. Tenía muy buena pinta y parecía muy completita. Le iban a enseñar de todo: modales, a cuidar sus juguetes, educación vial, nuevas tecnologías... Casi nada para un niño tan pequeño. Me gustó el contenido. Lo que no me gustó tanto es que, aparentemente, el librito sí que me va a salir por más 30 euros. ¡Vaya timo!
El tren
Ha amanecido el día nublado y con sensación térmica menos calurosa que los anteriores, así que toda la familia hemos decidido que había que aprovechar el momento y nos hemos ido bien tempranito (Al niño le dio por madrugar) a un parque enorme y precioso que tenemos cerca de casa.
Una vez allí, Daniel se tiró como un loco a los columpios. ¡Cómo le gustan! "Alli, allíiiiiiiiii" gritaba mientras corría hacia ellos sin mirar atrás. Le hemos sacado cubito, palas, pelota y de mas utensilios para tenerlo entretenido unas horitas y realmente se lo estaba pasando bomba cuando, de repente, lo vió. Soltó todo lo que tenía entre manos (Y es capaz de llevar muchos juguetes a a vez, doy fe) y salió pitando hacia una dirección determinada al grito de "¡TEEEEEEEEEEEEEEEN!, ¡Teeeeeen!, ¡Teen!, ¡TEEEEEEEN!" con su madre detrás. Su padre se dedicaba a recoger tranquilamente los juguetes.
Alcancé rápido al peque. Afortunadamente aún corro más que él. Aún embarazada de casi siete meses. El pobre estaba agobiadillo porque no era capaz de alcanzar el trenecito del parque que seguía su marcha tan tranauilo hasta su estación de término. Así que , sabiendo que no era lo mejor para el hermanito de la barriguita, me lo subía a hombros y corrí hacia el dicho vehícula caracterizado como tren para hacer las delicias de los niños.
Una vez en la parada nos subimos aun vagó emocionados. Al rato llegó el padre: tranquilo y sin despeinarse. Y aún estuvimos esperando un rato más a que se llenaran los asientos y poder partir hacia la aventura.
Por fin arrancamos y mi hijo daba saltos, literalmente. Decidí agarrarle bien y ponérmelo sobre las piernas. Daniel se asomaba por la ventana y lo señalaba todo. "Agua", "Pato", "rboles"... Nos cruzamos con un camino en obras y eso ya le encantó. No podí ser menos con las excavadoras y los camiones por medio. A veces el chiquitín cambiaba de brazos para ver mejor lo que había en el otro lado. Siempre bien agarrado por sus progenitores para evitar accidentes. Cómo iba a ser a hora de comida decidimos acabar la excursión e irnos a casita. Daniel no estaba deacuerdo, pero a pesar de todo nos siguió en su motito casi todod el camino hasta el coche.
lunes, 25 de julio de 2011
Jarabe milagroso
Angustiada de oir toser a mi pequeñín todas las noches y de las horas de insomnio que estamos pasando juntos decidí arriesgarme a las iras de mi pediatra y acudir a su consulta. Mi médico es una persona estupenda y totalmente contraria a medicar al niño por tonterías.
Cada vez que me ve aparecer por la puerta pone una cara que lo dice todo algo así como "espero que sea importante esta vez". Una vez me llegó a decir que con mi actitud lo únio que hacía era torturar a mi hijo. "¿No piensas que él se lo pasaría mejor en el parque que en mi consulta? Este crío está perfectamente. ¿Es que no le ves la cara de sanote que tiene?". Y asi me despidió sin un tratamiento, ni una palabra de consuelo hacia sus mocos y su tosecilla.
En esta ocasión le dimos pena los dos. Nuestras ojeras llegaban al suelo y se apiadó mandándome un jarabe para la tos. Pero me advirtió que se lo diera sólo una vez antes de acostarle para que dejara de toser y descansara. Como mucho en la madrugada si volvía a toser como un loco, pero no más, porque, por supesto, el niño estaba más sano que un manzano y no era cuestión de hacer vagas a sus defensas.
Emocionada compré el elixis milagroso que iba a dejarnos a dormir a mi retoño y a mi aquella noche. ¡Y de qué manera! Daniel no se despertó ni a beberse su biberón de las madrugadas. Ni esa noche, ni la siguiente. No podía creermelo. Estábamos durmiendo las noches de un tirón. ¡Qué maravilla! La cuarta noche fue de pesadilla, pero no me quejo porque no se le pueden pedir peras al olmo. Mi niñoa ya había dormido lo que tenía que dormir para recuperar el sueño perdido de las noches anteriores y ahora que estaba como una rosa volvía a las andadas: "Mamaaaa, agua", "Bibeeeeee", "Buaaaaaaaaaaa (traducción: me he despertado y me he dado cuenta que estaba muy solito. Ven a darme la manita un rato).
domingo, 24 de julio de 2011
Jugando con papá
A Daniel le encanta jugar con papá. Me temo que la imaginación de su progenitor es aún mayor que la del peque. Cuando llego de trabajar me encuentro con estupendas cosntrucciones de Lego que dudo que mi hijo pueda ni imaginar. Hay que explicar que Raúl juega con el niño todas las mañanas antes de llevarle a la guardería. Normalmente nuestro retoño se levanta mucho antes de la hora a la que mi marido se pone el despertador, para desesperación del último, con lo que les sobra tiempo.
La última creación ha sido un supercamión larguísimo que mi hijo procedió a desmontar y destrozar en cuanto cayó en sus manos. Raúl se lo volvía a montar cuando el chiquitín le buscaba con algunas piezas en la mano y exigiendo que se lo arreglara. Yo le explicaba con paciencia que lo mejor era jugar con él sin romperlo. "Así, Daniel, mira. Hazlo correr por el pasillo" y así lo hacía el enano, hasta que me daba la vuelta y volvía a oir las piezas volar. En fin, mientras él se divierta y no se cargue las piezas de verdad...
La última creación ha sido un supercamión larguísimo que mi hijo procedió a desmontar y destrozar en cuanto cayó en sus manos. Raúl se lo volvía a montar cuando el chiquitín le buscaba con algunas piezas en la mano y exigiendo que se lo arreglara. Yo le explicaba con paciencia que lo mejor era jugar con él sin romperlo. "Así, Daniel, mira. Hazlo correr por el pasillo" y así lo hacía el enano, hasta que me daba la vuelta y volvía a oir las piezas volar. En fin, mientras él se divierta y no se cargue las piezas de verdad...
sábado, 23 de julio de 2011
Constipado nocturno
Daniel ha cogido frío, pero de una forma muy peculiar. Sólo le afecta por las noches. Durante el día corre, sonríe, se muestra muy activo... y lo que es mejor: respira. Pero llega la noche y ya lo tenemos roncando, luchando contra un batallón de mocos, pidiendo agua lastimeramente, bibe, bracitos... Estamos los dos agotados. Ultimamente hemos añadido al repertorio una tos muy rara que me tiene preocupadísima.
Le he llevado a la pediatra a ver si me aclara algo. Sabía que me iba a decir que por qué le traía a consulta iun niño tan sano (de día no se nota nada lo malito que está), pero a mí me trae por el camino de la amargura oirle repirar con tanta dificultad. Aunque no me llame no puedo dormir tranquila teniéndole así.
Le he llevado a la pediatra a ver si me aclara algo. Sabía que me iba a decir que por qué le traía a consulta iun niño tan sano (de día no se nota nada lo malito que está), pero a mí me trae por el camino de la amargura oirle repirar con tanta dificultad. Aunque no me llame no puedo dormir tranquila teniéndole así.
viernes, 22 de julio de 2011
Pesadillas
Ultimamente mi pequeñín tiene pesadillas. Creo que todo es culpa de la tele. Sobre todo de ese Bob Esponja que se arma y se desarma de una forma escandalosa. Cuando vi esos dibujos por primera vez me parecieron graciosos, pero ahora me doy cuenta de que esa forma de sacarse los ojos y volver a metérselos o la manía de enseñar el cerebro tan campante no debe ser bueno para la imaginación del bebé.
No es que vea mucho la tele... Sólo cuando come, merienda o cena y únicamente lo que tarda en acabarse su comida. Normalmente le pongo cosas como "Dora, la exploradora", "El Jardín secreto" o "Los cantajuegos", pero hay ocasiones en las que, por no encender el miniordenador que tenemos siempre conectado a la tele, le dejo lo que pongan en el Canal Disney, Clan o Boing. Tremenda equivocación.
Tras un par de noches de pesadilla (tanto para el bebé como para mí) he decidido que mi hijo sólo va a ver contenido televisivos actos para su tierna edad, porque, aunque parece que no, ya se entera de muchas cosas.
No es que vea mucho la tele... Sólo cuando come, merienda o cena y únicamente lo que tarda en acabarse su comida. Normalmente le pongo cosas como "Dora, la exploradora", "El Jardín secreto" o "Los cantajuegos", pero hay ocasiones en las que, por no encender el miniordenador que tenemos siempre conectado a la tele, le dejo lo que pongan en el Canal Disney, Clan o Boing. Tremenda equivocación.
Tras un par de noches de pesadilla (tanto para el bebé como para mí) he decidido que mi hijo sólo va a ver contenido televisivos actos para su tierna edad, porque, aunque parece que no, ya se entera de muchas cosas.
jueves, 21 de julio de 2011
El bebé kamikaze
¡Qué susto! casi me da algo. Daniel es un bebé kamikaze.
Mi pequeñín ha aprendido a meterse en la piscina grande despacito, panza abajo y con mucho cuidadito. No se suelta del borde y al segundo vuelve a salir. El asunto me preocupa porque me parece muy chiquitín para hacer eso, pero como me tiene pegadita a él todo el rato es imposible que corra peligro real. A pesar de todo, hoy casi me mata del susto.
Ha descubierto que es más fácil entrar y salir por la escalerilla de la piscina. Así que estaba jugando tranquilamente con los escalones cuando de repente un chiquillo mucho mayor nos pidió permiso para usar la escalera. Por supuesto, retiré a Daniel explicándole que teníamos que dejar pasar al niño para luego seguir jugando. El niño se descolgó y sin pensárselo dos veces se tiró a la piscina. Y entonces cometí el error. "Ahora tú", animé a mi pequeñín. Y sin pensárselo dos veces se tiró a la piscina como el chico mayor. Me dio tiempo de ver como se hundía lentamente hasta el fondo antes de reaccionar. Acto seguido me tiré con zapatillas y todo para rescatarle. Daniel emergió del agua tosiendo levemente, pero aparentemente tranquilo. Ni lloró, ni se cogió una perreta. Tan sólo se agarró a la escalera y él solito salió.
Una vez metida en el agua invité a Daniel a bañarse conmigo, pero parece que el peque ya había tenido bastante y me dijo que no con la cabeza y los deditos. Cómo hacía airecito y estaba temblando me lo llevé a las toallas. Se resistió lo suyo, porque él quería seguir jugando. Pero al final lo convencí con la promesa de un delicioso aspito.
La verdad es que la culpa fue mía al equivocar la frase. Tendría que haberle dicho "Ahora puedes seguir jugando", en vez de "Ahora tú", que invita a imitar al otro niño. Menos mal que no pasó nada. Con un poco de suerte hasta se vuelve más prudente, pero creo que ya se le ha olvidado y en la próxima ocasión volverá a meterse y salir de la piscina grande como si tal cosa. Los bebés suelen tener una memoria de mosquito.
Mi pequeñín ha aprendido a meterse en la piscina grande despacito, panza abajo y con mucho cuidadito. No se suelta del borde y al segundo vuelve a salir. El asunto me preocupa porque me parece muy chiquitín para hacer eso, pero como me tiene pegadita a él todo el rato es imposible que corra peligro real. A pesar de todo, hoy casi me mata del susto.
Ha descubierto que es más fácil entrar y salir por la escalerilla de la piscina. Así que estaba jugando tranquilamente con los escalones cuando de repente un chiquillo mucho mayor nos pidió permiso para usar la escalera. Por supuesto, retiré a Daniel explicándole que teníamos que dejar pasar al niño para luego seguir jugando. El niño se descolgó y sin pensárselo dos veces se tiró a la piscina. Y entonces cometí el error. "Ahora tú", animé a mi pequeñín. Y sin pensárselo dos veces se tiró a la piscina como el chico mayor. Me dio tiempo de ver como se hundía lentamente hasta el fondo antes de reaccionar. Acto seguido me tiré con zapatillas y todo para rescatarle. Daniel emergió del agua tosiendo levemente, pero aparentemente tranquilo. Ni lloró, ni se cogió una perreta. Tan sólo se agarró a la escalera y él solito salió.
Una vez metida en el agua invité a Daniel a bañarse conmigo, pero parece que el peque ya había tenido bastante y me dijo que no con la cabeza y los deditos. Cómo hacía airecito y estaba temblando me lo llevé a las toallas. Se resistió lo suyo, porque él quería seguir jugando. Pero al final lo convencí con la promesa de un delicioso aspito.
La verdad es que la culpa fue mía al equivocar la frase. Tendría que haberle dicho "Ahora puedes seguir jugando", en vez de "Ahora tú", que invita a imitar al otro niño. Menos mal que no pasó nada. Con un poco de suerte hasta se vuelve más prudente, pero creo que ya se le ha olvidado y en la próxima ocasión volverá a meterse y salir de la piscina grande como si tal cosa. Los bebés suelen tener una memoria de mosquito.
miércoles, 20 de julio de 2011
Sangre de la nariz
Ultimamente a Daniel le sangra mucho la nariz. No sé si es por el calor tan asfixiante que hace o de las tortas que se ha metido hasta ahora, que han sido saladitas.
No es algo que me preocupe especialmente porque a mi de niña me pasaba continuamente con las altas temperaturas. El caso es que anoche se despertó llorando y cuando acudí a su lado me di cuenta de que un reguero de algo pringoso le corría desde la nariz. A pesar de la oscuridad y de la espesez de mi cerebro llegué a la conclusión de que inoporunamente le sangraba la nariz. Encendí la luz del baño para limpiarle lo mejor posible sin despertarle más de lo que ya estaba. Mi marido también acudió al rescate. Me propuso que le limpiara bien la cara con una toallita húmeda, pero me límite a una lavado rápido con un cliex húmedo y a remojarle la nuca con agua fresquita para parar la hemorragia. Estaba agotada y quería limitarme a los primeros auxilios para volver a mi cama lo antes posible. Me levanto a las cinco para ir a trabajar y el despertador me había chivado que me quedaban menos de tres horas de sueño. Tardamos un poco en conseguir que la nariz dejra de sangrar. El chiquitín berreaba cada vez que le remojaba la nuca con el agua fresquita. Luego tardamos otro rato en que volviera a coger el sueño y se quedara tranquilito.
Por fin, logré introducirme de nuevo entre las sábanas. Poco más de dos horas después, en lo que me pareciero a mi minutos, sonaba el dichoso despertador. Me arrastré a cerrarle la puerta de la habitación a mi hijo, para no despertarle con el ruido de mis tejemanejes mañaneros, y comprobé que respiraba regularmente y que dormía como un bendita.
Tranquila por él me fui a trabajar. Cuando volví a casa y me metí e la habitación del bebé me quedé impactada. Había pequeñas muestras de sangre por todos lados. Supongo que anoche con mi empanamiento no acerté a limpiar bien al chiquitín ni las huellas de nuestras manos. Por supuesto, lo limpié todo bien al modo correcto mientras me imaginaba la carita de peli de terror con la que debió encontrar al niño Raúl esa mañana. También me preguntaba por qué demonios no se había encargado de limpiar él el desaguisado. Más tarde se excusó con un endeble "se me hacía tarde".
martes, 19 de julio de 2011
El platano
¡Milagro! ¡Milagro! Mi chiquitín ha engullido un plátano por su propia voluntad. Es la primera fruta que le veo comer con gusto. Entre bocado y bocado gritaba "¡ptano!".
Envalentonados con este primer éxito hemos intentado introducirle otras frutas cortadas en días sucecivos, pero Daniel ha dicho que para mí la pera, la manzana, la papaya, el melón, la sandía... Al menos prueba lo que le damos, pero enseguida tuerce el gesto y agita la cabeza deseperadamente mientras entona su cantinela preferida "No, no, no, no, no, no...". Y ya no hay manera de introducirle ni un trozo pequeñito en su boca.
Paciencia. También pensé que con el plátano nunca lo lograríamos y... ¡sorpresa! No sólo se lo come sino que parece que incluso le gusta. Paso a paso.
lunes, 18 de julio de 2011
Vida social
Mi chiquitín se ha ido al cumpleaños de su primo Miguel. No es el primero al que le invitan. Ya ha estado en los de sus primos Alonso y Rodrigo, pero este tenía la peculiaridad de que se hacía en un parque de bolas y era la primera vez que iba a uno. Yo no le pude acompañar porque tenía que trabajar este fin de semana, pero allá que fue su padre dispuesto a que su pequeñín se lo pasara bomba. Y, según me contó, así fue.
Daniel estuvo buceando en un estupenda piscinita de bolas para bebés un rato, pero enseguida se envalentonó y se metió a la estructura de mayores, llena de túneles, colchonetas, toboganes y, por supuesto, bolas. Por lo visto. nuestro bebé no se cortó un pelo trepando, corriendo y jugando.
Raúl me contó que lo tenían montado estupendamente. Una hora de bolas y otra hora merendando, con juegos y piñata. Cada niño se fue a casa con su bolsita correpondiente de juguetitos no aptos para críos de la edad de Daniel. Mi niño llegó a acasa con un gran globo en sus manos y emocionadísimo. Así le costó luego a su padre que durmiera la siesta, y eso que ya era una hora tardísima.
Daniel se despertó llorando y con una perreta tremenda. Me temo que todavía tenía sueño, pero había que animarle a jugar si queríamos tenerlo a las nueve como muy tarde en la cama. Así que logramos calmarlo mal que bien, con mimos, libros y juguetes, para luego sacarlo un ratito al parque.
No le hizo mucha gracia cuando llegó la hora de irse a la cama, pero, al menos se quedó dormidito sin protestar mucho más de lo normal. Si es que le cambias los horarios a los niños y la lías. A ver si deja ya de ser tan delicadito con el tema.
domingo, 17 de julio de 2011
El regreso del "pete"
Dicen que los bebés tienen una vida regalada, pero yo no lo creo. Desde su nivel de personita que tiene por delante todo por aprender es una etapa muy dura. Eso sin tener en cuenta que deben reafirmar su personalidad y sus deseos en todo momento porque mami es todavía bastante más fuerte que ellos y, de entrada, tienen las de perder. Mis discusiones con Daniel suelen acabar con un berreante bebé atado convenientemente en la sillita y muchos dolores musculares por el esfuerzo titánico que he hecho para meterlo ahí.
El caso es que para ellos es una lucha diaria. Cuando parece que se han estabilizado con una rutina, de repente, ocurre algo que lo altera. En este caso: el verano. El ya sabía que había que ir al cole, en el que tenían una programación mas o menos estricta, que a las siete y pico se le bañaba, a las ocho, mas o menos cenaba y a las ocho y media estaba metidito en su cama rocando. Lo primero que le ha roto los esquemas ha sido que cuando le digo que es de noche todavía tenemos un sol espléndido brillando en el cielo, así que me temo que lo de llevarle a la cama se ha complicado. Luego empezó la escuela de verano en la guardería, lo que se traduce en: jugar sin parar y sin programas educativos (adiós a la rutina en el cole. Me parece que todo esto a afectado a mi bebé causándole estrés. Si le sumamos que la barriga de mamá cada vez está más grande y que todo el mundo le habla de un hermanito al que no conoce (De hecho, se estará preguntando "¿Qué demonios es un hermanito?") ya tenemos el cuadro completo.
Todo esto se traduce en que, en contra de la voluntad de su progenitor, he decidido volver a darle el chupete por las noches al chiquitín. Parece que es lo único que le calma de verdad. Se podría comparar co el cigarrillo para aquel que fume y con el chocolate en mi caso. Vale que he dado un paso atrás. Uno gigantesco, pero yo noto que mi niño lo necesitaba. Mi hermana estuvo hasta los cinco años co chupetes esporádico y ahora está estupendamente. Ni tienes problemas en el habla ni más ni menos caries que yo, que nunca usé el chupete (con el dedo me bastaba).
En mi modesta opinión, ahora mismo le está haciendo mas bien que mal.
El caso es que para ellos es una lucha diaria. Cuando parece que se han estabilizado con una rutina, de repente, ocurre algo que lo altera. En este caso: el verano. El ya sabía que había que ir al cole, en el que tenían una programación mas o menos estricta, que a las siete y pico se le bañaba, a las ocho, mas o menos cenaba y a las ocho y media estaba metidito en su cama rocando. Lo primero que le ha roto los esquemas ha sido que cuando le digo que es de noche todavía tenemos un sol espléndido brillando en el cielo, así que me temo que lo de llevarle a la cama se ha complicado. Luego empezó la escuela de verano en la guardería, lo que se traduce en: jugar sin parar y sin programas educativos (adiós a la rutina en el cole. Me parece que todo esto a afectado a mi bebé causándole estrés. Si le sumamos que la barriga de mamá cada vez está más grande y que todo el mundo le habla de un hermanito al que no conoce (De hecho, se estará preguntando "¿Qué demonios es un hermanito?") ya tenemos el cuadro completo.
Todo esto se traduce en que, en contra de la voluntad de su progenitor, he decidido volver a darle el chupete por las noches al chiquitín. Parece que es lo único que le calma de verdad. Se podría comparar co el cigarrillo para aquel que fume y con el chocolate en mi caso. Vale que he dado un paso atrás. Uno gigantesco, pero yo noto que mi niño lo necesitaba. Mi hermana estuvo hasta los cinco años co chupetes esporádico y ahora está estupendamente. Ni tienes problemas en el habla ni más ni menos caries que yo, que nunca usé el chupete (con el dedo me bastaba).
En mi modesta opinión, ahora mismo le está haciendo mas bien que mal.
viernes, 15 de julio de 2011
El solito en el cuarto de juegos
Alguna vez, no muchas, pero alguna, que ya es algo. Un día de fiesta o fin de semana, oigo como la puerta de la habitación de mi hijo se abre estruendosamente y sus pasitos dirigiéndose a la... ¡habitación de juegos! Después, sorprendentemente llegan a mis oídos ruiditos de manejo de juguetes y revolver y más revolver.
¡Se ha puesto a jugar el solito! ¡Milagro! ¡Milagro! No suele durar ni media hora, luego corretea a nuestra habitación y nos llama mientras aporrea mi cara o costado, porque soy la que duerme más cerca de la puerta. Pero el hecho de que se entretenga solo un rato ya es un avance. Tengo la esperanza de que un día no muy lejano me deje descansar una mañana de domingo de la manera apropiada (roncando a mas no poder).
Lo normal es que me despierte llamándome y exgiendo su bibe a voz en grito. Entonces una legañosa mamá aparece en el dintel de la puerta y se hace cargo de la situación. El padre no suele tardar en aparecer porque el enano tiene la delicadeza de un elefante en una cristalería y lo acaba despertando sin remedio con sus gritos, carreras y juguetes musicales.
¡Se ha puesto a jugar el solito! ¡Milagro! ¡Milagro! No suele durar ni media hora, luego corretea a nuestra habitación y nos llama mientras aporrea mi cara o costado, porque soy la que duerme más cerca de la puerta. Pero el hecho de que se entretenga solo un rato ya es un avance. Tengo la esperanza de que un día no muy lejano me deje descansar una mañana de domingo de la manera apropiada (roncando a mas no poder).
Lo normal es que me despierte llamándome y exgiendo su bibe a voz en grito. Entonces una legañosa mamá aparece en el dintel de la puerta y se hace cargo de la situación. El padre no suele tardar en aparecer porque el enano tiene la delicadeza de un elefante en una cristalería y lo acaba despertando sin remedio con sus gritos, carreras y juguetes musicales.
jueves, 14 de julio de 2011
La pistola de agua
La madre de Luis le ha regalado a Daniel una pistola de agua. Lo primero que pensé es que el niño todavía era muy pequeño para esos artilugios, pero el trasto en cuestión tiene un mecanismo muy sencillo. A Daniel no le ha costado nada cogerle el tranquillo. Corretea hasta el agua de la piscina de bebés y la llena con emoción. Luego se da la vuelta y dispara sin mirar a qué o a quien. Menos mal que ahí está la madre para evitar males mayores. Una vez disparó sin vacilar al socorrista. Afortunadamente era un chico majo y no se lo tomó a mal, pero yo pasé una verguenza... Tiene un peligro este crío....
Una pena que el otro día desapareciera de mi toalla mientras mi hijo hacía el loco en la piscina de mayores. De verdad que para dos euros que vale la pistolita... Mi teoría es que cualquier niño la cogió de forma inconsciente y luego la dejó donde le vino en gana. Suele pasar a menudo. Los padres de estos chicos más mayores no les están vigilando como yo a mi peque para que no vaya arramblando con todo lo que encuentra de su gusto. El caso es que me di una vuelta por el recinto pero ya no la encontré. Me temo que toca una visita a la tienda de chinos para hacerme con otra. Le gusta demasiado y es lo suficientemente barata como para darle el capricho al peque.
Una pena que el otro día desapareciera de mi toalla mientras mi hijo hacía el loco en la piscina de mayores. De verdad que para dos euros que vale la pistolita... Mi teoría es que cualquier niño la cogió de forma inconsciente y luego la dejó donde le vino en gana. Suele pasar a menudo. Los padres de estos chicos más mayores no les están vigilando como yo a mi peque para que no vaya arramblando con todo lo que encuentra de su gusto. El caso es que me di una vuelta por el recinto pero ya no la encontré. Me temo que toca una visita a la tienda de chinos para hacerme con otra. Le gusta demasiado y es lo suficientemente barata como para darle el capricho al peque.
La compra
Odio ir al supermercado con el peque. Se aburre enseguida y empieza a contorsionarse sobre el asiento del carrito de la compra. Hay que estar muy atento para que no se vaya de cabeza al suelo.
Normalmente aprovecho el ratito que tengo desde que llego del trabajo hasta que le tengo que recoger de la guardería para hacer la compra, pero últimamente nos han aumentado al triple la carga de trabajo, con lo que es imposible salir a la hora (son muy listos ummmm). Así que no me da tiempo ni en broma a rellenar la nevera como es debido.
Cómo se nos había acumulado mucho producto a la lista de la compra mi marido decidió que teníamos ir la familia al completo para poder dedicar las horas necesarias a tan engorrosa tarea. Recogimos al bebé y nos fuimos a comprar. Al principio se entretuvo mucho señalando ciertas cosas y diciendo sus nombres ("Pan" "Ptano" "Gur"), después su afición favorita era coger lo que nosotros elegíamos, chuparlo con devoción y tirarlo sin ningún cuidado al interior del carrito.
Teníamos que pensarnos mucho si realmente queríamos lo que cogíamos porque una vez babeado no había vuelta atrás. Parecía que todo iba a salir bien hasta que llegamos a la cola de la caja y mi hijo recuperó su vena kamikaze. De las prisas y los nervios para que no se estrellara acabó dándome un cabezazo en la ceja. Al ver que me asomaba la lagrimilla se deshizo en besos para pedirme perdón mientras su padre la reñía muy serio. Aunque en ningún momento cejó en su empeño de bajarse del carrito en marcha.
A mí el niño me gana cuando me da esos besitos babosos, así que no le puedo guardar rencor mucho tiempo, pero mi ceja sí que se acuerda todavía. ¡Qué dolor! Lo dicho. Odio ir al supermercado con Daniel.
martes, 12 de julio de 2011
Pequeño susto
Al día siguiente, volví a pasar por allí aunque mucho más cerca de la carretera y vi que habían puesto unas cintas naranjas para acotar el perímetro. Se ve que sí se dieron cuenta de lo que había pasado, aunque allí nadie se había asomado, al menos, para disculparse. ¡Qué irresponsabilidad la de ayer! Al menos habían tomado medidas para que no volviera a pasar.
Daniel, gran chef
Mi chiquitín está pidiendo a gritos que le proporcionemos una cocinita. Le encantan las ollas, los platos, las comiditas de juguete... ¡Y las reales! En cuanto me descuido ya me está trasteando en los armarios y cajones de mi cocina. hay que tener mucho cuidado. porque, es fácil decir que hay que mantaner alejado del niño todo lo que pueda causarle daño, pero la realidad es que las cocinas tienen su límite de capacidad. Y la mía no es un derroche de metros cuadrados. Así que le vigilo todo el rato, mientras me saca los tuppers, cazuelas, cucharas y lo que se le ocurra.
En vista de su actitud le compré en el Imaginarium una minicocinita de dos fuegos que a la vez es un cubito para jugar en la arena. te venía con una sartén, una cazuela, una espumaderas, un cucharón, dos platitos y dos moldes, uno simulando un pescado y otro una porción de tarta. ¡Le encanta jugar con este jueguete! Mete y saca la arena y las piedrecitas muy concentrado en lo que hace. Da gusto verle.
Así que, me parece que ya sé lo que le voy a pedir a los Reyes Magos estas Navidades para mi pequeñín.
domingo, 10 de julio de 2011
Días locos
¡Madre mía! Raúl está de viaje y Daniel está descontrolado. No lleva bien las separaciones. Es por partida doble, porque cuando no está el padre le toca dormir con su abuelita Chari, porque mamá no le puede llevar a la guardería por las mañanas por el horario del trabajo. La abuela lo mima y lo cuida con todo su amor, pero él echa de menos a papá y a mamá.
Menos que el fin de semana me lo he quedado yo. Yo también le echo de menos. Aunque me paso las tardes con él antes de que le toque quedarse con la progenitora de Raúl, pero las noches son demasiado silenciosas para mi. Encima con lo de la gastroenteritis... Como se lo tuvo que quedar Chari toda una tarde... El caso es que estaba encantada con la perspectiva de pasar un fin de semana madre-hijo.
El viernes estuvimos en la piscina jugando con la pistola de agua que le había regalado la mamá de Luis a Daniel le encantó. Incluso aprendió a llenarla el solito. Mas o menos. Estuvimos jugando en la piscina grande también, pero se levantó un viento helado y, como mi chiquitín sólo quiere entrar y salir del agua y no quedarse dentro, me lo tuve que llevar a las toallas a abrigarle bien con ellas. Todavía estuvimos un rato más correteando por la piscina de bebés, pero el viento persistía y decidí irme. Aún era temprano. Así que lo llevé al parque, donde corrió y jugó todo lo que quiso. Para la hora de dormir estaba tan agotado que ni siquiera protestó. Se fue a la cama tan feliz y durmió de un tirón hasta las cinco de la madrugada. Se bebió un biberón y se volvió a dormir hasta las ocho y cuarto de la mañana. ¡Qué lujo!
El sábado por la mañana me lo llevé al parque, donde estuvimos casi dos horas porque el chiquitín estaba muy entretenido. Allí corrió, se subió a los columpios, jugó con la arena... No paró. Estaba decidida a repetir la jugada del día anterior. Extenuarlo para que durmiera bien. Luego estuvimos otra horita en la Vaguada. Allí le compré ropita en rebajas. Va a ir guapísimo, mi niño. Luego le solté un ratito en la fuente porque le llamaba poderosamente la atención. Tuve que agarrarle bien fuerte para que no se fuera de cabeza al agua. Nos encontramos con una amiga y sus hijos. Estuvo corriendo de un lado para otro con ellos. Yo me las prometía muy felices. Me despedí de mi amiga para dar de comer a mi chiquitín.
A la hora de la siesta me dio la sorpresa. A pesar de estar rendido se cogió una perreta enorme porque no quería dormir. En esas circunstancias decidí que lo mejor sería dejarle ir a jugar. Todavía estuvo berreando un rato, pero luego se entretuvo con sus juguetes. Resignada me puse a limpiar y recoger. A la hora o así empezó Daniel a mostrarse irascible, así que lo volví a intentar, pero se cogió una perreta aun mayor que la primera. Lo dejé estar de nuevo. Le iba a llevar por la tarde a la piscina, pero pensé que mejor se quedaba en casa. Estaba segura de que estaría toda la tarde de mal humor. Estuvo jugando tan feliz hasta la hora de la merienda.
Se la dí delante de la tele y cuando me di cuenta se estaba quedando roque. ¡Esta es la mía! Le saqué de la trona y le llevé rauda a su habitación, pero el chiquitín me contestó con otra perreta monumental ¡La tercera ese día! Esta vez sólo quería morderme. Le di el chupete porque veía peligrar mi integridad física. Mordiéndolo con rabia se calmó un poco. "Daniel, ¿Tienes pupa?", "Tiiiiiii", "¿Dónde?", "Aquiiiiii" y me señalaba los dientencitos. Así que todo venía porque le debe estar saliendo una muela. Pues que oportuna.
viernes, 8 de julio de 2011
Separaciones
Que mal lleva Daniel lo de las separaciones. En cuanto se huele que papá o mamá van a desaparecer, aunque sea momentáneamente y uno de los dos progenitores le siga acompañando, se pone a berrear como un descosido. Da mucha penita.
Cuando Raúl se va de viaje sufrimos los dos muchísimos porque nos separamos cada noche. He de confesar que más yo que él. Porque el pequeñajo se recompone cuando pasan unos minutos y ya está buscando con qué jugar. Yo me voy con la lagrimita amarga cayéndo y el corazón destrozado. Y eso que le dejo con su abuela que lo mima a mas no poder. Como debe de ser.
Dentro de poco le llevaremos al pueblo con su abuela Chari, porque no tiene colegio y nosotros sí que tenemos que trabajar. Sólo de pensarlo... ¡Que mal lo llevo yo también!
Raúl se ha ido de viaje hace poco y hemos tenido que recurrir a su madre, como siempre, para cuidar a Daniel por las noches y que lo lleve por la mañana a la guardería. Y encima, el mismo día que se fue mi marido, me dio una gastroenteritis fatal. Así que esa tarde se lo quedó mi suegra. ¡Vaya favor me hizo! Uno grandísimo, pero le eché tanto de menos mientras me retorcía de dolor en la cama... ¡Qué masoca soy!
Además, el niño no para de nombrar a su papá. "¿Papá?, ¿papá? ¡¡¡¿Papáaaaaaaa?!!!" Yo le explico que está trabajando, pero que va a volver en unos días y él vuelve a llamarle erre que erre. Aunque eso sí sin dejar de jugar y de liármela en todo momento. Este chico no pierde la fuerza.
La foto la ha hecho Carlos Martínez (http://www.cmtz.es/).
Cuando Raúl se va de viaje sufrimos los dos muchísimos porque nos separamos cada noche. He de confesar que más yo que él. Porque el pequeñajo se recompone cuando pasan unos minutos y ya está buscando con qué jugar. Yo me voy con la lagrimita amarga cayéndo y el corazón destrozado. Y eso que le dejo con su abuela que lo mima a mas no poder. Como debe de ser.
Dentro de poco le llevaremos al pueblo con su abuela Chari, porque no tiene colegio y nosotros sí que tenemos que trabajar. Sólo de pensarlo... ¡Que mal lo llevo yo también!
Raúl se ha ido de viaje hace poco y hemos tenido que recurrir a su madre, como siempre, para cuidar a Daniel por las noches y que lo lleve por la mañana a la guardería. Y encima, el mismo día que se fue mi marido, me dio una gastroenteritis fatal. Así que esa tarde se lo quedó mi suegra. ¡Vaya favor me hizo! Uno grandísimo, pero le eché tanto de menos mientras me retorcía de dolor en la cama... ¡Qué masoca soy!
Además, el niño no para de nombrar a su papá. "¿Papá?, ¿papá? ¡¡¡¿Papáaaaaaaa?!!!" Yo le explico que está trabajando, pero que va a volver en unos días y él vuelve a llamarle erre que erre. Aunque eso sí sin dejar de jugar y de liármela en todo momento. Este chico no pierde la fuerza.
La foto la ha hecho Carlos Martínez (http://www.cmtz.es/).
martes, 5 de julio de 2011
Guarderías y conciliación
Vaya timo lo de la conciliación familiar. Y la moto que te vende tu marido con eso de que la crianza del niño es cosa de dos. A mi me está costando mucho compatibilizar el papel de madre y empleada por cuenta ajena. Sobre todo porque empiezo a sospechar que las cuidadoras de Daniel me llaman ante el más mínimo indicio de enfermedad. Por leve que sea.
Yo las entiendo, pero es que ¡me estoy jugando el puesto! y no sienta nada bien llegar a la cxlase y ver a Daniel corretear tan tranquilo cuando tú te has tenido que pelear con tu jefe para que te dejara acudir en su rescate. Estoy harta de doblar turnos y pringar días de vacaciones. Mi maridito hace su parte sólo cuando puede. Y ¿Qué pasa cuando no puede nadie? Ni yo, ni él, ni la abuela. ¡Pues que me toca a mí! Sobre todo porque soy la que tiene la imaginación más calenturienta y ya me estoy imaginando a mi pequeñín sufriendo fiebres y dolores horrorosos sin su mami al lado para que le consuele.
Según Raúl, siempre que ha ido a buscarle, el chiquillo se encontraba en óptimas condiciones. Yo me lo he encontrado a veces bien y a veces pachucho.
La última vez Raúl desencadenó el desastre. Sólo se le ocurre decirles a las cuidadoras que Daniel tiene un poco de conjuntivitis. Por supuesto le dijeron que se llevara al saquito de gérmnes de allí. A lo que él dijo que no podía y que ya hablaría conmigo. Me llamaron ellas, aunque ya estaba avisada, y me instaron a que abandonara el puesto de trabajo para recoger al pequeñín. Raúl me repitió que él justo ese día no podía, a mi suegra no pude localizarla... Así que me tocó enfrentarme al jefe de nuevo. No le hizo ninguna gracia, por supuesto y sólo me soltó para que acudiera al lado de mi niño con la promesa de que al día siguiente haría 12 horas en vez de ocho para recuperar las cuatro horas que me piraba ese día.
Volando fui a la guardería para encontrarme con un niño sin una legaña. "Pero tiene los ojos rojísimo e hinchados" me comentó una de sus profes. "Claro", le contesté, "eso es porque ha pasado una noche criminal. ¿No os lo comentó mi marido para que lo tuviérais en cuenta?" Por supuesto, no lo había hecho. Al final había dejado mi puesto de trabajo para nada. Yo quería matar a mi marido. Y al día siguiente me esperaba un día fino con la jornada de doce horas seguidas. ¡Cómo si no fuera ya la cosa lo suficientemente difícil! Raúl me aseguró que lo sentía en el alma y que no volvería a pasar. Bueno, meter la pata hasta el fondo es de humanos, pero la próxima vez, sea quien sea el culpable, ha quedado claro que le va a tocar pringar a él.
Pelo de verano
El calor aprieta y el pelo molesta. Así que, con gran disgusto de las abuelas, llegó el momento de un nuevo corte de pelo en la cabecita de Daniel. Nos habíamos dado cuenta de que el pequeñín se levantaba sudando todas las mañanas y había que solucionar sus problemas de calor de raíz.
Yo estaba roncando tranquilamente, así que me lo perdí, pero Raúl me contó que hubo muchos lloros por parte de Daniel y sufrimiento por parte de Chari y la abuela Paca.
Cuando me levanté de la cama todo había acabado y mi pequeñín lucía una cabecita redondita preciosa. Si es que está guapo de cualquier manera.
Se le veía muy cómodo y sonriente.
A mi madre tampoco le hizo gracia saber que le habíamos cortado el pelo, pero es que es ley de vida. En verano se les corta el pelo y en invierno se les deja crecer para que les abrigue y dé calorcito. Cómo los gatos y los perros que mudan el pelo para descargarse de abrigo animal. La naturaleza es muy sabia y yo no soy nadie para llevarle la contraria.
lunes, 4 de julio de 2011
Los viajes en coche
Viajar en coche con Daniel es agotador. Antes mi pequeñín se dormía placidamente casi todo el trayecto en coche, pero ahora la cosa ha cambiado. Sus piernecitas quieren acción y de dormir: sólo una siesta al día y protestando, que la vida es muy corta como para perderla roncando.
Al principio se entretiene con los juguetes que le voy pasando, pero en cuanto se aburre los tira a un lugar al que no llegue para que no vuelva a importunarle poniéndole delante de las narices el cochecito, muñeco o peluche de turno. Entonces comienza la operación mantener su boquita ocupada. Mami le va dando trocitos de sandwich, galletas, bizcochos... lo que haga falta. Pero llega un momento en que tampoco tiene hambre. Ni siquiera gula. Empieza a protestar y todavía falta medio camino por recorrer. Gruñe, se remueve inquieto y acaba berreando.
Quiere acabar con su encierro y salir corriendo. Si el tramo es corto no paramos, porque luego no quiere volver al coche y nos retrasamos muchísimo.
Normalmente a estas alturas ya le estoy suplicando al padre que ponga los cantajuegos y quite esa música heavy que nuestro bebé no sabe apreciar. A regañadientes el progenitor cambia "Hijos de Caín" de Barón Rojo por "El tallarín". Y ahí está la mamá bailando sentada y cantando a voz en grito para que su hijo se distraiga y no dé la lata.
Cuando llegamos a nuestro destino es una liberación para los dos.
domingo, 3 de julio de 2011
A coger cerezas
Este fin de semana hemos estado en Covarrubias. La familia política ha decidido que era el momento ideal para recoger las cerezas que doblan los árboles. ¡Se acabó el festín pajaritos!
Cuando vi los klilos y kilos que poblaban las ramas me di cuenta que había para todos. Para nosotros, para los pajaritos y para el que pasara por allí.
Cuando vi los klilos y kilos que poblaban las ramas me di cuenta que había para todos. Para nosotros, para los pajaritos y para el que pasara por allí.
Daniel salió del carrito de un salto y se dirigió con decisión hacia donde faenaba su papá. A los pies de su progenitor se hallaban una serie de cajas y cubos llenos de la reluciente fruta.
Nos habíamos acercado un poco más tarde que el grueso familiar para pasarnos a comprar el pan y resulta que ya tenían hecha buena parte del trabajo. Yo me dediqué, sobre todo a hacer fotos y controlar al pequeñajo. La recogida se la dejé a los expertos.
Daniel iba de un lado a otro como un loco, tropezándo y cayendo una y otra vez porque el terreno era muy irregular. Manoseaba las cerezas con deleite. Lo malo es que comenzó a quitarles el rabito y así, curiosamente, se conservan peor. No había manera de hacerle entender que dejara los rabitos de las cerezas en paz, así que traté de distraerle con otras cosas. No fue fácil, pero el bastón de la abuela ganó muchos puntos a sus ojos. No era la solución ideal porque era fácil que se hiciera pupa, pero, en ocasiones, con Daniel no hay soluciones totalmente buenas.
El caso es que lo pasamos muy bien y que nos vamos a hinchar a cerezas. ¡Con lo buenas que están! Daniel no, porque a la fruta todavía no le da ni una oportunidad.
viernes, 1 de julio de 2011
Sesión de fotos
Tengo una amiga que se dedica a la fotografía asociada con su novio (http://www.cmtz.es/). En realidad, el fotógrafo profesional es Carlos, pero sin ayuda de Bea las fotos no quedarían tan bien. Estoy segura. La chiquilla se lo curra corriendo detrás del objetivo con el círculo color plata que refleja la luz. Lo sé porque me ofreció hacerme una sesión y no lo dudé ni un segundo. ¡Por fin fotos buenas de mi pequeñín! Y de mi barriga, porque buscaban embarazada con niño para tener muestras que enseñar en su página web.
Llegaron a mi casa muy puntuales y se montaron el estudio en mi salón. Todo un despliegue. "Vamos a empezar contigo, con tu barriguita", me dijo el fotógrafo. Mientras, Daniel la liaba a su manera, movía los instrumentos de trabajo o se colaba en las fotos impunemente, a pesar de los esfuerzos de su padre porque se estuviera quieto. "Te noto nerviosilla" me comentó carlos. "¿Y qué quieres?" pensé yo "Con el elemento desatado que tenemos por aquí y yo posando sin poder moverme".
Llegó el momento de la aparición de Daniel en las fotos. El chiquillo se prestó alegremente a acariciarme la barriguita a petición de los profesionales. Lo malo es que se dedicó a aporrearla. Cuando le dijeron que me diera besitos en la barriguita hundía su cara con entusiasmo muy cerca de mi ombligo. Así que desistieron, por el bien del hermanito y porque lo único que se ponía sacar de esa escena era el pelito de Daniel, porque el resto de la cara la tenía hundida en mi carne.
Raúl también protagonizó muchas fotos acariciándo la barriguita. Él lo hacía suave, afortunadamente. Carlos suguirió la típica foto de sólo la barriga con unos patucos encima. Nosotros obedecimos diligentes. Raúl vió el cielo abierto cuando le dijeron que se podía poner cualquier cosa encima de la barriga (ligera claro). Por ejemplo, a la mujer de un señor que trabajaba en la construcción le pusieron un tractor de juguete. Mi marido se dirigió muy feliz a una estantería del salón y rescató sus miniaturas de Dalec para ponerlos en la cima de mi panza. Teniendo en cuenta que la frase más repetida por estos pequeños monstruos en la serie del Doctor Who es "Exterminate", yo no veía muy claro el lado tierno de la foto, pero le dejé hacer. Si le hacía ilusión...
Por fin dieron por terminada la seseión de interiores y nos dirigimos al parque con el juguete preferido de nuestro vástago: la moto. Cuando le preguntaron no lo dudó un segundo y se agarró a su querida moto.
Una vez allí, mi amiga y su novio eligieron el mejor escenario por la luz, colores o lo que ellos tengan en cuenta. Yo no soy la experta. Una vez en el cesped montamos a Daniel en su motito y Carlos dijo: "lo mejor es que venga hacia este lado, pero mientras que no se meta por ese terreno que parece sembrado me conformo". "¿Cómo se va a meter por un terreno tan difícil?" pensé yo. Pues lo hizo. Con toda su cabezonería y mucho esfuerzo.
Por fin logramos que condujera la moto por la hierba y corriera hacia el fotógrafo con su mejor sonrisa. Lo malo es que iba demasiado deprisa. Espero que no salieran movidas las mil instantáneas que le hicieron.
Carlos le decía que le tirara un beso y él se acercaba corriendo para dárselo en la mejilla. "Muy bien, muy bien, pero ahora desde lejos. ¡Venga, tírame un beso!" y pequeñín volaba para volver a estamparle los labios en la mejilla de nuevo. ¡No había manera! Entre pitos y flautas se dió un montón de porrazos por su forma de conducir tan temeraria. Así que había que esperar a que se calmara y se le secaran las lagrimillas para volver a empezar.
También hicimos un montón de fotos familiares. Nos habíamos puesto ropa con predominancia roja para que quedara mejor. La historia es que a mi amiga le encantaba una camiseta premamá con piececitos de bebé impresos y que era roja, así que me puse esa para la sesión, con lo que les compré sendas camisetas rojas al resto de la familia para que conjuntaran conmigo.
Intentámos que Daniel posara feliz con nosotros, pero era imposible. Al segundo intentaba escapar. Carlos nos dijo que estaban quedando unas fotos muy realistas. Le pregunté si era el peor niño con el que había tratado y me dijo que de ninguna manera, que Daniel era un chiquillo encantador. No quiero saber con que clase de energúmenos habrá lidiado el pobre.
La verdad es que nos lo pasamos muy bien y al finalizar la sesión nos fuimos a tomar una cervecita en una terraza. Daniel sólo tomó agua, por supuesto, y una rica tortilla francesa que hicieron para él.
Diabluras en la piscina
¡Que mal se ha portado este chiquilo! Estoy agotada de correr detrás de él. Le llevé a la piscina porque es el único sitio al aire libre en el que se puede estar desde las cinco de la tarde. Ya de entrada, me costó muchísimo sacarle de la guardería. Me lo tuve que cargar a hombros. En la piscina intentaba escapar en todo momento mientras trataba de ponerle el pañal-bañador. Le di la crema solar como pude y casi no pude ponerme yo porque tuve que salir corriendo tras él, que ya se iba el solito a la piscina para bebés.
Normalmente, me pongo la crema solar a medio día cuando llego de trabajar. Lo preparo todo para el día piscineros y voy a por el pequeño, pero hoy tenía que pasarme por le supermercado a comprar cosas urgentes, como fruta, por ejemplo, y no me dio tiempo.
Una vez metido en el agua (lo que se puede porque le llega poco más ariba de los tobillos) no paró de guerrear al grito de "¡Miooooooooo!" Tenía los brazos llenos de pequeños juguetes y lloraba porque aun no tenía todos los que veía. Daba igual que fueran suyos o no. Cansado de no conseguir su objetivo se colaba por huecos por donde yo no cabía, con lo que me hacía dar un rodeo hasta llegar a él. Corriendo, claro, por si acaso. En una de estas me lo encontré con una toalla ajena en las manitas. Agobiada a dejé donde supuse que estaría y, cuando vi que una chica se sentaba en ella, me acerqué para disculparme. Menos mal que era muy simpática.
En otra ocasión, fui testigo de cómo cogía la cerveza de un chico y la vaciaba tranquilamente. Yo sólo podía gritarle al dueño de la bebida para que hiciera algo, pero no se enteraba de que le estaba gritando a él. Hasta que vió la espuma desparramada al lado de su toalla. Menos mal que le dio la risa y no se enfadó, pero la que sí se enfadó fue una menda, que ya estaba harta de las correrías de mi diablillo.
Cansada de su actitud, y porque ya estaba empezando a temblar de frío, me lo llevé a la toalla para envolverlo bien. Allí me pidió galletas y estuvo un rato tranquilo, lo que me dejó un rato de paz para charlar mas o menos tranquilamente con una madre.
No duró mucho. Enseguida enfiló hacia la piscina grande. Cómo me asfixiaba de calor acogí la idea con alegría. Le estoy enseñando a que debe esperar a que mamá se meta primero y luego él, pero ese día no me hizo ni caso. Se tiró en mis brazos cuando aún estaba a medio meter. Sólo quería salir y entrar de la piscina a lo bruto. Cómo hacía airecito me dio la impresión de que estaba cogiendo frío. Intenté convencerle de que se quedara dentro del agua un rato, pero no hubo manera. Así que lo saqué del agua a rastras cuando me pareció que se le estaban poniendo los labios un poco moraditos. Y lo envolví con dos toallas para quitarle el frío. ¡Cómo lloraba porque quería volver a la piscina de los mayores!
Mis amigas hicieron todo lo posible por calmarle y distraerle. Cuando se hubo tranquilizado le cambié, lo vestí y me despedí de ellas. No podía más con este chico.
Normalmente, me pongo la crema solar a medio día cuando llego de trabajar. Lo preparo todo para el día piscineros y voy a por el pequeño, pero hoy tenía que pasarme por le supermercado a comprar cosas urgentes, como fruta, por ejemplo, y no me dio tiempo.
Una vez metido en el agua (lo que se puede porque le llega poco más ariba de los tobillos) no paró de guerrear al grito de "¡Miooooooooo!" Tenía los brazos llenos de pequeños juguetes y lloraba porque aun no tenía todos los que veía. Daba igual que fueran suyos o no. Cansado de no conseguir su objetivo se colaba por huecos por donde yo no cabía, con lo que me hacía dar un rodeo hasta llegar a él. Corriendo, claro, por si acaso. En una de estas me lo encontré con una toalla ajena en las manitas. Agobiada a dejé donde supuse que estaría y, cuando vi que una chica se sentaba en ella, me acerqué para disculparme. Menos mal que era muy simpática.
En otra ocasión, fui testigo de cómo cogía la cerveza de un chico y la vaciaba tranquilamente. Yo sólo podía gritarle al dueño de la bebida para que hiciera algo, pero no se enteraba de que le estaba gritando a él. Hasta que vió la espuma desparramada al lado de su toalla. Menos mal que le dio la risa y no se enfadó, pero la que sí se enfadó fue una menda, que ya estaba harta de las correrías de mi diablillo.
Cansada de su actitud, y porque ya estaba empezando a temblar de frío, me lo llevé a la toalla para envolverlo bien. Allí me pidió galletas y estuvo un rato tranquilo, lo que me dejó un rato de paz para charlar mas o menos tranquilamente con una madre.
No duró mucho. Enseguida enfiló hacia la piscina grande. Cómo me asfixiaba de calor acogí la idea con alegría. Le estoy enseñando a que debe esperar a que mamá se meta primero y luego él, pero ese día no me hizo ni caso. Se tiró en mis brazos cuando aún estaba a medio meter. Sólo quería salir y entrar de la piscina a lo bruto. Cómo hacía airecito me dio la impresión de que estaba cogiendo frío. Intenté convencerle de que se quedara dentro del agua un rato, pero no hubo manera. Así que lo saqué del agua a rastras cuando me pareció que se le estaban poniendo los labios un poco moraditos. Y lo envolví con dos toallas para quitarle el frío. ¡Cómo lloraba porque quería volver a la piscina de los mayores!
Mis amigas hicieron todo lo posible por calmarle y distraerle. Cuando se hubo tranquilizado le cambié, lo vestí y me despedí de ellas. No podía más con este chico.
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