Mi niño está deseando hincarle la encía a alimentos sólidos. Cada vez que nos ve comer se le salen los ojos y se remueve inquieto intentando agarrar un trozo que echarse a la boca. Si le acercas comida no se lo piensa dos veces ¡A comer!
No le echa para atrás que se trate de un ácido limón, o un sosa manzana. Todo para adentro. Aunque si es la deliciosa nata con la que le obsequió el domingo su bisabuela mejor que mejor. Espero que siga así y no nos dé nunca quebraderos de cabeza a la hora de sentarnos a la mesa. Aunque no confío en ello. Todavía la queda por pasar la etapa los terroríficos dos años.
lunes, 30 de abril de 2012
El cumpleaños del tío Luiyo
¡Que bien se lo pasaron los niños en el cumpleaños del tío Luiyo! Daniel jugando con sus primos e Iván atesorando sonrisas y mimos.
Mi niño mayor ya me avisó de camino a casa de mi suegra que ese día él no iba a dormir la siesta. Cómo no puedo luchar contra los elementos hice un excepción. ¿Cómo voy a meterlo en una cama cuando están sus primos guerreando en la habitación de al lado? Lo mejor era dejarle disfrutar de los juegos a él también.
De la emoción se portó fatal, pero vamos a hacer un poco la vista gorda porque era un día especial.
El pequeñajo en cambio parecía un angelito: movido y ruidoso, pero casi no lloró y repartió risas a diestro y siniestro.
Al homenajeado le llevamos las galletas de Spiderman y un figura del Empire State en Lego. Parece que le gustaron mucho sus regalos. En un momento dado le dije que aún nos quedaba un presente que entregarle y ni corta ni perezosa le puse a Iván en los brazos. Mi cuñado lo recibió con alegría y se prestó a jugar con él enseguida. Interesante. Ya lo tenemos fichado por si se presenta algún caso de "¡Necesitamos un canguro urgente!" (de los que cuidan a lo niños, no de los que pegan saltos y viven en Australia).
Mi niño mayor ya me avisó de camino a casa de mi suegra que ese día él no iba a dormir la siesta. Cómo no puedo luchar contra los elementos hice un excepción. ¿Cómo voy a meterlo en una cama cuando están sus primos guerreando en la habitación de al lado? Lo mejor era dejarle disfrutar de los juegos a él también.
De la emoción se portó fatal, pero vamos a hacer un poco la vista gorda porque era un día especial.
El pequeñajo en cambio parecía un angelito: movido y ruidoso, pero casi no lloró y repartió risas a diestro y siniestro.
Al homenajeado le llevamos las galletas de Spiderman y un figura del Empire State en Lego. Parece que le gustaron mucho sus regalos. En un momento dado le dije que aún nos quedaba un presente que entregarle y ni corta ni perezosa le puse a Iván en los brazos. Mi cuñado lo recibió con alegría y se prestó a jugar con él enseguida. Interesante. Ya lo tenemos fichado por si se presenta algún caso de "¡Necesitamos un canguro urgente!" (de los que cuidan a lo niños, no de los que pegan saltos y viven en Australia).
Galletas de Spiderman
Este fin de semana ha sido el cumpleaños del tío Luis. Así que, aprovechando que me habían regalado un original kit para hacer galletas al estilo de las portadas de los comics de Spiderman, no hemos perdido la oportunidad de meternos en la cocina para regalárselas al homenajeado. Además de una caja de Lego del Empire State, donde estuvo tan sólo hace seis días.
Mi marido hizo la masa. Cuando estuvo lista entramos en liza el resto de la familia. Entres los tres cortamos las formas e inventamos portadas de tan famoso personaje. Daniel estaba encantado. Su padre decidió dejar una portada en blanco para que se explayara a la hora de pintarla.
El día anterior, mi maridín me había regalado masas para decorar comestibles por el día de la madre (Adelantó el presente porque yo andaba loca por estrenar mi kit repostero). En cuanto se enfriaron las galletas nos pusimos manos a la obra y dimos color a las imágenes. Fue muy divertido. Daniel, como siempre, se iba comiendo las masas mientras dibujaba. Nos salieron bastante curiosas, aunque no como para lucirlas en un museo de arte.
A mi cuñado le encantaron.
Mi marido hizo la masa. Cuando estuvo lista entramos en liza el resto de la familia. Entres los tres cortamos las formas e inventamos portadas de tan famoso personaje. Daniel estaba encantado. Su padre decidió dejar una portada en blanco para que se explayara a la hora de pintarla.
El día anterior, mi maridín me había regalado masas para decorar comestibles por el día de la madre (Adelantó el presente porque yo andaba loca por estrenar mi kit repostero). En cuanto se enfriaron las galletas nos pusimos manos a la obra y dimos color a las imágenes. Fue muy divertido. Daniel, como siempre, se iba comiendo las masas mientras dibujaba. Nos salieron bastante curiosas, aunque no como para lucirlas en un museo de arte.
A mi cuñado le encantaron.
sábado, 28 de abril de 2012
De bombero...Astronauta... ¡Dinosaurio!
A los niños, por lo general les entusiasma disfrazarse, y los míos no son una excepción. La habitación de juguetes está decorada con un casco de bomberos, un sombrero de pirata, coronas varias que ha venido trayendo el peque de la guardería... Y la última adquisisción: ¡Una cabeza de dinosaurios! Cuando se la regalaron el chiquillo alucinaba. Tardó poquísimo en ponérsela en la cabeza (con mi inestimable ayuda) y perseguirnos por toda la casa rugiendo como un poseso. Luego le tocó el turno a los adultos. Éramos dragones malos y le queríamos comer. Cómo corría y se escondía por toda la casa. Desde entonces hemos repetido el juego unas cuantas veces y siempre triunfa.
Iván tiene poquitos elementos canavalescos, pero no le hacen falta coge los de su hermano, porque en casa intentamos inculcar lo de "En esta casa todo es de todo menos los objetos puntiagudos y con filo, los ordenadores y otros gadgets facilmete rompibles, el menaje de cristal..." En fin, que Daniel piensa que la norma no es nada justa y sigue con la cancioncilla de "Esto es mío, eso es mío, lo tuyo es mío, todo es mío..." Aún así Iván está guapísimo con los gorros del mayor. El bebé sólo cuenta con un babero de astronauta, que Daniel adora, un pañuelito pirata de los carnavales y un body de Batman, que ya le queda pequeño. Cómo crece este chiquillo.
Así que de vez en cuando la casa se llena de piratitas, astronautas, dragones, dinosaurios, pilotos de formula uno, príncipes, reyes, gatitos... Cualquier personaje sirve para alimentar el juego y la imaginación de los niños.
De todas formas soy de las que piensan que tampoco hace falta tener un disfraz comprado para pasarlo bien. En el armario de papá y mamá tenemos los suficientes elementos como para montar una estupenda fiestas de disfraces.
Iván tiene poquitos elementos canavalescos, pero no le hacen falta coge los de su hermano, porque en casa intentamos inculcar lo de "En esta casa todo es de todo menos los objetos puntiagudos y con filo, los ordenadores y otros gadgets facilmete rompibles, el menaje de cristal..." En fin, que Daniel piensa que la norma no es nada justa y sigue con la cancioncilla de "Esto es mío, eso es mío, lo tuyo es mío, todo es mío..." Aún así Iván está guapísimo con los gorros del mayor. El bebé sólo cuenta con un babero de astronauta, que Daniel adora, un pañuelito pirata de los carnavales y un body de Batman, que ya le queda pequeño. Cómo crece este chiquillo.
Así que de vez en cuando la casa se llena de piratitas, astronautas, dragones, dinosaurios, pilotos de formula uno, príncipes, reyes, gatitos... Cualquier personaje sirve para alimentar el juego y la imaginación de los niños.
De todas formas soy de las que piensan que tampoco hace falta tener un disfraz comprado para pasarlo bien. En el armario de papá y mamá tenemos los suficientes elementos como para montar una estupenda fiestas de disfraces.
viernes, 27 de abril de 2012
Batidora de genes
Todo el mundo piensa que Daniel se parece al padre y que Iván se parece a mí. A simple vista sí, porque uno tiene los ojos marrones y otro azules. Y es un rasgo más que destacable en sus simpáticas caritas. Pero mirando fotos nuestras de pequeños me replanteo la genética de los pequeñines.
Creo que la batidora de genes ha cumplido su función. Estoy segura de que, a medida que vayan creciendo notaré más cosas mías en Daniel y más de Raúl en Iván. Son hijos de los dos. Valeeeee. Más de uno que de otro en cuestión de parecidos, pero creo que los dos hemos dejado algo nuestro en sus personitas. Unas cejas, la forma de la cara, los piececitos, las orejitas...
Creo que la batidora de genes ha cumplido su función. Estoy segura de que, a medida que vayan creciendo notaré más cosas mías en Daniel y más de Raúl en Iván. Son hijos de los dos. Valeeeee. Más de uno que de otro en cuestión de parecidos, pero creo que los dos hemos dejado algo nuestro en sus personitas. Unas cejas, la forma de la cara, los piececitos, las orejitas...
jueves, 26 de abril de 2012
"Papuseando"
Según mi madre, a Daniel le gusta papusear. Yo juraría que esa palabra no existe, pero no le voy a llevar la contraria a la mujer que me dio la vida. En mi fuero interno los traduzco como guarrear.
Pues sí, le encanta meter la mano en la la harina, amasar, pintar y pintarse, trastear con la plastilina... Le encanta. Pero sólo no es tan divertido. Necesita tener a alguien a su lado para enseñarle lo que va a haciendo. De vez en cuando me mira con esos ojazos que le cubren media cara y me suelta "Mamá, ¿mayudas? ¿mayudas?" Y ahí está mamá para destaparle un bote, cortar algo, hacerle bolitas... lo que haga falta. Con un brazo soluciono su problema y con el otro mezo a Iván, que quiere participar en la diversión, pero no se da cuenta de que, para él, ese juego todavía es muy peligroso. El bebé agarra a su hermano y tira de él, se apodera de cosas con las que estamos jugando en ese momento y que hay que arrancarle de sus fuertes manitas, se ríe con Daniel y pega manotazos alegres en la mesa. De repente se aburre y toca dejar solito un rato a Daniel para pasearle un poquito.
No mucho tiempo, porque enseguida Daniel está detrás de mis talones. "Mira mamá, mira". "Qué bonito, cariño. Te ha salido precioso": Y es que mi chico mayor es todo un artista. Aunque sin nada de paciencia.
Y así fue con el primer dibujo, pero en el segundo y el tercero se dedicó a desparramar la cola sin ton ni son y a derramar el arroz, los garbanzos, las judías y la pasta encima sin orden ni concierto. "Yastá" me dijo muy contento cuando terminó la hazaña. Cómo todavía era muy pronto le saqué los cacharritos de la cocinita para que siguiera jugando con las legumbres y la pasta. Se lo pasó muy bien.
Otro día tocó experimentar con plastilina, al siguiente temperas, cocinar... ¡Hay tanto por hacer! ¡Tantas posibilidades! Y un chiquillo dispuesto a enzarzarse con lo que le pongas por delante y... ¡papusear sin parar!
miércoles, 25 de abril de 2012
Las sentadillas de la tía Silvia
Cuando estuve con mis dos soles en Las Palmas, mi hermana me ayudaba muchas veces a dormir al bebé. Supongo que le daba pena. ya es mala suerte tener dos hijos que duerman mal, aunque no me puedo quejas, porque al menos no tiene los famosos terrores nocturnos.
Silvia es muy deportista y no le daba pereza pasearse y mecer al chiquitín arriba y abajo de la casa. En un momento dado se le ocurrió hacer sentadillas con el bebé en brazos. Este ejercicio (muy popular para endurecer muslos y glúteos) consiste en flexionar las roddillas mientras el cuerpo permanece rígido. Mano de santo. El peque dejaba de gomitear y tras veinte o treinta repeticiones caía profundamente dormido.
Problema: ahora tía Silvia no está, pero Iván quiere su ración de sentadillas. Resultado: se me va a poner un trasero maravilloso.
Silvia es muy deportista y no le daba pereza pasearse y mecer al chiquitín arriba y abajo de la casa. En un momento dado se le ocurrió hacer sentadillas con el bebé en brazos. Este ejercicio (muy popular para endurecer muslos y glúteos) consiste en flexionar las roddillas mientras el cuerpo permanece rígido. Mano de santo. El peque dejaba de gomitear y tras veinte o treinta repeticiones caía profundamente dormido.
Problema: ahora tía Silvia no está, pero Iván quiere su ración de sentadillas. Resultado: se me va a poner un trasero maravilloso.
"Manolita"
De novios Raúl y yo fuimos a Lanzarote. Allí me compró un muñeco lagartija muy gracioso. Le bautizamos como Manolita. Cómo era joven y hacía tonterías se me ocurrió pasearme el animalucho colgado del hombro por toda la isla. ¡La gente pensaba que era de verdad! Si no te fijabas mucho daba el pego.
El otro día mi marido la encontró y se la dio a Daniel para que jugara. El peque vino corriendo a mi encuentro para enseñármela. Yo estaba de charla con la portera en el dintel y cuando la pobre vio llegar a mi retoño con el bicho dio un bote espectacular y un grito de impresión que al que dejó en el sitio fue a Daniel. Asustado ante la reacción de mi interlocutora tiró a Manolita lo más lejos que pudo y se escondió entre mis piernas. "No pasa nada" dije yo recogiendo el peluche, "Es sólo un juguete".
Mi hijo se puso a reir nerviosamente, pero sin atreverse a tocar la lagartija. La portera me secundó, pero fue incapaz de acercarse al muñeco. Le daba repelús. A partir de entonces Daniel miraba con miedo a la inocente Manolita.
Una tarde cogí la lagartija y le dije al chiquitín: "Daniel, Manolita se va a dormir" le di un beso al animalillo y lo volví a guardar. Mi niño se quedó mirándome un ratito y luego me exigió que volviera a sacar la lagartija. ¡El también quería darle un beso! Y se lo dio sin ningún problema. ¿Había superado el "trauma"? "¿Quieres darle otro?" le pregunté. Me contestó afirmativamente y le estampó otro beso en los morros. "Muy bien, Y ahora a dormir Manolita". La guardé y no la he vuelto a sacar.
¿De verdad es tan asquerosa? A mi me parece un muñeco normal y corriente.
El otro día mi marido la encontró y se la dio a Daniel para que jugara. El peque vino corriendo a mi encuentro para enseñármela. Yo estaba de charla con la portera en el dintel y cuando la pobre vio llegar a mi retoño con el bicho dio un bote espectacular y un grito de impresión que al que dejó en el sitio fue a Daniel. Asustado ante la reacción de mi interlocutora tiró a Manolita lo más lejos que pudo y se escondió entre mis piernas. "No pasa nada" dije yo recogiendo el peluche, "Es sólo un juguete".
Mi hijo se puso a reir nerviosamente, pero sin atreverse a tocar la lagartija. La portera me secundó, pero fue incapaz de acercarse al muñeco. Le daba repelús. A partir de entonces Daniel miraba con miedo a la inocente Manolita.
Una tarde cogí la lagartija y le dije al chiquitín: "Daniel, Manolita se va a dormir" le di un beso al animalillo y lo volví a guardar. Mi niño se quedó mirándome un ratito y luego me exigió que volviera a sacar la lagartija. ¡El también quería darle un beso! Y se lo dio sin ningún problema. ¿Había superado el "trauma"? "¿Quieres darle otro?" le pregunté. Me contestó afirmativamente y le estampó otro beso en los morros. "Muy bien, Y ahora a dormir Manolita". La guardé y no la he vuelto a sacar.
¿De verdad es tan asquerosa? A mi me parece un muñeco normal y corriente.
martes, 24 de abril de 2012
La gran noche
Tiren cohetes, canten, bailen y celebren hasta el amanecer. Hay que hacer una gran fiesta. He dormido casi toda la noche desde hace siglos. Los peques me despertaron a la una y veinte de la madrugada, pero el resto del tiempo ronqué a pata suelta en fase rem. Increíble. Raúl calmó a Daniel. Yo le di el biberón a Iván y ya no me enteré de nada hasta que oí removerse de nuevo al bebé en la cuna y ya eran las... ¡Cinco y media! Me había dormido. Veloz como una flecha desperté a mi maridín para que atendiera al chiquillo, me vestí y me lancé escaleras abajo con pelos de loca.
Taquicárdica me metí en el coche y pasé de cero a cien en cero coma segundos. Llegué a las seis en punto al trabajo. Eso sí que es un record. Pero todo lo bien que me sentí nada más abrir el ojillo se esfumó con el estrés. Ahora estoy agotada. A ver si los niños repiten la hazaña...
Taquicárdica me metí en el coche y pasé de cero a cien en cero coma segundos. Llegué a las seis en punto al trabajo. Eso sí que es un record. Pero todo lo bien que me sentí nada más abrir el ojillo se esfumó con el estrés. Ahora estoy agotada. A ver si los niños repiten la hazaña...
lunes, 23 de abril de 2012
Incapaz de saltarme un 23 de abril
Este año me había hecho el firme propósito de no comprar libros en fecha tan señalada como el mismisimo día del libro. La explicación es bien sencilla. Llevo todo el año adquiriendo preciosos libros infantiles. Si no es por una oferta por un encaprichamiento maternal, el caso es que la biblioteca de los peques ha doblado y triplicado sus fondos, así que hasta hoy mismo la idea era no gastar más dinero en cultura.
Pero... al leer en todos los periódicos sobre las novedades, la fiesta, las ferias... ¡Vamos! que no he podido resistirme. Una vez de vuelta del trabajo me he metido en el centro comercial y he dado rienda suelta a mi vena consumidora. Ha habido para todos. Desde que me quedé embarazada de Daniel no había vuelto a darme el gusto de darme un homenaje en este día en el que siempre he vuelto a casa cargada de novelas desde que era bastante niña. Pero hoy he caido en la tentación y me he hecho con un título que Miri, de Menos de 1000 y más de 30, me recomendó: "Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dímelo". El comentario fue que era un libro tierno, entretenido y muy fácil y rápido de leer. Para alguien que carece de tiempo eso es importante. Ya lo he puesto a la cola de los pendientes. Antes van los que han escrito mis amigas: El Medallón de la Magia, de Mayte Esteban (El Espejo de la Entrada), que todavía no tengo, pero que tengo intención de adquirir cuando nos conozcamos por fin en persona y tenga ella un boli a mano para firmármelo; El Hijo del Barbero, de Alejandra Mateos, compañera de vicisitudes en el trabajo y soriana hasta la médula; Diario de una periodista en paro, de Natalia Sanguino (Sí, todavía no me lo he leído. No tengo perdón).
Por otro lado, tengo pendientes el de mitologías del mundo y le edición especial de la Princesa Prometida que me regalaron mi hermana y mi marido en mi cumpleaños... Era una tontería hacerme con otro, pero no pude aguantar las ganas. Cómo dice Raúl "No sólo hay que comprarlo, hay que leérselo también".
Para él adquirí "La noche de los trekkies vivientes". Se lo envolví y le dije a Daniel que se lo entregara con un beso y la rosa gigante con la que me habían obsequiado en la librería por ser tan buena clienta. Me di cuenta tarde de que la portada no era la más conveniente para los tiernos ojos del pequeñajo. Cuando procedía a abrir con sus propias manitas el paquete se lo quité a pesar de sus protestas y se lo entregué a mi marido para que lo escondiera. Se le quitó el berrinche en cuanto le di el suyo. Una preciosidad con bocas, narices y ojos magnéticos para pegar en las caras de cada una de las páginas y crear así a un pirata, un robot, un monstruo, un espantapájaros... El último en recibir su regalo fue Iván. Se entusiasmó con su libro de trapo con bichitos escondidos. Se lo leí unas cuantas veces mientras lo rechupeteaba. Daniel se lo pasó bomba creando caritas, pero miraba de refilón el de su hermano con ojos golositos. A la hora de irse a la cama logró por fin echarle mano y me hizo contárselo tres veces.
Además de los ya nombrados también cayeron tres libros de Caillú y, otro de dibujar formas geométricas y de pegatinas de Mickey. Los de Caillú se los leí antes de ir a la cama. Le encantaron. El de Mickey se lo daré otro día que no le quiero saturar.
Pero... al leer en todos los periódicos sobre las novedades, la fiesta, las ferias... ¡Vamos! que no he podido resistirme. Una vez de vuelta del trabajo me he metido en el centro comercial y he dado rienda suelta a mi vena consumidora. Ha habido para todos. Desde que me quedé embarazada de Daniel no había vuelto a darme el gusto de darme un homenaje en este día en el que siempre he vuelto a casa cargada de novelas desde que era bastante niña. Pero hoy he caido en la tentación y me he hecho con un título que Miri, de Menos de 1000 y más de 30, me recomendó: "Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dímelo". El comentario fue que era un libro tierno, entretenido y muy fácil y rápido de leer. Para alguien que carece de tiempo eso es importante. Ya lo he puesto a la cola de los pendientes. Antes van los que han escrito mis amigas: El Medallón de la Magia, de Mayte Esteban (El Espejo de la Entrada), que todavía no tengo, pero que tengo intención de adquirir cuando nos conozcamos por fin en persona y tenga ella un boli a mano para firmármelo; El Hijo del Barbero, de Alejandra Mateos, compañera de vicisitudes en el trabajo y soriana hasta la médula; Diario de una periodista en paro, de Natalia Sanguino (Sí, todavía no me lo he leído. No tengo perdón).
Por otro lado, tengo pendientes el de mitologías del mundo y le edición especial de la Princesa Prometida que me regalaron mi hermana y mi marido en mi cumpleaños... Era una tontería hacerme con otro, pero no pude aguantar las ganas. Cómo dice Raúl "No sólo hay que comprarlo, hay que leérselo también".
Para él adquirí "La noche de los trekkies vivientes". Se lo envolví y le dije a Daniel que se lo entregara con un beso y la rosa gigante con la que me habían obsequiado en la librería por ser tan buena clienta. Me di cuenta tarde de que la portada no era la más conveniente para los tiernos ojos del pequeñajo. Cuando procedía a abrir con sus propias manitas el paquete se lo quité a pesar de sus protestas y se lo entregué a mi marido para que lo escondiera. Se le quitó el berrinche en cuanto le di el suyo. Una preciosidad con bocas, narices y ojos magnéticos para pegar en las caras de cada una de las páginas y crear así a un pirata, un robot, un monstruo, un espantapájaros... El último en recibir su regalo fue Iván. Se entusiasmó con su libro de trapo con bichitos escondidos. Se lo leí unas cuantas veces mientras lo rechupeteaba. Daniel se lo pasó bomba creando caritas, pero miraba de refilón el de su hermano con ojos golositos. A la hora de irse a la cama logró por fin echarle mano y me hizo contárselo tres veces.
Además de los ya nombrados también cayeron tres libros de Caillú y, otro de dibujar formas geométricas y de pegatinas de Mickey. Los de Caillú se los leí antes de ir a la cama. Le encantaron. El de Mickey se lo daré otro día que no le quiero saturar.
domingo, 22 de abril de 2012
Pediatra bueno, pediatra malo
La pediatra que tengo asignada por la seguridad social tiene reducción de jornada por maternidad. Eso me parece estupendo. Así puede cuidar mejor de sus hijos. A partir de las cinco y media o seis le sustituye otro. Hasta ahí ningún problema. La historia es que son como el día y la noche. Ella es del: "Tu hijo está cómo una rosa. No me lo vuelvas a traer si no es con cuarenta de fiebre y pitidos en los pulmones. Rara vez te manda algo que no sea Apiretal y Dalsy. Siempre me voy con una sensación de tranquilidad con respecto a la salud de mis retoños, aunque la otra corriente (madres que prefieren al chico) piensan que es insuficiente.
Él es todo lo contrario. Te enumera todas las posinilidades, desde la más nimia a la más grave, y en qué puede derivar ese simple catarrillo que aqueja a tu bebé (pulmonía triple, bronquiolitis aguda, neumonía crónica...). Salgo de la consulta con palpitaciones, cargada de recomendaciones y medicinas. La mayoría de los padres han acabado pasándose a este buen señor porque es rápido en derivarte a especialidades, pero yo prefiero la paz que me trasmite la médico.
El caso es que la semana pasada fui dos veces al centro de salud porque Iván tose, tose y tose y no duerme más de quince minutos seguidos (ni de día ni de noche). La primera, el lunes. Estaba la mujer y, tras examinar al bebé, dictaminó que estaba como una rosa. "Un resfriadillo sin importancia. Apiretal o Dalsy si tiene fiebre y nada más". Muy feliz me fui a mi casa, pero esa noche y la siguiente me estuve acordando muy mal de ella cuando el bebé no dormía ni dejaba dormir por los ataques de tos.
Como no me gusta automedicar a los niños, volvía pedir hora. El jueves, esta vez. Y resulta que me encontré al hombre en la consulta. El facultativo le hizo un examen riguroso y en profundidad. Hasta le midió las pulsaciones del corazón porque vio la cicatriz y me preguntó por ella. Entonces le mandó una pastilla para la faringitis (porque hacía poco que había tenido y, según él, era mejor prevenir) y me dio permiso para administrarle el famoso Romilar (Un medicamento que les corta la tos) aunque con precaución. "Tres o cuatro gotitas en la noche para que el chiquillo descanse no pasa nada" me tranquilizó, que pena que luego añadiera "Claro que si el moco se queda dentro puede bajarle facilmente a los pulmones y derivar en una bronquiolitos. El 90% de los bebés constipados acaban con alguna afección grave en los pulmones. Hoy está así tan sanito y mañana con pitidos en el pecho" miró mi expresión desencajada y añadió: "Pero si eso pasara se va a urgencias y ya está".
No sé si una peca de no llegar y el otro de pasarse, pero casi prefiero que me digan que está como un roble, aunque no me deje dormir, a que me enumeren todas las posibles enfermedades graves hacia las que puede derivar la tosecilla de mi benjamín.
Ni que decir que esa misma noche le metí las cuatro gotitas de Romilar en cuanto le di el biberón de las doce. Así, el pobre pudo descansar cuatro o cinco horas seguidas sin toser. Yo en cambio no pequé ojo porque le tocó al mayor dar la lata. ¿Casualidad o bromas pesadas del destino?
Él es todo lo contrario. Te enumera todas las posinilidades, desde la más nimia a la más grave, y en qué puede derivar ese simple catarrillo que aqueja a tu bebé (pulmonía triple, bronquiolitis aguda, neumonía crónica...). Salgo de la consulta con palpitaciones, cargada de recomendaciones y medicinas. La mayoría de los padres han acabado pasándose a este buen señor porque es rápido en derivarte a especialidades, pero yo prefiero la paz que me trasmite la médico.
El caso es que la semana pasada fui dos veces al centro de salud porque Iván tose, tose y tose y no duerme más de quince minutos seguidos (ni de día ni de noche). La primera, el lunes. Estaba la mujer y, tras examinar al bebé, dictaminó que estaba como una rosa. "Un resfriadillo sin importancia. Apiretal o Dalsy si tiene fiebre y nada más". Muy feliz me fui a mi casa, pero esa noche y la siguiente me estuve acordando muy mal de ella cuando el bebé no dormía ni dejaba dormir por los ataques de tos.
Como no me gusta automedicar a los niños, volvía pedir hora. El jueves, esta vez. Y resulta que me encontré al hombre en la consulta. El facultativo le hizo un examen riguroso y en profundidad. Hasta le midió las pulsaciones del corazón porque vio la cicatriz y me preguntó por ella. Entonces le mandó una pastilla para la faringitis (porque hacía poco que había tenido y, según él, era mejor prevenir) y me dio permiso para administrarle el famoso Romilar (Un medicamento que les corta la tos) aunque con precaución. "Tres o cuatro gotitas en la noche para que el chiquillo descanse no pasa nada" me tranquilizó, que pena que luego añadiera "Claro que si el moco se queda dentro puede bajarle facilmente a los pulmones y derivar en una bronquiolitos. El 90% de los bebés constipados acaban con alguna afección grave en los pulmones. Hoy está así tan sanito y mañana con pitidos en el pecho" miró mi expresión desencajada y añadió: "Pero si eso pasara se va a urgencias y ya está".
No sé si una peca de no llegar y el otro de pasarse, pero casi prefiero que me digan que está como un roble, aunque no me deje dormir, a que me enumeren todas las posibles enfermedades graves hacia las que puede derivar la tosecilla de mi benjamín.
Ni que decir que esa misma noche le metí las cuatro gotitas de Romilar en cuanto le di el biberón de las doce. Así, el pobre pudo descansar cuatro o cinco horas seguidas sin toser. Yo en cambio no pequé ojo porque le tocó al mayor dar la lata. ¿Casualidad o bromas pesadas del destino?
Trastazo gordo
El domingo, Raúl y yo decidimos quedarnos en casa para recoger, limpiar y otros menesteres hogareños. Cómo eso no es admisible para nuestro querido hijo mayor estar todo el día en el hogar hubo que hacer una escapadita al parque. Aprovechamos que íbamos los dos progenitores para llevarle el triciclo (aún con el palo de empujar porque al muy vago no le sale de las narices pedalear). Yo sola con el bebé y el niño no puedo hacerme cargo también de un juguete tan voluminoso.
Daniel iba encantado. De vez en cuando me hacía saber que quería "parque" (traducción: columpios, porque en el parque ya estábamos). Nos encaminamos a la zona infantil. En su ansia por llegar se bajó del triciclo e hizo un buen tramo corriendo. Llegó asfixiado. Por fin alcanzó su objetivo y se dedicó a disfrutar del balancín, del tobogán y del castillito. Su padre le acompañaba en sus juegos. Mientras, yo me senté en un banco con Iván dormido en el carrito.
No me avergüenza decir que me quedé transpuesta. Con lo que duermo ultimamente lo extraño hubiera sido lo contrario. Me despertó un lloro inconsolable. "Ya se ha caído otra vez mi chiquitín" pensé. Me levanté para comprobar daños, aunque sin mucha urgencia porque las caídas, tortas y topetazos son algo normal en un chiquillo tan activo. Cuando llegué donde estaban ellos empecé a asustarme. El golpe no había sido moco de pavo. Allí estaba mi niño berreando como un loco mientras su carita se deformaba por momentos a causa de un superlativo y exagerado chichón que le salió casi inmediatamente en la frente. recogimos a toda prisa y volamos hacia casa. Allí mi marido le aplicó hielo envuelto en un paño en la zona afectada (el hielo directamente en la piel es perjudicial).
Mientras distfrutaba de su grupo musical favorito (los cantajuegos) yo le iba haciendo el test de "por si acaso cuando te das un golpe en la cabeza" (¿Quien eres tú? ¿Y yo? ¿Donde estás? ¿Cómo se llama el hermano? Sigue mi dedo con la mirada. Tócame la punta de la nariz. Al niño le hizo mucha gracia el juego y quiso seguir señalando partes de mi cara mientras se reía a carcajadas. Menos mal que no había perdido el humor. Raúl se rió de mí y me llamó exagerada, pero es mejor prevenir que curar.
Al peque no le duró mucho el susto, pero la cara era un poema. Cada vez que me mira se me encoge el coarzón de verlo tan amoratado e hinchado. Las explicaciones de mi marido fueron: "se tropezó y se dió en toda la cara". Cómo yo estaba roncando plácidamente en mi banco no lo vi y no puedo dar más detalles, así que nos tendremos que conformar con esta versión.
Daniel iba encantado. De vez en cuando me hacía saber que quería "parque" (traducción: columpios, porque en el parque ya estábamos). Nos encaminamos a la zona infantil. En su ansia por llegar se bajó del triciclo e hizo un buen tramo corriendo. Llegó asfixiado. Por fin alcanzó su objetivo y se dedicó a disfrutar del balancín, del tobogán y del castillito. Su padre le acompañaba en sus juegos. Mientras, yo me senté en un banco con Iván dormido en el carrito.
No me avergüenza decir que me quedé transpuesta. Con lo que duermo ultimamente lo extraño hubiera sido lo contrario. Me despertó un lloro inconsolable. "Ya se ha caído otra vez mi chiquitín" pensé. Me levanté para comprobar daños, aunque sin mucha urgencia porque las caídas, tortas y topetazos son algo normal en un chiquillo tan activo. Cuando llegué donde estaban ellos empecé a asustarme. El golpe no había sido moco de pavo. Allí estaba mi niño berreando como un loco mientras su carita se deformaba por momentos a causa de un superlativo y exagerado chichón que le salió casi inmediatamente en la frente. recogimos a toda prisa y volamos hacia casa. Allí mi marido le aplicó hielo envuelto en un paño en la zona afectada (el hielo directamente en la piel es perjudicial).
Mientras distfrutaba de su grupo musical favorito (los cantajuegos) yo le iba haciendo el test de "por si acaso cuando te das un golpe en la cabeza" (¿Quien eres tú? ¿Y yo? ¿Donde estás? ¿Cómo se llama el hermano? Sigue mi dedo con la mirada. Tócame la punta de la nariz. Al niño le hizo mucha gracia el juego y quiso seguir señalando partes de mi cara mientras se reía a carcajadas. Menos mal que no había perdido el humor. Raúl se rió de mí y me llamó exagerada, pero es mejor prevenir que curar.
Al peque no le duró mucho el susto, pero la cara era un poema. Cada vez que me mira se me encoge el coarzón de verlo tan amoratado e hinchado. Las explicaciones de mi marido fueron: "se tropezó y se dió en toda la cara". Cómo yo estaba roncando plácidamente en mi banco no lo vi y no puedo dar más detalles, así que nos tendremos que conformar con esta versión.
sábado, 21 de abril de 2012
¡Bomberos!
Hemos hecho inmensamente feliz a nuestro primogénito. Llevábamos un tiempo diciéndole que le íbamos a llevar al museo de los bomberos, pero, o no acompañaba el tiempo o teníamos otracosa urgente que hacer que desbarataba nuestros planes. Por fin, llegó el día. Daniel nos recordaba a cada minuto que íbamos al museo, por si acaso. Después de los mil preparativos de siempre (que si los pañales, que si la muda de Daniel por si se le escapa el pis, que si el agua, las galletas, el biberón...), salimos rumbo a la diversión. No nos podíamos imaginar hasta que punto. Daniel iba emocionado. Soltando risitas nerviosas y removiéndose en su sillita de coche.
Nada más cruzar el muro de acceso nos encontramos con lo mejor de la visita: tres roñosos camiones rojos a disposición total de los pequeñajos. El niño no se lo pensó ni un segundo. Se encaramó al primero y casi se nos cae de las ansias que tenía por subir. Le ayudé a instalarse en el asiento del conductor. La sonrisa no le cabía en la cara. "Emergencia, emergencia Uauauauauauaua" gritaba, "fuego, fuego, ninoninonino... Mira mamá la luz, el volante... ¡Un teléfono!" Todo era un descubrimiento excitante y maravilloso.
Por supuesto, los papis se pusieron en su piel y también subieron a los camiones, tocaron palanquitas y botones, imitaron onomatopeyas... En uno de los vehículos encontramos, incluso, las llaves del contacto. No pude resistir la tentación de girarlas. Aunque, como era de esperar, el camión siguió tan silencioso como antes.
A todo estos Iván roncaba plácidamente. Tendremos que volver más delante cuando tanga edad de disfrutarlo.
Tras un buen rato de juegos le convencimos para que entrara por fin al recinto expositivo. Mi pequeñín corría de un lado a otro anunciando cada descubrimiento "¡Hacha" Cortar cabeza lobo... Manguera plosh plosh plosh... Una ruedaaaaa... Sombreros... ¡Cabeza!" "No so sombreros cariños, son cascos" le explicó su padre, pero él seguía corriendo de un sitio a otro intentando tocarlo todo.
Al final del recorrido nos pasamos por la oficina del museo y le regalaron un carnet de bombero que todavía no le hemos dado porque me falta pegar la foto. Se lo va a pasar genial con su carnet y el casco que ya tiene.
A la salida exigió volver a disfrutar plenamente de los camiones oxidados otra vez. En esta ocasión se juntó con otros niños que competían por los puestos de conductor. Iván se despertó y también participó de la diversión un ratito.
Todo lo bueno se acaba y se nos hacía tarde para ir a comer a casa de la madre de Raúl, así que tuvimos que arrancar a un berreante Daniel de allí. Nos costó muchísimo. Hicimos una paradita en el Alcampo porque el papi quería comprar un Lego de bomberos como colofón a la jornada. Por la tarde se dedicó a construir el camión, el coche y el helicóptero de bomberos con su hijo mayor.
Nada más cruzar el muro de acceso nos encontramos con lo mejor de la visita: tres roñosos camiones rojos a disposición total de los pequeñajos. El niño no se lo pensó ni un segundo. Se encaramó al primero y casi se nos cae de las ansias que tenía por subir. Le ayudé a instalarse en el asiento del conductor. La sonrisa no le cabía en la cara. "Emergencia, emergencia Uauauauauauaua" gritaba, "fuego, fuego, ninoninonino... Mira mamá la luz, el volante... ¡Un teléfono!" Todo era un descubrimiento excitante y maravilloso.
Por supuesto, los papis se pusieron en su piel y también subieron a los camiones, tocaron palanquitas y botones, imitaron onomatopeyas... En uno de los vehículos encontramos, incluso, las llaves del contacto. No pude resistir la tentación de girarlas. Aunque, como era de esperar, el camión siguió tan silencioso como antes.
A todo estos Iván roncaba plácidamente. Tendremos que volver más delante cuando tanga edad de disfrutarlo.
Tras un buen rato de juegos le convencimos para que entrara por fin al recinto expositivo. Mi pequeñín corría de un lado a otro anunciando cada descubrimiento "¡Hacha" Cortar cabeza lobo... Manguera plosh plosh plosh... Una ruedaaaaa... Sombreros... ¡Cabeza!" "No so sombreros cariños, son cascos" le explicó su padre, pero él seguía corriendo de un sitio a otro intentando tocarlo todo.
Al final del recorrido nos pasamos por la oficina del museo y le regalaron un carnet de bombero que todavía no le hemos dado porque me falta pegar la foto. Se lo va a pasar genial con su carnet y el casco que ya tiene.
A la salida exigió volver a disfrutar plenamente de los camiones oxidados otra vez. En esta ocasión se juntó con otros niños que competían por los puestos de conductor. Iván se despertó y también participó de la diversión un ratito.
Todo lo bueno se acaba y se nos hacía tarde para ir a comer a casa de la madre de Raúl, así que tuvimos que arrancar a un berreante Daniel de allí. Nos costó muchísimo. Hicimos una paradita en el Alcampo porque el papi quería comprar un Lego de bomberos como colofón a la jornada. Por la tarde se dedicó a construir el camión, el coche y el helicóptero de bomberos con su hijo mayor.
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