Mi hermano se ha dado un salto a Madrid para vernos. Daniel se llevó una gran alegría al saberlo, aunque también una gran decepción cuando se enteró de que no dormían en casa. Fernando es de los de molestar lo menos posible, aunque no molesten en absoluto. Iván sonreía mucho cuando se lo contaba, pero creo que aún no tiene memoria suficiente para saber de quien le estaba hablando.
Lo mejor es que también venía la prima Natalia. El mayor no podía esperar a verla. Todos los días preguntaba si ya era el momento. Hasta que llegó el sábado por fin. Un sábado fresquito y pasado por agua. Aún así, nos plantamos en el Retiro, dónde habíamos quedado, con muchas ganas de disfrutar del encuentro.
Cómo no me esperaba el cambio de tiempo tan brusco no llevé jerseys. Daniel se apropió del de su prima, que también llevaba una chaqueta, e Iván no quiso ni que le arropara con la toalla que había llevado para que nos sirviera de mantel de camping. Parecía que ni sentía ni padecía. Se pasó todo el rato pegando brincos y corriendo de un lado a otro presa de la excitación. Menos mal que luego templó un poco.
Los canariones le habían traído un regalo muy original a los pequeños: Un piojo y una pulga de peluche ¡monísimos! Aunque pueda resultar imposible. Nosotros agradecimos el gesto con otro menos espectacular: una pulseras y un collar que cambia de color según los sentimientos de su dueña. Tuve que asesorarme bién a través de la abuela Matilde para acertar con el presente.
Estuvimos jugando en los columpios un rato y después nos dispusimos a comernos nuestra tortilla de patatas y filetes empanados como manda la tradición. Encontramos una mesa estupenda y no hizo falta la toalla. Buena comida, estupenda conversación y los chiquillos enredando todo el rato. ¡Qué más se puede pedir! Hay que ver cómo cuidaba Natalia de sus primos. Les trataba con todo el mimo del mundo.
Tras otro rato dedicado a los columpios, mi hermano propuso que montáramos en las barcas. Mi hijo mayor no pudo pensar en otra cosa desde entonces. No paró de preguntar por las barcas hasta que estuvo subido en una. Cómo no podíamos embarcar el carrito y llevar a Iván era algo muy arriesgado decidí quedarme en tierra e intentar que el bebé cerrara sus hermosos ojos un ratito, pero el peque tenía otros planes que pasaban por subir y bajar de un castillito ene veces. Cuando vi que se acercaba la hora de que volvieran los marineros de agua dulce metí al chiquillo en el carrito con mucho esfuerzo y me dirigí al embarcadero. Ese es el momento que eligió para quedarse torrado. Parece que se olía que las aventuras tocaban a su fin.
La familia canaria nos siguió hasta nuestra casa para seguir la charla sentados cómodamente en el salón mientras los niños jugaban. O esa era la idea, porque no se despegaron de nosotros ni un momento.
Pero todo lo bueno se acaba y, para tristeza infinita del mayor, el tío y la prima se tuvieron que ir. El chiquillo me pedía que les llamara para quedar también al día siguiente. Tuve que explicarle que, cuando se vive tan lejos, no es tan fácil quedar. Torció el gesto, pero terminó conformándose.
martes, 30 de julio de 2013
lunes, 29 de julio de 2013
La cocina manga por hombro
La semana pasada tuvimos que llamar al seguro porque estábamos mojando a la vecina de abajo con una avería. Me puse manos a la obra en seguida porque a mi madre le pasó lo mismo, pero a la inversa: la vecina de arriba le mojaba a ella. En su caso, tuvo muchísimos problemas para que le arreglaran la avería porque la vecina no tenía seguro y todo acabó en denuncias y caída parcial del techo. Un horror. Al final se lo arreglaron casi todo, aunque hubo perdidas materiales irreemplazables, por ejemplo, un tratado de medicina del siglo XIX que rescaté del desván de mi abuela y que no sobrevivió al desastre. Pero no me quiero ir por los cerros de Úbeda. El caso es que estoy muy concienciada de la gravedad del problema y mi reacción fue inmediata, con lo que al día siguiente ya tenía al perito evaluando daños. Como tocó un viernes no fue posible que empezaran con la obra hasta el lunes. Pasamos un fin de semana regular con el tema de usar la cocina lo menos posible (Y eso incluye lavadora, lavavajillas, fregadero...).
El lunes, por fin vinieron el carpintero, a desmontarlo todo, y el fontanero a arreglar la avería. El albañil no llegó hasta el martes y el carpintero no se dignó a aparecer hasta el jueves. Todo ese tiempo ¡sin vitrocerámica! Menos mal que nos olíamos lo que vendría y nos dedicamos el fin de semana a cocinar (y a fregar porque no quedaba otra. Espero no haber mojado mucho a la vecina. Por lo menos no se quejó, así que sería poco).
La otra cara de la moneda la pusieron mis hijos, como siempre, que estaban encantados con el desorden y la cocina en obras. Estuvieron jugando con los muebles agujereados de la cocina, que habíamos recolocado en el salón, metiendo y sacando juguetes. No se perdieron detalle de las evoluciones del carpintero porque fue el único que coincidió con ellos en casa. Le tocaron las herramientas, se empeñaron en "ayudarle", en contarle su vida el mayor... Y el buen señor sonreía y les dejaba hacer. "Los niños son así" me decía a mí, "Déjeles. No les riña". Y a mí se me eternizaba la jornada sin ver la hora de tener todo en su sitio, mientras mis peques pasaban unos momentos divertidísimos.
Menos mal que ya tenemos vitro y la cocina en orden. Por fin vuelve la normalidad a nuestra casa.
El lunes, por fin vinieron el carpintero, a desmontarlo todo, y el fontanero a arreglar la avería. El albañil no llegó hasta el martes y el carpintero no se dignó a aparecer hasta el jueves. Todo ese tiempo ¡sin vitrocerámica! Menos mal que nos olíamos lo que vendría y nos dedicamos el fin de semana a cocinar (y a fregar porque no quedaba otra. Espero no haber mojado mucho a la vecina. Por lo menos no se quejó, así que sería poco).
La otra cara de la moneda la pusieron mis hijos, como siempre, que estaban encantados con el desorden y la cocina en obras. Estuvieron jugando con los muebles agujereados de la cocina, que habíamos recolocado en el salón, metiendo y sacando juguetes. No se perdieron detalle de las evoluciones del carpintero porque fue el único que coincidió con ellos en casa. Le tocaron las herramientas, se empeñaron en "ayudarle", en contarle su vida el mayor... Y el buen señor sonreía y les dejaba hacer. "Los niños son así" me decía a mí, "Déjeles. No les riña". Y a mí se me eternizaba la jornada sin ver la hora de tener todo en su sitio, mientras mis peques pasaban unos momentos divertidísimos.
Menos mal que ya tenemos vitro y la cocina en orden. Por fin vuelve la normalidad a nuestra casa.
domingo, 28 de julio de 2013
Iván quiere ser el señor Potato
El otro día les puse a los pequeños Toy Story en la tele para ganar un rato para mí y avanzar algo en las tareas del hogar. Daniel tardó sólo diez minutos en venir a buscarme. "Quiero al señor Potato, mamiiiiiii". Se lo saqué y ahí empezó la guerra y el fin del "tiempo para mí". Me tuve que llevar a Iván del salón y dedicarme en exclusiva a entretenerle para que el mayor pudiera jugar a gusto con el juguete en cuestión sin que su hermano pequeño le sacara los ojos. Fue imposible que jugaran juntos.
Muuuuucho después, cuando Daniel se cansó de poner y quitar partes de la cara, le tocó el turno a Iván. Le encantó. Tanto que se empeñó en ponerse él los accesorios. Estaba tan gracioso que no pude evitar sacarle unas cuantas fotos. También se pasó un buen rato con el tubérculo. A partir de ese día me lo han pedido muchas veces. E, incluso, han logrado jugar juntos poniendo y quitando las piezas y formando horrorosos monstruos con ojos en las orejas, nariz en el pelo, legua en la nariz, etc.
La verdad que es el típico juguete que lleva años entreteniendo a los niños pequeños con mucho éxito.
Muuuuucho después, cuando Daniel se cansó de poner y quitar partes de la cara, le tocó el turno a Iván. Le encantó. Tanto que se empeñó en ponerse él los accesorios. Estaba tan gracioso que no pude evitar sacarle unas cuantas fotos. También se pasó un buen rato con el tubérculo. A partir de ese día me lo han pedido muchas veces. E, incluso, han logrado jugar juntos poniendo y quitando las piezas y formando horrorosos monstruos con ojos en las orejas, nariz en el pelo, legua en la nariz, etc.
La verdad que es el típico juguete que lleva años entreteniendo a los niños pequeños con mucho éxito.
sábado, 27 de julio de 2013
La semana china
Hay que ver lo deprisa que viaja en el campamento. La semana pasada estuvieron en India, con bailes de Bollywood incluídos, y ésta tocaba China.
Cada vez que me descargo el programa semanal del blog de la empresa me sorprenden con nuevas y maravillosas iniciativas. En esta ocasión el plato fuerte era un taller de cocina "Oriental", que tuvieron el martes. Lo pongo entre comillas porque al día siguiente me ofrecieron las gominales que habían cocinado. Y creo que esas chuches son una de las pocas cosas que no inventaron los chinos. Aunque es verdad que mi hijo me comentó que algo hicieron con una tortita y arroz, pero que el relleno acabó siendo chocolate porque tenía más aceptación entre los cocineritos.
"Todo el día cocinando y comiendo" me resumió el peque con una gran sonrisa manchada del chocolate de la tortita. ¡Con lo que le gusta a él ponerse el delantal y meterse en una cocina! Gorro de cocinero no les pusieron, pero sí les cubrieron la cabeza con un sombrero Chino que ellos mismos hicieron.
También me encantó que les introdujeran al Tamgram. Llegó a casa con uno hecho de cartulina y estoy pensando en pegarle placas de gomaeva para hacerlo más resistente y funcional.
La excursión fue al Bosque encantado en San Martín de ValdeIglesias, un jardín botánico lleno de setos con formas maravillosas, desde un tren al monstruo del Lago Nes pasando por múltiples personajes, cosas y animales. El niño vino impresionado y dice que quiere repetir.
Yo estaba pensando hacer una visita en septiembre cuando el tiempo se suavizara, pero cómo se me han adelantado lo dejaremos para el año que viene que Iván será más mayor y lo disfrutará más.
El mayor se lo está pasando de miedo en el campamento, pero ya se nota el cansancio. ¡Menos mal que dentro de poco está de vacaciones por fin!
Cada vez que me descargo el programa semanal del blog de la empresa me sorprenden con nuevas y maravillosas iniciativas. En esta ocasión el plato fuerte era un taller de cocina "Oriental", que tuvieron el martes. Lo pongo entre comillas porque al día siguiente me ofrecieron las gominales que habían cocinado. Y creo que esas chuches son una de las pocas cosas que no inventaron los chinos. Aunque es verdad que mi hijo me comentó que algo hicieron con una tortita y arroz, pero que el relleno acabó siendo chocolate porque tenía más aceptación entre los cocineritos.
"Todo el día cocinando y comiendo" me resumió el peque con una gran sonrisa manchada del chocolate de la tortita. ¡Con lo que le gusta a él ponerse el delantal y meterse en una cocina! Gorro de cocinero no les pusieron, pero sí les cubrieron la cabeza con un sombrero Chino que ellos mismos hicieron.
También me encantó que les introdujeran al Tamgram. Llegó a casa con uno hecho de cartulina y estoy pensando en pegarle placas de gomaeva para hacerlo más resistente y funcional.
La excursión fue al Bosque encantado en San Martín de ValdeIglesias, un jardín botánico lleno de setos con formas maravillosas, desde un tren al monstruo del Lago Nes pasando por múltiples personajes, cosas y animales. El niño vino impresionado y dice que quiere repetir.
Yo estaba pensando hacer una visita en septiembre cuando el tiempo se suavizara, pero cómo se me han adelantado lo dejaremos para el año que viene que Iván será más mayor y lo disfrutará más.
El mayor se lo está pasando de miedo en el campamento, pero ya se nota el cansancio. ¡Menos mal que dentro de poco está de vacaciones por fin!
viernes, 26 de julio de 2013
Caracol, col, col... y pitufo
La bisabuela Paca le regaló un caracol que se encontró en su jardín a Daniel. Nos vino al pelo porque las mariposas-polillas ya han pasado a mejor vida y así no pregunta por ellas. Le tenemos en un tupper rodeado por una rejilla para que le dé bien la luz del sol y bien avituallado de lechuga. De vez en cuando le hago un simulación de lluvia salpicándo su pequeño hábitat con agua del grifo.
Me da pena que esté tan limitado, pero soltarle a día de hoy podría significar su muerte teniendo en cuenta el clima seco y caluroso de Madrid. Cuando vuelvan a Cova les diré que lo suelten allí que seguro que tiene más posibilidades de supervivencia.
Le pregunté a mi niño mayor cómo quería llamarlo, pero no me sabía decir, así que para facilitarle las cosas le hice unas cuantas propuestas para que eligiera entre ellas. "¿Que te parece Willy, Pepito, Oscar o Paco?" , "Síiii, ése me gusta" aseguró radiante. "¿Cual?", "Opaco", "¿Paco?", "No Opaco" "....."
"Se puede llamar Willy Rigodón OPaco" le bautizó, "Willy Rigodón Opaco Señal Coche Carretera..." "¡Se llamará Caracol!" Le corté yo antes de que se emocionara más
Por otro lado, mi madre ha adoptado otro perrito abandonado (No entiendo para qué se hacen con un perro si saben que lo van a abandonar en verano. Eso es ser mala persona). El nuevo chiquitín se va a llamar Pitufo, tiene un año escaso y es bastante pequeñito. Parece que se lleva bien con Apple y Tapón. Desde luego, va a ser muy feliz con mi madre porque los trata como a príncipes.
Y la familia no para de crecer...
jueves, 25 de julio de 2013
Un detalle de generosidad
El día del picnic en la piscina cogí todas las chuches que había por mi casa, que no eran pocas y me las llevé para repartir entre los niños. Entre cumples, ocasiones especiales y detalles de agradecer hacia mis hijos se nos había juntado un cargamento.
Cuando recogí a Daniel le advertí que eran para compartir, pero no hacía falta porque ese día estaba extremadamente generoso. Lo primero que hizo cuando vió la bolsa fue sacar un chupa chups, dárselo a una madre que estaba cerca y soltarle con una sonrisa: "¡Hola!, este chupa chups es para Pepe. Mira todas las chuches que tengo. Mañana le doy más".
La otra mamá y yo nos quedamos alucinadas y con cara de pasmo. No sabíamos ni que decir. La mujer le dio las gracias emocionada y yo le felicité por su acción henchida de orgullo.
Daniel estaba tan contento por nuestra reacción que no paró de compartir en toda la tarde. Luego me contó que en el campamento les habían dicho que compartir pone fuerte y sano el corazón. No sólo juegan sino que están aprendiendo un montón de cosas. Estoy encantada.
Al día siguiente, fui a por Daniel y nos encontramos con una sorpresa. La mamá de Pepe, para agradecer el generoso gesto de Daniel, le había traído un cucurucho lleno de chuches. El peque saltaba de contento y me pedía que lo abriera inmediatamente. Tuvo que esperar a comerse el bocadillo, pero luego dio buena cuenta de la chocolatina y la nube. A su hermano le dio los gusanitos. Y en el cucurucho todavía quedan un montón de golosinas.
Que detallazo. Aunque mi plan de deshacerme del cargamento de chuches ha fracasado una vez más.
Cuando recogí a Daniel le advertí que eran para compartir, pero no hacía falta porque ese día estaba extremadamente generoso. Lo primero que hizo cuando vió la bolsa fue sacar un chupa chups, dárselo a una madre que estaba cerca y soltarle con una sonrisa: "¡Hola!, este chupa chups es para Pepe. Mira todas las chuches que tengo. Mañana le doy más".
La otra mamá y yo nos quedamos alucinadas y con cara de pasmo. No sabíamos ni que decir. La mujer le dio las gracias emocionada y yo le felicité por su acción henchida de orgullo.
Daniel estaba tan contento por nuestra reacción que no paró de compartir en toda la tarde. Luego me contó que en el campamento les habían dicho que compartir pone fuerte y sano el corazón. No sólo juegan sino que están aprendiendo un montón de cosas. Estoy encantada.
Al día siguiente, fui a por Daniel y nos encontramos con una sorpresa. La mamá de Pepe, para agradecer el generoso gesto de Daniel, le había traído un cucurucho lleno de chuches. El peque saltaba de contento y me pedía que lo abriera inmediatamente. Tuvo que esperar a comerse el bocadillo, pero luego dio buena cuenta de la chocolatina y la nube. A su hermano le dio los gusanitos. Y en el cucurucho todavía quedan un montón de golosinas.
Que detallazo. Aunque mi plan de deshacerme del cargamento de chuches ha fracasado una vez más.
miércoles, 24 de julio de 2013
Picnic en la piscina
Iba a ser un día normal de piscina, pero dio la casualidad que íbamos a coincidir bastantes madres y padres, así que a una de ellas se le ocurrió comprar algunas chuches y patatas fritas para montar un picnic de última hora. A mi hijo mayor le encantó la idea y corrió emocionado todo el camino para reunirse con sus amiguitos.
Lo pasaron genial en la piscina, engullendo gusanitos, patatas y chuches, jugando a perseguirse, a las luchas...
Iván me hizo una pequeña faena perdiendo sus chanclas, así que tuve que meterlo descalzo en el agua. El suelo que la rodea es muy resbaladizo y sabía que se acabaría cayendo, pero no podía hacer nada.
Estuve encima de él todo lo que pude, pero en un despiste ¡Zas! Se metió un buen golpe. Le cogí enseguida entre mis brazos. Oirle berrear me tranquilizó porque me pareció un síntoma de que estaba bien. Aún así seguí el consejo de la socorrista y me planté en la enfermería para pedir la opinión de la enfermera.
Dejé a Daniel al cargo de mis amigas y acudí a que revisaran al pequeño. La enfermera me confirmó que no había sido nada, pero por si acaso tenía que observarle bien durante 24 horas, no dejara que se bañara en un rato y tenerlo en la sombra. Logré seguir sus indicaciones una media hora, pero el peque clamaba por la piscina desesperado y al final claudiqué. Desde luego estaba de nuevo como una rosa. Eso sí, una rosa con una madre pegada cual lapa. Al final me empujaba molesto para que le dejara en paz, pero yo no iba a permitir que volviera a tener otro accidente.
Ahí no se acabaron los sustos. Yo estaba como los camaleones, con un ojo en un niño y el otro en el mayor. Pero hubo un momento de despiste y desapareció Daniel de mi vista. Daniel y otros dos niños. Angustiadas, dos madres corrieron en su busca mientras el resto nos ocupábamos de los bebés. Por mi cabeza pasaron mil negros pensamientos, pero lo que en realidad sucedió es que los tres se fueron al baño como niños mayores a hacer pis. Eso sí, se les olvidó avisar a algún adulto de su acción.
Harta ya de tanta tensión y viendo que se nos hacía tarde para empezar la rutina nocturna me despedí de todos y nos fuimos a casita donde los tengo más controlados y disfruto de más tranquilidad. Una tranquilidad relativa, pero al menos no pueden escapar muy lejos.
Lo pasaron genial en la piscina, engullendo gusanitos, patatas y chuches, jugando a perseguirse, a las luchas...
Iván me hizo una pequeña faena perdiendo sus chanclas, así que tuve que meterlo descalzo en el agua. El suelo que la rodea es muy resbaladizo y sabía que se acabaría cayendo, pero no podía hacer nada.
Estuve encima de él todo lo que pude, pero en un despiste ¡Zas! Se metió un buen golpe. Le cogí enseguida entre mis brazos. Oirle berrear me tranquilizó porque me pareció un síntoma de que estaba bien. Aún así seguí el consejo de la socorrista y me planté en la enfermería para pedir la opinión de la enfermera.
Dejé a Daniel al cargo de mis amigas y acudí a que revisaran al pequeño. La enfermera me confirmó que no había sido nada, pero por si acaso tenía que observarle bien durante 24 horas, no dejara que se bañara en un rato y tenerlo en la sombra. Logré seguir sus indicaciones una media hora, pero el peque clamaba por la piscina desesperado y al final claudiqué. Desde luego estaba de nuevo como una rosa. Eso sí, una rosa con una madre pegada cual lapa. Al final me empujaba molesto para que le dejara en paz, pero yo no iba a permitir que volviera a tener otro accidente.
Ahí no se acabaron los sustos. Yo estaba como los camaleones, con un ojo en un niño y el otro en el mayor. Pero hubo un momento de despiste y desapareció Daniel de mi vista. Daniel y otros dos niños. Angustiadas, dos madres corrieron en su busca mientras el resto nos ocupábamos de los bebés. Por mi cabeza pasaron mil negros pensamientos, pero lo que en realidad sucedió es que los tres se fueron al baño como niños mayores a hacer pis. Eso sí, se les olvidó avisar a algún adulto de su acción.
Harta ya de tanta tensión y viendo que se nos hacía tarde para empezar la rutina nocturna me despedí de todos y nos fuimos a casita donde los tengo más controlados y disfruto de más tranquilidad. Una tranquilidad relativa, pero al menos no pueden escapar muy lejos.
martes, 23 de julio de 2013
La medicina milagrosa
Mi hijo mayor se empeña en tomar una medicina cada vez que le duele algo o se hace una herida para recargar caballeros buenos. No se fía de que los que tiene sean suficientes. El primer día que me la pidió me negué en redondo a automedicarle, pero tanto y tanto rogó, lloró y suplicó que acabé por darle un placebo a base de agua con azúcar. Mano de santo. Ya ni le dolía el brazo ni nada.
Tan buen resultado le dio, que me la pidió de nuevo la noche siguiente. Menos mal que luego se le olvidó, porque tampoco quiero que se le disparen los niveles de azúcar en sangre. Pero, ayer, de repente, me la volvió a pedir. Se dio un golpe de lo más tonto con unos pedales de esos que ponen para que los mayores hagan gimnasia. Se golpeó muy cerca del ojo y a pesar de no haber sido nada, afortunadamente, la marca es un poco escandalosa. Esa misma noche se acordó de la medicina milagrosa y me la pidió.
Le mezclé el azúcar con el agua y se la dí. Realmente espero que no se esté volviendo hipocondríaco.
Tan buen resultado le dio, que me la pidió de nuevo la noche siguiente. Menos mal que luego se le olvidó, porque tampoco quiero que se le disparen los niveles de azúcar en sangre. Pero, ayer, de repente, me la volvió a pedir. Se dio un golpe de lo más tonto con unos pedales de esos que ponen para que los mayores hagan gimnasia. Se golpeó muy cerca del ojo y a pesar de no haber sido nada, afortunadamente, la marca es un poco escandalosa. Esa misma noche se acordó de la medicina milagrosa y me la pidió.
Le mezclé el azúcar con el agua y se la dí. Realmente espero que no se esté volviendo hipocondríaco.
lunes, 22 de julio de 2013
La tentación tiene nombre de bicicleta
Pues sí. Ha caído otra bici. El mismo viernes del pequeño accidente con el carrito la vi en la tiendita. Venticinco euros, más grande, más nueva y de marca Decathlon. No la compré porque me parecía demasiado, pero me quede con la imagen en la retina y no perdí dos segundos en informar a mi marido por el whatssup.
Raúl fue a examinarla y dictar veredicto, previo paso por la web de Decathlon para enterarnos de cual era su precio aproximado de primera mano: unos cien euros. Esta vez lo único que le faltaban eran los ruedines, que adquirimos a buen precio en un hipermercado.
Ya tiene bici los dos pequeñines, así que hemos dedicado el fin de semana a sacarles a la calle para que disfruten de sus nuevos medios de locomoción. Estaban encantados. Iván se cansaba de vez en cuando y me tocaba a mí empujar el trasto, pero Daniel no paró de pedalear casi en ningún momento.
Ha valido la pena la inversión.
Raúl fue a examinarla y dictar veredicto, previo paso por la web de Decathlon para enterarnos de cual era su precio aproximado de primera mano: unos cien euros. Esta vez lo único que le faltaban eran los ruedines, que adquirimos a buen precio en un hipermercado.
Ya tiene bici los dos pequeñines, así que hemos dedicado el fin de semana a sacarles a la calle para que disfruten de sus nuevos medios de locomoción. Estaban encantados. Iván se cansaba de vez en cuando y me tocaba a mí empujar el trasto, pero Daniel no paró de pedalear casi en ningún momento.
Ha valido la pena la inversión.
sábado, 20 de julio de 2013
Otro carrito a la porra
Iba yo caminando a paso ligero, porque había quedado con unas amigas a tomar café para celebrar que a una de ellas le había dado la nota de selectividad para entrar en la carrera que quería y se me echaba el tiempo encima. Delante de mí tenía a Iván sentado cómodamente en el carrito con sus protestas de siempre. Odia profundamente que le sienten en la sillita. Él prefiere correr libre como el viento.
De repente las ruedas chocaron con un bordillo ligeramente levantado y ocurrió el desastre. Me tropecé con el carrito que se había plegado inesperadamente e hice un giro forzado para no caer con todo mi peso encima de él. Hinqué la rodilla derecha en el duro suelo con toda la fuerza del impacto (aún me duele, a pesar de que sólo me hice una rozadura sin importancia) y giré la cabeza al estilo la niña del exorcista para comprobar el estado de mi retoño, que en ese momento semejaba un caracol con cara de sorpresa espachurrado en su concha. Abrí rápidamente la sillita, le quité el cinturón de seguridad y le ayudé a salir.
El peque se liberó de su cárcel con una sonrisa de triunfo que me tranquilizó con respecto a su estado. Un chico y una señora se acercaron a socorrernos y ayudarnos alarmados. Enseguida comprobaron que el bebé estaba ileso. El joven intentó arreglar el carrito, pero fue imposible porque habíamos perdido un tornillo por el camino, así que hicimos el resto del camino andando el peque y yo. Huelga decir que llegué tarde a la cita. Menos mal que había confianza y enseguida estuve con un café y un trozo de bizcocho en las manos, sentada y contando mi aventura.
¡Ale! Otro carro a la porra. A ver si mi señor marido es capaz de arreglar éste o tenemos que hacer uso de nuevo del pecunio familiar.
De repente las ruedas chocaron con un bordillo ligeramente levantado y ocurrió el desastre. Me tropecé con el carrito que se había plegado inesperadamente e hice un giro forzado para no caer con todo mi peso encima de él. Hinqué la rodilla derecha en el duro suelo con toda la fuerza del impacto (aún me duele, a pesar de que sólo me hice una rozadura sin importancia) y giré la cabeza al estilo la niña del exorcista para comprobar el estado de mi retoño, que en ese momento semejaba un caracol con cara de sorpresa espachurrado en su concha. Abrí rápidamente la sillita, le quité el cinturón de seguridad y le ayudé a salir.
El peque se liberó de su cárcel con una sonrisa de triunfo que me tranquilizó con respecto a su estado. Un chico y una señora se acercaron a socorrernos y ayudarnos alarmados. Enseguida comprobaron que el bebé estaba ileso. El joven intentó arreglar el carrito, pero fue imposible porque habíamos perdido un tornillo por el camino, así que hicimos el resto del camino andando el peque y yo. Huelga decir que llegué tarde a la cita. Menos mal que había confianza y enseguida estuve con un café y un trozo de bizcocho en las manos, sentada y contando mi aventura.
¡Ale! Otro carro a la porra. A ver si mi señor marido es capaz de arreglar éste o tenemos que hacer uso de nuevo del pecunio familiar.
viernes, 19 de julio de 2013
No quiero lavarme los dientes
De repente un día, Daniel decidió que no quería lavarse los dientes. Que no y que no. Ya podía yo decir misa en latín antiguo que él seguía con la boca bien cerrada. No le entraban ni moscas ni la pasta de dientes. Desesperada por el poco resultado de mis tretas decidí recurrir a una sabia a la que tienen en mucha estima los peques: La Televisión. Ni corta ni perezosa le busqué el capítulo de los dientes de "La vida es así". ¡Mano de santo!
A partir de entonces, cada vez que mi niño se niega a aceptar el cepillo le recuerdo cómo se ponían de fuertes las caries con el azúcar y empezaban a picar y taladrar los dientes. ¡Era urgente darles un buen escarmiento a base de agua, pasta y cepillo!
Animado por la batalla que se iba a producir en su boca el chiquillo se cepilla los dientes con emoción y alegría. ¡Viva "La vida es así"! ¡Viva!
A partir de entonces, cada vez que mi niño se niega a aceptar el cepillo le recuerdo cómo se ponían de fuertes las caries con el azúcar y empezaban a picar y taladrar los dientes. ¡Era urgente darles un buen escarmiento a base de agua, pasta y cepillo!
Animado por la batalla que se iba a producir en su boca el chiquillo se cepilla los dientes con emoción y alegría. ¡Viva "La vida es así"! ¡Viva!
jueves, 18 de julio de 2013
La bici chollo
Andaba yo empujando el carrito con Iván recién recogido de la guardería y me encaminaba al cole del mayor a por él cuando reparé en una pequeña bici aparcada en la acera. Era naranja y todavía brillaba. El cártel casero apuntaba que su precio se elevaba a 20 euros. Mis ojos brillaron con la codicia. La tienda, si se podía llamar así, era un mini puesto que invadía la calle con cacharros viejos a precios de risa. Alguna vez había adquirido allí libros para mis pequeños. Cultura a un euro.
Rebusqué en el bolsillo sin fortuna. Allí no habían más que llaves y telarañas. Con muy poco esfuerzo logré convencer al vendedor de que me la guardara hasta que consiguiera ése billete azul que pedía por ella. Volé al cole y a casa para coger el dinero. Daniel estaba deseando ponerle las manos encima a la bici, pero estaba muy cansado, así que le dejé en manos amigas, mientras iba a por el tesoro.
Cuando volví a aparecer con el juguete a mis hijos les dio un ataque de alegría seguido de una gran pelea por la posesión de la bici. Logré imponer un régimen de turnos con alguno perreta y lloro de por medio. Allí pasamos toda la tarde, en el soportal de mi casa, con uno u otro haciendo sus pinitos sobre ruedas.
A la bici le falta un pedal y hay que arreglar el freno de atrás. Papá dice que es muy fácil ponerla a punto. Todos estamos muy contentos con la adquisición a precio de ganga. ¡Hasta incluye un roñoso timbre!
Rebusqué en el bolsillo sin fortuna. Allí no habían más que llaves y telarañas. Con muy poco esfuerzo logré convencer al vendedor de que me la guardara hasta que consiguiera ése billete azul que pedía por ella. Volé al cole y a casa para coger el dinero. Daniel estaba deseando ponerle las manos encima a la bici, pero estaba muy cansado, así que le dejé en manos amigas, mientras iba a por el tesoro.
Cuando volví a aparecer con el juguete a mis hijos les dio un ataque de alegría seguido de una gran pelea por la posesión de la bici. Logré imponer un régimen de turnos con alguno perreta y lloro de por medio. Allí pasamos toda la tarde, en el soportal de mi casa, con uno u otro haciendo sus pinitos sobre ruedas.
A la bici le falta un pedal y hay que arreglar el freno de atrás. Papá dice que es muy fácil ponerla a punto. Todos estamos muy contentos con la adquisición a precio de ganga. ¡Hasta incluye un roñoso timbre!
miércoles, 17 de julio de 2013
Semana pasada por agua y una noche de estrellas
La semana pasada los peques del campamento de verano de Daniel llevaron un ritmo trepidante. Los monitores no pidieron la mochila de la piscina para todos los días porque iban a ser unos días pasados por agua. Normalmente van tres días a la semana a la piscina, pero esta vez habían organizado una Gimkana con globos de agua y manguerazos y la excursión estaba programada a las piscinas naturales de Cercedilla. Nunca he estado, pero las fotos que colgaron en el blog prometen mucho. Mi hijo cuenta maravillas.
Además, el martes fue la noche de la estrellas, que consiste en que el niño se quede a dormir en el cole y haga actividades nocturnas con linterna incluída. Yo no las tenía todas conmigo, pero el peque estaba ilusionadísimo con ir y no tuve corazón para impedírselo.
Le supliqué a una de las monitoras que me llamar para cualquier cosa que surgiera porque vivía muy cerquita y me podía pasar a cualquier hora de la madrugada a recogerlo. La chica me tranquilizó enseguida, me aseguró que ante cualquier problema avisaban a los padres, pero que nunca había sido necesario.
Daniel no quiso dormir nada esa tarde, así que llegó zombi a la actividad nocturna. Pensé que se les quedaría dormido enseguida, pero se debió reactivar porque al día siguiente me contó la monitora que los acostó a las doce y media y seguían queriendo jarana, incluido mi hijo. Eso sí, al día siguiente se les quedó dormido sobre el plato de comida y lo echaron hasta que fui a recogerle. Se perdió un taller, pero era más importante que durmiera. Le habían levantado a las 7.30 para el chocolate con churros.
La noche de las estrellas fue el martes y desde entonces el peque arrastró un cansancio importante. No tuvo tiempo de recuperarse hasta que llegó el fin de semana. Normal que el viernes llorara y no quisiera ir al campamento. Yo en su lugar sólo querría meterme en la cama. Aunque al peque nos costaba acostarlo. Debía ser las sobreexitación.
Esta semana es mucho más normal. El jueves se van al zoo de Guadalajara. Ni siquiera sabía que había uno zoo en Guadalajara.
Además, el martes fue la noche de la estrellas, que consiste en que el niño se quede a dormir en el cole y haga actividades nocturnas con linterna incluída. Yo no las tenía todas conmigo, pero el peque estaba ilusionadísimo con ir y no tuve corazón para impedírselo.
Le supliqué a una de las monitoras que me llamar para cualquier cosa que surgiera porque vivía muy cerquita y me podía pasar a cualquier hora de la madrugada a recogerlo. La chica me tranquilizó enseguida, me aseguró que ante cualquier problema avisaban a los padres, pero que nunca había sido necesario.
Daniel no quiso dormir nada esa tarde, así que llegó zombi a la actividad nocturna. Pensé que se les quedaría dormido enseguida, pero se debió reactivar porque al día siguiente me contó la monitora que los acostó a las doce y media y seguían queriendo jarana, incluido mi hijo. Eso sí, al día siguiente se les quedó dormido sobre el plato de comida y lo echaron hasta que fui a recogerle. Se perdió un taller, pero era más importante que durmiera. Le habían levantado a las 7.30 para el chocolate con churros.
La noche de las estrellas fue el martes y desde entonces el peque arrastró un cansancio importante. No tuvo tiempo de recuperarse hasta que llegó el fin de semana. Normal que el viernes llorara y no quisiera ir al campamento. Yo en su lugar sólo querría meterme en la cama. Aunque al peque nos costaba acostarlo. Debía ser las sobreexitación.
Esta semana es mucho más normal. El jueves se van al zoo de Guadalajara. Ni siquiera sabía que había uno zoo en Guadalajara.
martes, 16 de julio de 2013
Un caballero y un pirata sueltos por el mercado medieval
Éste fin de semana nos hemos trasladado al medievo para asistir a una feria en Covarrubias. Tuve la gran suerte de encontrar un traje de rey a cinco euros (¡una ganga!). Era una talla muy grande, pero la abuela Paca los transformó en el ideal traje de caballero para Daniel.
Para Iván no encontré nada. Fuera de la época de carnavales sólo tienen restos, la mayoría de Spiderman y las Monster Highs. Pero no fue un problema porque le vestimos de piratita y fue tan contento. Nosotros, los papis, teníamos pocas ganas de disfraces este año, así que nos endosamos una corona cada uno y alegamos que la realeza se viste como le viene en gana.
El sábado nos plantamos en el mercadillo toda la familia. El mayor estaba empecinado en conseguir un escudo, que era lo único que le faltaba para completar su atuendo. El pequeño se encaprichó de un palo con ruedas. Los mayores nos enamoramos de unos salchichones de sabores que estaban de muerte, pero al final con tanto paseo y juegos se nos olvidó volver a por ellos.
Los chiquillos se lo pasaron genial porque se juntaron con los hijos de los amigos que también se acercaron a este viaje en el tiempo. Las espadas se cruzaban en cruentos combates una y otra vez, los combates se mezclaban con risas de emoción y grititos de alegría. Aunque también hubo algún que otro lloro.
Por la tarde decidimos aliviar el calor con el agua del río, pero cuando íbamos a preparar la excursión el tiempo dió un vuelco de 180 grados. Se acercaba un tormenta de rayos y truenos. Decidimos salir a pasear y limitarnos a tirar piedrecitas al agua, pero, una vez allí, nos encontramos con una jauría de niños bañándose sin importarles el clima. Como no podía ser de otra manera lo míos se empeñaron en imitarles y acabaron calados de pies a cabeza. Les dejamos disfrutar a gusto y luego corrimos a casa bajo las primeras gotas de lluvia para ponerles ropa seca y evitar pulmonías.
Esa misma noche cenamos con las familias con las que coincidimos en el mercadillo. Para Daniel fue un fiesta e Iván no se enteró de nada, porque estaba tan cansado que lo metimos en la cuna antes de que empezara todo el tinglado. Cómo la organizamos en la casa del pueblo yo estuve tranquila todo el rato porque pude estar pendiente del bebé gracias a los aparatos de escucha.
Al día siguiente sí que disfrutamos a tope del río. Hacía calor y el agua estaba de miedo. Cuando volvimos tocaba recoger todo y hacer la maleta. Queríamos salir nada más comer para que los peques durmieran siesta por el camino y para encontrar poco atasco. A la ida habíamos encontrado mucho coche. Llegamos enseguida a casa y nos liamos con lavadoras, deshacer maletas, preparar las cosas del día siguiente...
Se había acabado nuestro fin de semana medieval.
Para Iván no encontré nada. Fuera de la época de carnavales sólo tienen restos, la mayoría de Spiderman y las Monster Highs. Pero no fue un problema porque le vestimos de piratita y fue tan contento. Nosotros, los papis, teníamos pocas ganas de disfraces este año, así que nos endosamos una corona cada uno y alegamos que la realeza se viste como le viene en gana.
El sábado nos plantamos en el mercadillo toda la familia. El mayor estaba empecinado en conseguir un escudo, que era lo único que le faltaba para completar su atuendo. El pequeño se encaprichó de un palo con ruedas. Los mayores nos enamoramos de unos salchichones de sabores que estaban de muerte, pero al final con tanto paseo y juegos se nos olvidó volver a por ellos.
Los chiquillos se lo pasaron genial porque se juntaron con los hijos de los amigos que también se acercaron a este viaje en el tiempo. Las espadas se cruzaban en cruentos combates una y otra vez, los combates se mezclaban con risas de emoción y grititos de alegría. Aunque también hubo algún que otro lloro.
Por la tarde decidimos aliviar el calor con el agua del río, pero cuando íbamos a preparar la excursión el tiempo dió un vuelco de 180 grados. Se acercaba un tormenta de rayos y truenos. Decidimos salir a pasear y limitarnos a tirar piedrecitas al agua, pero, una vez allí, nos encontramos con una jauría de niños bañándose sin importarles el clima. Como no podía ser de otra manera lo míos se empeñaron en imitarles y acabaron calados de pies a cabeza. Les dejamos disfrutar a gusto y luego corrimos a casa bajo las primeras gotas de lluvia para ponerles ropa seca y evitar pulmonías.
Esa misma noche cenamos con las familias con las que coincidimos en el mercadillo. Para Daniel fue un fiesta e Iván no se enteró de nada, porque estaba tan cansado que lo metimos en la cuna antes de que empezara todo el tinglado. Cómo la organizamos en la casa del pueblo yo estuve tranquila todo el rato porque pude estar pendiente del bebé gracias a los aparatos de escucha.
Al día siguiente sí que disfrutamos a tope del río. Hacía calor y el agua estaba de miedo. Cuando volvimos tocaba recoger todo y hacer la maleta. Queríamos salir nada más comer para que los peques durmieran siesta por el camino y para encontrar poco atasco. A la ida habíamos encontrado mucho coche. Llegamos enseguida a casa y nos liamos con lavadoras, deshacer maletas, preparar las cosas del día siguiente...
Se había acabado nuestro fin de semana medieval.
lunes, 15 de julio de 2013
Mis pequeños bomberos
A mis niños les encanta disfrazarse. Yo creo que a casi todos. Mi hijo mayor me pide además escenificación. Si se disfraza de médico quiere el hospital al completo, si es de caballero necesita un malo con quien batirse y si es de bombero hay que hacer el camión bien equipado y salvar a alguien de un fuego. Le encanta disfrazarse de bombero. Y su hermano va tras sus pasos. Está claro que este bebé es un mini Daniel con todas las de la ley. Me encanta verlos jugar juntos.
domingo, 14 de julio de 2013
Daniel tuvo pitu e Iván tete
Así como Daniel llamó pitu al chupete hasta que lo soltó, Iván lo llama tete. "Tete, teteeeeee" chilla cuando hecha de menos su textura gomosa tranquilizadora. Y yo se lo facilito cómo madre blanda que soy. Me echo a temblar pensando en el día en el que se lo tendré que quitar. Ahora le da un consuelo increíble. El tete y el regazo de mamá son sus combinaciones favoritas.
sábado, 13 de julio de 2013
Inventos fallidos
Tanto éxito tuvo la tarde de experimentos que mi hijo me pidió repetir, así que me metí en internet a ver que encontraba. Y encontré de todo. Elegí unos sencillos y dispuse todo para empezar. El primer experimento se hacía con un huevo, mucha sal y agua. La idea era que metías el huevo y se hundía. Entonces añadías la sal y ¡voilá! De repente flotaba. Esa era la teoría, pero lo que pasó es que por mucha sal que echáramos el huevo se seguía hundiendo. Puse un cazo co agua a hervir a ver si era porque tenía que ser duro, pero antes de que hirviera mis dos pequeñines ya habían roto el huevo en sus cuenquitos y jugaban con la mezcla alegremente. Daniel me pidió pan para enguarrar más todavía, pero yo le dije que nanai de la china. "Pero mami, si no me das el pan no sale el experimento". Intrigada le tendí un trocito a cada uno. El mayor lo echó sin pestañear al cuenco y me explicó orgullos "¡Ves! El pan sí que flota". Resultado: Dos huevos, dos trozos de pan y toneladas de sal a la basura.
El segundo experimento se hacía con dos vasos de plásticos agujereados con una aguja. En uno metemos agua caliente y en otro agua fría. En el primero se sale el agua y en el segundo se supone que no. Sólo diré que el agua no debía estar suficientemente fría.
Harta de tanto fracaso decidí repetir el volcán de bicarbonato, porque ya me lo había pedido más de una vez el primogénito. Me quedaba poco vinagre, pero aún así me lancé a la piscina. Y me estrellé. Con tan poco vinagre el volcán casi ni rebosó y la espuma salía taaaaan despacio que aburría. Menos mal que mis hijos no son nada exigentes y aún así les pareció una tarde de lo más divertida.
El segundo experimento se hacía con dos vasos de plásticos agujereados con una aguja. En uno metemos agua caliente y en otro agua fría. En el primero se sale el agua y en el segundo se supone que no. Sólo diré que el agua no debía estar suficientemente fría.
Harta de tanto fracaso decidí repetir el volcán de bicarbonato, porque ya me lo había pedido más de una vez el primogénito. Me quedaba poco vinagre, pero aún así me lancé a la piscina. Y me estrellé. Con tan poco vinagre el volcán casi ni rebosó y la espuma salía taaaaan despacio que aburría. Menos mal que mis hijos no son nada exigentes y aún así les pareció una tarde de lo más divertida.
viernes, 12 de julio de 2013
Dos pintores en la bañera
Siguiendo los consejos de Más allá del Rosa o azul, metí en la bañera a mis dos peques para que se divirtieran pintarrajeando con lo que yo pensaba que era pintura de dedos (unos botecitos muy pequeños que venían con un juego que hace mucho pasó a la historia y que estaban medio gastados).
Ya había hecho lo mismo con el mayor, pero Iván nunca había disfrutado de este privilegio antes.
Se pusieron a la tarea muy contentos. Me pintaron la bañera, su cuerpo y a su mami, pero el papel plastificado blanco que les puse delante quedó casi impoluto. Se lo pasaron en grande con un pincel y sus dedos llenos de pintura, aunque llegó un momento en que el pequeño paró lo que estaba haciendo, se miró la manita sorprendido y levantó la vista hacia mi con gesto preocupado. "¡Aaaaaaag!" expresó, "¡Aaaaaag!" repitió un poco más angustiado. Con clara determinación levantó un pié para salir de la bañera y organizarme un desastre.
Menos mal que yo tenía cubiertos todos los imprevistos e impedí su huida con gran eficacia. Saqué unas toallitas húmeda y me dispuse a quitarle los restos de pintura. Ahí fue cuando me di cuenta de que no debía ser la pintura de dedos tan fácil de limpiar que conozco. La textura era plasticosa y había que frotar en serio para que saltara de la piel.
Para gran tristeza del niño mayor, di por terminado el juego y abrí el grifo de la ducha. Los dos dieron grititos de alegría cuando vieron correr el agua. Daniel se frotaba a si mismo para dejarse limpito y yo frotaba a Iván. Por supuesto, tuve que hechar una mano al primogénito para no dejar manchas inoportunas en su cuerpo. Menos mal que los dos colaboraron.
Se divirtieron mucho en el baño... Hasta que Iván se empeñó en regar a su hermano de forma continuada a pesar de las protestas del primero. Tras cinco o seis advertencias y otras tantas amenazas, saqué en volandas al bebé, que se resistió con todas sus fuerzas. Un abrazo tierno, un par de besos y mil arrumacos lograron calmarlo para secarle y ponerle el pijama.
Cuando saqué al mayor me di cuenta de que la bañera también necesitaba su sesión de limpieza a fondo.
Ya había hecho lo mismo con el mayor, pero Iván nunca había disfrutado de este privilegio antes.
Se pusieron a la tarea muy contentos. Me pintaron la bañera, su cuerpo y a su mami, pero el papel plastificado blanco que les puse delante quedó casi impoluto. Se lo pasaron en grande con un pincel y sus dedos llenos de pintura, aunque llegó un momento en que el pequeño paró lo que estaba haciendo, se miró la manita sorprendido y levantó la vista hacia mi con gesto preocupado. "¡Aaaaaaag!" expresó, "¡Aaaaaag!" repitió un poco más angustiado. Con clara determinación levantó un pié para salir de la bañera y organizarme un desastre.
Menos mal que yo tenía cubiertos todos los imprevistos e impedí su huida con gran eficacia. Saqué unas toallitas húmeda y me dispuse a quitarle los restos de pintura. Ahí fue cuando me di cuenta de que no debía ser la pintura de dedos tan fácil de limpiar que conozco. La textura era plasticosa y había que frotar en serio para que saltara de la piel.
Para gran tristeza del niño mayor, di por terminado el juego y abrí el grifo de la ducha. Los dos dieron grititos de alegría cuando vieron correr el agua. Daniel se frotaba a si mismo para dejarse limpito y yo frotaba a Iván. Por supuesto, tuve que hechar una mano al primogénito para no dejar manchas inoportunas en su cuerpo. Menos mal que los dos colaboraron.
Se divirtieron mucho en el baño... Hasta que Iván se empeñó en regar a su hermano de forma continuada a pesar de las protestas del primero. Tras cinco o seis advertencias y otras tantas amenazas, saqué en volandas al bebé, que se resistió con todas sus fuerzas. Un abrazo tierno, un par de besos y mil arrumacos lograron calmarlo para secarle y ponerle el pijama.
Cuando saqué al mayor me di cuenta de que la bañera también necesitaba su sesión de limpieza a fondo.
jueves, 11 de julio de 2013
Corazoncito rosa
Hace muchísimo tiempo que el príncipe de Historias de un pequeño príncipe me concedió un precioso premio: el corazoncito rosa. ¡Me encanta!
Éste bebé pequeñín nos cuenta su día a día con gracia, desparpajo y mucha mucha ternura. Ahora está un poco pachuchillo y aún así lo relata con humor. Que te mejores pronto chiquitín y muchas gracias por el premio.
Éste lleva penitencia. A ver si me acuerdo...
Tengo que contestar once preguntas (menos mal que las tenía copiadas en el borrador), hacer once preguntas nuevas y pasarlo a once blogs. Allá voy.
1. ¿Hace cuanto tiempo que tienes el blog?
2. ¿Cómo se te ocurrió el nombre?
3 ¿Has pensado alguna vez en dejarlo?
4. ¿Qué sientes cuando gente que no conoces te deja un comentario?
5. ¿Qué manía inconfesable tienes?
6. ¿Cuál ha sido el post que más éxito ha tenido? ¿A qué lo atribuyes?
7. ¿Cuál seria el regalo que mas ilusión te haría en este momento?
8. ¿Que es lo que mas te gusta del mundo 2.0?
9. ¿A parte del blog, que otras aficiones tienes en tu tiempo libre?
10. ¿Como es para ti un día perfecto?
11. ¿Que significa para ti éste premio?
Éste bebé pequeñín nos cuenta su día a día con gracia, desparpajo y mucha mucha ternura. Ahora está un poco pachuchillo y aún así lo relata con humor. Que te mejores pronto chiquitín y muchas gracias por el premio.
Éste lleva penitencia. A ver si me acuerdo...
Tengo que contestar once preguntas (menos mal que las tenía copiadas en el borrador), hacer once preguntas nuevas y pasarlo a once blogs. Allá voy.
1. ¿Hace cuanto tiempo que tienes el blog?
Más de tres años. ¡Cómo pasa el tiempo!
2. ¿Cómo se te ocurrió el nombre?
Es que en ese momento me encontraba muy perdida con mi reciente maternidad y eso me hacía estar desesperada.
3 ¿Has pensado alguna vez en dejarlo?
Mi madre no me lo perdonaría jamás
4. ¿Qué sientes cuando gente que no conoces te deja un comentario?
Emoción
5. ¿Qué manía inconfesable tienes?
Tengo muchísimas. Por ejemplo, cuando me pongo medias llevo dos bragas. Una por encima para que no se me bajen. De otra manera no las aguanto.
6. ¿Cuál ha sido el post que más éxito ha tenido? ¿A qué lo atribuyes?
Una sobre un pijama manta que le regaló mi suegra al mayor. Me pareció un invento. Supongo que el éxito se lo debo a las palabras que escribe la gente para hacer búsquedas.
7. ¿Cuál seria el regalo que mas ilusión te haría en este momento?
Tiempo...
8. ¿Que es lo que mas te gusta del mundo 2.0?
La cercanía que produce a pesar de estar, a veces, a muchísimos kilómetros de distancia.
9. ¿A parte del blog, que otras aficiones tienes en tu tiempo libre?
¿Tiempo libre? ¿Qué es eso?
10. ¿Como es para ti un día perfecto?
Un día de jugar y estar a gusto con mis hijos.
11. ¿Que significa para ti éste premio?
Un alegría inmensa porque han pensado en mí.
Estas son mis once preguntas:
1. ¿Qué es lo que más te gusta de tu blog?
2. ¿Qué es lo que has visto en otro blog que te encantaría adoptar para el tuyo?
3. ¿Crees que estás enganchada al mundo 2.0?
4. ¿Que cambiarías de tu blog, pero no sabes cómo?
5. ¿Haces algo para que te visiten más o escribes lo que quieres sin pensar en las visitas?
6. ¿Cual es tu tema más recurrente?
7. ¿Que entrada de tu blog te gusta más y por qué?
8. ¿Que entrada has leído que te ha impactado y por qué?
9. ¿Que tipo de blogs sigues?
10. ¿Que te aporta el mundo 2.0 en tu vida?
11. ¿Te has arrepentido alguna vez de haber plasmado algo en una entrada de tu blog?
Y ahora los nominados:
miércoles, 10 de julio de 2013
Este piececito se tiene que relajar y se va a ir aaa...
A Daniel le han salido unos ezemas en la piel. No sabemos si por el sudor o por bañarle demasiado. Le metía en la bañera todos los días (Juro que es absolutamente necesario), pero ahora intento que sea un día sí y otro no. He empezado a ponerle crema hidratante de nuevo para que no se le reseque demasiado la piel, pero no le gusta nada. Se resiste una barbaridad a que esa cosa pringosa que se pone mamá en las manos le toque. Así que me he inventado un "juego" para hacerlo todo más fácil. Lo más curioso es que ha funcionado. Elijo un parte del cuerpo y empiezo "Esta piernita se tiene que relajar, esta piernita se va a ir aaaaaa... ¡La playa!" Y mientras encremo que te encremo susodicho apéndice. "Esta espaldita se tiene que relajar, esta espaldita se va a ir aaaaaaal... ¡Bosque!" y crema con masajito en la espalda del niño. "Ésta barriguita se tiene que relajar, esta barriguita se va a ir aaaaaaal.... ¡Parque de atracciones!. Y así con todas las partes del cuerpo. Al final acaba hidratado y de lo más relajado.
martes, 9 de julio de 2013
Bizcocho de masa madre
Desde que leí en Bizcocho de Chocolate el post sobre el bizcocho de masa madre se me pusieron los dientes largos. Nunca antes había oído hablar de éste postre tan curioso, pero a las pocas semana me ofrecieron masa madre y me quedé alucinada con la casualidad. Acepté encantada el vasito que me tendían. Con esa materia prima iba a hacer un bizcocho en diez días y regalar a tres personas de mi elección los vasitos de masa madre correspondiente.
Pensé que mi hijo mayor estaría feliz con esta actividad, pero me temo que no tenía la inmediatez suficiente. El peque se enfadaba porque sólo se echaban dos ingredientes y se esperaba, se mezclaban al día siguiente y se esperaba ¡dos días enteros hasta que se podía volver tocar! Encima el delicioso bizcocho no acababa de terminarse para que pudiera comérselo a gusto. Demasiado para él. Sólo estuvo satisfecho el sábado final, cuando por fin mezclamos muchísimos ingredientes y la masa acabó en el horno.
Lo cierto es que estaba tan bueno que al final me quedé yo con otro vasito de masa madre para volver a empezar.
Pensé que mi hijo mayor estaría feliz con esta actividad, pero me temo que no tenía la inmediatez suficiente. El peque se enfadaba porque sólo se echaban dos ingredientes y se esperaba, se mezclaban al día siguiente y se esperaba ¡dos días enteros hasta que se podía volver tocar! Encima el delicioso bizcocho no acababa de terminarse para que pudiera comérselo a gusto. Demasiado para él. Sólo estuvo satisfecho el sábado final, cuando por fin mezclamos muchísimos ingredientes y la masa acabó en el horno.
Lo cierto es que estaba tan bueno que al final me quedé yo con otro vasito de masa madre para volver a empezar.
lunes, 8 de julio de 2013
La carrera de papá
El domingo nos levantamos muy temprano porque queríamos acompañar a papá a la carrera en la que corría en la Casa de Campo y que empezaba a las nueve y media. Cómo tenía que calentar, coger el dorsal y saludar a compañeros corredores nos plantamos allí una hora antes. Los peques saltaban emocionados entre los árboles, mientras Raúl se preparaba.
Se estaba de lujo porque a esas horas el calor no apretaba. Cuando dieron el pistoletazo de salida empezamos a achicharrarnos. Cerca de donde estábamos no habían columpios y los chiquillos empezaban a cansarse de jugar con los juguetes que les había llevado. Ya estaba pensando en peregrinar cuando vi que unos aspersores se ponían en funcionamiento.
"Niños ¿Queréis jugar con el agu...?" Qué pregunta más tonta. No había acabado la frase y ya los tenía lanzados como cohetes hacia los aspersores. El mayor los disfrutó a tope, pero al pequeño le dio un chorrazo en plena cara y ya no quiso meterse sin su mami. Y aún así puso algún reparo.
Menos mal que se me ocurrió quitarle la camiseta a Daniel, porque acabó calado y feliz. Aunque con el calor que hacía no tardó en secarse. Fuimos buscando aspersores en funcionamiento un buen rato, hasta que se nos acabó la diversión.
Menos mal que justo entonces empezaron a llegar los corredores a la meta. Papá vino a nuestro encuentro agotado, sudoroso, rojo como una tomate y con una bolsa en la mano llena de productos promocionales que encantaron a los niños.
Llegamos a casa y nos metimos los cuatro a dormir como ceporros un ratito.
Se estaba de lujo porque a esas horas el calor no apretaba. Cuando dieron el pistoletazo de salida empezamos a achicharrarnos. Cerca de donde estábamos no habían columpios y los chiquillos empezaban a cansarse de jugar con los juguetes que les había llevado. Ya estaba pensando en peregrinar cuando vi que unos aspersores se ponían en funcionamiento.
"Niños ¿Queréis jugar con el agu...?" Qué pregunta más tonta. No había acabado la frase y ya los tenía lanzados como cohetes hacia los aspersores. El mayor los disfrutó a tope, pero al pequeño le dio un chorrazo en plena cara y ya no quiso meterse sin su mami. Y aún así puso algún reparo.
Menos mal que se me ocurrió quitarle la camiseta a Daniel, porque acabó calado y feliz. Aunque con el calor que hacía no tardó en secarse. Fuimos buscando aspersores en funcionamiento un buen rato, hasta que se nos acabó la diversión.
Menos mal que justo entonces empezaron a llegar los corredores a la meta. Papá vino a nuestro encuentro agotado, sudoroso, rojo como una tomate y con una bolsa en la mano llena de productos promocionales que encantaron a los niños.
Llegamos a casa y nos metimos los cuatro a dormir como ceporros un ratito.
domingo, 7 de julio de 2013
Pintando en la "pared"
Mis peques estaban aburridos y hartos de la tele. Yo estaba inmersa en mis labores, pero me daba pena verlos así. Al segundo se me ocurrió una idea loca. Sabía que me iba a arrepentir, pero ver a los niños animados me compensaría los sinsabores.
Me acordé de la casita para pintar de la fiesta picnic y pegué una cartel promocional de una peli de cine que le habían regalado a Raúl en la pared a la altura de los chiquitines. Les di rotuladores y les dibujé una camión de bomberos con indeleble porque eso fue lo que me pidió el mayor. Quedó un churro, peor ellos estaban encantados pintarrajeandolo.
No me podía despistar un segundo porque la catástrofe acechaba a cada momento. ¿Se salieron del papel y me pintaron la pared y el suelo? Sí, ¿Iván intentó comerse las pinturas y se emborronó la boca de tinta? Sí, ¿Se pintaron la ropa y me pintaron a mí "sin querer? También. Y eso que estaba ojo avizor
Me acordé de la casita para pintar de la fiesta picnic y pegué una cartel promocional de una peli de cine que le habían regalado a Raúl en la pared a la altura de los chiquitines. Les di rotuladores y les dibujé una camión de bomberos con indeleble porque eso fue lo que me pidió el mayor. Quedó un churro, peor ellos estaban encantados pintarrajeandolo.
No me podía despistar un segundo porque la catástrofe acechaba a cada momento. ¿Se salieron del papel y me pintaron la pared y el suelo? Sí, ¿Iván intentó comerse las pinturas y se emborronó la boca de tinta? Sí, ¿Se pintaron la ropa y me pintaron a mí "sin querer? También. Y eso que estaba ojo avizor
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