El sábado se iba al mayor de cumple, el padre a jugar con unos amigos y nos quedábamos Iván y yo solitos en casa, así que pensé en que nosotros también nos merecíamos una planazo. Pensando, pensando, me acordé de que habían abierto un centro comercial nuevo por el barrio este verano y que, cuando aún estaba en construcción, charlando con uno de los obreros, me comentó que el cine era una pasada de cómodo. Eso picó mi curiosidad.
Investigué un poco y vi que se trataba de una cadena de cines, llamada Ocine, que hay por toda España. Lo curioso de esta cadena, aunque no sé si lo hacen en todos, es que las salas están diseñadas con sillones y sofás en vez de butacas, lo que lo hace cómodo y confortable.
Por hacer algo nuevo, le sugerí ir a ver una peli a este cine y accedió encantado. También le propuse la película, porque tenía muchas ganas de verla: El asombroso Mauricio, una adaptación del libro de Terry Pratchett extremadamente blanca comparada con la historia original.
Entre las páginas de El asombroso Mauricio y sus roedores sabios se respira la crítica, la sordidez, el miedo, la angustia... todo en tono de humor, como sólo este escritor podía lograr. Si no conocéis su universo de Mundodisco ya estáis tardando en haceros con toda la colección, bastante extensa, por otro lado, y llena de momentos para enmarcar.
En la película se hacen muchos guiños a este fantástico universo en el que el mundo es plano, descansa sobre los lomos de unos elefantes que a la vez se encuentran en el caparazón de la Gran A'Tuin, una tortuga inmensa que surca los confines del Espacio.
El libro lo recomiendo totalmente y la película también, aunque con salvedades. La historia original no es para niños y la película está claramente orientada a un público familiar. Esto ya debería darnos una pista de que no vamos a encontrar el mismo discurso.
La animación no es mi preferida ni de lejos, con esos diseños tan planos y con tan poca personalidad en sí mismos, pero la historia me atrapó desde el minuto uno. Bueno, puede que desde el minuto cinco, porque el comienzo también es muy típico, pero, el caso, es que las andanzas de los personajes, las situaciones que se plantean y el argumento (bastante edulcorado gracias a una gruesa capa de humor como constante que recubre el sarcasmo y la crítica original) te atrapan.
Y, encima, como ya dije, en un entorno muy cómodo, confortable y curioso: repanchingados en un sofá en la sala de un cine. Mola. Y el precio es alto, pero no exorbitado. Nos costó 9 euros y pico cada entrada. Teniendo en cuenta que las de cine normal suelen ser unos ocho euros no me parece un sobre precio exorbitado. Lo que sí me hizo sudar fue el precio de las palomitas (5,75 euros el vaso mediano). Pero Iván es como mil veces más feliz con palomitas en la mano, así que nos permitimos el lujo.
Lo pasamos muy bien. Un acierto de peli y de cine para hacer algo un poco diferente.