martes, 30 de agosto de 2011

Pupa, perdón y beso


Daniel es un listo. Y se cree que siempre se va a salir con la suya. Las pocas veces que no consigue lo que quiere patalea y berrea hasta que conseguimos que otra cosa le llame la atención.

Desde hace unos meses ha encontrado la solución para salir impone de sus actos más violentos. Que le pega una patada a un niño y mamá se enfada, pues le doy un besito a cada uno y arreglado; que araño a la propia mamá, pues besito al canto; que muerdo a la abuelita, un beso y otro de propina; que tiro del pelo al perrito... besito y que no se hable más. Mamá empieza a ponerle caras raras de "ya no cuela, hijo", pero el resto de la gente está encantada. Las abuelas se derriten, a los demás familiares les parece encantador, a los extraños se les escapa una sonrisita, los amigos se ríen abiertamente... ¡Vamos! que el método triunfa.

Menos con papá y mamá. Con ellos hay que emplearse más a fondo y atacar con la artillería pesada de besos hasta que dejen de refunfuñar. Si tardan más de la cuenta hay que poner la cara de "se está acabando el mundo, mi mamá no me sonríe". Lo mejor es hacerla sentir culpable. Al final me abrazará y me llenará de besos, con lo cual podré volver a hacer maldades al segundo siguiente. ¡Vaya elemento está hecho!

lunes, 29 de agosto de 2011

El castillo de Manzanares El Real

Esta mañana le hemos dicho a Daniel que iba a ver un castillo. "¡Tillo! ¡tillo!" ha canturreado emocionado. Y lo ha repetdo durante todo el trayecto. La abuela Matilde y la abuela Chari se nos han unido a la excursión, así que el niño estaba como quería. Nada más soltar los enganches de su sillita del coche ha salido disparado porque estaba ansioso por ver el castillo. Y allí estaba. Imponente e impresionantemente conservado. El Castillo de Manzanares El Real.

Durante el camino hasta la puerta Daniel no dejó de señalar y decirnos lo que veía, con ayudita de las abuelas y un poco de imaginación: "Entana", "ampana", "togue"...

Estaba disfrutándolo a tope y todavía ni habíamos entrado. Una vez dentro se volvió loco de alegría. Se asomó a todas las ventanas que encontró, para preocupación de la madre, intentó tocar las armaduras, se encandiló con el pozo... mientras tanto las abuelas le contaban la historia del castillo a su manera. "Aquí comían los caballitos...", "pero mamá, cómo van a dejar entrar a los caballos dentro del castillo para que coman", "Ssssssh". Nada, pues bueno, a inventarse la historia para que le guste al enano.

 Al poco, mi chico se había familiarizado hasta tal punto con el castillo que lo recorría gritando "mío. mío". La abuela Chari me comentó la suerte que tenía de tener un noble en la familia.. ¡con castillo y todo! De eso nada. Intenté explicarle a Daniel que el castillo no era suyo, pero no atendía a razones.
La terraza nos encantó había unas vistas que en su momento debieron ser preciosas, pero que ahora estaban estropeadas por las carreteras y las construcciones fuera de contexto. Daniel se recorrió los pasillos entre torre y torre a grandes zancadas. Luego se empeñó en agarrarse a las grandes pelotas que decoran la fachada del edificio con ayuda de su padre. Nos costó muchísimo arrancarle de las paredes exteriores.

 Por último le bajamos al patio de armas para que viera el espectáculo que hacían allí cada media hora. Un saltimbanqui deleitaba a los más pequeños con ejercicios de equilibrio. Daniel se quedó quietito con los ojos como platos los veinte minutos que duraría el espectáculo. Todo un logro tratándose de él. Nos costó muchísimo mantenerlo sentado hsta que comenzó el acto, pero luego era él mismo el que no movía ni un músculo.

Cómo ya era un poco tarde nos fuimos a comer a un restaurante familiar que tenía columpios. Allí nos la lió un poco, pero comimos estupendamente y lo pasamos muy bien comentado la visita.

Por fin en casa, Daniel se durmió una larga siesta. ¡Estaba agotado! Cuando se levantó su padre le hizo un castillo con las piezas de Lego. Le gustó tanto que permaneció entero mucho más tiempo que cualquier otra cosa que le había construído el padre con anterioridad.


 Al día siguiente le preguntamos por el castillo y todavía se acordaba. "¡Tillo! ¡tillo!" estuvo diciendo todo el día.


domingo, 28 de agosto de 2011

La abuela Matilde viene a cuidar de Daniel

La abuela Matilde me ha hecho un grandísimo favor. Ha retrasado su vuelta a Las Palmas (perdiendo el billete que tenía y comprando otro) para pasar unos días con nosotros en Madrid.

Le pedí auxiliuo cuando me dijeron (tarde) en la guardería que las clases no empezaban hasta el día cinco de septiembre. ¡Tenía dos días laborables en los que no sabía que hacer con Daniel! Raúl trabajando, yo trabajando, mi suegra trabajando... ¡Mamá! y mi madre acudió en mi ayuda. Ella no trabaja, pero tiene muchas responsabilidades en Las Palmas. Cuida de mi sobrina Natalia cuando sus padres no pueden, de Apple, la perrita de mi hermana cuando ésta está de viaje de trabajo, de su propio perrito, Tapón... ¡Vamos! Que todos echamos mano de ella. Menos mal que se presta encantada a quitarnos pesos de encima.

El caso es que mi hermano la trajo a Madrid en coche porque él y su hija iban a coger un avión desde Barajas. Y allí la recogió Raúl para traerla a mi casa y solucionarme esos dos días descolgados. Afortunadamente se quedó desde el 27 de agosto hasta el tres de septiembre y pudimos disfrutar de ella unos días.

Daniel estuvo encantado de tenerla con él, sobre todo porque dormía con ella y siempre es agradable tener compañía en la habitación para que le dé la mano en mitad de la noche. "Abuela ¡mano!" le soltaba de repente. Y la abuela le cogía la manita con gusto. Parece ser que hicieron muy buenas migas y cuando yo no estaba se portaba con ella estupendamente. Así me lo contaron unos vecinos que los vieron. "¡No parecía tu hijo!" comentaron sin maldad. Si es que a mi me torea como quiere... Y eso que me pongo dura, pero él como quien oye llover.

Cuando se vaya la abuelita Matilde la va a echar muchísimo de menos. Ahora se pasan todo el día juntos jugando, cantando y de una lado para otro.

sábado, 27 de agosto de 2011

Futa

No hay manera de que tome fruta. Y eso que hay muchísima variedad: melocotón, sandía, melón, naranja, pera, manzana... ¡Nada! Pone cara de asco y grita "¡Futaaaaaaaaaaa!" cómo si estuviera diciendo "basura". Lo único que, por fin, vuelve a admitir es el plátano. Durante las vacaciones no quería ni probarlo, a pesar de que antes se lo comía muy a gusto, pero un día en el apartamento consintió y se comió uno a medias con su padre muy a gusto. Algo es algo.

Raúl decidió probar una treta nueva. Compramos zumos y se abrió uno a ver si podía engatusar al chiquitín. "Daniel ¿Quieres zumo?" el susodicho lo miró con suspicacia el tetrabrick y tras unos segundos de meditación emitió su sentencia: "¡futa!", "Que no, que no es fruta, es zumo" insistió su padre. "¡futa!", volvió a gritar. Y Raúl erre que erre "Fruta no, zumo". "¡Futaaaaaaaa!", "¡Zumooooo!". Finalmente el niño avanzó decidido hacia su progenitor, le arrancó el zumo de las manos y señalando la foto del melocotón y las uvas exclamó contundente "¡futa!". Luego le devolvió el zumo a su padre y se marchó tan campante a jugar con sus juguetes. Ni que decir que después de la sorpresa nos entró la risa a los dos. Qué difícil de engañar es Daniel.

viernes, 26 de agosto de 2011

Las siestas y las noches infernales


¡Pues sí que se nos ha asalvajado el pequeñín! No hay manera de que duerma las siestas como dios manda. Y por las noches, más de lo mismo, con la diferencia que alguna siesta le perdonamos, pero las noches las tiene que dormir. Por su bien y por el nuestro. Se nos ha acostumbrado a la juerga y lo que es peor: a tener a su mami a su lado mientras cierra sus ojitos y se queda frito. Ahora cuando termino de darle el biberón nocturno me coge la mano y me dice "mami aquí". Ni que decir que yo me derrito y acabo cediendo, pero no quiero ni pensar en la que me espera cuando me toque volver a madrugar para ir a trabajar. Porque este niño no se duerme al segundo. ¡Que va! Tarda mínimo una hora. Y muchas veces acabo cayendo yo tambien. Cuando Raúl viene a por mí para ver cuando cenamos me encuentra roncando plácidamente.

En Covarrubias y en Elda, cada vez que había que meter al niño en la cama era una lucha. Alguna vez se libró de la siesta para luego quedarse dormido a deshora en cualquier cojín. Lo que significa más problemas para la noche. Cuando queramos meterlo en la cama no tendrá sueño. Y así es cómo se destruyen unos horarios que luego serán muy difícuiles de reconstruir. Por no decir que hay días que no logramos que pegue el ojo después de comer y luego tenemos que aguantar a un niño perretoso hasta la hora de irse a domir. Si lo acostamos antes podemos tener por seguro que se levantará a las cuatro de la mañana exigiendo juerga.

Pensé que con mi semana de vacaciones en Madrid tendría más que suficiente para ponerle firme de nuevo, pero... ¡Que va! Espero que cuando empiece la guardería vuelva al redil. Conmigo puede.

jueves, 25 de agosto de 2011

Linea directa con las abuelas

Daniel coge el teléfono inalámbrico y va en busca de su madre al grito de "¡Abuela!". "¿Quieres llamar a la abuela?", "Ti, ti, tiiiiii", a veces le pregunto con qué abuela quiere hablar. Casi siempre dice "Paca" porque es la que mejor se sabe, así que marco su número y pongo el altavoz. Si comunica o no me lo coge paso a otra abuela y si también falla la cosa, a la otra abuela. Normalmente alguna lo coge. Suelo llamar sobre a todo a mi madre, que vive lejos y lo ve poco, aunque ahora también marco mucho a la abuela Paca porque está pasando una temporadita en Covarrubias. A Chari también la llamo, aunque menos, porque vive muy cerquita de mi casa y con ella puedo permitirme el lujo de decirle al niño "¿Quieres ver a la abuela Chari?" y llevarle con ella.

El caso es que en cuanto oye "¿Diga?" por el auricular se pone muy contento y suele gritar "¡Hola, hola, hola!" con el teléfono pegado a la oreja. A las abuelas también les hace gracia porque le siguen el juego encantadas. Es una forma estupenda y divertida para que se mantengan en contacto.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La vuelta a Madrid


Después de dos semanas y media de pueblos y apartamento tocaba volver a Madrid. A mí aún me quedaba una semana de vacaciones, pero Raúl tenía que incorporarse, así que le acompañamos a casita. A mi no me importaba demasiado. Tenía un montón de cosas que hacer antes de introducirme de nuevo en la rutina de mi jornada laboral: organizar la ropita de Daniel y de Iván para que cupieran en el armario, escribir las páginas que tenía que entregar el lunes siguiente en el periódico sobre China, poner lavadoras, recoger... En fin, mil cosas. Para Raúl fue muy duro volver al trabajo. Yo veía en él un reflejo de lo que se me avecinaba. Daniel estaba feliz de haber vuelto a Madrid, aunque no podía darle el gusto de llevarle a la piscina, cómo el pedía, porque las temperaturas habían bajado ¡Y menos mal! Estaba harta de tanto calor. Por otro lado le llevé a todos los parques que tengo a mi alrededor con lo que se lo pasó genial de todos modos. Se le notaba cansadito del tute de las vacaciones, además de totalmente asalvajado. Las chicas de la guardería no me iban a agradecer que levantara la mano con él durante el periodo estival.

La abuela Chari ya había vuelto también de Covarrubias, así que vino a ver al pequeñín en cuanto se enteró de su regreso. A Daniel le hizo muchíaima ilusión volver a verla. Su tío Luís también le hizo una visita y nos sorprendió a todos con estupendos regalos sorpresa: unas camisetas preciosas, un calienta biberones para Iván y unos objetos que se ponen en las puerta e impiden que Daniel se coja sus deditos. El pequeñajo estaba muy feliz con su camiseta de Batman.

Lo bueno que tiene  nuestro niño es que se lo pasa bien vaya donde vaya: Covarrubias, Elda, la playa, la montaña, el parque, el supermercado, la casa de unos amigos... Lo malo es que también te la lía parda vaya donde vaya. Pero bueno, supongo que eso pasa con todos los niños de esta edad. Todo se lo perdonamos porque es taaaaan cariñoso.

martes, 23 de agosto de 2011

¡Pitinaaaaaaaaaaa!

¡Qué perra ha cogido con la piscina! Todo el verano gritando ¡Pitinaaaaaa! y cuando le llevábamos salía corriendo con la loca intención de tirarse de cabeza. ¡Que chico más inconsciente! Excepto los días que se hacía con el volante del coche y no había quien lo sacara. Había que repetirle que el agua de la piscina estaba de lujo mil veces antes de que asomara su pequeña cabeza por la puerta y emprendiera una trepidante carrera hacia las escalerillas.
Le compramos un chaleco flotador en el Decathlon, pero casi nunca quería que se lo pusiéramos. Y eso que iba estupendamente con él. Podía nadar casi solito, que era justo lo que él quería. Cuando se diponía a bajar por las escaleras te hacía gestos para que te marcharas mientras gritaba "¡no! ¡no!". Pero no le dejábamos solo por mucho que nos lo pìdiera. La verdad es que mucho "suto", mucho "suto", pero luego demuestra que no tiene miedo cuando debería tenerlo. Así que a sus papis no les queda más remedio que andar con mil ojos detrás de él. Y meterse en el agua fría sin contemplaciones para recibir en sus brazos al impaciente angelito.


Cuanto estábamos tranquilamente relajados en el campo, disfrutando del refugio de la caas ante tanto calor, sus gritos exigentes rompían la paz del ambiente. "¡¡¡¡Pitinaaaaaaaaaaaa!!!". De nada servía explicarle que todavía era temprano, que fuera hacía mucho calor, que no se podía hacer ruido porque el resto estaban durmiendo al siesta... "¡¡¡Pitinaaaaa!!!" lloriqueaba Daniel. ¡Que obsesión!

Menos mal que es fácil de despistar. Cualquier juguete o mimo de sus abuelos le dejaba contento durante unos minutos.

lunes, 22 de agosto de 2011

De lujo en el apartamento







Con gran pena me despedí de mi familia y cogimos el coche para disfrutar de cuatro días en un apartahotel. Al final es lo mejor para ir de vacaciones con niños: playa, sol y piscina. O una casa rural, porque el campo también le encanta a nuestro pequeñín. El caso es que, aprovechando que estábamos por Alicante alquilamos el apartamente en un hotel cerca de Villajoyosa. Llegamos acalorados y deseando ponernos cómodos. Raúl fue a la recepción a pedir la llave y a subir las maletas mientras yo le esperaba en el coche con el niño. Se había dormido en el trayecto y así le alargábamos un poco más la siesta. Esperé todo el rato con el aire acondicionado puesto y el motor en marcha porque el calor era insoportable. Por fin volvió Raúl con una sonrisa de oreja a oreja. "Hay overbooking" exclamó tan contento. Yo me eché a temblar. Normalmente eso no trae nada bueno, pero mi marido me explicó que eso significaba que nos habían puesto en un apartamento mejor. En vez de en un estudio, en uno de dos habitaciones. ¡De lujo!

Despertamos al pequeñín y un par de horas después, tras acomodarnos en el pedazo de apartamento, bajábamos a la playa privada del hotel. ¡Una decepción! Era de piedrecitas. Se te clavaban por todas partes y el agua tenía mucho oleaje con lo que sólo podíamos ponernos en la orillita con el niño. Aun así se lo pasó genial. Tanto que no quería irse. No puedo decir lo mismo de mí, que estaba deseando salir de allí para recuperar la sensibilidad en las plantas de los piés. Cerca de la playa habían juegos infantiles. No eran una maravilla, pero a Daniel le sirvieron de entretenimiento. Nos costó mucho arrancarlo del caballito para ir a la piscina. Era genial. tenía escaleras de escalones que se van metiendo poco a poco en el agua, ideal para niños pequeños que no hacen pie, Y un murete dentro que podía recorrer Daniel andando tranquilamente. ¡Se lo pasó de maravilla!

Al día siguiente decidimos probar con la playa de Villajoyosa porque no nos apetecía volver a la del hotel y fue un acierto total. El parking estaba justo al lado de la playa, siempre había sitio, y la playa en sí estaba amuy bien. Tenía arena (ahora los cubos y las palas volvían a tener sentido) y te podías bañar con más tranquilidad que en la otra, aunque había que tener cuidado con las olas. El pueblo en sí era muy bonito, con sus casas de fachadas de colores alegrando la avenida. Nos encantó y repetimos a la mañana siguiente. Por la tarde bajábamos a la piscina. Comimos y cenamos en el apartamento, excepto un día que nos dimos un lujo y nos fuimos a una marisquería. Estaba todo buenísimo. Lo malo es que tuve que pedirme pescado porque al chiquitín no le gusta el marisco. Menos mal que Raúl me dejó probar de su plato.

Fueron unos días muy relajantes. Pero todo lo bueno se acaba.

domingo, 21 de agosto de 2011

Lo que da de sí el "¡¡sutooo!!"


El niño le ha sacado jugo a la palabra "sutooooooooooo". A mi madre le hizo mucha gracia y la fomentaba alegremente. Ahora cualquier ruido es "suto": el teléfono, el timbre de la puerta, un portazo por una corriente de aire... ¡Todo! Le dices que se vaya a jugar con sus juguetes para que te deje comer tranquila y él te pide que se los acerques a la mesa porque tiene "suto". Pero cuando se trata de escalar la más alta y empinada de las escaleras o de saltar un muro que es más grande que él no se lo piensa.

Cómo el peque no es tonto también usa la palabrita de marras cuando no quiere hacer algo. "Daniel vamos a bañarte", "Nooo, sutoooooo!, "¿Susto de qué?", "Suto, suto", "Pero si es el baño de siempre, con su bañerita..." "Sutoooooooooooo" y de ahí no le sacas. Resultado: tres horas convenciéndole que no hay nada que temer y que se puede llevar el juguete que quiera para que le haga compañía.

"Cariño, vamos a dormir la siesta" "sutoooooooooooo, suto, suto, suto". Y yo con cara de tonta intentando convencerle que no hay nada que temer. Sólo hay que abrazar al perrito, cerrar los ojos y dormirse, pero él sigue erre que erre con el "suto" porque no le apetece la siesta. Lo que yo digo "un listo".

Por ahora va haciendo las cosas entre lloros y gritos porque su papá y su mamá se ponen cabezones, pero cuesta un mundo y, a veces, con las cosas menos importantes cedes y le dejas hacer lo que quiera que no le dé susto. A veces pienso que no sabe lo que significa de verdad esta palabra y que sólo ha encontrado un filón para llevarnos a nosostros la contraria de forma convincente.

sábado, 20 de agosto de 2011

Mi niño quiere ser un bebé

Mi chiquitín quiere ser un bebé. No se da cuenta de que ha crecido mucho y que tiene que empezar a comportarse como un niño. Él quiere bracitos, chupete y muchos, muchos mimos. No sé si esto tiene que ver con la inminente llegada de Iván. Es probable.
El caso es que mi chiquitín pasa de ser un niño autónomo y de cabeza loca a un bebé mimoso con una rapidez pasmosa. "¡Bebé!" exclama y extiende sus bracitos para que le cojas y le acunes. O te suelta "yo olito, mamá"  y procede a idear la mejor manera de romperse la crisma mientras protesta para que le sueltes. No tiene término medio.

Me temo que la mayoría de los ataques de regresión infantil los tiene a causa del chupete. Ultimamente lo pide con mucho sentimiento. Nosotros se los damos sólo para dormir, pero, en ocasiones, insiste en que se lo demos por el día. Normalmente, cuando pasa esto es cuando pretende que todavía es pequeño.

Me han comentado que en niños de tan corta edad como Daniel un hermanito supone un paso atrás en su educación. Si ya había dejado el pañal vuelve a mojarse los pantalones, si comía estupendamente se niega a probar bocado, si empieza a hablar vuelve a los chapurreos sin sentido... Todo ello con la clara idea de llamar la atención como casi todo lo que hacen estos pequeñajos.

A ver con qué me sorprende Daniel. Yo por mi parte tengo la intención de seguir mimándolo como antes, pero no sé si será posible con un bebé de verdad y él entre manos. Intentaré que se implique con el hermanito al máximo y en los momentos de sueño de Iván le prestaré a él toda mi atención. Espero que no le coja mucha pelusilla. Aunque le cueste tiene que entender que mamá tiene amor más que suficiente para los dos.

Estoy segura de que Daniel necesita este hermanito. Con lo que le gusta jugar con otros niños... Dentro de un par de años tendrá su propio compañero de juegos en casa.

viernes, 19 de agosto de 2011

Se va a llamar Iván


¡Ya tenemos nombre! Después de mucho pensar, deliberar y debatir, Raúl ha entrado en razón y se ha dado cuenta de que los superhéroes tiene nombres que no son del agrado de su mujercita, así que se ha decantado por Iván. Un nombre precioso. "Vamos a necesitar un Iván el terrible para que pueda hacer frente a un Daniel el travieso" me razonó.

Mi madre dice que nos buscamos que me salgan revoltosos con los títulos que les endosamos, pero es que es difícil no hacer un chiste tan obvio... De todas formas, yo sigo suspirando porque Iván sea tranquilo y deje vivir a su madre. Si me sale otro Daniel me esperan cuatro meses infernales. En cambio, tengo muchas amigas cuyos bebés comen y duerme. Tiene que estar atentas de cambiarles el pañal cada tres horas y de sus tomas, pero el resto del tiempo se quedan tranquilitos en sus cucos o en sus minicunas. ¡Que delicia!

Yo estoy encantada con Daniel, pero cuando nació me traía por el camino de la amargura. No me dejaba, comer, no me dejada dormir, ¡no me dejaba ir al baño! Mientras mi niño rebosaba salud y fuerza pulmonar yo me quedé en el chasis. Espero que esta vez sea un bebé sano, regordete y dormilón.

jueves, 18 de agosto de 2011

La familia de Las Palmas

Casi toda mi familia vive en Gran Canaria, así que las oportunidades de que Daniel les vea son bastante limitadas: unos días en verano y una semana en Navidad. Cómo es tan pequeño, a mi me da la sensación de que se olvida de ellos de una vez para otra.
El verano pasado tenía encima una mamitis tremenda y quiso saber poco de sus tíos y abuelos, aunque, aún así les prestó bastante atención. Pero este año los ha disf5rutado a tope. Ha jugado con todos ellos y les ha regalado momentos desternillantes con su media lengua y sus ideas de peón caminero.



Mi hermana Silvia estaba encantada. Aseguraba que sin la mamitis extrema lo estaba disfrutando mucho más ese año. Incluso se quedaba con ella y dejaba que su mamá respirase de vez en cuando. A su tío Jose (el novio de mi hermana) le profesó un cariño arrebatador. Con su tío Fernando hizo el bruto todo lo que quiso y más, se fue de exploración y aprendió nuevas técnicas para causar dolor ("gracias Fernando") que luego fue perfeccionando en su madre.

Su primita Natalia se comportó como yo creo que lo haría una hermana. Hubo besos, lloros, peleas, mimitos... Se perseguían mutuamente a la vez que se hacían la puñeta... Jugaban tranquilamente y al segundo siguiente alguno de los dos ponía la voz en grito como si lo estuvieran matando... Daba gusto verles. La hija de mi hermano estaba encantada de tener un primito pequeño al que cuidar y Daniel una primita mayor a la que seguir. Incluso, un día, durmieron la siesta juntos. Y eso que ninguno de los dos son muy fanáticos de dormir a medio día.

Poco despoués de que llegara Silvia al campo el chiquillo la vió y exclamó "¡tía!". Las dos nos quedamos de piedra ¿La había recocnocido desde la última vez que la vió? "Tía, tía", volvió a exclamar mi chiquitín. Mi hermana empezaba a emocionarse "Sabe quien soy, por fin". El niño nos miraba copn una sonrisa de oreja a oreja y consciente de la sensación que estaba causante volvió a repetir "Tía, tia". "¿Sabes quien soy?" le preguntó Silvia que no cabía en sí de gozo. El crío asintió vehementemente y gritó "¡¡Ana!!". ¡Vaya jarro de agua fría! Resulta que todas las tías son Ana, todos los tíos son Luis y todas las abuelas Paca. Cómo son nombres muy fáciles de pronunciar el chiquillo no se toma la molestia de aprender nuevos, con los nombres de los parientes de Madrid le bastaba para llamar a todo el mundo. El único que se sabía muy bien era el de su prima Natalia. Mi hermana se pegó el resto de las vacaciones repitiéndole "Soy tía Silvia, Sil- via".

El nombre de mi madre se lo aprendió rápido, aunque lo pronunciaba mal. En vez de Matilde sonada algo así como "M'tile". Con ellas hizo buenas migas rápido porque son tal para cual. No sé quien es más bruto de los dos. Me zarandeaba al chiquillo sin contemplaciones y éste se moría de la risa. Se puede decir que era una relación parecida a la que tenía con Natalia: Ahora me parto de la risa, ahora me pongo a llorar.

La verdad es que me alegró mucho de que se llevara tan bien con mi madre, hermanos y sobrina. Eso me permitió momentos de tranquilidad que el verano pasado no tuve. Qué pena que mi cuñada Mariángeles no pudiera pasarse por el pueblo en esta ocasión. Son gajes de la escasa "conciliación familiar". Mi hermano y ella tuvieron que turnarse para que Natalia disfrutara del máximo posible de días de vacaciones. ¡Ya me tocará a mi!

miércoles, 17 de agosto de 2011

Obsesión con el coche

Al poco de llegar a Elda al chiquillo se le metió en la cabeza una idea fija y ya no hubo manera de sacársela. En cuanto veía nuestro coche se lanzaba a abrir la puerta del coductor como un desesperado. Si no podía gritaba "¡llave, llave!" para que le abriéramos nosotros.

Una vez conseguía su objetivo brincaba por el interior como un monito. Se tiraba de cabeza de los sillones delanteros a los traseros y viceversa. Se sentaba emocionado en el sitio del conductor y lo toqueteaba todo.

Había que tener mucho cuidado con él porque una vez nos metió una marcha (sin embragar) y nos daba miedo que pudiera cargarse el espejo (entre otras cosas). Lo que más leg ustaba era poner las luces de emergencia y la radio, aunque una vez se pasó del volumen y el cd de música heavy de su padre a toda mecha le dió un susto morrocotudo. 

Cómo el Fiat estaba aparcado en el terreno vallado de la casa de campo podíamos dejarle relativamente solo mientras hacíamos otras labores, aunque yo echaba un vistazo cada dos minutos. Sobre todo para asegurarme de que el coche seguía entero.

Visto lo visto, cada vez que alguien me preguntaba qué le podía regalar al terremoto de mi niño yo le contestaba muy seria "Un Fiat Estilo le haría mucha ilusión".

martes, 16 de agosto de 2011

Daniel, el dictador

¡Madre mía! Tenemos en casa al pequeño dictador. Sólo le oigo decir "allí", "mío; "no, no y no"... Y cosas por el estilo. Una forma muy clara y concisa de dar órdenes a su mamá y al resto de gente que le rodea. ¡Y llévale la contraria! Vaya lagrimones. Parece que lo estés matando.
Lo de razonar con él no es una opción porque el volumen de su berreo no le deja oir lo que estás tratando de explicarle. A veces no te queda otro remedio que inmovilizarle y llevarle  o dirigir su atención a donde tu quieres a la fuerza. La mayor parte de las veces se calla y sigue como si no hubiera pasado nada, porque, cómo tú ya le habías repetido mil veces, eso nuevo que le ibas a enseñar le iba a gustar mucho.

Otras veces no hay nada que le vaya a gustar más y llora hasta que se cansa o le das lo que quiere. Es tremenda la capacidad que tiene para pasar del histerismo total a la tranquilidad absoluta y viceversa. En cambio mis nervios no vuelven a ser los mismos con tanta rapidez.

Cómo se nota que nos acercamos peligrosamente a los terribles dos años. Pero, cómo ya le he explicado mil veces, aquí quien lleva las de ganar todavía es mamá.

lunes, 15 de agosto de 2011

Durmiendo con la abuela Matilde

Al día siguiente a nuestra cena de aniversario saqué de la cama a mi marido tempranito. "¡Raúl! Tenemos que ir a recoger a Daniel", "¿Ein?" "Que hay que ir a por Daniel. Venga. Date prisa. Seguro que nos está echando muchísimo de menos".
Por supuesto, el pequeñín ni siquiera se había acordado de nosotros desde que se levantó. Cuando llegamos se acababa de terminar su biberón mañanero y estaba jugando tan tranquilo. Tanto mi madre como mis abuelos hablaban maravillas de él. Se había portado muy bien, no había llorado nada, era muy cariñoso, un encanto de niño, tan obediente y bueno... ¿Seguro que era mi Daniel? ¿¿Seguro??

Mi madre me contó que estuvo casi todo el rato viendo dibujos animados de la mano de mi abuelo y que durmió estupendamente. Se derpertó por la noche llamándome, pero ella acudió de inmediato: "No te preocupes Daniel, aquí está la abuela". A lo que el niño respondió abriendo mucho los ojos y preguntando "¡¿Quién?! Supongo que la palabra abuela le cuadra más con mi suegra, que vive cerca de nosotros. Pero se conformó con la nueva abuela que le había salido y, por lo visto, se durmió enseguida de nuevo.

Nos fuimos un ratito a la piscina con el pequeñajo, porque el calor era terrible, y luego volvimos a casa de mis abuelos. Después de comer y dormir su siesta, con algo de esfuerzo por parte de sus progenitores, se acomodó en una silla y exigió más que pidió la mano de su bisabuelo para ver los dibujos animados. La verdad es que mi abuelo no se hizo de rogar y obedeció de inmediato. Nos tiene dominados.

domingo, 14 de agosto de 2011

Aniversario

Raúl tiene la cabezonería de celebrar nuestro aniversario con una cena especial el mismo día que nos casamos. Ni uno antes ni uno después. Yo soy más de celebrar las cosas cuando te vienen bien, pero mi marido tiene la loca idea de que si no lo hacemos el 13 de agosto ya lo dejaremos y lo dejaremos ir y nunca lo haremos.

Así que dejamos a Daniel al cuidado de mi madre el día después a nuestra llegada. Yo hubiera preferido esperar un par de días más, porque a mi madre no la ve nunca (problemas de distancia) y me hubiera gustado que hubieran tenido más roce antes de dejárselo toda una noche, pero Raúl no quiso ni oir hablar del tema. Así que dejé a mi pequeñín en las expertas manos de su abuela y nos fuimos en busca de un restaurante abierto. Tarea muy difícil en agosto y en un pueblo que no es nada turístico. Después caminar y caminar y de negarme a dar un paso más, nos metimos en uno que por fuera no parecía gran cosa, pero que tenía una carta sensacional. Yo todavía seguía dándole vueltas a si Danielito estaría bien. Raúl tuvo que armarse con doble ración de paciencia.

Nada más entrar los camareros me miraron raro. Me sentí un poco incómoda hasta que me acordé de mi ojo morado. Debían estar pensando "La reconciliacion...". El caso es que yo me pedí un milhojas de berenjena y rabo de toro con salsa de miel y Raúl bacalao con ali oli a la miel (somos muy dulce los dos). ¡Nos pusimos las botas! Y de postre... Leche frita con mermelada de dátiles. Ummm.

Pasamos un rato estupendo. Hasta me olvidé de volver a repetirle a Raúl si nuestro chiquitín estaría llorando en ese momento.

sábado, 13 de agosto de 2011

En Elda con los bisas

Los bisabuelos y la abuela Matilde recibieron a Daniel como agüita de mayo. Todo en él les pareció maravilloso. Cómo es un niño muy cariñoso enseguida se ganó su simpatía, con lo que me lo tenían mimadísimo.

Nada de lo que hacía les poarecía mal, aunque les estuviera rompiendo la casa. Bueno, mi abuelo sí que se preocupaba de sus cosas más queridas, como lo cascos con lo que oye la televisión al volumen que quiere sin molestar a nadie. Es lógico. Aunque mi abuela le miraba con reproche y le instaba a dejar tranquilo al "pobre" niño. "Deja tranquilo al niño, Antonio" le instaba con voz agria, mientras a mi abuelo se la salían los ojos porque el pequeñín se acercaba peligrosamente a su cámara de fotos.


La verdad es que de pobre nada. Se lo pasó bomba recorriendo la casa y haciendo de las suyas a cada momento. El peque jugaba mucho con mis abuelillos, aunque a veces lo hacía un poco a lo bruto y tocaba intervenir. Ellos estaban encantados.

Después de la visita de bienvenida, nos fuimos al campo (que ya ni es campo ni ná, porque lo urbanizaron hace unos años, pero se está bien). Mis abuelos no vienen desde el año pasado porque están viejitos y se encuentran más cómodos en su casa del pueblo. Mi madre tampoco se venía con nosotros para quedarse a cuidar de ellos. Al llegar comprobamos que mi progenitora nos había hecho una compra exagerada para que no nos faltara de nada, pero de todas formas Raúl se fué al supermercado para adquirir ciertas cosillas  de nuestro capricho.


Me dejó sola con el niño una media horita, pero le dió tiempo de sobra para hincharme un ojo de un cabezazo. Me quedé muerta. Cómo dolía. El pobre se preocupó mucho y me cubrió de besitos babosos. Me costó un poco reaccionar y devolverle el abrazo, pero finalmente los acuné un poco antes de que sus pucheritos se convirtieran en llanto. Lo tranquilicé mientras le explicaba que no se podía ser tan bruto y que había hecho mucha pupa a mamá. Creo que algo entendió, pero no pondría la mano en el fuego.

Cuando Raúl volvió del super casi se le caen las bolsas de las manos al verme "¿¿¿Pero que te ha pasado???" exclamó. "Pues ya ves, que tu hijo me ha hinchado un ojo". El pequeñín jugaba con sus coches sin darse por enterado. Mi marido se hizo cargo de la situación y me untó generosamente la barrita de los golpes del niño por la zona afectada. Ya era demasiado tarde. El ojo se me hinchó y se me puso morado. ¡Un cuadro!

viernes, 12 de agosto de 2011

Pernoctamos en madrid

Vaya paliza que se ha dado Daniel en el coche. El jueves después de comer temprano, con todo ya recogido, nos despedimos con pena de Covarrubias. Daniel estaba agotado y necesitaba su siesta urgentemente. Sus papis le habíamos aguantado despierto para que durmiera en el trayecto y se le hiciera más corto (y a mí también, para qué negarlo).
Nada más salir del pueblo ya estaba roncando plácidamente con lo que el viaje fue bueno. Cuando no se duerme se remueve en su sillita y reclama que le suelten a gritos.

Una vez en casa, nos dispusimos a deshacer y hacer maletas para nuestro próximo periplo vacacionero mientras el chiquitín disfrutaba de su cuarto de juegos. Fue una locura, porque Daniel quería jugar con su papá y con su mamá, algo totalmente incompatible con nuestra labor.

Afortunadamente el peque estaba cansado y se durmió pronto, eso sí, con su mami al lado un buen rato. Se nos ha malacostumbrado. Ya veremos lo que nos cuesta encauzarlo de nuevo cuando empiece el cole.

Al día siguiente llegaba lo peor. ¡Cuatro horas en coche! Raúl había preparado un marco de fotos para que nos sirviera de DVD en el coche. Había metido los cantajuegos y la peli de "Cars", dos valores seguros con nuestro pequeñajo. Afortunadamente no hizo falta. Daniel cerró sus ojitos al poco de salir y no los abrió hasta que pasaron al menos dos horas y media. Se despertó tranquilo, estuvo jugando en su sillita con el coche de policía, la ambulancia, el gusanitos que suena, con su mamá... y así pudimos hacer el viaje de un tirón. No me lo podia creer. Eso sí, en cuanto bajó del coche se puso como una moto y ya no hubo quien lo parara en todo el día. Demasiado había aguantado quieto el pobre.

jueves, 11 de agosto de 2011

En el río, el patio y el pueblo

¡Cómo se lo ha pasado Danielillo en el pueblo de su padre! De maravilla. No ha parado la pata, que es lo que más le gusta hacer: el cabra. Entre el río, los paseos por el pueblo, los patos y el patio de la casa no daba a basto.
Y los horarios... a la porra con el beneplácito de las abuelas. Siempre defendiéndole ante el "ogro" de su madre. "Deja que se acueste más tarde el pobre, si no tiene sueño...", "Si no quiere dormir la siesta no le obligues ¡Pobrecito!", "Total, si no tiene hambre ahora, ya pedirá luego". Y el niño que ya no tiene un pelo de tonto escudándose en ellas para hacer lo que le diera la gana. No tengo ni que decir que el peque adora sus abuelas. Aunque mamá sigue siendo la primera. Para orgullo mío. Me derrito con sus besos y sus abrazos.


El río le encanta. Allí puede chapotear, tirar piedrecitas, bañarse, jugar con la arena... Porque todos los años echan arena en una de las orillas para crear una "playa". El agua está congelada, pero el enano ni lo nota. Cuando se pone a temblar y le pregunto si tiene frío siempre me dice que no, así que tengo que arrancarle del agua entre pataelos y protestas para envolverle bien en la toalla. Todo un elemento.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Novedades



Las novedades más chocantes con las que me he encontrado al volver a ver a mi pequeñín, además de lo grandísimo que está, han sido con respecto al lenguaje. Antes no disparaba una y ahora no calla. Todavía no articula frases, pero repite palabras sin cesar. Parece que entiende casi todo lo que le dices y hasta te dice "ti, tiiiii" cuando le interesa los que le ofreces. Un cambio tremendo. También he notado un curioso ascendente de las abuelas con respecto a su nuevo vocabulario. Sobre todo con respecto a una palabra: "suto" (susto). La repite mil veces al día, a veces porque oye un ruido, otras porque aparece alguien de repente y le sobresalta... Y en ocasiones sin ningún motivo aparente. Normalmente chilla "¡¡Suto!!" a la vez que estira sus bracitos para que le cojas y le hagas mimitos. Con lo cual empiezo a sospechar que es un comediante total.

Otra palabreja que ha incorporado recientemente a su vocabulario y que parece venir directamente de sus amadas "abus" me la solto intespestivamente un día que le quité un paquete de papas fritas por no compartirlo. "¡¡Tota!! me soltó con toda su rabia. Mi cerebro comenzó a funcionar y de repente vino a mi meoria incontables ocasiones en las que se había dado un golpe contra algo y una de abuelilas le había pegado a la cosa en cuestión mientras exclamaba alegramenete "¿Se ha hecho daño mi chiquitín? será tonta la silla (o mesa, o mueble o con lo que se hubiera golpeado)" y todo cuadraba. De hecho también le decían "mala, mala, mala" golpeando la silla con cada improperio. Otra palabra que usa perfectamente mi enanito. A mi esa forma de educar no me gusta mucho porque me da miedo que un día se choque con un niño y la emprendacon el a golpes al grito de "malo, malo, malo". Pero debe comprender la diferencia porque por ahora no ha pasado nunca. Yo, en cambio, siempre le digo "No Daniel, la culpa es turya por ir tan alocado". Obviamente, él prefiere la versión de las abuelas.

Por otro lado, ya sabe contar, bien bien, hasta cinco, y regular hasta diez. Hay que verle saltar de escalón en escalón cantando el número que toca en cada momento. Para comérselo.
A partir de ahora tenemos que tener muchísimo cuidado con lo que decimos, por que ¡entiende muchísimas cosas! Es la parte más difícil. Estábamos acostumbrados a hablar libremente en su presencia y ahora es imposible. Por ejemplo, le digo a aúl "¿Acuesto ya a Daniel?" y el chiquitín empieza a berrear: "Noooooo, nooooooooooo, mir noooo, aquí, aquí". Y cómo está sobreaviso es más difícil arrastrarle hasta su cama. Vamos a tener que inventar un código secreto para ciertas frases.