Encima, nuestros anfitriones no podían ser más amables y atentos. Tras entregarnos las llaves y asegurarse que teníamos toda la información para una estancia maravillosa, el señor nos invitó a acompañarle esa tarde hasta unas ruinas increíbles que se encontraban a un paseo del pueblo, las de Peñalosa.
En un principio quedamos en confirmarle si íbamos porque queríamos ver antes todo lo que nos podía ofrecer Baños de la Encina, pero pronto descubrimos que por las tardes teníamos pocas opciones porque todo permanecía cerrado ese día, así que nos apuntamos a la excursión muy ilusionados.
Antes nos pasamos a toda prisa por El Castillo de Bury al Hammam para asistir a la última visita. Nos encantó lo que nos contaron del recinto.
Por lo visto esas murallas habían sido testigos de muchos acontecimientos. Tanto servía de academia militar, como de cementerio o para celebración de eventos. La guía tenía mucho que decir sobre las huellas del tiempo.
La visita terminó con un vídeo que impresionó mucho a mis churumbeles. La verdad es que contaba de forma muy amena una batalla muy famosa de la reconquista en la que participaron los soldados criados desde niños en el castillo cuando se usaba para la instrucción militar.
Casi al salir nos enteramos de que en ese castillo se habían rodado escenas de "El capitán Trueno y el santo grial", así que nos apuntamos el título para verla un día, que seguro que a mis peques les encanta.
La guía también nos contó que nuestro anfitrión era historiador y que había escrito un libro muy interesante sobre un fragmento histórico del pueblo. ¡Que descubrimiento!
Por supuesto, le preguntamos sobre el libro en cuanto los volvimos a ver esa tarde y quedamos en que nos haríamos con un ejemplar a la vuelta de la excursión.
El paseo era impresionante. Y más con un guía de excepción como el nuestro, que nos iba contando con detalle la historia que escondía los elementos más destacable del camino.
El calor y unos críos cansados y revolucionados nos pusieron las cosas un poco difíciles, pero logramos llegar a nuestro objetivo tras hacer un alto en el embalse para refrescarnos un poco. A los peques les faltó muy poco para tirarse de cabeza y con ropa al agua. Una pena no haber pensado en los bañadores.
Pero tampoco era cuestión de perder mucho tiempo chapoteando porque nos esperaban unas ruinas sorprendentes de la Edad de Bronce.
Allí se atrincheraban metalúrgicos defendiendo su trabajo y posesiones con unos muros y edificaciones laberínticas y altísimas (de las que queda mucho, pero ya no tan altas). Hay muchas historias, detalles y curiosidades en este recorrido singular rodeado de murallas apuntaladas con varias capas para que no terminaran desplomándose por la mala calidad de sus cimientos.
Los chiquillos saltaban de un lugar a otro imaginándose un terrible asedio orco y jugando a tirar flechas y luchando cuerpo a cuerpo con los que se atrevían a saltar las murallas. A veces se extralimitaban en sus juegos y había que pararles los pies con una regañina. Es que se emocionan y se olvidan de los límites.
José María, nos dio una guía arqueológica de Peñalosa que seguramente se puede encontrar en la oficina de turismo y que también vale mucho la pena porque cuenta con todo tipo de detalles cómo se piensa que era la vida de estos mineros de hace 4.000 años según los descubrimientos arqueológicos de la zona. Y una guía de juegos infantiles al aire libre de lo más interesantes, muchos ya olvidados por estas nuevas generaciones y que habría que volver a practicar. Aunque algunos de ellos son bastante brutos.
Con todos estos recuerdos nos fuimos al día siguiente con gran pena de todos, sobre todo de mis churumbeles, por no poder quedarnos algún día más para seguir explorando el pueblo y disfrutando de la casa. "El próximo año más días, eh mamá, más días", me repetía el mayor como un mantra mientras dejábamos el pueblo atrás.