Pero cuando mi madre se cayó y se rompió una mano y un pié las cosas se precipitaron. En realidad, yo quería irme inmediatamente para allá a verla, pero ella misma me dijo que no hacía falta y que se había buscado al vida la mar de bien. Aún así, yo vi, egoístamente, lo admito, la oportunidad perfecta para reunirme con los míos después de tanto tiempo.
En casa estudiamos la situación y se decidió que lo mejor era que me escapara una semana de Navidad para poder cuidarla y darle mis amoroso achuchones... (ah no, eso no. Que hay que acercarse con mascarilla y desinfección completa). En fin, que con los niños de vacaciones Raúl no me necesitaba tanto. Podía arreglárselas siete días sin mí teletrabajando, haciendo de comer, comprando online y sin tener que ir a por los peques al cole.Me faltó tiempo para comprar los billetes. Menudos cambios ha traído al pandemia a las compañías aéreas: Muchos menos vuelos y más caros. En fin, no hay dolor: comprar, comprar...
Luego vinieron unos días de mucha ansiedad con las nuevas restricciones del gobierno de Canarias, el cierre de las fronteras de Tenerife, que no me permitió ver a mi hermana y el temor a contagiar a mi hermano y su familia, a l que tampoco pude ver en persona. Con mi madre usaban mascarilla, me lavaba las manos frecuentemente y no bajaba la guardia. Sobre todo porque a ella a veces se le olvidaban las restricciones que traía la exagerada de su hija a su casa y tenía que esquivarla y reñirla un poquito.Así llegó el día de nochebuena, en el que mi hermano se pasó por casa como un Papa Noel moderno y nos dejó una cena digna de reyes, cocinada por mi cuñada, y un montón de regalos. Por fin un poco de magia en estas fiestas...
El otro poco de magia lo puso Raúl organizando una reunión online para reunirnos digitalmente en la distancia. Así que cada uno se puso guapo en su casa, se preparó la gran cena y pasamos un rato muy divertido riendo y charlando a través de la pantalla.A mi madre le brillaban los ojos. Yo sé, que aunque no paraba de compartir con nosotros su disgusto por no tenernos a todos en su mesa, el premio de consolación le había hecho mucha ilusión. No es lo mismo, pero ahí estábamos todos gastando bromas y charlando a voz en grito.
A través de la pantalla, nos contaron mis fieras cómo pensaban atrapara a Papa Noel esa noche, o al menos a uno de sus renos, pero, por petición popular, esperarían a que pasara primero por Canarias. Iban a esperar pacientemente, con la luz apagada y jugando a juegos en la tablet hasta que por fin entrara por la ventana. ¡Y entonces le iban a grabar como en Crónicas de Navidad!Al día siguiente, nos contó el padre que se despertó a las 2 de la mañana y los metió en la cama con mano de hierro. Luego se puso a hacer tiempo para ayudar a Papa noel a colocar los regalo y se fue a la cama tardísimo. Así estaba al día siguiente, ¡con los ojos pegados el pobre! Ser padre en Navidad es un trabajo muy duro.
Bendita tecnología que nos hace más llevadero el tiempo que nos ha tocado vivir y nos acerca más, aunque aún no tengamos la posibilidad de abrazarnos virtualmente. Seguro que pronto eso también se podrá hacer.Aunque esperemos que las próximas Navidades puedan ser más tradicionales y volvamos a juntarnos todos son pantallas de por medio.