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jueves, 5 de noviembre de 2020

Fiasco: Contabilidad mortal

Se presentaba otro aburrido día entre cifras, haberes y deberes para Daisy, contable de la gestoría ubicada en un pequeño barrio de las afueras. Tan metida estaba en el libro de cuentas, que no se fijó en su jefe hasta que lo tuvo casi encima. Muy pocas veces se aventuraba en el cuartucho donde trabajaba la mujer de mediana edad, por lo que esa aparición sólo podía interpretarse como una señal de problemas.

Daisy compuso un sonrisa falsa que le estiró la cara hasta ángulos imposibles. Su jefe la imitó, como si de un efecto espejo se tratase.

"Quería hablar contigo, querida", comenzó con voz pausada, "Últimamente el trabajo se ha incrementado y he pensado que te vendría bien una ayudante", un ligero temblor se adueñó del ojo de la contable. Nadie que no fuera ella podía acercarse a los trucados libros. Y mucho menos al cuarto del archivo.

Le costó un gran esfuerzo recomponerse y hacer frente a la noticia de su jefe poniendo un montón de razones e impedimentos a la entrada de un nuevo trabajador en su despacho. Tenía un montón de razones para seguir con sus actividades sin ojos indiscretos a su alrededor, pero el jefe fue impasible. Mañana se presentaría en la oficina Pepita como ayudante de contabilidad, y no había nada más que añadir.

La cosa era peor de lo que pensaba. Encima se trataba de Pepita. Fueron grandes amigas en el colegio, pero hace mucho que sus caminos se habían separado. Daisy optó por los números y los estudios, y Pepita por explotar su enorme belleza para vivir de gorra y nadar en la abundancia gracias a sus muchos admiradores. Le extrañaba que a estas alturas hubiera decidido ponerse a trabajar, lo más probable es que, sabiendo lo que sabía de ella, la cosa se decantara más hacia la extorsión y el chantaje.

Era el momento de echar mano de los aliados. Era el momento de hacer una visita. Por primera vez en años, Daisy dejó su puesto de trabajo desatendido en horario de pficina y salió a la calle como alma que lleva el diablo. 

No tardó en plantarse ante la casa de Hermano Mayor, dirigente de una asociación masónica con actividades pocos claras. No era difícil adivinar de dónde venían los fondos que sustentaban dicha organización a estas alturas.

Hermano Mayor se llevó una gran sorpresa al ver a Daisy en el dintel de su puerta. Se suponía que a esas horas estaba enterrada cuadrando cuentas para que no se notara el pequeño desvío de dinero que sufría la gestoría en sus ingresos. La contable no perdió el tiempo y le expuso el problema bruscamente.

- ¿Me estás pidiendo que mate a Pepita? ¿Estás loca?- Le increpó el iluminado incrédulo. Una cosa era robar y otra esto.

- No seas exagerado. Sólo te pido que impidas que Pepita venga mañana a trabajar para que me dé tiempo de deshacerme de pruebas incriminatorias sobre mí y sobre ti. Este tema nos afecta a los dos.

Hermano Mayor Mandó a Daisy de nuevo a la oficina para que comenzara con la "limpieza" con la promesa de que se encargaría del asuntillo. En cuanto hubo cerrado la puerta, hizo un llamada a un número que no tenía memorizado en su móvil.

Al segundo pitido descolgaron desde el otro lado.

- Que passsa, hermanoooo. Tengo una nueva mierda que te va a encantar. Ahí de fliparlo.- le soltó a bocajarro una voz ronca y algo pastosa. Un montón de maullidos le hicieron de coro por el fondo.

- Que interesante Paquito, pero te llamo por otra cosa. Necesito un favor. Escuchame que te interesa, que ya sabes que soy un cliente agradecido.

- SSuelta por esa boquito, pichón.- Le animó su camello.

- Necesito que le des a Paquita alguna mierda rara para que no pueda ir mañana a trabajar.- Le explicó de forma sucinta.- Te pagaré bien.

- ¿¿Qué?? ¿Paquita? Tíooo, que sabes que hay mucho love entre esa pava y yo. No me jodas.

- Déjate de historias que sólo te quiere para follar. Y de Pascuas a ramos, que galanes no le faltan. Bueno, qué dices. ¿Quieres la pasta o no?

- Ssseh, sí. Pero sólo dejarla así un poco p'llá, ¿eh?

- Que sí, hombre. ¿Que crees? ¿Que quiero matar a semejante bellezón que nos alegra la vista, y otras cosas, a todo el barrio?

- Oye, no te passses, que estás hablando del amor de mi vida. Amos hombre, no me jodas, eh.

Paquito colgó hecho un mar de dudas, pero el dinero es un poderoso motivador, así que pilló una droga de esas que te dejan ko por un buen rato y se dirigió a casa de su amor platónico.

Allí lo recibió la aludida, bastante ligera de ropa, como venía siendo costumbre en ella y con una sonrisa deshinibida que invitaba a los pecados más prohibidos.

- Qué pasa Paquito. Mira que eres caro de ver últimamente. ¿Has traído algo bueno? Pasa hombre, pasa.

Desde una distancia prudencial, Lupi, los observaba con pena... con pena de sí misma, porque llevaba años enamorada de su patrona sin esperanza. Cada hombre que entraba en su casa se le clavaba en el pecho como un puñal. ¿Por qué no podrían gustarle las mujeres como a ella? Aunque tampoco podía echarle nada en cara, teniendo en cuenta que ni siquiera se atrevía a salir del armario. Si hasta cubría las apariencias con un marido casquivano que cada dos por tres buscaba fuera lo que ella no podía (y no quería) darle. Ya había perdido la cuenta de las veces que se habían casado y divorciado. ¿Le quedaría alguna vecina que no se hubiera tirado al muy sinvergüenza? Afortunadamente, nunca le había visto entrar en la casa de su adoraba Paquita. Eso la hubiera destrozado. 

Sumida en tan tristes pensamientos se dispuso a recoger las más bellas flores del jardín, en el que trabajaba como jardinera, para regalarle un precioso ramillete a su jefa. Como hacía cada día... Sin darse cuenta se fue acercando a una de las ventanas abiertas de la casa y no pudo evitar escuchar un trozo de la conversación.

- Pues sí tía, no sé qué le has hecho, pero tú eres el amor de mi vida. Ya lo sabessss y no puedo hacerte esta putada. Que no vayas a trabajar mañana y ya, ¿pero tú trabajas? ¿Desde cuándo, bombón?...

- ¡Buah! Sí ya sé lo que ha pasado. Esa Daisy, que desconfiada... En fin. Tranquilo, que ya lo arreglo yo...

- ¡Ah! Puesss guay. Entonces, tú y yo al lío...

- Ay no Paquito. Que tú sabes que como follamigos estamos muy bien, pero es que últimamente no puedo quitarle de encima los ojos al marido de mi jardinera. Está macizorro el tío. Ya se me pasará, pero hoy es que no estoy para mucha verbena. Anda, anda regálame algo bueno, nos lo tomamos como buenos amigos y todos felices.

Con el espanto colándose en su cerebro corrió más que voló a la casa de Hermano Mayor, su líder espiritual, tan iluminado él. Seguro que podría aconsejarle bien sobre la salvación de su señora. Desde luego, si George osaba acercarse a su objeto de deseo lo iba a pagar muy caro. Esta vez no se conformaría con un divorcio de pega.

Mientras tanto Paquito salía de casa de pepita con mal sabor de boca, primer,o porque no había habido tralalá y, segundo, porque veía el dinero que le habían prometido volar. Si es que no podía drogar así a Pepita, que no. Pero a lo mejor otra persona sí. Decidió llamar a alguien que probablemente pudiera pringar por él. No era cuestión de ir a visitarle porque seguro que sospechaba.

George, el marido de la jardinera Lupi, no le hizo esperar mucho.

- ¿Diga?

- Ey George, tío. Soy Paquito er chocolatinas.- El aparato le devolvió un silencio pesado. Estaba claro que le había pillado por sorpresa.- Oye, tengo una información muy jugosa para ti, pero claro, te va a costar guita, tío.

- ¿Eh? ¿Paquito? No entiendo nada de lo que dices. Mira, no me interesa, lo siento.

- ¡Espera! No me cuelgues. Está bien, está bien. Porque eres colega, que si no... A ver, que la Pepita, esta que está como un tren, se ha fijado en ti, macho. Que quiere lío. Y yo he pensado... Que tengo aquí una mierda muy buena. Te la vendo a precio de amigo, se la das a Pepi y os montáis una fiesta orgía primaveral subidón subidón. De nada, tío. Me debes una, eh.

- No sé yo. No me queda claro que ganas tú con todo esto.

- Una venta y un favor a una amiga. Tío, que te la estoy ofreciendo en bandeja.

Finalmente, Paquito logró convencer a George sin mucho más esfuerzo. Está claro que le pierde su líbido. Eso sí. A cambio quería un favor, como todo hijo de vecino. Daisy le había dejado un maletín para que lo guardara durante una temporada a cambio de guardar en secreto unas pequeñas infidelidades suyas, pero le daba mala espina y quería deshacerse de él. Así que sería Paquito el que guardara el maletín hasta que la contable lo reclamara. 

Evidentemente,la mente de Paquito es más inquieta que la de George, que sólo piensa en una cosa todo el tiempo, con lo que le faltó tiempo para abrirlo y encontrarse dentro una pasta gansa recogida en fajos de billetes de quinientos. Huelga decir que los ojos le hicieron chiribitas y que armado de aguja e hilo se pegó un buen rato escondiendo el dinero en su colección de peluches.

Simultáneamente Lupi le lloraba al Hermano Mayor para que le ayudara a salvar a Pepita de los desalmados, que sólo la ven como un pedazo de carne, y hace que el cabeza de la organización masónica se arrepienta de haber intentado drogarla. Si es que esta Lupi es una alma pura y esa Pepi está demasiado buena. Cómo había podido ni siquiera pensar en hacerle daño.

También en ese momento, Pepita se presenta en la oficina de la gestoría y le explica a Daisy que no tiene de qué preocuparse, que ella sólo quiere el trabajo para cobrar, no para trabajar. Y que con lo que sabe sobre ella seguro que no le va a poner problemas en trabajar por las dos. El miedo de Daisy a ser descubierta se convierte en ira porque le tomen por tonta. Pero es una ira fría y su cerebro ya está planeando su siguiente paso. Fingiendo resignación acepta el trato de Pepita, pero como compensación, ya que va a tener que trabajar por dos, sólo le pide que le guarde una bolsa enorme en su casa hasta el día siguiente. Pepita acepta alegremente. Le parece poco pago a cobrar todos los meses sin dar ni palo.

No acaba de despedir a su vecina de cascos ligeros, y ya está haciendo una oportuna llamada a la policía. Al poco rato, vuelven a tocar a la puerta del despacho. Al abrirla se topa con Paquito el Chocolatinas. Esta vez la visita no le causa ningún quebranto porque sabe a lo que viene. El camello le hace entrega de un producto químico que se usa usualmente para embalsamar cadáveres y se va contando el dinero de su venta.

Pero las sorpresas no se han terminado aún. Daisy recibe a un ofuscado Hermano Mayor que se niega a hacer daño a Pepita y que asumirá las consecuencias de los desfalcos. La contable no pierde la calma y propone discutir el tema delante de un café y de forma calmada. Muy aliviado, Hermano Mayor acepta su oferta y disfruta de su café... hasta que se desmaya y cae redondo ante Daisy. Lo ha envenenado con el líquido de embalsamar. Harta de tanto sinsentido, la contable psicópata decide hacerse cargo del asunto ella misma. Se acabaron los cabos sueltos. Con mucha tranquilidad, mete el cadáver en una gran bolsa y llama a Paquito para que venga a por él y empiece a disecarlo. Pronto formará parte de us colección. paquito acepta encantado. No es el primer encargo de este tipo que le hace y le supone mucha pasta en los bolsillos... Arreglado el tema del cadácer, dirige sus pasos a la casa de Hermano Mayor para dar comienzo a su plan.

Pepita, por parte, se da cuenta de que la bolsa empieza a soltar un olorcillo la mar de desagradable, así que decide no entrarla a casa y guardarla en el seto desde el que sabe que su jardinera la espía, noche sí y noche también, con sus gafas de visión nocturna. En esas está cuando oye las sirenas de policía y ve como un par de coches patrulla aparcan en su puerta. Todo esto le está oliendo fatal y no sólo por la bolsita de marras. Muy asustada llama a su fiel Paquito y le pide ayuda para que vaya a salvarla. El camello no se lo piensa dos veces. Esto huele a polvo seguro. Deja la bolsa con el cadáver de Hermano Mayor en su casa, tras echarle un rápido vistazo (le podía la curiosidad), y se presenta en la casa con un taser descargando electricidad a diestro y siniestro entre la policía.

A todo esto, Lupi ve que su escondite secreto está ocupado, así que esa noche ni siquiera podrá buscar el consuelo espiando a su amor platónico. Por otro lado, ve unas esposas en uno de los coches policía y no puede vencer la tentación de dar el cambiazo por las suyas de plástico. En el fondo es una picarona.

En esas está cuando es sorprendida por un policía, que le increpa por robar material de las fuerzas del orden. Lupi se pone muy nerviosa. Afortunadamente, ve a su marido acercarse para salvarla. O eso cree ella, porque lo que en realidad hace George es convencer al agente de que la pobre está loca para que se la lleven detenida y tener vía libre con Pepita, que a eso va el muy pillín.

Finalmente, los policías logran reducir a Paquito y se lo llevan junto con Lupi. Cuando ve que ya no hay moros en la costa, Pepita se atreve a salir del seto y se encuentra a George esperándola con unas pastillas de colores y con la intención de compartir lo que haya compartir. Menuda suerte la suya. Una oportunidad así hay que aprovecharla.

Ambos se ponen hasta arriba de pastillas y comienzan un viaje lleno de colores, mientras Daisy busca la llave de la casa de Hermano Mayor bajo el felpudo y entra en ella con mucho sigilo. No tarda en encontrar lo que está buscando. La afiladísima espada Klingon de la colección friki de su socio. Justo lo que necesitaba, se dice dirigiéndose a la casa de Pepita.

Mientras, en la comisaría, Paquito encuentra placer en torturar a la pobre Lupi contándole que su querido Hermano Mayor yace más tieso que la mojama en una bolsa negra en su casa. La torturada jardinera pierde el control y se echa encima del camello como si fuera una bestia salvaje. Su comportamiento hace aún más creíble la teoría de su supuesta locura expuesta por su marido infiel. Sin poder hacer nada por evitarlo, Lupi, acaba empujada sin muchos miramientos al interior de una celda acolchada.

Paquito tiene más suerte, uno de los policías que le custodia es un cliente habitual suyo, que lo deja libre para no buscarse problemas. El camello no lo duda y mete la quinta hasta su casa, en la que le esperan los 100 gatos asilvestrados que viven con él, exigiendo comida a maullido limpio. Sin dudarlo, los aparta con más brusquedad de la necesaria y se introduce en la vivienda con mucha prisa.

En ese momento, Lupi está llorando en un rincón de su celda cuando, de repente, se pone en marcha un espectáculo que ni en la película de Polstergeist. Es el espíritu de Hermano Mayor, que ha decidido que aquí la único alma pura que merece la pena salvar es la de la jardinera, que piensa más en la casquivana de Pepita que en ella misma.

Así que, con un numerito de luces, lamentos y fenómenos inexplicables, hace huir a sus carceleros y le abre la puerta dándole vía libre hacia la libertad. Lupi, que no se para a preguntarse qué rayos ha pasado ahí y va directa a la casa de Paquito para recuperar el cuerpo de su guía espiritual (aunque sea masón, no nos perdamos en detalles importancia...).

Cuando llega a la casa se encuentra con la puerta entornada y la empuja sin pensarlo dos veces, provocando una avalancha de gatos salvajes que se abalanzan sobre ella muertos de hambre, justo en ese momento, ve con el rabillo del ojo como el camello salta por la ventana agarrando el oso de peluche más grande que ha visto en su vida. La pobre Lupi retrocede espantada para acabar bajo las ruedas de un coche.

Volviendo a Daisy, la contable toca al timbre de la puerta de su odiada ex amiga de la infancia e, inesperadamente, le abre la puerta una criada. Normal, teniendo en cuenta que la dueña de la casa está alucinando en el salón de su casa. Sin tiempo para explicaciones estúpidas, le rebana el cuello de un solo tajo, con la icónica espada, y se introduce hasta la puerta de acceso al salón, pero las voces que surgen de su interior la obligan a parar sus ansias asesinas. Dentro, Pepita y George se están contando sus más profundos secretos. Será mejor buscar un escondite para pegar la oreja, piensa Daisy.

Pero las cosas nunca salen como uno las planea y un George completamente ido se acerca a un armario para cotillear y se da de bruces con una contable psicópata armada con una afilada espada klingon. Ni siquiera ve venir el primer tajo, que fue seguido de muchos más y que lo dejó agonizando en un charco de sangre.

Es inútil retrasar lo inevitable. Espada en ristre, Daisy avanza hacia Pepita, que lejos de asustarse la mira con ojos brillantes. Puede ver amor en esos ojos. De repente duda, le tiembla el pulso. Es incapaz de acabar con su antigua amiga. No quería verlo, pero en realidad, hacía mucho que estaba enamorada de ella. Desolada, Daisy tira la espada al suelo y sale corriendo para perderse en la noche...

Pepita se da cuenta de que a ella le pasa lo mismo. Siempre ha estado enamorada de Daisy y se tiraba a todo lo que se movía para llamar su atención. Cuando ve que ha perdido al amor de su vida para siempre, cae en una terrible depresión. 

Lupi sobrevive al accidente, pero queda atada a una cama para el resto de sus días y troca su amor por Pepita en profundo odio.

George también sobrevivió, pero el ataque de Daisy lo dejó terriblemente desfigurado. Sus días de galán han terminado para siempre. Ahora se conforma con que los niños no huyan despavoridos al verle.

Hermano Mayor vaga por las calles del barrio como fantasma, lamentándose por no haber podido salvar el alma de Lupi.

Paquito el chocolatinas logra huir forrado del dinero que se encontraba escondido en el oso de peluche gigante que se llevó consigo y vuelve a comenzar el negocio desde cero en otro barrio, en otra ciudad.

Daisy, en su loca huida tiene un momento de lucidez y se pasa por la casa de Paquito en busca de ayuda, pero lo único que encuentra son un montón de peluches desgarrados por finas uñas de gato y con billetes sobresaliendo de sus barrigas esponjosas. La sangre que adorna la puerta no la asusta ni lo más mínimo. Coge todo el dinero que puede cargar y se aleja de su amada sin volver la vista atrás.

Poco después, una vez instalada en un nuevo barrio y con otro trabajo de contable a sus espaldas, monta una fiesta en su casa para evaluar a sus posibles futuras víctimas, digooo, para conocer a sus vecinos... Su mirada se cruza con la de un hombre de ojos tristes. En ese momento sabe que ha encontrado al nuevo amor de su vida.




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