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martes, 7 de septiembre de 2021

Sabatini en familia. Itinerarios interactivos por la ciudad

El sábado nos pusimos el despertador para no llegar tarde al planazo que teníamos programado. Teníamos reservada plaza desde junio para un Itinerario interactivo por la ciudad dentro del programa Sabatini en familia, una de las actividades que está desarrollando el ayuntamiento con motivo del Año Sabatini.

En principio íbamos muy animados, pero, de repente, durante el trayecto de metro hasta la estación de Sol, lugar dónde se iniciaba el paseo, Daniel torció el morro y nos aseguró con toda su mala leche que nos iba a amargar el día por lo malvadísimos que habíamos sido con él por haberle apartado de las pantallas para . No sé qué le hicimos, pero, oye, me sentó como un tiro su estallido adolescente.

El caso es que empezó a dar la tabarra desde ese mismo instante, trastocando el humor de todos. Raúl y yo nos propusimos que nada ni nadie podría estropearnos el momento, pero al peque le puso un poco del revés y también llegó un poco de morros al lugar. al final acabaron los dos castigados y con mucho peor ánimo para seguir la visita. ¡Se lo ganaron a pulso!

Pronto nos reunió una chica encantadora que repartió un papel y un lápiz a cada niños del grupo para hacer un juego sencillo y muy divertido: buscar los animales escondidos en el paseo y descubrir la palabra secreta.

Cada vez que se refería a mis fieras yo me echaba a temblar. Cuando están así nunca sé por dónde van a salir. Ambos se hacían los desinteresados, pero no podían evitar pegar la oreja porque nuestra guía nos contaba unas cosas muy interesantes y de una forma muy simpática. Eso sí, Daniel me dio su papel por la tontería que tiene encima de que él ya es mayor. Envidia me daban dos familias con hijos de edades similares que disfrutaban al máximo con el juego. En fin, al menos el pequeño sí que se involucró aunque disimulaba para no ser menos que su hermano.

Creo que la que mejor se lo pasó de todos fui yo apuntando como una loca los animalitos.

El paseo iba desde Sol al Jardín Botánico pasando la calle de Alcalá, la Cibeles y Neptuno. Y la guía nos iba contando el transcurso del siglo de las luces empezando por el final: el dos y el tres de mayo y la invasión de los franceses. La plaza de la Puerta del Sol se fue llenando de rebeldes madrileños que se defendían como podían del invasor, incluso trepando por andamios hasta los techos de los edificios y tirando a los soldados ladrillos de las obras inconclusas por el estallido de la revolución. Incluso pude ver cómo imaginaban vívidamente la marcha de los mamelucos (asesinos egipcios) asesinando madrileños a diestro y siniestro. Seguro que en su cabeza las calles se llenaron de ríos de sangre, que me los conozco.

Un poco menos les importó la estatua de Carlos III, considerado el mejor alcalde de Madrid por sus reformas que supusieron grandes avances para la ciudad, tanto culturales como urbanos, científicos, económicos... Fue un rey que pensó a lo grande y se trajo con él a su arquitecto favorito: Sabatini, por supuesto. Aunque otros tres arquitectos españoles también tuvieron oportunidad de dejar su huella en el casco urbano: Hermosilla, Ventura y otro que no logro recordar. Maldita memoria.

También nos contó que las estatuas que coronan los edificios de la calle de Alcalá antes de un intenso color dorado, fueron pintadas de negro en la guerra para que se las viera menos. Por cierto, que la calle de alcalá fue la primera en ser adoquinada y de gozar de alumbrado público. Porque, cuando Carlos II llegó a Madrid se encontró un paisaje desolador, con unas infraestructuras penosas y muchas suciedad. Y en vez de venir por dónde había venido se lo tomó como un reto y dejó un legado impresionante, que no siguió su hijo, Carlos IV, que no tenía demasiado interés en gobernar y dejó todo en manos de su valido Godoy, que casi nos entrega en bandeja de plata a los Franceses (bueno, lo hizo, pero no salió del todo bien).

Por supuesto, el primer animal que anotamos en nuestro papel fue la Osa de uno de los símbolos de la ciudad: el Oso y el Madroño. Y sí, en realidad es una osa y simboliza la constelación de la Osa mayor. Por esa época la observación de las estrellas toma muchísima importancia, teniendo en cuenta los grandes viajes en barco que debían hacer a tierras españolas en el Nuevo Mundo.

De la famosa estatua de la plaza pasamos a la Calle de Alcalá, donde pudimos admirar unos edificios impresionantes. Allí encontramos más animales. Además de la Real Academia de bellas artes de San Fernando, la primera de muchas que fundó después, como la Real Academia de la Aduana y la economía (también en esa calle y sobre la que nos contó un montón de curiosidades), la Real Academia de la lengua, La real Fábrica de la China (la fábrica de porcelanas que fue destruida en la guerra por los franceses y nuestros supuestos aliados los ingleses, ¡ups! se ha roto, fuera competencia), Real observatorio (el que tenemos que visitar para ver el telescopio gigante que fue destruido en la guerra y reconstruido posteriormente), etc...

Anda que no hay historia sólo en esa calle. Yo intentaba no perderme detalle mientras las fieras tocaban un poco las narices, cada uno a su modo. Iván se enfurruñaba si les costaba sacar un animal y Daniel aseguraba muy ufano que todo eso que nos estaban contando él ya se lo sabía y que por eso no le veía naaaada de interés, pero a la vez ponía la oreja como si le fuera la vida en ello (de otra forma, cómo sabía lo que estaba contando, eh? eh?). Desde luego, la guía tenía una paciencia infinita y un buen humor de lo más envidiable. 

Iván se hacía el desentendido bien pegadito a mí, pero incluso contestaba preguntas de la guía. No podía evitarlo. Si es que era imposible no interesarse. Ora cosa que descubrimos es que el Paseo del Prado se construyó simulando dos circos romanos, creando dos óvalos seguidos. una pista te la da las estatuas de dos cuadrigas que culminan uno de los techos de un edificio de la zona. El primero comienza en Cibeles (Dónde nos contó una versión muy rebajada de la leyenda de Atalanta e Hipómenes, apta para el público infantil) y acaba en Neptuno con su carro tirado por Hipocampos. En medio se encuentra la estatua de apolo que también tiene muchísimas curiosidades plasmadas. El segundo circo va desde Neptuno hasta las cuatro fuentecitas, en las que unos traviesos tritones aprietan las barriguitas de los delfines para que suelten el chorro de agua. Por cierto, todas las fuentes del paseo están hechas por Ventura Rodríguez y servían para que los madrileños recogieran agua para su uso personal, que en esa época no tenían grifos ni cañerías en las casas.

La visita finalizó en el Jardín botánico después de habernos contado muchas muchísimas cosas interesantes sobre el siglo de las luces como la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna real, o detalles sobre la familia de Alba y la trayectoria de su impresionante palacios, o el Museo Josefino que intentó construir José Bonaparte y que acabó siendo el Museo del Prado, entre otras muchas anécdotas y acontecimiento históricos. Dio para mucho y me pareció muy entretenido para todas las edades. Además te pegas un buen paseo. Vamos, que echas toda la mañana aprendiendo, moviéndote al aire libre y jugando. 

Por cierto que enseguida saqué la palabra secreta incluso equivocándome con un animal e Iván se picó un poco conmigo, pero se le pasó enseguida.

Como estábamos al lado de El Retiro decidimos cruzarlo hasta una parada de metro que nos venía mejor.  Bueno, decidimos los padres porque los niños estaban de un protestón subido tremendo, pero hicimos oídos sordos porque queríamos pasar por el Real Observatorio y por el molino, lo único que queda de la Fabrica de porcelana de la China.

Al final, Daniel no logró jorobarnos la mañana y eso que lo intentó por todos los medios. Eso sí, se ha quedado sin pantallas hasta el fin de los tiempos.

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Sí, hacen cosas muy chulas. La pena es que no nos enteramos ni de la mitad. Este paseo me encantó :)

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  2. Puff. Que pocas ganas de que los míos Sean adolescentes. Y la actividad una pasada, que montón de cosas interesantes! Es una pena no vivir allí. Pero me apunto cosillas para cuando vayamos

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