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viernes, 18 de febrero de 2022

Time-out y Blood on the clocktower en Kamikaze shop

El sábado nos apuntamos a las jornadas de juegos de Kamikaze Freak Shop. Hacía mucho que queríamos volver, pero no nos coincidía. Es el único sitio que conocemos en el que se juega a Blood on the ClockTower, un juego flipante del que Iván se hizo su propia copia en cuanto pudo para jugar con los amigos en los recreos (una pena que acabaran prohibiendo todos los juegos de cartas por el tema del COVID).

Se trata de un juego de roles ocultos parecido a los hombres lobo de Castronegro, pero un millón de veces más complicado. Aquí todos tienen poderes: los demonios, los esbirros, los aldeanos y los forasteros. Unos envenenan para que tu poder no funcione bien, otros matan indiscriminadamente, otros ven pistas, otros reviven a muertos... ¡Vamos! Que pasa de todo y la gente se vuelve muy loca dándolo todo. Risas aseguradas.

Como hasta después de la cena (unas pizzas que se piden para comer en la tienda) no se organiza la partida a Blood on the clock tower, nos apuntamos a otra partida multitudinaria a Time-out, un juego muy divertido que no conocía. Es un party basado en el juego de las películas norteamericano. Se eligen cuatro categorías (en esta ocasión fueron series, personajes, dioses y Disney), se reparten siete tarjetas al azar entre los jugadores. De las siete cada uno descarta las dos que le parezcan más difíciles, se juntan las cinco seleccionadas por cada uno, se barajan y comienza el primer turno. Jugamos en dos equipos de cuatro y cinco personas. Un jugador de un equipo coge el taco de tarjetas y tiene que conseguir que los de su equipo adivinen el mayor número posible describiendo lo que lee sin usar las palabras de la tarjeta en 40 segundos. El equipo se queda con las tarjetas acertadas y el taco se pasa a un jugador del siguiente equipo para que describa las tarjetas que le toque. Así hasta que se acaben todas las tarjetas. 

Entonces, se cuentan los puntos, se vuelven a barajar las mismas tarjetas y comienza la segunda ronda. Ahora sólo podemos decir una palabra por tarjeta y el equipo sólo puede dar una respuesta. Lo bueno es que ahora se puede pasar directamente a la siguiente tarjeta si vemos que no hay manera de adivinarla o el equipo da una respuesta incorrecta. Cuando pasan los 40 segundos se pasa el taco al equipo contrario y se repite la dinámica hasta que se acaban las tarjetas. Se vuelve a contar los puntos, se vuelven a recoger las tarjetas, se vuelven a barajar y comienza la última ronda: ¡la de mímica y onomatopeyas!

La más difícil y divertida de todas. De nuevo un jugador tiene 40 segundos para hacer que su equipe adivine la tarjeta usando sólo su cuerpo y los sonidos que pueda emitir, pero sin palabras. También puedes pasar a la siguiente tarjeta si no ves cómo representarla o al equipo le cuesta demasiado sacarle. Recordad que sólo tenemos 40 segundos para acertar el mayor número posible de tarjetas.

Al final gana el equipo que más puntos haya tenido en total. A Iván le gustó tanto que se hizo su propio Time-up al día siguiente. Es un poco caótico porque no ha tenido en cuenta el tema de organizarlo por categorías, pero es muy divertido jugarlo. Habrá que ampliarlo y hacer lo de las categorías cuando tengamos tiempo (Ja, tener tiempo, que chiste más bueno).

Tras las pizzas, comenzó lo que todos estábamos esperando: una intensa sesión de Blood on the clocktower. Al pueblo ha llegado un demonio (mata a alguien cada noche) que ha poseído el cuerpo de uno de los habitantes, pero no sabemos de cual. Uno de los jugadores coge ese rol y puede elegir entre tres roles de aldeanos o forasteros como tapadera. No viene sólo ya que se trae a sus esbirros para que le ayuden, pero estos pobres vienen sin tapadera y tienen que arreglársela como puedan. Por eso es importante saberse los roles para poder defender su inocencia. Hay roles de los buenos que no se pueden desvelar de buenas a primeras o serán las siguientes víctimas del demonio, que no le interesa que sigan acorralándole con sus poderes. es el caso del matademonios (que puede disparar y matar directamente al demonio de un disparo durante el día una vez por partida si tiene sospechas), el monje (que puede evitar cada noche que el demonio mate a alguien), la adivina (que señala cada noche a dos jugadores y el máster le indica si son buenos o malos, pero cuidado que hay falsos resultados de malos), el científico loco (que puede revivir a un muerto una vez por partida)... Eso es lo que deben aprovechar los esbirros para esconder sus malas intenciones. Es muy divertido cuando dos personajes afirman tener el mismo rol, así ya se sabe que uno de los dos miente porque sólo puede haber un rol de cada personaje en juego. También es difícil defenderse cuando no puedes confesar tu rol por miedo a no sobrevivir la noche. Y cuidado porque hay un esbirro que puede envenenarte sin que te des cuenta y hacer que tus poderes funcionen mal. O puede resultar que estés borracho y te creas quien no eres. Ya digo que el juego es de los más complicado.

Cada noche muere un jugador, o no, porque el monje puede defenderlo. Y cada día los jugadores pueden acusar a uno o varios y votar para ver quién muere. El que más votos consiga se va al cadalso, pero si hay empate no muere ninguno. Precisamente, casi me tiro al cuello de unos jugadores precisamente por este tema. Habíamos logrado acorralar al demonio, ¡hasta algún muerto lo había votado! (los muertos pueden seguir opinando, duermen cada noche como el resto, tienen un voto para utilizar una vez en la partida, pierden sus poderes y no pueden acusar). Y entonces, entonces, un jugador se alzó para acusar al psicópata (un personaje muy singular que luego os explico) y, lo peor de todo, muchos jugadores se animaron a seguirle el juego y acabó la cosa en empate regalándoles otro turno más a los malos y perdiendo los valiosos votos de los muertos. El máster tuvo que poner orden para que la cosa no se saliera de madre. Por una lado, nos reíamos, de la situación pero por otro queríamos llevar al cadalso a los que nos habían fastidiado la ejecución.

El psicópata es un personaje singular que puede matar a un jugador cada día si así lo quiere. En cuanto mata al primero se descubre. Es un esbirro del demonio, pero no sabe quienes son sus aliados, así que se deben andar con tiento para no cargárselos en el proceso. Matarlo es bastante difícil porque, además de tener que conseguir el número de votos mínimo, hay que jugar con él a piedra, papel y tijera. En las dos partidas que jugamos fue imposible matarlo. Y doy fe que lo intentaron. Yo vi claro que salía más rentable perseguir al diablo que perder el tiempo con el psicópata.

En la segunda partida este papel le tocó a Iván, que derrocho aptitudes interpretativas con su papel. Mataba a sus víctimas con un hacha y terroríficas muecas malignas. Intercalando comentarios para dejar claro por qué los había elegido. Y cada vez que le votaban para su ejecución se quejaba lastimero: "Encima que os preparo hamburguesas de carne humana...", "Encima que, como no os gustaron las hamburguesas os he hecho perritos con el matademonios...". Y cada vez que acusaba él a alguien alzaba las dos manos y las dos piernas para que le contaran cuatro votos. Estaba imitando al chico que había hecho de psicópata en la partida anterior, pero hay que decir que su versión era tan divertida como la de su predecesor. Es un rol que da mucho juego.

Por cierto, cada partida es diferente porque el máster cambia los roles de una a otra, con diferentes poderes y atributos, aunque el número de cada tipo se determina en función del número de jugadores.

Con mucha pena nos fuimos sin poder jugar una tercera partida porque ya era muy tarde y tampoco es cuestión de meter a los peques mucho más tarde en la cama, aunque esa noche se fueron a las  dos y media pasadas de la madrugada. Eso sí, contentísimos con las jornadas.

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