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jueves, 3 de noviembre de 2022

La Ouigato o Miauja de Iván

 

La tarde Halloween me vino Iván con una propuesta de juego muy peliaguda. 

"Mira mamá. He preparado una actividad muy chula para cuando se haga de noche", me contó muy entusiasmado poniéndome una Ouija handmade y personalizada delante de mis narices.

Estudié el dibujo que me presentaba y, la verdad, es que me hizo mucha gracia. le había dado mucha pereza poner el abecedario y los números del 0 al 9, así que había dividido el folio en cuatro con dos Yes y dos No muy graciosos a la par que inquietantes.

El hermano mayor no dudó en apuntarse en cuanto se enteró de la macabra idea. Pues nada nada, me dije a mí misma. Comprobemos si hay espíritus en la casa de las abuelas de Covarrubias.

En cuanto anocheció nos subimos al desván con Ouija llena de gatitos truculentos y una moneda de cinco céntimos, que me los conozco y sospechaba que había riesgo de desaparición del dinero.

 Nos sentamos en el cristal que hace de lucernario con el piso de abajo muy solemnemente, pero no tardamos en removernos porque a mí me daba miedo que cediera el cristal y acabara todo el tragedia. No tengo ni idea del peso que pueda soportar, pero no podía concentrarme con ese vacío bajo mí.

Ya más tranquila les propuse poner los dedos en la moneda y comenzar con las preguntas. Ahí empezaron los problemas porque los tres dedos cabían justitos en la moneda y después de unas cuantas peleas territoriales por superficie monedil decidí bajar a por otra de cincuenta céntimos, que creo que es la más grande en circulación.

Ahora sí. Ahora las yemas de los tres dedos cabían con comodidad.

"Venga", les animé, "empezad con vuestras preguntas".

"¿Se merece Daniel el castigo que le ha caído hoy?", comenzó el mayor empujando con todas sus fuerzas hacia el No, mientras su hermano impulsaba con igual ahínco hacia el Yes. Ganó Iván porque yo sumé mi dedo a su causa causando la indignación del interesado.

"¿Hay que dar más tiempo de turno de videojuegos a Iván?", preguntó a su vez el pequeño. Y comenzó de nuevo la lucha por la respuesta. Ganó el No gracias a mí. 

"Lo estáis haciendo mal y encima vamos a romper la Ouija", les espeté cuando ya casi llegaban a las manos y después de unas cuantas preguntas tontas más.

"Esas no son las preguntas correctas", les expliqué, "A ver, dejadme a mí"

"¿Hay alguien ahí?"

"No"

"¿Estas mintiendo?"

"No"

"¿Quieres matarnos?"

"¡¡Mamáaaaa!!"

Pero que caguetas son en el fondo. Sobre todo el más pequeño que ya me miraba con inquina. No saben jugar a esto.

"Están bien, está bien", cedí conciliadora. "Está claro que no hay espíritus en esta casa, pero, por si acaso, vamos a buscarlos por los rincones.

Sorpresivamente se prestaron de buen grado a la búsqueda del fantasma y nos echamos unas buenas risas buscándolos por la parte de trastero del desván.

Todo fue bien hasta que la bombilla comenzó a fallar y a apagarse y encenderse. 

Menudo susto. Daniel la arregló apretándola, pero aun así decidimos bajarnos por unanimidad. No porque pensáramos que hubiera nada sobrenatural suelto por ahí, pero por si acaso...

 

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