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sábado, 6 de enero de 2024

Fin de año en Tenerife

El caso es que llegamos a tiempo para despedirnos de 2023 acompañados de mi familia canaria, así que vamos a olvidar lo malo. Con malo quiero decir la #@$%& de las huelguitas, siempre jorobando al pobre viajero que sólo quiere ver a su familia... Pues eso, que llegamos, e incluso pudimos regresar, aunque tres días después de los previsto. Con eso nos quedamos.

Y con que lo pasamos genial en Nochevieja. Primero nos fuimos a dar una vuelta para ver el ambientillo por el barrio de mi padre y le encroquetamos al hijo a mi hermana. Por lo visto no les gustan los parques de arena, pero vio a sus primos hacer el loco y no pudo resistirse a seguirles. Así que tuvieron que meterle en la ducha después y meter estropajo para que volviera a su color original. Nada grave porque tenía ropa en casa de mi madre, así que no tuvo que romper el año como dios lo trajo al mundo. Además, como yo siempre digo "Niño sucio, niño feliz". Y no me saquéis de contexto la frase, que "us" conozco.

En venganza al encroquetamiento de su vastago, mi hermana trajo un karaoke pensando que nos daría vergüencita, pero que va. Ahí estuvimos dándolo todo y jugando a adivinar la canción que se tararea. Esto último es aún más difícil que cantar sin escuchar la letra y siguiendo la musiquita. Y aún así hubo milagrosos aciertos, ¡incluso a la primera! Spoiler: Yo no fui uno de los de oído portentoso sino más bien al contrario, pero y lo que me reí, qué. Hubo dos de pecho, gallos, gallinas, graves, agudos, imaginación al poder, locura desatada... en fin, un poco de todo. Vamos, que me dio la impresión en algún momento de que mi hermana se arrepentía de lo que había hecho. Creo que más o menos fue cuando le empezaron a "sangrar los oídos, más o menos en el momento en el que cogí yo el micrófono y ya no lo quería soltar.

Qué pena que tuvimos que dejar la vena artística para luego porque ya se acercaba la hora del H del día D. Mi madre se había acordado de comprar uvas, pero a mi hermana se le olvidaron los Lacasitos, siendo ella una de los damnificados. Afortunadamente llevábamos frutos secos para el avión y no nos los habíamos comido. ¡Un milagro de la Navidad!

Y todos los uvofóbicos (había unos cuantos) pudieron atragantarse a gusto al ritmo de las 12 campanadas gracias a nuestros anacardos.

Yo soy pro uvas, pero también soy pro trampas y de comenzar en los cuartos. Qué le vamos a hacer. Cada uno tiene lo suyo. Lo importante es ganar... digoooo, terminar con el último dong. Y eso lo logré. Sin atragantarme, ni pasarlo mal. Tan a gusto.

Y a besarnos, abrazarnos, felicitarnos... con cervecita y refrescos, porque tampoco se acordó nadie del champán o el cava. Algo que se agradeció enormemente porque a casi nadie le gusta. Es más, pondría en la mano en el fuego a que no le gusta absolutamente a nadie y que se tiraba todo el contenido de las copas por el fregadero. Menudo gasto tonto, ¿no? Pero nosotros ahí años tras año comprando el líquido espumoso para luego tirarlo. A ver si hemos aprendido por fin y el próximo año otra vez empezamos el año con cervecita, que me gusta mucho más. Donde va a parar.

Lo siguiente fue subir a la terraza para ver los fuegos artificiales, pero la cosa estaba muy parada. Es lo malo de tomar las uvas a la hora goda. A la hora, ya sí que se animó más el ambiente y empezaron a estallar cohetes y fuegos artificiales por todos los lados. Menuda fiesta. Nos pasamos un buen rato corriendo de una punta a otra intentando ver todos. Por supuesto no lo logramos, pero fue divertido. Y menudo follón montaron con las sirenas de los barcos y las sirenas de los bomberos. Ambientazo.

Entre pitos y flautas nos fuimos a la cama a las mil, como es normal cuando toca cambio de año.

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