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sábado, 13 de agosto de 2011

En Elda con los bisas

Los bisabuelos y la abuela Matilde recibieron a Daniel como agüita de mayo. Todo en él les pareció maravilloso. Cómo es un niño muy cariñoso enseguida se ganó su simpatía, con lo que me lo tenían mimadísimo.

Nada de lo que hacía les poarecía mal, aunque les estuviera rompiendo la casa. Bueno, mi abuelo sí que se preocupaba de sus cosas más queridas, como lo cascos con lo que oye la televisión al volumen que quiere sin molestar a nadie. Es lógico. Aunque mi abuela le miraba con reproche y le instaba a dejar tranquilo al "pobre" niño. "Deja tranquilo al niño, Antonio" le instaba con voz agria, mientras a mi abuelo se la salían los ojos porque el pequeñín se acercaba peligrosamente a su cámara de fotos.


La verdad es que de pobre nada. Se lo pasó bomba recorriendo la casa y haciendo de las suyas a cada momento. El peque jugaba mucho con mis abuelillos, aunque a veces lo hacía un poco a lo bruto y tocaba intervenir. Ellos estaban encantados.

Después de la visita de bienvenida, nos fuimos al campo (que ya ni es campo ni ná, porque lo urbanizaron hace unos años, pero se está bien). Mis abuelos no vienen desde el año pasado porque están viejitos y se encuentran más cómodos en su casa del pueblo. Mi madre tampoco se venía con nosotros para quedarse a cuidar de ellos. Al llegar comprobamos que mi progenitora nos había hecho una compra exagerada para que no nos faltara de nada, pero de todas formas Raúl se fué al supermercado para adquirir ciertas cosillas  de nuestro capricho.


Me dejó sola con el niño una media horita, pero le dió tiempo de sobra para hincharme un ojo de un cabezazo. Me quedé muerta. Cómo dolía. El pobre se preocupó mucho y me cubrió de besitos babosos. Me costó un poco reaccionar y devolverle el abrazo, pero finalmente los acuné un poco antes de que sus pucheritos se convirtieran en llanto. Lo tranquilicé mientras le explicaba que no se podía ser tan bruto y que había hecho mucha pupa a mamá. Creo que algo entendió, pero no pondría la mano en el fuego.

Cuando Raúl volvió del super casi se le caen las bolsas de las manos al verme "¿¿¿Pero que te ha pasado???" exclamó. "Pues ya ves, que tu hijo me ha hinchado un ojo". El pequeñín jugaba con sus coches sin darse por enterado. Mi marido se hizo cargo de la situación y me untó generosamente la barrita de los golpes del niño por la zona afectada. Ya era demasiado tarde. El ojo se me hinchó y se me puso morado. ¡Un cuadro!

4 comentarios:

  1. ¿La barrita homeopática para golpes no funcionó?? No me lo puedo creer...

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  2. ¿Es homeopática? No tenía ni idea. Normalmente funciona, pero esperé mucho para ponérmela. Con Daniel hace milagros.

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  3. ayyyyyyyy los bisabuelos !!!! seguro que les llenaria Daniel la casa de alegría ! lo de los besitos babosos me encanta, una lastima que sólo curen el enfado!! espero que el ojo esté pronto en su tamaño de siempre, un abrazo!!

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  4. Ya está casi curado. Sólo queda una marquita sin importancia. La verdad es que los besos de Daniel son maravillosos, pero este chico tiene un morro que se lo pisa. Ultimamente va con la torta y el beso preparados.

    La verdad es que sí que les llenó la casa de alegría... y de gritos, golpes, lloros, risas... en fin, que los niño se hacen notar mucho y luego se echan de menos.

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