La verdad es que se me ocurren muchas más cosas que hacer con Daniel que con Iván por cuestiones de edad. Cuando el mayor era un bebé tampoco se me ocurrían muchos juegos más allá que las cosquillas, el cucutrás y las rodillas caballito. Pero me apetecía mcho salir de esa dinámica con el pequeñín de la familia.
Se me ocurrió sacarle nos animales de plástico para que jugara. El cogía uno y yo lo nombraba e imitaba el sonido que emitía o exclamaba alguna característica (He de admitir que no tengo ni idea de lo que hace la Jirafa, así que gritaba entusiasmada ¡Jirafa altaaa!). Le encantó. Cogía y soltaba animales mientras me miraba para ver que hacía en esa ocasión. Cuando se cansó le saqué unos cubos encajables. Estuvo mucho tiempo golpeándolos, apilándolos e, incluso encajándolos, aunque no en orden, como es de suponer.
Al final le mezclé los dos juegos para ver que hacía. Se dedicó a meter y sacar los animales de las cajas. Estuvo entretenido muchísimo tiempo.
Cuando acosté al bebé. Daniel se encontró todo el tinglado en la habitación de juegos y se empeñó en jugar él también. Hicimos un zoo chulísimo. Con los cubos pequeños construimos unas escaleras. Los cubos grandes los pusimos alrededor y finalmente añadimos las personas de Lego para que lo visitaran subiendo las escaleras y asomándose por los cubos grandes.
Me lo pasé en grande con los dos.
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