El cuadro de mandos lo hice yo en su totalidad. Pensé que Daniel disfrutaría más jugando con él que haciéndolo. ¡Le encantó! Usé tapones, envases de natillas, la rueda de un desodorante, la anilla abrefácil del paquete de café, tetra bricks de leche, pegatinas... Cualquier cosilla cobraba forma en mi imaginación y le encontraba enseguida un uso. Lo pegué a la mesa de juegos y, por falta de tiempo, completé el conjunto con otros juguetes en vez de seguir pegando tapones.
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