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martes, 2 de febrero de 2021

Kit de Escape Room: La pirámide maldita

Estaba yo tranquilamente tuiteando cuando Papi primerizo turbó mi paz con un tuit en el que me preguntaba si conocía los Escape Rooms de Runas Experience. Y la verdad es que no, pero de repente sentí la necesidad de conocerlos, así que me hice con una oferta que tenía de pack de tres juegos (dos infantiles y uno para adultos) con envíos gratis. ¡Ale! ¡Para la saca! Me llevé La Pirámide Maldita, La Academia Mágica y Atraco al banco.

No tenía prisa porque llegaran, porque últimamente se nos va el tiempo volando y parece que no hay tiempo para nada, pero al poco de recibirlo mis fieras dieron con ellos y, claro, les picó la curiosidad tanto como a mí. Como siempre cada niño mostró predilección por un juego distinto para hacerme a mí las cosas más difíciles.

Afortunadamente, el calendario de días especiales vino en mi ayuda. Resulta que esa semana no había nada especial, pero a la siguiente se celebraba la Harry Potter Book Night. Perfecto. Ese fin de semana escapábamos de una pirámide maldita y a la siguiente de una Academia de Magia. No nos podría haber cuadrado mejor.

Así que este finde semana nuestra casa se convirtió en un desierto inhóspito, lleno de bichos peligrosos. Comenzamos nuestra aventura en la habitación de los papis, donde nuestra cama se había convertido en un erial de arena con duna y todo. Allí nos atacó una serpiente (libertad creativa que me tomé), mientras mis hijos la aporreaban sin piedad el resto de alimañas nos rodeaban con malísimas intenciones. 

Tuvieron que buscar otra opción que no fuera violenta ante mi amenaza de matarles allí  mismo y se acabó el juego. Por supuesto, encontraron la naranja sospechosa que no pegaba allí ni con cola y se la tiraron a la boa constrictor para poder escapar...con tan mala suerte que nos caímos por una agujero que nos llevó al interior de una siniestra pirámide. Y allí empezó el verdadero Escape Room. A los niños les encantó el tema de meter más historia a la aventura, pero mi marido, que es más de seguir las instrucciones no paraba de preguntar: ¿Pero esto no era un escape room? Es que no lo parece. ¿Seguro que esto viene en el escape room? Ese día no estaba por meterse en el papel...

El caso es que caímos en una habitación llena de objetos misteriosos (y más bichos). Nos encontramos dos gatitos perdidos (más licencias creativas, sí. Y mi marido con cara de vinagre. Ainsss). Los adoptamos y nos metimos de lleno en lo que quería Raúl: descifrar los enigmas que nos darían el código que abriría la puerta de la sala.

Entre los curiosos objetos encontramos cuatro partes de un diario de investigación de un arqueólogo repletitos de pistas para ayudarnos en nuestro cometido. Cada uno tenía una parte de la pieza que nos faltaba para encajar todos los puzles, así que teníamos que leerlos con detenimiento para encontrar las claves. Eso me moló mucho porque nos aseguramos que el juego es colaborativo. No se puede avanzar sin la información del resto de los exploradores.

En esta primera sala nos encontramos con dos acertijos: uno que nos hará falta más adelante y otro que no da el código. Nosotros sacamos primero el del código y eso nos desorientó un poco, pero al final de la partida entendimos la utilidad del segundo acertijo.

El caso es que nos movimos a la segunda sala (nuestro salón). Allí les salió al encuentro un terrorífico minino llenos de tentáculos ("Mami, si es muy pequeño y mono...", "Sssssh, calla Daniel, no trolees a tu madre"). Era el mismísimo Miarlathotep, el primigato. Amenazó a los peques con hacerles sus esclavos para que jugaran con él por toda la eternidad porque se sentía muy sólo. Y los peques, como era de esperar, intentaron machacarlo, pero volví a amenazarles con muerte instantánea y fin del juego si no usaban sus neuronas en vez de la violencia. Mientras los peques pensaban, el padre bostezaba (fue el auténtico troll de la jornada, no entiende al alma libre de su mujer). Como veía que la cosa se alargaba y Raúl estaba a punto de explotar, decidí darles una pista. De repente, los gatitos que encontramos se acercaron a Miarlathotep y se pusieron a jugar con él. Pues aún así no querían soltar los gatos para dejárselos de amigo al pobre primigato. Menudo egoísmo. En fin, les prometía que los recogeríamos a la salida, pero que se los dejaran a la pobre criatura lovecraftniana un ratito.

Otra vez nos metimos de llenos en la misión de resolver acertijos. Y allí nos pusimos los cuatro a juntar piezas, descifrar mensajes, deducir el siguiente paso... hasta que dimos con el código de la siguiente habitación (el comedor).

Allí les esperaba Cthulhín el inefable, pero una mirada de mi maridín me quitó las ganas de seguir metiendo añadidos al juego. Él quería que nos centráramos en los enigmas y luego me explicó que pensaba que el resto afectaba a la concentración de lo peques. Aunque luego le demostré con sabias palabras que había tiempo de narrar un poco la historia con alguna pruebita extra y luego tiempo para concentrarnos en las pruebas del Escape. Además, no pusimos la cuenta atrás porque pone muy nervioso a los niños y no se lo pasan tan bien con esa presión. Cada niño es un mundo.

El caso es que habíamos logrado entrar en la última cámara y debíamos descifrar el gran enigma que nos daría la clave para salir, por fin, de nuestra trampa.

Nos costó un buen rato porque a Daniel se le había pasado una pista de su cuaderno, que pensó que no era importante. Al final, revisando todos los diarios, el padre dio con la clave y alineamos todos los elementos para encontrar por fin el código que nos llevaría a la libertad. Yujuuuuu.

Fue una aventura muy chula y se han currado un montón la app, en la que podemos encontrar carteles opcionales para imprimir, una playlist de música para ambientar, las instrucciones del juego y las soluciones de los enigmas, un cronómetro y el validador de respuestas. Mola porque te da la opción de no leerte las soluciones y jugar como uno más, que fue lo que hice. Sólo teníamos que meter el código en el validador de respuestas para ver si conseguíamos abrir la puerta. 

Creo que para la de la Academia mágica me voy a ceñir al guión y pondré el cronómetro para hacer feliz al padre de las fieras jajaja

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