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jueves, 22 de julio de 2010

De rebajas con bebé


Necesitaba una camisetas de verano, porque con la mudanza de una casa a otra hay muchas cosas que no recuerdo donde las he metido. Y una de ellas son las camisetillas frescas. Cómo el calor aprieta y las rebajas este año parece que no tienen desperdicio. Me armé de valor y me sumergí en la vorágine del centro comercial con bebé incluído.


Mientras el carrito estuviera en movimiento no había problema. El niño miraba a todas partes tan feliz. Si me paraba cerca de algo que llamara su atención estiraba las manitas y sobaba la ropa colgada con deleite, pero se acaba cansando y se ponía brutito exigiendo movimiento o que le sacara del carro para poder recorrer mundo a su antojo. Por supuesto, eso no era posible, así que me ponía de nuevo en marcha empujando el carrito. Era imposible mirar nada de esa manera.

Desesperada, busque una tienda de niños y adquirí el juguete más barato que encontré. Nada menos que nueve eurazos. Tendría que haber entrado en la siguiente juguetería. Mano de santo. El niño estuvo entretenido toda la jornada. Y yo pude mirar y comprar a gusto. Hasta me dio tiempo a discutir con la dependienta por un precio mal marcado. Lo que no puedo es probarme mis adquisiciones. Eso es pedir demasiado. Me parece un engorro entrar a los probadores con carrito y todo. Me llevé todo a casa para comprobar que me quedaba bien. Acerté con la mitad de las compras. La otra mitad la tuve que devolver otro día porque me sentaba bastante mal. Pero para las devoluciones Daniel no consiguió un juguete nuevo. Con este método me puedo arruinar.

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