Ahora que veo cómo Daniel degusta la arena del parque y le pega bocados a los pobres gatos me río de cuando había que esterilizar al máximo los biberones, lavar su ropita con detergentes especiales, incluso antes de la primera puesta, tener todos los lugares donde plantabamos su cuerpecito bien limpios.
Supongo que cada cosa tiene su tiempo y es que cuando los niños viene al mundo dan una impresión de fragilidad infinita, así que te tomas muy en serio lo de protegerlo de todos los peligros. Incluso de los que no se ven. Al pequeñajo te lo dan casi sin defensas, así que tienes que estar ojo avizor con los gérmenes. Pero también tienes que proporcionarle pequeñas dosis para que se vaya fortaleciendo. Como sucede con las vacunas.
Yo procuraba rodearlo de un ambiente limpio, pero sin exagerar. Cómo me dijo alguien que no recuerdo: ¿la teta también la hierves?
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