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domingo, 16 de enero de 2011

El caballito peludo ¡Por fin!

 Mi obsesión estas navidades era que los Reyes le trajera a Daniel un caballito balancín. Y si encima era peludo y suavecito mejor. pero que se lo trajeran a Madrid, que luego en el avión me ibana decir que el caballito peludo viajaba en barco, pero que ahí no cabía. Así que yo soñaba con el día en que mi niño se encontraría con su equino.

Los días pasaron y papa Noel le trajo una mesa de actividades que le encanta, coches y un garage con el que aún no sabe jugar, aunque yo le estoy enserñando con mucha paciencia (lo destroza alegremente). Los Reyes le trajeron muchas cosas en Las Palmas para gran emoción del pequeñajo. Y una vez en Madrid le fui entregando poco a poco lo que allí le habían dejado. Hoy los libros de colores y sonidos, al día siguiente los cubos para construir y almacenar... Pero no veía el día para darle el caballito.




El problema era que queríamos estar los dos progenitores presentes y, además, que el niño tuviera tiempo suficiente para jugar. Una misión imposible. Ayer, después de ir a recoger lo que le habían dejado los reyes en casa de su abuela Chari y su abuela Paca (un montón de cosas chulas: un coche que andaba y hacía pop pop con unas bolitas de colores, un puzle de un pez precioso, unos cubiertos de niño mayor y ropa de domingo), decidimos que ya no podíamos esperar más y se lo dimos aunque era un poco tarde.

Enseguida nos dimos cuenta que con tanto regalo el niño ya había aprendido a desenvolver el solito. Parece que le había gustado el balancín, pero ahora tocaba montarlo porque tenía mil piezas pequeñas y peligrosas. Daniel le tocó las orejas en las que habían botones para que el caballo relinchara y sonara música, abrazó el cuello del peluche y acarició la superficie suave con deleite. Y luego se lo quitamos para poder montarlo. Lejos de montarnos un pifostio, se dedicó a jugar con la caja. Descubrimos que también era un estupendo balancín. Se lo pasó bomba con el envoltorio.

Esa misma noche lo montó Raúl. Y al día siguiente ya pudo disfrutar Daniel de su juguete. Yo no estaba pero dice mi marido que se balanceó un rato y después lo que quería era recorrer el pasillo con él. Así que cambió la modalidad balancín por correpasillos. Le quedan un  par de centímetros para avanzar con comodidad, pero lo importante es que le gusta.

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