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lunes, 24 de enero de 2011

Daniel es un terremoto

Este niño puede conmigo... ¡Y con todos! No para la pata y siempre está haciendo alguna trastada. Cuando estoy liada con algo y no le oigo me pongo a temblar y corro a buscarlo. Seguro que está en medio de alguna de sus fechorías.
Lo que peor llevo es encontrarme la escobilla del baño en cualquier sitio. Me temo que los bebés no nacen sabiendo lo que es asqueroso y lo que no. Hay que enseñarles, pero éste se resiste a aprender.

Todo lo quiere coger, agitar, tirar, romper... Sobre todo las cosas frágiles y delicadas. No sé cómo sabe qué es lo que más fastidia a su madre, pero lo sabe y lo pone en práctica. Vaya trasto.

Hay que ver cómo escala hasta las cimas más peligrosas y los equilibrios que hace, cuando, otras veces, da dos pasos y se desestabiliza. Y lo rápido que crece. Ya llega a sitios que no me esperaba. La sorpresa ya me ha costado algún disgusto del tipo: "¡¡¡Suelta esas tijeras ahora mismo!!!".

Cómo le gusta pegar y morder, sobre todo a su pobre madre. Y no hay manera de hacerle entender que está mal. Si le riñes o le pegas tú se ríe (flojito). La única manera de castigarlo es inmovilizándole un ratito entre tus brazos. Pero aún así, me da la impresión de que no acaba de relacionar una cosa con la otra y que mas bien piensa: "Ya está mamá otra vez tocándome las narices".

Cuando voy a casa de alguien tengo que poner mis cinco sentidos para controlar a Daniel y evitar destrozos. Un estres. ¿A qué edad se vuelven buenos y responsables?

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