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martes, 1 de noviembre de 2011

Iván no

Empiezan los celillos. No de manera exagerada, pero Daniel comienza a darse cuenta de que el bebé me quita más tiempo del que él quisiera. Hago más caso al mayor, pero, por mucho que me esfuerce en que mi chico grande note el menor cambio posible, a Iván hay que alimentarlo y cambiarle el pañal cada poco, así que ya no puedo jugar con Daniel horas y horas como antes.

Al principio estaba emocionado con su hermanito pequeño. Lo nombraba a gritos a cada momento, corría a la cuna para despertarlo (no veas la gracia), quería cogerlo y le daba caricias (un tanto bestias a veces) siempre que tenía la oportunidad. Ahora ya empezamos con el "Iván no", pero no le queda otro remedio que convivir con él y compartir a sus padres. Sobre todo a su madre, que es la que pone el pecho.

Nosotros intentamos que participe en el cuidado de Iván lo máximo posible. Incluso me ayuda a cambiarle el pañal al bebé. Le encanta ponerle la cremita. Lo extraño es que la caca del hermano no le da asco, pero no puede soportar ver el biberón del pequeño. Le dan unas arcadas horribles. Aún así se acerca para intentar dárselo, pero se tiene que marchar enseguida. Es muy voluntarioso. Lo que más le gusta es despertarle. "¡Iván pierta!" grita encantado. Aunque yo le pida por favor que le deje dormir.

Cuando nos cruzamos con alguien por la calle y se paran a ver a Iván el exclama "mío, bebé mío". Por ahora, la gente está teniendo mucho tacto y tiene atenciones para los dos.

Supongo que algo de celillos era inevitable.

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