Cumpleaños febril

Iván amaneció con mal humor el día en el que cumplía realmente el año. Lloraba a la mínima y me mordió unas cuantas veces.

Le llevé a la guardería tras dejar a su hermano en el cole y me montó un espectáculo horroroso. Me fui de ahí un poco deprimida, pero lamiéndome las heridas con el pensamiento de que ese día sólo le dejaba hasta la una. A las 15.30 le tocaba la revisión del "Niño sano" y prefería que durmiera la siesta en casa.

Cuando volví a por mi bebé me lo encontré llorando con los ojos enrojecidos. Le acababan de poner el termómetro y marcaba 38. Lo llevé volando a casa y allí lo metí en la cuna. Se durmió enseguida.

Afortunadamente, no le tuve que despertar para llevarlo al médico. Abrió los ojos a eso de las tres, le di un poco de merendar y nos fuimos a la consulto. Ya no tenía nada de fiebre. Allí lo miró la pediatra. Dijo que tenía un virus típico de guardería y le recetó lo de siempre: Apiretal y Dalcy cada ocho horas y observar la evolución.

El peque ha pesado nueve kilos cuatrocientos y mide 77 centímetros. La facultativa me indicó que había bajado de peso, pero que no era nada preocupante. Luego me recomendó que comiera de todo: "Cómo si quieres hacerle huevos fritos con chorizo" fueron sus palabras exactas. Cuando pasé a ver a la enfermera, ésta me indicó que estaba bien que hiciera caso a la pediatra en cuanto a la alimentación, pero que , por favor, le fuera introduciendo los alimentos poco a poco por si las alergias.

Con el airecillo de la calle el peque se despejó y volvió a ser poco a poco el que era. Yoli, Mari Carmen, Fátima y Ángela le habían preparado una sorpresa. Una estupenda tarta hecha con aspitos, pañales y globos. Tanto el bebé, como su hermano, al que ya había ido a buscar al cole dieron buena cuenta de los aspitos.

Al llegar la noche Iván empezó de nuevo a acusar los síntomas del virus, así que decidí que no le llevaría a la guardería al día siguiente.