La parte mala de estar de rodríguez

Lo que cuento de Todos los Santos y Halloween es la parte buena de la película, pero también hubo una parte mala. Raúl tuvo que irse de viaje y me quedé con dos días de fiesta para disfrutar yo solita de mis dos fieras. Y disfruté de los peques, pero también me desesperé y solté alguna que otra lagrimita.

Era imposible que Daniel dejara de gritar o de tirar juguetes por los aires mientras yo dormía a Iván, con lo que el bebé no se dormía y lloraba y lloraba... de sueño.

Tampoco podía multiplicarme para atender a los dos enanos. Iván estaba tontorrón. Supongo que por los dientes y sólo quería bracitos. Pero es que la mami tenía que hacerles la comida, dárselas, vestirles, asearles, limpiar y recoger... ¡Algo! La casa se convirtió en un basurero. No había manera de encontrar nada.

El único descanso era sacarlos a la calle. En casa, la mayor parte del tiempo, me liaban alguna buena, que luego no me dejaban recoger como es debido. Con el peque en la cadera y el mayor en una pierna era imposible avanzar.

Las noches fueron horrorosas. Daniel durmió bastante bien, pero Iván siguió en su línea. El mayor tuvo bastantes perretas. Supongo que alimentadas por mis ataques de mal humor. Menos mal que fue una de cal y otra de arena. Parecíamos bipolares. Ahora todo eran gritos y lloros, ahora nos reíamos los tres como locos.

Lo cierto es que cuando la noche del dos de noviembre oí la cerradura de la puerta y supe que Raúl había llegado me relajé un poco. ¡Por fin llegaba la caballería!