Páginas

miércoles, 14 de agosto de 2013

Desastre en el Reina Sofía y un acierto de cafetería

Las escuela para padres, que organizó en el primer trimestre el cole de Daniel sobre la iniciación de los más pequeños en el arte, me llegó hondo, así que, ni corta ni perezosa me puse manos a la obra con unas fichas para que mi primogénito aprendiera a apreciarlo a su corta edad. De repente, me di de bruces con la realidad. Hacer las fichas llevaba muchísimo tiempo: labor de documentación sobre el autor, el contexto histórico, el movimiento o estilo al que pertenece, investigar técnicas de diseño para que quedaran chulas y atractivas a los ojos de un chiquillo tan pequeño, para que fueran usables en las manos del padre y en las de un peque que todavía no sabe leer... ¡Un trabajo de chinos!

Pensaba hacer sesenta y al final quedaron en nueve. Hechas con muchísimo tiempo y esfuerzo invertido. Tres para el Reina Sofía, tres para el Prado y tres para el Thissen.

Emocionada con mi obra quedé con mi marido y mi suegra para ir al primero de los tres museos. Ellos querían asistir a la exposición temporal de Dalí y yo probar la efectividad de las fichas. El primer error fue no ir antes al lugar sin chiquillos y localizar las obras para poder ir a tiro hecho.

La primera ficha versaba sobre "Spider", de Louise Bourgeois, una de las pocas esculturas monumentales de araña que están repartidas por todo el mundo. En España es de sobra conocida la del Museo Guggenheim de Bilbao. También fue la primera decepción. Después de mirarnos el plano de arriba a abajo sin lograr situarla preguntamos en información y resulta que hacía más de un año que había pasado al almacén para dar salida a otras obras. La chica que nos atendió se lamentaba de que una obra de tanto valor artístico estuviera cogiendo polvo en vez de estar expuesta y nos recomendó una puesta en escena que iba a encantar a los niños y que pertenecía a otra exposición temporal.

Nos acercamos con curiosidad y nos encontramos con el suelo lleno de arena, un camino de piedrecitas, una jaula con preciosos loros, una casita a la que los peques podían acceder y encontrar una televisión encendida, pero sin señal. Les encantó y me hicieron prometer que volveríamos al acabar la visita. Soltamos a Iván porque no aguantaba en el carrito ni un segundo más. Teníamos que vigilarlo estrechamente para evitar que tocara algo indebido, pero se portó bastante bien.

En el museo había unas obras en concreto que les llamaron muchísimo la atención. Una de ellas era una manilla con un ojo en su extremos más alto que iba de un lado a otro. El ojo se abría y se cerraba como con las tarjetas de hologramas que vienen en las bolsas de patatas fritas. Los chiquillos estuvieron un buen rato clavados allí observando los guiños del ojo.

Daniel se quedó con ganas de la araña, así que saqué los limpiapipas para realizar la actividad de todas formas. Entre todos hicimos tres simpáticas arañitas llenas de color, le conté el cuento sobre la obra y continuamos nuestro recorrido más contentos.

La siguiente obra era el Guernica. Una apuesta segura, porque nunca iba a ir a parar al almacén. Nos sentamos en un rinconcito para no molestar y nos dispusimos a hacer la ficha. Las tenía en la tablet porque la impresora se negó a imprimir y a Raúl se le ocurrió la feliz idea de usar la tecnología para salvar el imprevisto. Daniel estaba encantado. Le conté el cuento sobre el cuadro, buscamos al toro, al caballo, la espada rota y el candil, me señaló que imágenes de acciones eran violentas y cuales pacíficas, buscamos las diferencias entre dos imágenes del cuadro... La ficha fue todo un éxito, a pesar de que hubo un momento en que tuvimos que buscar a papá, que se había ido a dar una vuelta con Iván, porque mamá no se aclaraba con la tablet y otro en el que la vigilante, muy amablemente, nos pidió que nos levantáramos porque no estaba permitido sentarse en el suelo.

Ahora tocaba Mujer, pájaro y estrella de Miró, un autor que habían dado en clase este curso. Para evitar peregrinar de nuevo por el museo y cansar más a los ya cansados pequeñines decididí preguntar directamente a una bedel por la ubicación de la obra. La respuesta fue bastante amplia. Podía estar en un extremo del museo, en el otro, en una sala de la quinta planta o en el almacén por rotación de obras. Con estas indicaciones preferí abandonar el proyecto "Iniciación al arte" y encaminarme a una cafetería con ludoteca que había conocido a través de una revista de decoración.

Es curioso la poca cultura de "niños en el museo" que tenemos en este país. Para empezar no encontramos ninguna salita dedicada a los más pequeños, algo que de lo que se puede disfrutar en casi cualquier museo europeo importante. La gente nos miraba mal en general por haber llevado a los peques allí. Supongo que en su fuero interno pensaban que estarían mejor en el parque.

El caso es que nos encaminamos a la cafetería para dar una respiro a los pequeños y hacer un tentempié. En cuanto llegamos se tiraron de cabeza a la zona de ludoteca, que era completísima: Dos casitas, zona de construcciones Lego, un carrito de muñecos, juguetes a millones, cojines, libros... Un paraíso.

Raúl, Chari y yo pudimos tomarnos una café acompañado de tarta con relativa tranquilidad. Intenté dar el puré a Iván, pero estaba más interesado en nuestros dulces.

Tras el ágape, mi marido y mi suegra volvieron al museo a ver la exposición de Dalí y yo me quedé con los pequeñajos. Aproveché la oportunidad de hacerles la actividad de la última ficha. Saqué los triángulos y círculos de cartón y nos construimos una pájaro muy parecido al del cuadro de Miró. Luego los forramos con cartulinas de colores con diferentes formas que yo había recortado previamente. Tendríamos que haberlos hecho al revés: primero forrar las figuras geométricas y luego montar el pájaro, pero no caí, así que se deformó bastante la figura. Nada que no pudiéramos arreglar con unas tijeras. Las camareras nos miraban con curiosidad mal disimulada. Los peques estaban encantados con la actividad. A Daniel le quedó un pájaro precioso e Iván se dedicaba a despegar las figuras que yo pegaba en el suyo.

Cuando terminamos volvieron al juego. Construyeron con el Lego, jugaron con los coches, con la tetera y las tazas, leímos cuentos... Allí permanecimos en total dos horas y media. Un café con tarta muy amortizado.

Por cierto, si a alguien le interesan las fichas aquí las dejo:

https://dl.dropboxusercontent.com/u/37042142/PDF%20Paseo%20de%20los%20museos.7z

Copiad y pegad en la pestaña de direcciones del navegador y os descargareis las fichas.



6 comentarios:

  1. Lo he encontrado super interesante!!! Muchas gracias por compartirlo. He impreso las fichas y al bolita (aunque aún es pequeño) al menos le leeré los cuentos y que haga lo que le apetezca hacer con las obras de arte.

    Gracias!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te gustara y te sirvieran. Ya crecerá Bolita y podréis ir al Museo a pasarlo bien :D

      Eliminar
  2. Me parece una idea estupenda introducir a los niños desde pequeños en el mundo del arte... Pena que las instituciones no acompañan demasiado, por lo que parece. Un besote!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No entiendo por qué en la mayor parte de los países europeos se le da bastante importancia a introducir a los niños a los museos y aquí no. Ni hay visos de que esto vaya a cambiar. Sólo encuentro actividades para peques de seis años para arriba.

      Eliminar
  3. Que bien lo pasais para el prosimo museo avisame a vee si puedo y voy con los niños que a ellos tambien les gustara y al pq si a con el tuyo mas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso está hecho. Apareces como anónimo, pero me imagino que eres Triana ¿no?

      Eliminar

Me encanta saber lo que piensas.