Ana, de Frikymamá ha propuesto un juego muy original. Se llama "La ventana indiscreta de Frikymamá" y consiste en abrir nuestros rinconcito preferido de casa a su ventana. Mi hogar, a día de hoy, es más de mis hijos y de mis gatos que mío. Se han hecho dueños y señores de todas las habitaciones con sus juguetes, manualidades, arañazos. mordisquitos...
Sé que llegará el día que volverá ser un lugar decente donde vivir y no una leonera de circo. Entonces, echaré de menos pisar juguetes, tropezar con un cuerpecito peludo, buscar una superficie libre para poner la nueva obra de arte de mi pequeños genios, etc. Por otro lado, volveré a tener mi querido rincón de lectura en el lugar más luminoso del salón, como teníamos en la antigua casa. Un lugar en el que relajarse los domingos por la mañana ante un buen libro en la paz y el silencio que antes significaba para mí este día de la semana. Y que ahora significa jolgorio, riñas, juegos...
De mi casa actual, sólo me queda destacar mi camita. Lugar de descanso si no me reclaman mis guerreros en la madrugada para una caricia tranquilizadora. Desde que tengo a mis inquietos peques de sueño ligero, mis horas de descanso vale oro y necesito un rincón cómodo que me invite a soñar.
Pero hasta este lugar, maravillosamente cómodo, se eligió en beneficio de los churumbeles. A mí me fascinan los cabeceros de forja. A mi marido los de madera. Al final elegimos uno de cuero sintético con rellenito para una lactancia nocturna cómoda y agradable.
Se despide, casi desde su lugar favorito de la casa, madre desesperada para La Ventana Indiscreta de FrikyMamá
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lunes, 30 de junio de 2014
Libertad creativa con plastilina casera
Últimamente sólo ideo actividades pensadas para Daniel. O esa es la impresión que tengo. A lo mejor por eso Iván se suma como mucho un ratito y luego nos abandona por otras cosas de su interés, por ejemplo, sus amados superhéroes.
Echando la vista atrás me acordé de los bien que se lo pasó Daniel a la edad de Iván con plastilina casera que le hice una vez para que guarreara lo que quisiera, o con los garbanzos, lentejas y arroz que le saqué una vez para que transvasara a gusto. Pensé que si unía ambas actividades sería aún más divertido. Busqué una receta de plastilina por internet e invité a los niños ha hacerla conmigo. La verdad es que necesitaba fuego y era bastante pringosa. Justo un día después, vi otra mucho mejor en el libro "Yo no me aburro en verano" de Diario de Mujer (sólo se puede descargar hasta el 31 de julio). ¡Suele pasar!
El caso es que los peques me ayudaron a hacerla sin mucho convencimiento, pero una vez la tuvimos en nuestras manos estuvieron más que dispuestos a desarrollar su creatividad con los utensilios de la cocinita y de la plastilina. Daniel mas que Iván, con el que tuve que estar todo el rato para evitar que lo dejase todo y acudiera raudo, veloz y con sus manitas llenas de aceite a la habitación de los juguetes. Mi idea era dejarles solos en un recinto controlado (la cocina, fácil de limpiar y con todo lo peligroso previamente escondido) para que Daniel no contara con mi apoyo, tal y como había recomendado su profesora. Pero Iván me quería a su ladito.
Los niños desarrollaron su creatividad sin pedirme ayuda, así que creo que el objetivo se consiguió. De vez en cuando, el pequeño perdía el interés y yo volvía a meterle en el juego con algún elemento nuevo. Aún así, un buen rato después, mi bebé me dijo que ya no quería jugar más. le acompañé a lavarse las manitas y le dejé que hiciera lo que quisiera mientras el mayor seguía con sus pequeños proyectos culinarios.
Echando la vista atrás me acordé de los bien que se lo pasó Daniel a la edad de Iván con plastilina casera que le hice una vez para que guarreara lo que quisiera, o con los garbanzos, lentejas y arroz que le saqué una vez para que transvasara a gusto. Pensé que si unía ambas actividades sería aún más divertido. Busqué una receta de plastilina por internet e invité a los niños ha hacerla conmigo. La verdad es que necesitaba fuego y era bastante pringosa. Justo un día después, vi otra mucho mejor en el libro "Yo no me aburro en verano" de Diario de Mujer (sólo se puede descargar hasta el 31 de julio). ¡Suele pasar!
El caso es que los peques me ayudaron a hacerla sin mucho convencimiento, pero una vez la tuvimos en nuestras manos estuvieron más que dispuestos a desarrollar su creatividad con los utensilios de la cocinita y de la plastilina. Daniel mas que Iván, con el que tuve que estar todo el rato para evitar que lo dejase todo y acudiera raudo, veloz y con sus manitas llenas de aceite a la habitación de los juguetes. Mi idea era dejarles solos en un recinto controlado (la cocina, fácil de limpiar y con todo lo peligroso previamente escondido) para que Daniel no contara con mi apoyo, tal y como había recomendado su profesora. Pero Iván me quería a su ladito.
Los niños desarrollaron su creatividad sin pedirme ayuda, así que creo que el objetivo se consiguió. De vez en cuando, el pequeño perdía el interés y yo volvía a meterle en el juego con algún elemento nuevo. Aún así, un buen rato después, mi bebé me dijo que ya no quería jugar más. le acompañé a lavarse las manitas y le dejé que hiciera lo que quisiera mientras el mayor seguía con sus pequeños proyectos culinarios.
domingo, 29 de junio de 2014
Cómo sacar de quicio a tu madre haciendo galletas
"Mami, yo quiero hacer galletas de caritas con chocolate, porfiiiiiii" me pidió zalamero el mayor. Y yo es que a estas cosas no sé negarme. Así que me puse manos a la obra. Busqué una receta sencilla, reuní los ingredientes, improvisé los intrumentos de modelaje (sobre todo los saqué del juego de plastilina) y preparé la cocina para evitar accidentes innecesarios.
Nos pusimos manos a la obra con mucho entusiasmo. Llamé unas veinte veces al pequeño, pero me dejó bien claro, en todas las ocasiones, que pasaba del apasionante mundo del amasado en pro del sillon ball (aclarar que el pobre llevaba un día agotador a sus jóvenes espaldas).
Todo fue bien mientras mezclamos los ingredientes en la Thermomix, pero cuando la masa estuvo hecha empezaron los problemas.
"Mami, ¿puedo comérmela?" me preguntó a la vez que se la metía en la boca.
"Bueno, ese poco no importa, pero no te comas más" le contesté yo toda dulzura.
"Vaaaale" accedió mientras se metía otra remesa en la barriguita.
"Daniel, que te he dicho que no te la comas. Que a este paso no nos queda para las galletas" endurecí un poco el tono, pero que aún era cordial.
"Vale, vale. Ya lo entendí" me respondió molesto. Estiramos la masa e hicimos los primeros círculos de lo que serían las caritas. Nos costó un poco porque la masa se desparramaba bastante, pero nos quedaron bastante aceptables.
"Mami, ¿puedo comerme la masa que sobra?" Le miré alucinando e intenté controlarme como pude. Muy despacio e intentado no sonar borde, le expliqué que no sobraba, que la íbamos volver a amasar, volver a extender y volver a cortar en círculos. A lo tonto, a lo tonto engullía algo cada vez que preguntaba. Mientras yo hacía la operación que le acababa de explicar, él se dedicaba a diseñar las caritas con el material improvisado.
Cuando volvía mirarle se estaba zampando el sobrante de hacer los ojos, la boca...
"Que no, ¡Que noooooo! ¡Que no te la comaaaaas!" Grité más que dije, "¡Que te he dicho que no te la comaaaaaas!" Empecé a hiperventilar y mis pulsaciones ya no eran las normales.
"Que siiiiii" me contestó tan pancho, "Que ya te en-ten-dí" aseguró pronunciando cada sílaba de forma separada.
"Relax, relax, relax, calmaaaaaa" me dije a mi misma. Mientras me disponía a coger la masa sobrante de la segunda tanda de círculos para volver a amasarla.
"Y eso que sobra... ¿me lo puedo comer?"
"¡¡¡¡¡¡Grouaaaaaaarfff!!!!! ¡¡¡Que noooooo!!! ¡¡¡Que nooooo!!! ¡¡¡No y mil veces no!!! Y ssssiemmpre va a ser que ¡¡¡¡¡Noooooo!!!! N-O, N-O. ¡¡¡¡¡NOOOOOOO!!!"
"¡¡¡Buaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!"
Huelga decir que el pequeño manipulador acabó comiéndose la masa "sobrante".
Menos mal que nos salieron unas cuantas galletas a pesar de todo.
Estaban buenísimas con y sin nocilla. Como las había pedido con chocolate...
Nos pusimos manos a la obra con mucho entusiasmo. Llamé unas veinte veces al pequeño, pero me dejó bien claro, en todas las ocasiones, que pasaba del apasionante mundo del amasado en pro del sillon ball (aclarar que el pobre llevaba un día agotador a sus jóvenes espaldas).
Todo fue bien mientras mezclamos los ingredientes en la Thermomix, pero cuando la masa estuvo hecha empezaron los problemas.
"Mami, ¿puedo comérmela?" me preguntó a la vez que se la metía en la boca.
"Bueno, ese poco no importa, pero no te comas más" le contesté yo toda dulzura.
"Vaaaale" accedió mientras se metía otra remesa en la barriguita.
"Daniel, que te he dicho que no te la comas. Que a este paso no nos queda para las galletas" endurecí un poco el tono, pero que aún era cordial.
"Vale, vale. Ya lo entendí" me respondió molesto. Estiramos la masa e hicimos los primeros círculos de lo que serían las caritas. Nos costó un poco porque la masa se desparramaba bastante, pero nos quedaron bastante aceptables.
"Mami, ¿puedo comerme la masa que sobra?" Le miré alucinando e intenté controlarme como pude. Muy despacio e intentado no sonar borde, le expliqué que no sobraba, que la íbamos volver a amasar, volver a extender y volver a cortar en círculos. A lo tonto, a lo tonto engullía algo cada vez que preguntaba. Mientras yo hacía la operación que le acababa de explicar, él se dedicaba a diseñar las caritas con el material improvisado.
Cuando volvía mirarle se estaba zampando el sobrante de hacer los ojos, la boca...
"Que no, ¡Que noooooo! ¡Que no te la comaaaaas!" Grité más que dije, "¡Que te he dicho que no te la comaaaaaas!" Empecé a hiperventilar y mis pulsaciones ya no eran las normales.
"Que siiiiii" me contestó tan pancho, "Que ya te en-ten-dí" aseguró pronunciando cada sílaba de forma separada.
"Relax, relax, relax, calmaaaaaa" me dije a mi misma. Mientras me disponía a coger la masa sobrante de la segunda tanda de círculos para volver a amasarla.
"Y eso que sobra... ¿me lo puedo comer?"
"¡¡¡¡¡¡Grouaaaaaaarfff!!!!! ¡¡¡Que noooooo!!! ¡¡¡Que nooooo!!! ¡¡¡No y mil veces no!!! Y ssssiemmpre va a ser que ¡¡¡¡¡Noooooo!!!! N-O, N-O. ¡¡¡¡¡NOOOOOOO!!!"
"¡¡¡Buaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!"
Huelga decir que el pequeño manipulador acabó comiéndose la masa "sobrante".
Menos mal que nos salieron unas cuantas galletas a pesar de todo.
Estaban buenísimas con y sin nocilla. Como las había pedido con chocolate...
sábado, 28 de junio de 2014
Cambio en las camas de alto riesgo para Daniel
Los niños han cogido al costumbre de saltar en la cama del más pequeño. Y esto se debe a que forma parte de una cama nido y que está a ras del suelo con las patas recogidas para que, si se cae mientras duerme no se caiga de muy alto. Cada vez que saltan oigo chirriar las patas contra mi tarima flotante y me pongo de los nervios.
Así que el papi ha decidido alzar la cama conflictiva y pasar la barrera de protección del mayor al más chiquitín. "Daniel ya esta muy crecidito para necesitar este cacharro" Fue su conclusión. Que no la mía, porque, para empezar, el chiquillo se ha acostumbrado a dormir totalmente pegado a la barrera y a apoyarse en ella. "Pues en cuanto se caiga un par de veces, ya se desacostumbra" fue lo único que pude sacar del progenitor de hielo.
Con todo le dolor de mi corazón, pero por le bien del suelo, se alzó la cama de Iván y se hizo el cambio. Como yo no podía dejar las cosas así, le puse una almohada extra a mi niño mayor en el borde y la sujeté remetiendo las sábanas bajo el colchón todo lo que pude.
La artimaña funcionó, porque amanece abrazado a ella y no en el suelo. Aunque ya hemos tenido un par de sustos. Uno él, que se despertó al impactar contra el frío y duro suelo. Y otro yo, que una noche que acudía presta a atender los lloros de su hermano, le pisé y me llevé un susto tremendo pensando que era un gato. Estaba tan profundamente dormido que ni se enteró del atropello.
Ojalá el padre tenga razón y no me lo encuentre durmiendo en el suelo nunca más.
viernes, 27 de junio de 2014
Notas, minitutoría y el poder del aburrimiento
Este año se han entregado las notas con un método nuevo. Maravilloso para el que se lo puede permitir como yo, ahora mismo, pero muy poco conciliador. El martes se entregaron las notas y el material de clase dedicando a los padres, o al que fuera a recogerlas, diez minutos de tutoría sobre el niño.
En el caso de Daniel, su profesora me aconsejó que le estimulara un poco menos porque el niño está demasiado acostumbrado a hacer actividades con mi apoyo y eso supone dos cosas: una, que el peque se pueda llegar a aburrir con las actividades de clase porque ya las haya hecho con anterioridad; y dos, que el colegio no le puede dar el apoyo que yo le doy y eso merme su interés sobre la materia.
Tengo que darle libertad, juego libre, dejar que se aburra... Las mejores ideas surgen de momentos de aburrimiento. Esto no significa que dejemos las manualidades y actividades de lado. ¡Al contrario! Pero me tengo que hacer a un lado. Darle las herramientas y dejar que cree el solito.
Esto es algo que no vendrá bien a los dos, porque es muy difícil atender todas las facetas de la vida cuando los hijos están de vacaciones. Mi pobre casa clama por el enseñoramiento de las pelusas, mientras me dedico a cortar, pegar y pintar con los chiquillos.
La profesora de mi hijo es una profesional increíble con sobrada motivación e ilusión por lo que hace. No se dedica sólo a dar clase, sino que se preocupa por formar mentes. Harta de los métodos inmovilistas y rígidos que la editoriales imponen al profesorado de infantil, me ha asegurado que tiene en mente llevar una forma de educar bien distinta con su clase el próximo año. Basada en la colaboración, en las características y motivaciones de cada niño, en la experimentación y en los ejemplos visuales. Ni que decir que estoy encantada porque creo firmemente que es el mejor camino para que aprendan e interioricen los nuevos conocimientos.
En cuanto a las notas. Han sido muy buenas. Todo conseguido menos tres puntos, dos ellos debidos a que el peque es tan desordenado y desastre como su madre. Va en los genes, me temo. Y en inglés sólo falla en prestar atención. Algo que le pasa le hables en el idioma en el que le hables.
Por fin el chiquillo ha conseguido su esperadísimo regalo por buenas notas: un libro de actividades de Plantas contra Zombies con más de mil pegatinas. Lo deseaba tanto que hemos puesto la excusa de las buenas notas para no dárselo por que sí.
En el caso de Daniel, su profesora me aconsejó que le estimulara un poco menos porque el niño está demasiado acostumbrado a hacer actividades con mi apoyo y eso supone dos cosas: una, que el peque se pueda llegar a aburrir con las actividades de clase porque ya las haya hecho con anterioridad; y dos, que el colegio no le puede dar el apoyo que yo le doy y eso merme su interés sobre la materia.
Tengo que darle libertad, juego libre, dejar que se aburra... Las mejores ideas surgen de momentos de aburrimiento. Esto no significa que dejemos las manualidades y actividades de lado. ¡Al contrario! Pero me tengo que hacer a un lado. Darle las herramientas y dejar que cree el solito.
Esto es algo que no vendrá bien a los dos, porque es muy difícil atender todas las facetas de la vida cuando los hijos están de vacaciones. Mi pobre casa clama por el enseñoramiento de las pelusas, mientras me dedico a cortar, pegar y pintar con los chiquillos.
La profesora de mi hijo es una profesional increíble con sobrada motivación e ilusión por lo que hace. No se dedica sólo a dar clase, sino que se preocupa por formar mentes. Harta de los métodos inmovilistas y rígidos que la editoriales imponen al profesorado de infantil, me ha asegurado que tiene en mente llevar una forma de educar bien distinta con su clase el próximo año. Basada en la colaboración, en las características y motivaciones de cada niño, en la experimentación y en los ejemplos visuales. Ni que decir que estoy encantada porque creo firmemente que es el mejor camino para que aprendan e interioricen los nuevos conocimientos.
En cuanto a las notas. Han sido muy buenas. Todo conseguido menos tres puntos, dos ellos debidos a que el peque es tan desordenado y desastre como su madre. Va en los genes, me temo. Y en inglés sólo falla en prestar atención. Algo que le pasa le hables en el idioma en el que le hables.
Por fin el chiquillo ha conseguido su esperadísimo regalo por buenas notas: un libro de actividades de Plantas contra Zombies con más de mil pegatinas. Lo deseaba tanto que hemos puesto la excusa de las buenas notas para no dárselo por que sí.
jueves, 26 de junio de 2014
Cada cinco minutos...
Comienzan las vacaciones de los peques y hay que organizarse. Como la mami está en paro lo lógico, natural y lo más deseable es que se queden en casa y nos olvidemos de extradivertidos campamentos de verano, tan necesarios para la conciliación, pero que tan poco gustan a mis retoños. Ellos encantados de disfrutar de mami al cien por cien. Pero mami... ¡mami es sólo una persona! ¿Habéis intentado jugar con dos niños a dos juegos diferentes a la vez? Cada uno te grita en una oreja convencidísimo de que estás entendiendo cada una de sus palabras. Y como no reacciones como quieren ya la tenemos montada. Cuando intento ponerlos de acuerdo para jugar a lo mismo... No falla... a los cinco minutos: ¡pelea segura! Si les saco los juguetes: o eligen cada uno uno diferente y esperan ansioso que te sumes a su juego y no al del hermano... O se encaprichan del mismo y luchan por él hasta las últimas consecuencias, aunque hayan dos iguales. Solución: ¡todos a la calle! Parque, piscina, plaza... ¡dónde sea! Aunque salir de casa no me asegura que no vayan a discutir cada cinco minutos. "Mamiiiiii, Aniel no me dejaaaaa", "Mamiiiiii, Iván me ha quitado el paloooooo"... ¡¡¡¡Aaaaarrg!!!
Y eso no es todo. Mami no está en esta vida sólo para servir y adorar a sus retoños. Es que, además, ¡hay una casa que mantener! y un trabajo, esperándome en algún lugar, que hay que buscar. Es imposible concentrarse en una tarea si te están llamando... ¡cada cinco minutos!
Por otro lado, empiezo a pensar que tienen un plan diabólico para volverme loca y que se ponen de acuerdo ¡para no ponerse de acuerdo en nada! Si uno quiere ir al parque, el otro quiere ver la tele. Si uno quiere la piscina pequeña del polideportivo, el otro la grande. Si uno quiere rojo, el otro verde. Y así todo el día. Aunque me he puesto dura y dejo poco espacio a la elección (por mucho que argumente y debata los pros y los contras de todas las opciones, ellos se encabezonan irracionalmente como buenos niños pequeños que son) el problema es que siempre tengo de perreta a uno de los dos.
Y si encima contamos con que mi paciencia suele ser limitada, el resultado es una olla a presión que a ratos chilla y se desespera y a ratos se siente muy culpable y besa y abraza a sus chiquitines hasta que estos huyen agobiados.
Pero no es todo malo. Eso sería mentir como una bellaca. Tenemos momentos muy dulces, muy bonitos, muy tiernos y muy divertidos. Jugamos, bailamos, reímos, pintamos, nos bañamos, charlamos... Y cuando los meto en sus camitas. Felices y agotados. Toca enfrentarse con todo lo que dejé a medias para atender a sus demandas o que olvidé acabar para correr a solventar sus disputas.
Estoy segura que esto es la "aclimatación" a las vacaciones y que pronto nos haremos con la nueva rutina. Y todo irá rodado. A mí a optimista me gana pocos jajaja
Y eso no es todo. Mami no está en esta vida sólo para servir y adorar a sus retoños. Es que, además, ¡hay una casa que mantener! y un trabajo, esperándome en algún lugar, que hay que buscar. Es imposible concentrarse en una tarea si te están llamando... ¡cada cinco minutos!
Por otro lado, empiezo a pensar que tienen un plan diabólico para volverme loca y que se ponen de acuerdo ¡para no ponerse de acuerdo en nada! Si uno quiere ir al parque, el otro quiere ver la tele. Si uno quiere la piscina pequeña del polideportivo, el otro la grande. Si uno quiere rojo, el otro verde. Y así todo el día. Aunque me he puesto dura y dejo poco espacio a la elección (por mucho que argumente y debata los pros y los contras de todas las opciones, ellos se encabezonan irracionalmente como buenos niños pequeños que son) el problema es que siempre tengo de perreta a uno de los dos.
Y si encima contamos con que mi paciencia suele ser limitada, el resultado es una olla a presión que a ratos chilla y se desespera y a ratos se siente muy culpable y besa y abraza a sus chiquitines hasta que estos huyen agobiados.
Pero no es todo malo. Eso sería mentir como una bellaca. Tenemos momentos muy dulces, muy bonitos, muy tiernos y muy divertidos. Jugamos, bailamos, reímos, pintamos, nos bañamos, charlamos... Y cuando los meto en sus camitas. Felices y agotados. Toca enfrentarse con todo lo que dejé a medias para atender a sus demandas o que olvidé acabar para correr a solventar sus disputas.
Estoy segura que esto es la "aclimatación" a las vacaciones y que pronto nos haremos con la nueva rutina. Y todo irá rodado. A mí a optimista me gana pocos jajaja
miércoles, 25 de junio de 2014
Mis hijos y su amor por las piscinas
El lunes, aprovechamos que el día estaba con buena temperatura y no demasiado soleado para ir a la piscina del polideportivo. Así nos evitábamos el torramiento calorífero.
Los peques estaban entusiasmados con la idea, casi no me dejaban preparar la bolsa y hubo más de un grito, y de dos, antes de atravesar la puerta. Pero ellos estaban tan contentos con la perspectiva que los morros de mamá no pudieron estropearles el momento.
Casi se meten vestidos en la piscina de bebés. Estuvieron un buen rato jugando con los churros y la pelota inflable (pobres mamis que vamos siempre cargadas como burras). Estábamos solos, en una piscina en la que el agua no les llega ni a las rodillas, así que me pude despreocupar un poco y relajarme.
Al poco me pidieron ir a la piscina grande, así que dejé todos los bártulos en el banco y nos fuimos donde me pedían. Tocó meterse en el agua fría, pero que no hacemos por los chiquillos. Así que, cataplum, al agua. Y a jugar con dos chiquillos muy activos. Afortunadamente, Daniel ya es muy autónomo, aunque no me quedo tranquila si no lo tengo cerca y a la vista. Sé que le limito demasiado, pero ya le daremos un poquitín más de libertad cuando esté el padre y cada uno se dedique a uno de los niños en exclusiva. Una libertad aparente porque le estaré vigilando de cerca. No lo puedo evitar.
El caso es que se lo estaban pasando bomba saltando a los brazos de mamá, chapoteando, "nadando"... Hasta que empezaron a acusar el frío y nos volvimos corriendo a la de bebés que está mucho más calentita.
Ahí estuvimos otro buen rato, mientras más niños comenzaban a venir. Iván, de vez en cuando, intentaba escaparse a la piscina de mayores, pero le interceptaba a tiempo porque ni a su hermano ni a mí no apetecía volver tan pronto. Aunque llegó el momento de claudicar y volver a meterse en el agua fría. No sé por qué, el juego de los chiquillos se volvió bastante más salvaje y acabé magullada y muerta de frío. A Daniel tampoco se lo veía muy cómodo, así que tardé bastante menos en dar por terminada la visita a las profundidades.
El pequeñajo me montó una perreta bien maja mientras los arrastraba de nuevo a la zona de chiquitines. De camino me encontré con otra madre del cole y cosa se calmó un poco cuando los niños se mezclaron un poco para jugar. Aunque Iván se agarró cual lapa a su churro naranja y gruñía si alguno de los niños intentaba jugar con él.
De nuevo en la piscina pequeña (que mareo), los chiquillos se lo pasaron en grande interactuando con otros niños y sus jugutes. La mami del cole me dio la idea del verano: globos de agua para llevar a la piscina. No ocupan espacio y no te da tanta pena que se te pierdan. El único factor en contra es que tienes que estar muy atenta para recoger los cachos de plástico cuando estallan.
Más de tres horas a remojo me parecieron demasiadas, pero a mis retoños les supo a poco y me lo hicieron pasar mal para sacarlos de allí.
Confieso que casi me alegré de que al día siguiente lloviera y no poder llevarles.
Los peques estaban entusiasmados con la idea, casi no me dejaban preparar la bolsa y hubo más de un grito, y de dos, antes de atravesar la puerta. Pero ellos estaban tan contentos con la perspectiva que los morros de mamá no pudieron estropearles el momento.
Casi se meten vestidos en la piscina de bebés. Estuvieron un buen rato jugando con los churros y la pelota inflable (pobres mamis que vamos siempre cargadas como burras). Estábamos solos, en una piscina en la que el agua no les llega ni a las rodillas, así que me pude despreocupar un poco y relajarme.
Al poco me pidieron ir a la piscina grande, así que dejé todos los bártulos en el banco y nos fuimos donde me pedían. Tocó meterse en el agua fría, pero que no hacemos por los chiquillos. Así que, cataplum, al agua. Y a jugar con dos chiquillos muy activos. Afortunadamente, Daniel ya es muy autónomo, aunque no me quedo tranquila si no lo tengo cerca y a la vista. Sé que le limito demasiado, pero ya le daremos un poquitín más de libertad cuando esté el padre y cada uno se dedique a uno de los niños en exclusiva. Una libertad aparente porque le estaré vigilando de cerca. No lo puedo evitar.
El caso es que se lo estaban pasando bomba saltando a los brazos de mamá, chapoteando, "nadando"... Hasta que empezaron a acusar el frío y nos volvimos corriendo a la de bebés que está mucho más calentita.
Ahí estuvimos otro buen rato, mientras más niños comenzaban a venir. Iván, de vez en cuando, intentaba escaparse a la piscina de mayores, pero le interceptaba a tiempo porque ni a su hermano ni a mí no apetecía volver tan pronto. Aunque llegó el momento de claudicar y volver a meterse en el agua fría. No sé por qué, el juego de los chiquillos se volvió bastante más salvaje y acabé magullada y muerta de frío. A Daniel tampoco se lo veía muy cómodo, así que tardé bastante menos en dar por terminada la visita a las profundidades.
El pequeñajo me montó una perreta bien maja mientras los arrastraba de nuevo a la zona de chiquitines. De camino me encontré con otra madre del cole y cosa se calmó un poco cuando los niños se mezclaron un poco para jugar. Aunque Iván se agarró cual lapa a su churro naranja y gruñía si alguno de los niños intentaba jugar con él.
De nuevo en la piscina pequeña (que mareo), los chiquillos se lo pasaron en grande interactuando con otros niños y sus jugutes. La mami del cole me dio la idea del verano: globos de agua para llevar a la piscina. No ocupan espacio y no te da tanta pena que se te pierdan. El único factor en contra es que tienes que estar muy atenta para recoger los cachos de plástico cuando estallan.
Más de tres horas a remojo me parecieron demasiadas, pero a mis retoños les supo a poco y me lo hicieron pasar mal para sacarlos de allí.
Confieso que casi me alegré de que al día siguiente lloviera y no poder llevarles.
martes, 24 de junio de 2014
Ovnis con platos y pegatinas
En vista de que estas vacaciones van a ser muy largas, les compré a los peques unos libros de actividades que encontré de oferta a precios de risas. Uno de fantasmas y otro de extraterrestres con pegatinas incluidas. ¡Una apuesta segura!
Para conseguir limpiar los baños en condiciones, les presenté los cuadernos alimentando su interés. Muy convencidos se sentaron a pegar pegatinas, peeeero, como no podía ser de otro modo, a lo cinco minutos ya estaban llamándome. Que si les despegara yo las pegatinas que si no se rompían, que si les podía leer lo que ponía, que si ¿qué hay que hacer aquí? "Lo que queraís hijo, lo que queráis: pintad, recortad, rasgad... ¡vía libre! Pero dejadme limpiar esos malolientes aseos víctimas de vuestra mala puntería.
Volví a a faena, pensando que les había dejado clara la situación. Pero nada más alejado de la realidad. Al ratito ya me estaban clamando por mi presencia. En uno de los cuadernos había un platillo volante para recortar y montar. Evidentemente, querían que me pusiera manos a la obra. Cuando terminé, bajo la más absoluta presión, comenzaron las peleas. ¡Los dos lo querían!
Tranquilos niños que aquí la mami os hace lo platillos que hagan falta. Sólo necesitamos platos de plástico, los materiales que se nos ocurran y nuestra imaginación. Dicho y hecho. Juntamos dos pares de platos, los pegamos con celo y comenzamos nuestra obra maestra pegando marcianitos. Tras este primer paso, Iván nos abandonó perdiendo todo el interés. Mucho me temo que a mi benjamín no le hacen mucho tilín las manualidades. D nada sirvieron mis ruegos y argucias. El chiquitín me abandonó por sus horrorosos super héroes de plástico.
Daniel, en cambio, esperaba ansioso las siguientes instrucciones. Eso sí, ponía condiciones: quería armas para sus platillos. Con papel pintado y recortado y unos limpiapipas armamos las naves. Luego le convencí para que cogiera pompones, hilo y aguja y cosiera la cola de su platillo. Así fomentamos la fuerza de los dedos. Asegura que le encantó coser, pero delegó en mi la cola de la nave de su hermano.
Con lana hice una asa para simular el vuelo... ¡Y entonces conseguimos volver a captar la atención del más pequeño de la familia, que decidió sumarse al juego para estampar los ovnis con ahinco. El mayor siguió sus pasos con entusiasmo. He de decir que, a pesar de haber sacrificado la perfección por la rapidez, los juguetes improvisados han sobrevivido para otro asalto.
Por cierto, cuando terminamos con la actividad y recogí los materiales, pasé por delante de uno de los baños y... Sí estaba a medias, con los productos de limpieza por medio y ya era la hora de ponerse a cocinar. ¡Horror!
Para conseguir limpiar los baños en condiciones, les presenté los cuadernos alimentando su interés. Muy convencidos se sentaron a pegar pegatinas, peeeero, como no podía ser de otro modo, a lo cinco minutos ya estaban llamándome. Que si les despegara yo las pegatinas que si no se rompían, que si les podía leer lo que ponía, que si ¿qué hay que hacer aquí? "Lo que queraís hijo, lo que queráis: pintad, recortad, rasgad... ¡vía libre! Pero dejadme limpiar esos malolientes aseos víctimas de vuestra mala puntería.
Volví a a faena, pensando que les había dejado clara la situación. Pero nada más alejado de la realidad. Al ratito ya me estaban clamando por mi presencia. En uno de los cuadernos había un platillo volante para recortar y montar. Evidentemente, querían que me pusiera manos a la obra. Cuando terminé, bajo la más absoluta presión, comenzaron las peleas. ¡Los dos lo querían!
Tranquilos niños que aquí la mami os hace lo platillos que hagan falta. Sólo necesitamos platos de plástico, los materiales que se nos ocurran y nuestra imaginación. Dicho y hecho. Juntamos dos pares de platos, los pegamos con celo y comenzamos nuestra obra maestra pegando marcianitos. Tras este primer paso, Iván nos abandonó perdiendo todo el interés. Mucho me temo que a mi benjamín no le hacen mucho tilín las manualidades. D nada sirvieron mis ruegos y argucias. El chiquitín me abandonó por sus horrorosos super héroes de plástico.
Daniel, en cambio, esperaba ansioso las siguientes instrucciones. Eso sí, ponía condiciones: quería armas para sus platillos. Con papel pintado y recortado y unos limpiapipas armamos las naves. Luego le convencí para que cogiera pompones, hilo y aguja y cosiera la cola de su platillo. Así fomentamos la fuerza de los dedos. Asegura que le encantó coser, pero delegó en mi la cola de la nave de su hermano.
Con lana hice una asa para simular el vuelo... ¡Y entonces conseguimos volver a captar la atención del más pequeño de la familia, que decidió sumarse al juego para estampar los ovnis con ahinco. El mayor siguió sus pasos con entusiasmo. He de decir que, a pesar de haber sacrificado la perfección por la rapidez, los juguetes improvisados han sobrevivido para otro asalto.
Por cierto, cuando terminamos con la actividad y recogí los materiales, pasé por delante de uno de los baños y... Sí estaba a medias, con los productos de limpieza por medio y ya era la hora de ponerse a cocinar. ¡Horror!
lunes, 23 de junio de 2014
Comienzan las vacaciones... ¡en Covarrubias!
El miércoles fue el último día de clases para mis dos retoños. Todavía le quedaba al mayor el viernes como lectivo, pero al ser el jueves fiesta, mi señor marido no quiso perder la oportunidad de cogerse el puente para visitar su pueblo que hacía mucho que no nos dejábamos caer por ahí.
Al final ni puente ni nada, porque tuvimos al papá todos los días delante del ordenador curra que te curra. Menos mal que nos buscó algún hueco para estar en familia.
Los niños tuvieron un comienzo de verano espectacular porque se lo pasaron fenomenal. El primer día fuimos al río a tirar piedras, visita obligatoria para los churumbeles, y allí se liaron con las pistolas de agua a disparar a las plantas, bichos y patos, que ni se inmutaron. De repente, descubrieron una tela de araña artificial que pusieron hace unos años en un certamen de arquitectos que se celebró en el pueblo y que lo benefició muchísimo en el enriquecimiento del paisaje urbano. Nos pusimos a jugar a ser una familia de araña. Los peques trepaban de un lado a otro y los papis descansaban en el centro como si fuera una inmensa hamaca. Uno de los momentos más relajados del puente, si obviamos las veces que las arañitas nos pasaban por encima aplastujándonos.
Pero todo lo bueno se acaba y hubo que volver a la casa par comer y para que Raúl se sentara otro buen rato al ordenador. Cuando el sol ya no quemaba salimos a jugar con los balones en las canchas del colegio.
Lo pasamos fenomenal pasándonos las pelotas, pegando patadas a la de baloncesto, encestando la de fútbol... Bueno, que puedo decir, aun son pequeños. En realidad, Daniel y yo, que somos poco deportistas, acabamos sentados en un ladito contando cuentos. Con tantas historias, les entraron una ganas terribles de visitar la biblioteca, que sólo abría ese día de lo que íbamos a estar. Así que allí que paramos un ratito. Se lo estaban pasando tan bien que alargamos el momento todo lo que pudimos. Después de todo, están de vacaciones y podemos alargar los horarios un poco, aunque yo prefiero no pasarme que luego lo pago.
Al día siguiente estuvimos jugando un buen rato en el patio y con los juguetes de la casa. El momento más divertido fue cuando intenté jugar al ajedrez con el primogénito y abandoné porque se empeñaba en inventarse las reglas impunemente. Así que acabó jugando el sólo con si hermano al lado inventándose, también, su juego. Luego me arrepentí un poco de no haberlos sacado a dar una vuelta porque no dejó de llover, e incluso de granizar, durante toda la tarde. Menos mal que tuvimos visita y se lo pasaron bomba con una nueva amiguita dentro de la casa.
El sábado aprovechamos al vuelta del buen tiempo para dar una paseo por el campo. Los niños se empeñaron en coleccionar flores de diferentes colores, caracoles, piedras y palos. Huelga decir que casi todo se quedó en el camino cuando fuimos a recoger cerezas de los árboles de la abuela a la que regresábamos. Los caracoles tuvieron que venir con nosotros porque Daniel estaba empeñadísimo en adoptarlos. Todo tiene una explicación. Unos cuantos compañeros de clase encontraron un montón de caracoles en las acelgas del hipermercado, lo cual dice poco de la higiene de las verduras del mismo (y yo compro allí aaaarg). Los adoptaron, les pusieron nombre y ¡ole! ya tenían mascota que cuidar. Eso es algo estupendo para contar a los amigos, así que supongo que mi chico mayor se moría de envidia y quería su propia familia de moluscos. Y lo consiguió. Al menos por dos días, porque se nos olvidaron allí cuando volvimos a Madrid. Daniel debió tener suficiente porque no los echó de menos ni un poco.
Pero volviendo a las cerezas, fue una experiencia divertida porque los Daniel se dedicaba a utilizarlas como objeto arrojadizo e Iván se las iba comiendo a medida que las cogía. Los únicos que trabajábamos allí éramos los papis.
Por la tarde les pusimos una bañerita de bebés en el patio para que se refrescaran porque no queríamos que se congelaran en el río, y nos daba pereza montar la piscinita para una tarde que nos quedaba allí. De todas formas, se lo pasaron genial igualmente, con los juguetes de plásticos y las pistolas de agua.
Y al día siguiente por la mañana tocó hacer las maletas y volver a Madrid para que papá pudiera hacer otras maletas e irse el lunes de viaje de trabajo un par de días. ¡Este hombre no descansa!
Al final ni puente ni nada, porque tuvimos al papá todos los días delante del ordenador curra que te curra. Menos mal que nos buscó algún hueco para estar en familia.
Los niños tuvieron un comienzo de verano espectacular porque se lo pasaron fenomenal. El primer día fuimos al río a tirar piedras, visita obligatoria para los churumbeles, y allí se liaron con las pistolas de agua a disparar a las plantas, bichos y patos, que ni se inmutaron. De repente, descubrieron una tela de araña artificial que pusieron hace unos años en un certamen de arquitectos que se celebró en el pueblo y que lo benefició muchísimo en el enriquecimiento del paisaje urbano. Nos pusimos a jugar a ser una familia de araña. Los peques trepaban de un lado a otro y los papis descansaban en el centro como si fuera una inmensa hamaca. Uno de los momentos más relajados del puente, si obviamos las veces que las arañitas nos pasaban por encima aplastujándonos.
Pero todo lo bueno se acaba y hubo que volver a la casa par comer y para que Raúl se sentara otro buen rato al ordenador. Cuando el sol ya no quemaba salimos a jugar con los balones en las canchas del colegio.
Lo pasamos fenomenal pasándonos las pelotas, pegando patadas a la de baloncesto, encestando la de fútbol... Bueno, que puedo decir, aun son pequeños. En realidad, Daniel y yo, que somos poco deportistas, acabamos sentados en un ladito contando cuentos. Con tantas historias, les entraron una ganas terribles de visitar la biblioteca, que sólo abría ese día de lo que íbamos a estar. Así que allí que paramos un ratito. Se lo estaban pasando tan bien que alargamos el momento todo lo que pudimos. Después de todo, están de vacaciones y podemos alargar los horarios un poco, aunque yo prefiero no pasarme que luego lo pago.
Al día siguiente estuvimos jugando un buen rato en el patio y con los juguetes de la casa. El momento más divertido fue cuando intenté jugar al ajedrez con el primogénito y abandoné porque se empeñaba en inventarse las reglas impunemente. Así que acabó jugando el sólo con si hermano al lado inventándose, también, su juego. Luego me arrepentí un poco de no haberlos sacado a dar una vuelta porque no dejó de llover, e incluso de granizar, durante toda la tarde. Menos mal que tuvimos visita y se lo pasaron bomba con una nueva amiguita dentro de la casa.
El sábado aprovechamos al vuelta del buen tiempo para dar una paseo por el campo. Los niños se empeñaron en coleccionar flores de diferentes colores, caracoles, piedras y palos. Huelga decir que casi todo se quedó en el camino cuando fuimos a recoger cerezas de los árboles de la abuela a la que regresábamos. Los caracoles tuvieron que venir con nosotros porque Daniel estaba empeñadísimo en adoptarlos. Todo tiene una explicación. Unos cuantos compañeros de clase encontraron un montón de caracoles en las acelgas del hipermercado, lo cual dice poco de la higiene de las verduras del mismo (y yo compro allí aaaarg). Los adoptaron, les pusieron nombre y ¡ole! ya tenían mascota que cuidar. Eso es algo estupendo para contar a los amigos, así que supongo que mi chico mayor se moría de envidia y quería su propia familia de moluscos. Y lo consiguió. Al menos por dos días, porque se nos olvidaron allí cuando volvimos a Madrid. Daniel debió tener suficiente porque no los echó de menos ni un poco.
Pero volviendo a las cerezas, fue una experiencia divertida porque los Daniel se dedicaba a utilizarlas como objeto arrojadizo e Iván se las iba comiendo a medida que las cogía. Los únicos que trabajábamos allí éramos los papis.
Por la tarde les pusimos una bañerita de bebés en el patio para que se refrescaran porque no queríamos que se congelaran en el río, y nos daba pereza montar la piscinita para una tarde que nos quedaba allí. De todas formas, se lo pasaron genial igualmente, con los juguetes de plásticos y las pistolas de agua.
Y al día siguiente por la mañana tocó hacer las maletas y volver a Madrid para que papá pudiera hacer otras maletas e irse el lunes de viaje de trabajo un par de días. ¡Este hombre no descansa!
sábado, 21 de junio de 2014
Cómo hacer que los niños se tomen el zumo de naranja felices
He encontrado la forma de que Daniel venza su disgusto a la naranja y se tome el zumo feliz. Es tan fácil que me pregunto cómo he tardado tanto en descubrir el truco. Sólo tengo que dejar que las exprima él. Le dejo todo preparado: naranjas cortadas por la mitad, exprimidor manual y servilletas para evitar grandes desastres. ¡Listo!
Ya le tenemos esforzándose por sacar todo el jugo a las naranjas. Evidentemente, tengo que acabar yo el trabajo, pero no veas lo que le disgusta no exprimirlas el solito. Cada vez lo hace mejor.
Y al final se bebe un vasito pequeño tan contento. Sería genial que se bebiera uno grande, pero soy realista y tengo claro que no le voy a pedir peras al olmo.
Que se tome ese vasito ya es un gran logro considerando la lucha que tengo con él porque tome vitamina C de forma natural.
Ya le tenemos esforzándose por sacar todo el jugo a las naranjas. Evidentemente, tengo que acabar yo el trabajo, pero no veas lo que le disgusta no exprimirlas el solito. Cada vez lo hace mejor.
Y al final se bebe un vasito pequeño tan contento. Sería genial que se bebiera uno grande, pero soy realista y tengo claro que no le voy a pedir peras al olmo.
Que se tome ese vasito ya es un gran logro considerando la lucha que tengo con él porque tome vitamina C de forma natural.
jueves, 19 de junio de 2014
¡Flores!
En la página de Facebook de Ana en Colorines, bloguera de Friki Mamá, me encontré con una manualidad muy sencilla y colorida para hacer con los peques. Muchas gracias Ana. Nos vino genial que la compartieras.
Esta vez íbamos a cambiar el chip. ¡Nada de zombis, monstruos o ninjas! Ni siquiera piratas. Esta vez la cosa iba de flores.
Un cartón, cola, limpiapipas, tapones, washi tape, pompones, pasta en forma de conchas... Y lo que encontré por la casa nos sirvieron para dar alas a nuestra imaginación.
Daniel cogió la actividad con muchas ganas. Hasta pude dejarle a su aire. No necesitó casi que le ayudara. El mismo decidía donde y cómo pegar los elementos.
En cambio Iván, se cansó pronto. Se lo pasó pipa embadurnando su cartón con al cola a base de pinceladas. Pero, una vez acabó su tarea y nos pusimos a pegar elementos, perdió todo el interés y se fue a jugar a la habitación de los juguetes. Así que no pude resistir la tentación de retomar su trabajo y pasármelo yo también como una enana.
Esta vez íbamos a cambiar el chip. ¡Nada de zombis, monstruos o ninjas! Ni siquiera piratas. Esta vez la cosa iba de flores.
Un cartón, cola, limpiapipas, tapones, washi tape, pompones, pasta en forma de conchas... Y lo que encontré por la casa nos sirvieron para dar alas a nuestra imaginación.
Daniel cogió la actividad con muchas ganas. Hasta pude dejarle a su aire. No necesitó casi que le ayudara. El mismo decidía donde y cómo pegar los elementos.
En cambio Iván, se cansó pronto. Se lo pasó pipa embadurnando su cartón con al cola a base de pinceladas. Pero, una vez acabó su tarea y nos pusimos a pegar elementos, perdió todo el interés y se fue a jugar a la habitación de los juguetes. Así que no pude resistir la tentación de retomar su trabajo y pasármelo yo también como una enana.
miércoles, 18 de junio de 2014
Última tutoria de Iván
Con gran pena me voy a perder la ultima reunión de la clase del más pequeño. Me encanta asistir porque nos cuentan muchas cositas de lo que han hecho los peques durante el curso, mientras tomamos leche merengada y pasetlitos. Además, no enseñan la presentación de los mejores momentos del curso y... para que negarlo me echo unas lagrimitas de emoción que me saben a gloria. Peeeero, con el mayor de vacaciones y nadie con quien dejarlo no encuentro el modo de presentarme allí. A menos que quiera acabar con la existencia de pastelitos de la escuela a manos de mi Atila.
En fin, me conforma con la tutoría personalizada que he tenido hoy con la profesora titular del grupo. Me ha dejado tranquila al respecto del cambio del cole. Asegura que Iván es muy despierto y no tiene problemas de lenguaje ni de psicomotricidad. Aunque la atención a veces le falla. En eso se parece al hermano. Es muy difícil hacer que te atiendan durante mucho tiempo.
La profesora me ha recomendado que desarrolle su capacidad de prestar atención a través de los cuentos y preguntándole por detalles: "¿De qué color es...?" "¿Que hay encima de ...?" "¿Qué le pasaba al lobo en el cuento?"... Y ejercicios del estilo.
Me comentó que en el centro tienen muy asumido que los niños tienen que interiorizar los conocimientos a través del juego. Lo que no quita que hagan una ficha de vez en cuando. Como ya he dicho otras veces me encanta esta escuela infantil. Y la verdad es que la voy a echar mucho de menos ahora que ha llegado el momento de decir definitivamente adiós.
Los chicos están ya de vacaciones, pero aún me pasaré un día por la clase de Iván a recoger sus notas, sus fichas y la presentación con los mejores momentos. ¡Qué ganas!
En fin, me conforma con la tutoría personalizada que he tenido hoy con la profesora titular del grupo. Me ha dejado tranquila al respecto del cambio del cole. Asegura que Iván es muy despierto y no tiene problemas de lenguaje ni de psicomotricidad. Aunque la atención a veces le falla. En eso se parece al hermano. Es muy difícil hacer que te atiendan durante mucho tiempo.
La profesora me ha recomendado que desarrolle su capacidad de prestar atención a través de los cuentos y preguntándole por detalles: "¿De qué color es...?" "¿Que hay encima de ...?" "¿Qué le pasaba al lobo en el cuento?"... Y ejercicios del estilo.
Me comentó que en el centro tienen muy asumido que los niños tienen que interiorizar los conocimientos a través del juego. Lo que no quita que hagan una ficha de vez en cuando. Como ya he dicho otras veces me encanta esta escuela infantil. Y la verdad es que la voy a echar mucho de menos ahora que ha llegado el momento de decir definitivamente adiós.
Los chicos están ya de vacaciones, pero aún me pasaré un día por la clase de Iván a recoger sus notas, sus fichas y la presentación con los mejores momentos. ¡Qué ganas!
martes, 17 de junio de 2014
Queda inaugurada la temporada de piscina
Ya hace como quince días que abrieron las piscinas, pero entre unas cosas y otra aún no habíamos tenido al oportunidad de pisar ninguna, a excepción de la cerrada de la clase de natación de Daniel el día de padres e hijos.
De este domingo no podía pasar. Así que llamamos a mi suegra y nos invitó a la de su comunidad encantada.
Después de dedicar la mañana a tareas varias ineludibles, nos presentamos en su casa a comer, que eso también nos invitó. "Ya total, pasáis el día" nos dijo. Y nosotros se lo agradecimos en el alma. Al menos yo, que no me gusta nada cocinar y así me quita, no sólo de los fogones, sino también de la operación limpieza que viene después. A Raúl le cuesta menos liarse con las manos en la masa.
El caso es que después de unas deliciosas viandas, además de sanas, y de una nada reparadora siesta porque mi mayor no paró de hablar en la puerta donde descansábamos Iván y yo (o eso me pareció). Nos bajamos muy emocionados a la piscina. Los niños tenían unas ganas terribles de estrenar temporada veraniega a base de chapuzones.
Daniel ya nada al más puro estilo perrito con los manguitos puestos. E Iván disfruta muchísimo trepando por sus papis y dejándose llevar. El pobre enseguida cogía frío y comenzaba a temblar. Le sacaba de la piscina a la fuerza porque quería seguir a remojo como fuera. Una de las veces intente darle gusto, pero al poco tiempo se le estaban poniendo los labios azules y yo me moría de preocupación. Le dejaba estar unos cinco o diez minutos en el agua y luego otros tanto tapado con todas las toallas y en brazos de mami para que dejara de temblar.
El mayor también acababa con piel de gallina, pero no era algo tan exagerado. Intentamos atraer su atención a la pelota y el guante inflable (fruto de algún regalo promocional, seguramente). Y lo logramos durante un ratito, pero enseguida quiso volver a meterse en el agua.
En vista que con cada incursión se nos ponía más y más azul. Decidimos dar por terminada la jornada piscinera y subir de nuevo a casa de mi suegra. ¡La que nos montó! Una perreta de las gordas, gordísimas.
Yo creo que la mala siesta tuvo algo que ver, pero mi marido asegura que se debe a la edad de las perretas y no debemos darle más vueltas. A ver cómo nos va la próxima vez que vayamos a la piscina. Espero que no se nos vuelva a congelar el pequeñajo.
De este domingo no podía pasar. Así que llamamos a mi suegra y nos invitó a la de su comunidad encantada.
Después de dedicar la mañana a tareas varias ineludibles, nos presentamos en su casa a comer, que eso también nos invitó. "Ya total, pasáis el día" nos dijo. Y nosotros se lo agradecimos en el alma. Al menos yo, que no me gusta nada cocinar y así me quita, no sólo de los fogones, sino también de la operación limpieza que viene después. A Raúl le cuesta menos liarse con las manos en la masa.
El caso es que después de unas deliciosas viandas, además de sanas, y de una nada reparadora siesta porque mi mayor no paró de hablar en la puerta donde descansábamos Iván y yo (o eso me pareció). Nos bajamos muy emocionados a la piscina. Los niños tenían unas ganas terribles de estrenar temporada veraniega a base de chapuzones.
Daniel ya nada al más puro estilo perrito con los manguitos puestos. E Iván disfruta muchísimo trepando por sus papis y dejándose llevar. El pobre enseguida cogía frío y comenzaba a temblar. Le sacaba de la piscina a la fuerza porque quería seguir a remojo como fuera. Una de las veces intente darle gusto, pero al poco tiempo se le estaban poniendo los labios azules y yo me moría de preocupación. Le dejaba estar unos cinco o diez minutos en el agua y luego otros tanto tapado con todas las toallas y en brazos de mami para que dejara de temblar.
El mayor también acababa con piel de gallina, pero no era algo tan exagerado. Intentamos atraer su atención a la pelota y el guante inflable (fruto de algún regalo promocional, seguramente). Y lo logramos durante un ratito, pero enseguida quiso volver a meterse en el agua.
En vista que con cada incursión se nos ponía más y más azul. Decidimos dar por terminada la jornada piscinera y subir de nuevo a casa de mi suegra. ¡La que nos montó! Una perreta de las gordas, gordísimas.
Yo creo que la mala siesta tuvo algo que ver, pero mi marido asegura que se debe a la edad de las perretas y no debemos darle más vueltas. A ver cómo nos va la próxima vez que vayamos a la piscina. Espero que no se nos vuelva a congelar el pequeñajo.
lunes, 16 de junio de 2014
Silencio, camara... ¡teatro!
El sábado asistimos a la grabación de los nuevos espectáculos de eSpectacular Kids, una plataforma que ofrece teatro, cuentacuentos y magia online para niños. Una forma de aprender e introducirles en la cultura muy divertida y práctica, ya que lo pueden ver en cualquier pantalla todas las veces que quieran.
El caso es que cada cierto tiempo, invitan a las familias interesadas a asistir gratis al teatro para participar en las grabaciones. En esta ocasión, tenían cuatro pases, dos en inglés y dos en español. Nosotros optamos por llevar a los niños al primero por cuestiones de horario. Estaba un poco nerviosa, porque era en inglés y mis hijos no controlan mucho el idioma anglosajón, pero en cuanto el primer actor comenzó a contar su emocionante historia se disiparon todas mis dudas. Los niños estaban abducidos por sus palabras y escenificaciones.
Marionetas, peluches, canciones, gestos exagerados, instrumentos musicales y mucha mucha participación de los pequeños hicieron que mis hijos pasaran una velada impresionante.
Incluso, hubo un momento, sorprendente y lleno de tensión escénica, que dejó mudos a niños y mayores. Mis dos chicos aseguran que fue lo que más les gustó de la experiencia. Lo cierto es que fue un giro inesperado en un cuento infantil que resultó de lo más gracioso y emocionante.
Estaban encantados con los espectáculos. Iván, incluso demasiado. Se le oía tanto que, al final, me lo tuve que llevar a los asientos de atrás para que no le quitara protagonismo a los artistas.
Pero no se achantó en absoluto: escaló por los asientos, hizo un amiguito igual de terrible que él, le cogió las patas al robot (la cámara con la que estaban grabando), siguió gritando y riéndose como el que más, incluso con el chupete que le endosé, y se hizo muy amigo del pirata del Ratoncito Pérez, una obra que ponen en el teatro los sábados, que era encantador y que le hizo mucho juegos.
Cuando acabó todo, Iván estaba un poco cansado (no me extraña con lo que se movió), pero Daniel no se quería ir. El mayor quería otro cuento, y otro, y otro. Pero nos teníamos que ir a casa y no le quedó más remedio que levantarse de su butaca. Fue una velada familiar estupenda.
El caso es que cada cierto tiempo, invitan a las familias interesadas a asistir gratis al teatro para participar en las grabaciones. En esta ocasión, tenían cuatro pases, dos en inglés y dos en español. Nosotros optamos por llevar a los niños al primero por cuestiones de horario. Estaba un poco nerviosa, porque era en inglés y mis hijos no controlan mucho el idioma anglosajón, pero en cuanto el primer actor comenzó a contar su emocionante historia se disiparon todas mis dudas. Los niños estaban abducidos por sus palabras y escenificaciones.
Marionetas, peluches, canciones, gestos exagerados, instrumentos musicales y mucha mucha participación de los pequeños hicieron que mis hijos pasaran una velada impresionante.
Incluso, hubo un momento, sorprendente y lleno de tensión escénica, que dejó mudos a niños y mayores. Mis dos chicos aseguran que fue lo que más les gustó de la experiencia. Lo cierto es que fue un giro inesperado en un cuento infantil que resultó de lo más gracioso y emocionante.
Estaban encantados con los espectáculos. Iván, incluso demasiado. Se le oía tanto que, al final, me lo tuve que llevar a los asientos de atrás para que no le quitara protagonismo a los artistas.
Pero no se achantó en absoluto: escaló por los asientos, hizo un amiguito igual de terrible que él, le cogió las patas al robot (la cámara con la que estaban grabando), siguió gritando y riéndose como el que más, incluso con el chupete que le endosé, y se hizo muy amigo del pirata del Ratoncito Pérez, una obra que ponen en el teatro los sábados, que era encantador y que le hizo mucho juegos.
Cuando acabó todo, Iván estaba un poco cansado (no me extraña con lo que se movió), pero Daniel no se quería ir. El mayor quería otro cuento, y otro, y otro. Pero nos teníamos que ir a casa y no le quedó más remedio que levantarse de su butaca. Fue una velada familiar estupenda.
domingo, 15 de junio de 2014
El viernes especial de Daniel
El viernes andaba Daniel con una sonrisa de oreja a oreja. "Este es mi día especial" le contaba a todo el que quisiera oirle. Y ¿Por qué? Pues porqué estaba invitado a la gran fiesta anual del Jamón y el Queso del trabajo de Raúl y, encima, se celebraba el día de padres e hijos en su clase de natación. ¡Yujuuuu!
Recogimos a Iván mucho más temprano que de costumbre y nos fuimos los cuatro a disfrutar de un picnic al más puro estilo extremeño. El mayor, como siempre, se buscó un buen sitio en la mesa de las viandas y le dio trabajo a sus mandíbulas. El pequeño, que ya venía comido, se dedicó a atesorar palos y piedras muy emocionado.
Mientras, los papis se lanzaban a las delicattesen muertos de hambre y disfrutaban de la estupenda compañía: buena charla, risas, anécdotas y un jamón y un queso buenísimos.
La jefa de Raúl se compinchó con mi niño mayor y al final liaron una buena trifulca de agua y hielos que no vino nada mal, porque el calor apretaba que era un gusto.
Mis chiquillos hicieron gala de su famoso carácter inquieto sin cortarse un pelo. Tanto que a algunos de los asistentes les pillé mirándome con carita de pena y todo. Y es que no les llamo Atila y Godzila por nada. Disfrutaron muchísimo de la comida. Había que verlos devorar cerezas. Me sorprendió que Iván escupiera el hueso. Aún lo veo como un bebé, pero me temo que ya es un niño mayor. Eso sí, la camiseta no sé si sobrevivirá a las manchas. Por el color parecía que el pequeñajo se había puesto fino a vino del malo.
Aprovechamos la ocasión para dar uso a la canasta que nos regalaron en el evento de Decathlon y Madresfera. ¡Vaya lujo! No pesa nada y se monta en un minuto. Dio mucho juego.
De repente, Iván se convirtió en un guerrero temible a manos de la jefa de Raúl y un compañero suyo. Con un trozo de mantel de papel y unos palillos hicieron maravillas. Estaba encantado con su atuendo. Y Daniel un poco celosillo. Tanto que, en cuanto se despistó su hermano, le arrebató una parte para ponérsela encima.
A pesar de que no asistió ningún otro niño, los peques se lo pasaron genial con los compañeros de trabajo de su papá. Y, al final de la jornada, pudimos disfrutar de la compañía de unos bebés que estaban para comérselos. Si es que los achuchas y te dan ganas de tener otro. Menos mal que mis churumbeles me devuelven rápido la cordura.
El picnic fue todo un éxito, pero nos tuvimos que ir pronto para atender el otro evento especial del día de Daniel: la clase de piscina con mamá.
A todo correr me quité el polvo del campo, me puse el bikini, preparé todo y nos encaminamos al polideportivo, dejando a papi y a Iván relajados en casita. Bueno, en realidad, al más pequeño lo dejamos protestando porque no quería que nos fuéramos.
Llegamos a los vestuarios y nos encontramos con unas madres que me dibujaron la escena de lo que me iba a encontrar demasiado dura. Que una está desentrenada y eso de hacer largos lo iba a llevar yo muy mal.
Al final no fue para tanto. Nos metíamos en la piscina con juguetes diferentes cada vez y jugábamos cómo nos indicaba la profe mientras nos recorríamos la calle: que si con el churrito, que si con una pesa de goma eva, que si con una pelota... Muy divertido. Incluso improvisaron un tunel con tatamis en el que me metí una vez, pero que no volví a probar porque no era de mi talla y me quedaba ridículamente encajada. Ni que decir tiene que el chiquillo se lo recorrió un montón de veces. Estaba desatado. No podía parar de correr, saltar y rebotar contra las paredes. Supongo que los sobres de azúcar que se ventiló en la fiesta del jamón y el queso tuvieron algo que ver. Hasta la profesora me preguntó si le pasaba algo. Ganas me dieron de haber llevado una correa y atarlo corto. Si hubiera extendido los brazos y volado no me hubiera extrañado nada.
Volví al hogar agotada, pero no de los largos. ¡De perseguir a Daniel!
Menos mal que cayó en los brazos de Morfeo en cuanto apoyó la cabeza en la almohada. No puedo decir lo mismo del pequeño, que estuvo llorando y llorando hasta que, por fin, se quedó dormido. Supongo que estaba demasiado cansado y por eso se cogió la perra que se cogió.
Confieso que, una vez solventado el problema de sueño de Iván, yo también me desmayé en la cama.
Recogimos a Iván mucho más temprano que de costumbre y nos fuimos los cuatro a disfrutar de un picnic al más puro estilo extremeño. El mayor, como siempre, se buscó un buen sitio en la mesa de las viandas y le dio trabajo a sus mandíbulas. El pequeño, que ya venía comido, se dedicó a atesorar palos y piedras muy emocionado.
Mientras, los papis se lanzaban a las delicattesen muertos de hambre y disfrutaban de la estupenda compañía: buena charla, risas, anécdotas y un jamón y un queso buenísimos.
La jefa de Raúl se compinchó con mi niño mayor y al final liaron una buena trifulca de agua y hielos que no vino nada mal, porque el calor apretaba que era un gusto.
Mis chiquillos hicieron gala de su famoso carácter inquieto sin cortarse un pelo. Tanto que a algunos de los asistentes les pillé mirándome con carita de pena y todo. Y es que no les llamo Atila y Godzila por nada. Disfrutaron muchísimo de la comida. Había que verlos devorar cerezas. Me sorprendió que Iván escupiera el hueso. Aún lo veo como un bebé, pero me temo que ya es un niño mayor. Eso sí, la camiseta no sé si sobrevivirá a las manchas. Por el color parecía que el pequeñajo se había puesto fino a vino del malo.
Aprovechamos la ocasión para dar uso a la canasta que nos regalaron en el evento de Decathlon y Madresfera. ¡Vaya lujo! No pesa nada y se monta en un minuto. Dio mucho juego.
De repente, Iván se convirtió en un guerrero temible a manos de la jefa de Raúl y un compañero suyo. Con un trozo de mantel de papel y unos palillos hicieron maravillas. Estaba encantado con su atuendo. Y Daniel un poco celosillo. Tanto que, en cuanto se despistó su hermano, le arrebató una parte para ponérsela encima.
A pesar de que no asistió ningún otro niño, los peques se lo pasaron genial con los compañeros de trabajo de su papá. Y, al final de la jornada, pudimos disfrutar de la compañía de unos bebés que estaban para comérselos. Si es que los achuchas y te dan ganas de tener otro. Menos mal que mis churumbeles me devuelven rápido la cordura.
El picnic fue todo un éxito, pero nos tuvimos que ir pronto para atender el otro evento especial del día de Daniel: la clase de piscina con mamá.
A todo correr me quité el polvo del campo, me puse el bikini, preparé todo y nos encaminamos al polideportivo, dejando a papi y a Iván relajados en casita. Bueno, en realidad, al más pequeño lo dejamos protestando porque no quería que nos fuéramos.
Llegamos a los vestuarios y nos encontramos con unas madres que me dibujaron la escena de lo que me iba a encontrar demasiado dura. Que una está desentrenada y eso de hacer largos lo iba a llevar yo muy mal.
Al final no fue para tanto. Nos metíamos en la piscina con juguetes diferentes cada vez y jugábamos cómo nos indicaba la profe mientras nos recorríamos la calle: que si con el churrito, que si con una pesa de goma eva, que si con una pelota... Muy divertido. Incluso improvisaron un tunel con tatamis en el que me metí una vez, pero que no volví a probar porque no era de mi talla y me quedaba ridículamente encajada. Ni que decir tiene que el chiquillo se lo recorrió un montón de veces. Estaba desatado. No podía parar de correr, saltar y rebotar contra las paredes. Supongo que los sobres de azúcar que se ventiló en la fiesta del jamón y el queso tuvieron algo que ver. Hasta la profesora me preguntó si le pasaba algo. Ganas me dieron de haber llevado una correa y atarlo corto. Si hubiera extendido los brazos y volado no me hubiera extrañado nada.
Volví al hogar agotada, pero no de los largos. ¡De perseguir a Daniel!
Menos mal que cayó en los brazos de Morfeo en cuanto apoyó la cabeza en la almohada. No puedo decir lo mismo del pequeño, que estuvo llorando y llorando hasta que, por fin, se quedó dormido. Supongo que estaba demasiado cansado y por eso se cogió la perra que se cogió.
Confieso que, una vez solventado el problema de sueño de Iván, yo también me desmayé en la cama.