Un domingo muy aprovechado: detectives, magdalenas decoradas, cuentos y más experimentos

Este fin de semana ha estado lleno de emociones. El sábado no paramos ni un momento. Comenzamos con una jornada de parque, luego fuimos a comer a casa de las abuelas, donde los peques se lo pasaron bomba pegando pegatinas en sus libros de actividades y por último tuvimos un cumpleaños en el que no pararon de saltar y jugar. Acabaron agotados. Así que pensamos que el domingo tenía que ser tranquilito.

Nos levantamos tranquilamente y desayunamos sin prisa. Luego los niños se empeñaron en jugar a detectives. Daniel pidió una lupa, un boli y una libreta. Y su hermano le imitó. Mientras el más pequeño recorría la casa a golpe de lupa, el mayor resolvía los misterios que le planteaba su padre sobre casos en los que le presentaba pistas y sospechosos.

Cuando se cansaron, me los metía conmigo en la cocina para que hicieran un bizcocho con mi ayuda. Les encanta tirar los ingredientes en la Thermomix para luego ponerla en marcha y mirar muy atentos por el agujero. Cuando tuvimos hecha la mezcla Iván eligió un molde rectangular y Daniel el de magdalenas. "Y después las decoramos. ¿Vale mamiiiiii?" Cualquiera les dice que no. Las metimos en el horno.

Y mientras esperábamos a que se hicieran aprovechamos para leer cuentos. Es una de las actividades preferidas de Iván. A la media hora desmoldé el bizcocho y las magdalenas y preparé todo para que los peques desarrollaran sus aptitudes culinarias creativas. A estas alturas Iván nos abandonó y prefirió ver la tele un ratito. El primogénito, en cambio, no podía esperar a comenzar a llenarlas de nocilla y echar por encima corazones, toppings de mil formas y colores y nueces. A mí me dejó decorar una, pero las otras cinco fueron todas suyas.

Las fotos ganadoras del concurso: la primera es de Iván y la segunda de Daniel

Cuando Iván vio el resultado, se arrepintió por no haber participado, pero se le quitaron las penas engullendo una de postre tras la comida y con mi promesa de repetir la actividad pronto.

Por la tarde, intenté que vieran una peli mientras yo recogía, pero no debían tener el día teleadicto y no tardaron mucho en buscarme. Les pedí que jugaran solos a lo que quisieran y tampoco tardaron mucho en aburrirse de los juguetes. Así que les di un ultimatum. Les haría una actividad a la hora de la merienda si me dejaban recoger tranquila ese rato.

Tuve mil interrupciones, pero más o menos se buscaron la vida para estar entretenidos. Cuando llegó la hora de la merienda, saqué las nubes y los espaguetis que sobraron del taller de experimentos y se los desplegué en la mesa del comedor para repetirlo en casa. Los dos acogieron la idea con alegría, más que por conocer de primera mano la resistencia de los espaguetis y que cuanto más cortos más resistentes, porque se las prometían muy felices zampándose las nubes. Entre mordisco y mordisco se lo pasaron muy bien construyendo. Me sorprendió gratamente el interés de Iván que, pese a que los espaguetis se seguían rompiendo no cejaba en su empeño de hacer una torre. Al final me propuso muy serio que los hiciéramos juntos y me senté junto a él a construir. Daniel, por su parte, estaba demasiado entretenido haciendo "flores de nubes".

Tras el experimento volvieron a pedirme que les leyera cuentos y en esas estábamos cuando encontramos en uno de ellos una actividad muy divertida: un concurso de fotografía. Cogí el móvil y se lo presté por turnos a los chiquillos para que hicieran una foto cada uno a lo que quisieran. Así lo hicimos tres veces para que estuvieran intercaladas y el juez, que iba a ser papá, no supiera de quien era cual. Al final, Raúl eligió dos con tan buena suerte que ganaron los dos y se pusieron la mar de contentos. Poco después Daniel organizó un concurso de dibujos con papá e Iván en el que les ponía nota como si fuera un profesor.

Al final la casa sin recoger, pero muchos buenos momentos en la memoria.