Una casa tenebrosa...

Si en algo me han perseguido mis peques este año ha sido para decorar nuestro humilde hogar estilo casa encantada. Les encanta Halloween y como este año no hemos podido ir a Covarrubias a hacer truco o trato porque el lunes había que trabajar, les he querido quitar el mal sabor de boca con comidas horripilantes y decoración terrorífica.

Para eso, eché mano a unas cosillas que tenía guardadas de cierto cumple del terror que hicimos hace un par de años. Los dos estaban emocionados con el monstruo gigante de la entrada, las calaveras con grandes cuernos que hemos añadido a la librería científica, los fantasmitas adorables que hemos vuelto a colgar del dintel de una puerta y el mogollón de murciélagos de fieltro que hemos distribuido estratégicamente por toda la casa. Incluso, hemos recatado a un simpático gato que dibujó papá para la ocasión y que también da mucho miedo con sus grande grandes ojos amarillos y brillantes.

También han habido novedades. La que más éxito ha tenido han sido las figuras de gel para pegar a las ventanas. Daniel hizo su esqueleto con cada hueso en su sitio, pero Iván asegura que el suyo tropezó y se cayó pro un barranco, así que ha quedado algo descacharrado. Las manchas de sangre dan el toque morboso a nuestra ventana.

La joya de la corona han sido Pepita y Manolita, dos arañas gigantes a las que hemos tenido que poner nombre para que no dieran miedo a los churumbeles. Hasta a mí me dieron una gran susto cuando me encontré a una de ellas tirada en medio de la habitación de Daniel. ¡No me lo esperaba!

Ahora las acariciamos y les decimos lo bonitas que son. Aunque la verdad es que son horrorosas, peludas y con ojitos malévolos, pero bueno. Viven en nuestro salón y están todo el rato de cháchara entre ellas. Seguro que nos ponen verde, pero nunca lo podremos probar porque disimulan muy bien.

¡Ah! Y también hemos hinflado globos. Muchos muchos globos. Eso siempre triunfa.

Las calabazas que hicimos para el concurso del cole volvieron a casa el viernes y fueron suministradas de sus velitas led, pero no nos duraron todo Halloween porque se comenzaron a pudrir antes. Raúl aseguraba justo antes de tirarlas que en ese momento sí que eran auténticamente terroríficas. La verdad es que ya empezaban a dar asco.

Y total para cuatro días, el curro que nos hemos dado. Ahora tocaría recoger, pero mis chicos no quieren ni oír hablar del tema, así que probablemente vivamos en la mansión encantada hasta Navidad.