El sábado por la tarde, tras la locura del año nuevo chino, nos encaminamos a El Matadero, dónde había apuntado a los niños a un taller de Mindfullnes que realizaba Sylvia Comas, autora del libro "Burbujas de Paz" y socia fundadora del Instituto esMindfulness. Más concretamente, en La Casa del Lector. El soplo me había llegado a través de un email de Boolino y nunca les agradeceré lo suficiente que me avisaran. La cosa pintaba muy bien. Aunque viendo a mis hijos hacer el mono salvaje en los andamios que adornan el recinto me temía lo peor. Encima se habían juntado con otra jauría de niños y estaban en su salsa.
Cuando me acerqué a avisarles que ya era hora de entrar al taller, escuchaba a dos niñas jalear a mi primogénito para que moviera los andamios con ellas encima. Antes de que hubiera un accidente me puse seria, muy seria... y hasta roja de ira. Ideal para enfrentar un taller de relajación. Así me encontró Nessa del blog Gololo y Toin, que también se había apuntado al mismo taller. Nada más llegar, mis chicos se tiraron por el suelo y se pusieron a hacer el bestia sin pudor. Los niños se portaron fatal, pero las monitoras tuvieron muchísima paciencia y les supieron tratar estupendamente.
En la introducción nos contaron que Mindfulness es una serie de prácticas para lograr que tomemos consciencia del tiempo presente, del que estamos desconectados casi siempre, preocupados por asuntos que han pasado o que tiene que pasar. Pero muy pocas veces nos paramos a disfrutar y relajarnos con el ahora. Resulta que en la actualidad vivimos bombardeados por estímulos y distracciones que afectan a nuestra calidad de vida y nos generan estrés y ansiedad. Esta realidad también está presente en la vida de los niños. Por eso es tan importante practicar actividades que les relaje, les centre y le ayude a enfrentar la vida con calma y amabilidad.
En la sala, mis hijos eran los únicos niños que saltaban y corrían mientras los otros estaban sentaditos tan tranquilos. Desde el minuto uno, una de las monitoras se sentó al lado de Daniel y le dio atención exclusiva sin forzarle a participar en los juegos, pero intentando motivarlo. A mitad de la clase otra monitora vino a ocuparse de Iván, pero éste, como es muy pequeño, le dijo que él lo que quería era dibujar, así que le facilitaron papel y rotus para que pintara tan a gusto. En un momento dado, Daniel le dijo a la profesora que se quería ir y ella le contestó que le parecía muy bien, que se fuera si era lo que deseaba y que volviera cuando quisiera. A mí casi me da un ataque cuando lo vi salir por la puerta, pero otra monitora se acercó para tranquilizarme e informarme que dos compañeros de la organización lo estaban cuidando fuera. Al rato volvió a entrar.
La hora y media que duró estuvo llena de juegos geniales y muy del gusto del mayor, pero como estaba sobreexcitado nos costaba mucho que participara plenamente de ellos y luego se frustraba cuando se acababa el tiempo y comenzaba otro. Yo le tranquilizaba diciendo que no importaba, porque había aprendido como hacerlo y los íbamos a repetir en casa. Y el peque se conformaba. Iván era un alma libre. Jugaba a su manera y a su estilo sin importarle los tiempos ni que el resto estuviéramos haciendo cosas diferentes.
El consejo que nos dio Sylvia Comas fue que practicáramos ejercicios de relajación de acuerdo con la edad de cada uno (máximo un minuto por año), que fuera algo que comenzáramos los adultos y que los niños se fueran uniendo por voluntad propia y que siempre lo presentáramos como un juego.
Las actividades que se desarrollaron en el aula fueron de lo más variadas:
- Jugar a ser exploradores marcianos: cerramos los ojos y nos dan algo (una mandarina). Como somos marcianos no la conocemos y tenemos que olerla, escuchar el ruido que hace al quitarle la piel, tocarla, describirla, probarla, etc, etc. Todo muy despacito.
- Observación: Les enseñamos una bandeja con quince objetos variados (llaves, elásticos, piedras, figuras, fotos, frutas, pelotas, pulseras... lo que se nos ocurra). Les dejamos que los vean y los tapamos con un pañuelo. Tienen que escribir en una hoja todos los que recuerden. Les dejamos ver otra vez la bandeja. Volvemos a taparla y vuelven a escribir lo que recuerden. Luego les preguntamos lo que han visto, el color de los objetos, si tenían algo escrito o cualquier cosa que les haga concentrarse en ellos. Cuántos hemos encontrado la primera vez, cuántos, la segunda. Durante el taller la ponente usó una foto en vez de una bandeja para facilitar las cosas.
- Juego de la confianza: Un niño guía a otro que debe cerrar los ojos por toda la estancia. La profesora indica los tiempos, ahora muy despacio, ahora un poco más deprisa... Luego contamos cómo nos hemos sentido guiando y siendo guiados (Aquí Daniel me guió hasta el hijo de una amiga mía, gritó "Choque de madres" y me estampo contra mi amiga, Ainsss).
- Juego de la autoestima: Nos ponemos en grupo de seis, pintamos una flor grande con seis pétalos. En uno escribimos lo que más nos gusta de nosotros, se lo pasamos al compañero de la derecha que escribe en el siguiente pétalo lo que más les gusta de nosotros, que se lo pasa al compañero de la derecha para que escriba de nuevo lo que más le gusta de nosotros y así hasta completar los seis pétalos. Aquí fue cuando Daniel se fue de la clase e Iván se puso a dibujar. Sólo diré que de los tres adultos que había en mi grupo, los tres escribieron en mi flor "paciencia".
- El juego de las respiraciones: la profesora contaba un cuento mientras nosotros nos sentábamos en una postura cómoda y nos concentrábamos en hacer respiraciones profundas.
- La burbuja de la paz: Nos ponemos de pie con los brazos pegados al cuerpo. Subimos los brazos haciendo un arco con ellos a la vez que tomamos aire. Al llegar arriba contenemos la respiración un segundo mientras nos estiramos, luego los bajamos siguiendo el mismo arco mientras soltamos el aire. Este le ha encantado a Daniel y lo hace muchas veces en casa.
Cuando acabó el taller, Sylvia se sentó a firmar ejemplares de "Burbujas de paz" que podías adquirir en la puerta. Justo en ese momento Iván comenzó a llorar desesperado porque su hermano le había hecho daño sin querer (o no. Nunca lo sabremos) y porque ya estaba acusando el cansancio de un día con tantas emociones. Mientras yo intentaba abrazar al pequeño en plena perreta, Daniel me insistía en comprar el libro para hacer los juegos en casa. "La profe dice que en el libro hay muchos más" exclamaba ilusionado mientras su hermano se debatía cada vez con menos convicción. Envié al mayor con el dinero a comprarlo y le dije que comprobara las vueltas para reforzar las matemáticas. Lo hizo genial. También fue el solito a que se lo firmaran y volvió con una sonrisa de oreja a oreja porque la dedicatoria estaba en el color que él había elegido: verde.
El libro me está gustando mucho. Está estructurado en ocho capítulos que comprenden ocho semanas de ejercicios de mindfulnes con recomendaciones de películas para que comprendan mejor ciertos temas, juegos, ejercicios para adultos... Ese mismo día por la noche me leí dos capítulos del tirón porque lo cuenta con un lenguaje ameno y muy accesible. Cuando acabe el taller de pago al que estamos acudiendo, empezaremos a aplicar las directrices del libro para no sobrecargar a los niños.
Ya estamos haciendo nuestros diez minutos de relajación todas las noches antes de irnos a dormir. No diré que los peques se concentren al cien por cien, pero al menos se prestan gustosos y muy motivados a los juegos. Daniel, incluso se empeñó en hacernos sus propios ejercicios de Mindfulnes una noche y mezcló conceptos de esta práctica con posturas de Yoga. Me pareció muy divertido, Y también logró el objetivo de relajarnos con lo cual le estoy animando a que vuelva a dirigirnos en otra sesión.
Para mí ha sido un descubrimiento y el libro pinta muy bien, a ver si "le meto mano" pronto. Debería hacerse en los colegios, la verdad.... incluir una clase a la semana de Mindfulness creo q les aportaría muchos beneficios, desde control de ira, de nervios, autoestima y, cómo no, concentración :). Un besete!!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. la profe del mayor lo hace en Valores porque le parece muy interesante. Y me encanta su iniciativa. Le he pasado toda la información de los cursos por si le sirven de ayuda :D
EliminarVotada en Madresfera...
ResponderEliminarBesos.
¡¡¡Mil gracias!!! :D
EliminarQue locura lo del año nuevo chino. El chino de abajo ya nos dijo que en Madrid se celebraba, no así aquí.
ResponderEliminarY ese curso parece muy interesante. Deseando que nos hables del otro.
Besos
Locura total jajaja Demasiada gente buuuf y no se lo esperaban. Pobrecitos. Debieron de asustarse cuando vieron la multitud y los dragones salieron huyendo jajaja Lo del mindfulness ha sido un descubrimiento para mí. Espero que poco a poco haga efecto también en mis peques :D
EliminarPues tiene muy buena pinta... Me lo apunto, a ver si convenzo a Peque para que me siga el rollo... :)
ResponderEliminarMuas!
La idea es que empieces tú delante de él y que le pique el gusanillo ;)
EliminarComo le digas si quiere hacerlo no es tan divertido jajaja
Jajajaja. Qué gracia me ha hecho lo de la paciencia... No te quejarás de que te aburres. Un besote!!!
ResponderEliminarEs que me pusieron a prueba una y otra vez y otra y otra...
EliminarQue te voy a contar. Al estilo de Forlan y Munchkin, pero en público ainsss
Bueno mira por lo.menos las monitoras fueron empaticas y supieron ver que si un niño no quiere participar en algo no hace falta obligarle, si no darle la libertad de que si quiere volver a entrar o participar en la sesión puedan hacerlo. Ya nos contarás qué más cositas estáis haciendo en casa.
ResponderEliminarBuuf pues me está costando el mindfulness casero. Sobre todo porque llegan super exitados y cansados. Y eso que es después de la hora del cuento. Les encantan y piden más y más. Supongo que también porque así se acuestan más tarde. Por ahora, no se concentran mucho, pero espero que la cosa vaya cambiando con la práctica. Ya te contaré ;)
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