El día de la paz

Esa expresión no promete mucha paz

Este año no tuve la suerte del pasado y mis hijos salieron guerreros de la celebración del día de la paz del cole. Iván salía feliz con su camiseta rosa de mi talla sobre el abrigo, una paloma colgada del cuello y una vistosa corona de la paz. Nada más tirarse a mi cuello empezó a preguntar que actividades del día de la paz íbamos a hacer en casa.

"Eeer... ¿Ninguna?", la cara que puso fue un poema, "¿¿¿¿Comooooo???? ¡¡Ninguna!! Ni unas palomas, ni unas frases de paz que colgar en la pared, ni unas decoraciones..." comenzó a protestar. "Al menos una merienda especial... ¡algo!" exigió con tono déspota. No me gustó mucho la actitud, pero condescendí y le prometí que algo pensaría de camino a casa.

Entonces se nos unió su hermano diciendo unas barbaridades tremendas. Que si se había juntado a un amigo para celebrar, en vez del día de la paz, el día de la guerra y la muerte. Que habían tirado su gorro de la paz por una alcantarilla... Y, la verdad, ya no quise seguir escuchando más. Le advertí que si seguía por ese camino ibamos a tener un problema... GORRRRDO. Pero él se empeñó en seguir hablando de cuchillos ensangrentados y cabezas cortadas, así que llegó a casa llorando y con una madre muy muy cabreada.

Iván nos seguía sin atreverse a meter baza por si le caía algo a él. En casa nos esperaba el padre que abrazó a su hijito para consolarlo, pero con la cara muy seria porque tampoco le hacía gracia lo que le estábamos contando a gritos los dos. Cansada de las frases desagradables del mayor, me encerré en la cocina con el pequeño para hacer una actividad de la paz. Un bizcocho adornado con palomas y símbolos de azúcar glass.

Ahora que me fijo parece más una calavera al reves ainsss

No tardó mucho Daniel el asomar la nariz y pedir unirse. "¿Tú no querías guerra? Pues ale, a guerrear a otra parte", le espeté muy enfadada. Pero al final me dio pena el chiquillo y acabó entrando a cocinar, no sin antes comerse mi charlita moral sobre el ansia de fastidiar a los demás y las terribles repercusiones de esa actitud.

Mentiría si dijera que fue una actividad divertida y relajada porque mi paciencia estaba al límite, así que hicimos el bizcocho con mi ceño fruncido y dos niños un poco asustados por mis posibles reacciones. Aunque no sufrían mucho, no os creáis.

Cuando lo metimos en el horno, les hice la merienda y les puse un rato la tele mientras organizaba las tareas de la tarde de Daniel. Ahí fue cuando mi marido me reprochó que hubiera dejado participar al mayor en la actividad después de su mal comportamiento, pero es yo soy incapaz de dejar fuera a nadie. Y mucho menos si es mi hijo, evidentemente. In extremis suspendo todo y santas pascuas, pero a ver que culpa tenía Iván de todo el berenjenal.

Tras las tareas, que no fueron del todo mal, los niños dibujaron lo que querían que apareciera en el bizcocho. Iván una paloma y Daniel... El logo de Batman. "Grrr groarl gronf"... "Vale, mamá. ya me ha quedado claro que querías el símbolo de la paz y lo de Batman otro día. "Grooooarl".

Así que mi mal humor iba en aumento y en aumento... Fue un día de muchos lloros, gritos, enfados, perretas y muy muy muy poquita paz. Con decir que se fueron a la cama castigados sin el bizcocho de la paz como postre... Eso sí, lo desayunaron al día siguiente.