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viernes, 12 de enero de 2018

Playa de invierno

Este año me fui tocadilla a Las Palmas y, si hubiera sido por mí, hubiera perdonado la playa, pero mis tres hombres tenían una idea fija en la mente y era revolcarse cual croquetas y darse bañitos refrescantes en el congelado Atlántico.

Lo cierto es que, menos una par de días, el tiempo sí que acompañaba (aunque mi madre nos miraba como si estuviéramos locos cada vez que cargábamos con la bolsa de playa y salíamos por la puerta). Confieso que las ganas de pisar la arena las tenía en la punta del dedo gordo, pero una vez allí, la veías tan bonita que cambié de opinión.

Además el solecito era de lo más agradable. Al final sólo fuimos dos días, lo que resultó trágicamente poco para mis churumbeles.

El primer día la marea estaba alta y revuelta. La barrera de las Canteras desaparece en el mar y no hay nada que pare el movimiento marino. Mis hijos se lo pasaron bomba luchando contra el Dios Neptuno. Tanto lo enojaron que cuando nos fuimos de allí habían cambiado la bandera a amarilla.

El segundo día nos encontramos con un panorama totalmente diferente. La marea estaba bajísima y la barrera aparentaba estar muy cerca de la orilla. El mar parecía un lago calmo lleno de rocas ideales para explorar.

En un principio los niños se lamentaron por no poder jugar con las olas, pero las islitas rocosas fueron todo un descubrimiento para ellos. Se hincharon a coger cangrejitos que luego les obligamos a devolver al mar (cosa que hicieron muy a regañadientes los muy tiranos).

Les encantó recorrer las rocas y descubrir los pececillos que se quedan atrapados en los charcos hasta que vuelve a subir la marea.

Lo cierto es que fue un día genial que rematamos con un helado de la Tradicional Peña de la Vieja. Sus helados tienen fama y doy fe de que son buenísimos. Además tuvieron una atención increíble. Al más pequeño se le cayó el helado al suelo nada más salir de la tienda y se lo cambiaron por otro nuevecito y limpito. Que simpática la chica que no atendió.

No nos olvidamos de visitar el Belén de arena. Es de lo más curioso. Este año se lo habían currado muchísimo con los detalles. Tan alucinante era que Iván se tropezó de lo encandilado que iba y se cayó al suelo levantándose un poquito la piel en la mano. Por supuesto el peque se puso aullar como como si lo estuvieran matando y a pedir ayuda a gritos con unos lagrimones como puños. La gente se giraba a ver qué estaban pasando, pero enseguida se hacían cargo de la situación al avistar la heridita.

Yo me limité a repetirle mil veces que le iba a ayudar y que no se preocupara, que le iba a curar la heridita con agua y un clinex, que era lo único que tenía en ese momento. Eso y los abrazos y besos parecieron calmarle poco a poco y a los cinco minutos estaba como nuevo dando brincos de alegría como si nada hubiera pasado. Los niños son alucinantes.




8 comentarios:

  1. Que maravilla. Las próximas navidades que pueda me escapo a Canarias ;)

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    1. Síiiiii
      Se viven muy diferente. Desestresa un montón :D

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  2. El belén de arena es algo espectacular!! Si es que la playa le quita los males a cualquiera. Jajajaja. Besotes!!

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    1. Yo es que no soy muy de playa, pero como ahora voy de uvas a peras hasta me apetece jajaja
      El belén mola un montón, pero es super delicado jajaja

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  3. Yo no me baño ni en el Mediterráneo en estas fechas jajjaja

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    1. Pero es que el primero día estábamos a 30 grados. Ahí lo difícil es no bañarse! ;)

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  4. El Belén es...... ¡IMPRESIONANTE! ¡me encanta!
    Q guay tb estar en Navidad en la playa :D

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    1. Síiiii. Siempre que vamos a Las Palmas insisto en ir a verlo porque me encanta :D

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