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lunes, 22 de junio de 2020

Gastronomía china en Pekín

En Pekín tienes una extensísima oferta culinaria tanto local, como nacional como internacional. Nosotros intentamos centrarnos en la gastronomía nacional a saco, pero a veces nos pillaba la gusilla en una zona más internacional y hasta en un restaurante ruso llegamos a comer. ¡Y no veas cómo nos chocó que nos pusieran cubiertos delante en vez de palillos! Ya no estábamos acostumbrados. 

Y mejor corremos un tupido velo el día que paramos en un Kentucky Fried Chicken muy en contra de mi voluntad.

Aunque hay admitir que otro al que fuimos que era también de comida rápida, pero de cocina china, nos gustó muchísimo. Era muy diferente a cualquier cosa que te puedas encontrar en España.

En la opinión de toda la familia, la cocina china es variadísima, deliciosa y sorprendente. Nada que ver con lo que nos venden en España como comida china. 


No perdíamos oportunidad de probar cosas nuevas. Desde una pequeña tienda de dumplings (extrabaratos y buenísimos), pasando por el famoso Pato lacado, los divertidos hotpot de corderos (ollas encendidas en las que vas pescando la comida), mil tipos diferentes de arroz, verduras que no conocíamos, frutos secos en recetar muy originales, pescado en salsas dulces, saladas y agridulces, marisco para chuparse los dedos, noodles, tallarines... Nos pusimos las botas a lo grande.

Lo único que a mí no me gustó fue la comida a un estilo musulmán de una de las provincias chinas, que era extra picante. Comer significaba arder, y no me convenció demasiado. Aunque veía al resto de la familia disfrutar como enanos.

Encima las personas que nos atendieron fueron encantadoras en general y se desvivían por entendernos, algo bastante difícil teniendo en cuenta que ellos no tenían ni idea de inglés (mucho menos de español) y nosotros no teníamos ni idea de chino. Menos mal que las cartas se componían de las fotos de los platos principalmente y sólo teníamos que señalar el que queríamos e indicar con los dedos de la manos el número de raciones.

Excepto en uno de los restaurantes a los que fuimos, que debía ser local al 100% y 0% turístico porque nos dieron una carta con todos los platos escritos en chino y ni una sola foto. 

Menos mal que la camarera tenía algunas nociones de inglés y nos escribió los más populares en una servilleta. Le dijimos amen a todo por supuesto. Menos mal que acertó y estaba todo buenísimo.

Algo que nos chocó bastante es que en china no se bebe agua fría. Sólo la encuentras en lugares turísticos para extranjeros. Ellos beben el agua caliente, que por lo es mucho más sana para el cuerpo. Normalmente la enriquecen con sabores frutales, aromáticos y herbales.

Recuerdo la cara que nos pusieron en un restaurante cuando les dijimos si nos podían enfriar un poco el agua sabor melocotón que nos habían servido. La pobre chica estuvo un rato pensando y al final nos metió unos hielos en la jarra con cara de "Estos españoles están locos".

En otro restaurante no lograron entendernos y acabaron trayéndonos zumo de frutas muy frío, pero lo del agua fresca no lo concebían por mucho que repitieras "Lengshui, qing" (agua fría, por favor).

Otro problema con el que nos encontramos fue el de los cubiertos. A raúl y a mí no se nos da mal el uso de palillos, y Daniel lo intentaba con mucho entusiasmo (50% de comida en su ropa, mesa, suelo... y 50% en su boca), pero a Iván se le hizo muy cuesta arriba. El pobre se tuvo que conformar con arreglárselas a base de cucharas los primeros días porque en muy pocos establecimientos encontraban un tenedor para él. 

Acabamos comprando unos cubiertos de plástico y llevando siempre algunos en la mochila para facilitarle la vida al benjamín de la familia. Lo más curioso es que en los noodles precocinados del supermercado ¡venían tenedores! Quién lo entiende.

Como, la mayoría de los días, nos quedamos en un apartamento, tampoco perdimos la oportunidad de ir al supermercado. Era toda una aventura porque todo estaba en caracteres chinos y alguna cosilla en inglés, pero muy poco. Había que contar con el factor sorpresa a la hora de llenar la cesta. 

Una de las veces que fui, compré unas sardinas en lata tan picantes que el único que fue capaz de comerlas fue Raúl, y otro día me llevé a casa unos preciosos y enormes huevos azules que, una vez cocidos, echaban un tufo a podrido que echaba para atrás. Daniel y yo los probamos valientemente.. y nos arrepentimos al segundo. Se fueron directos a la basura y al contenedor para que no siguieran apestando el apartamento.

Lo cierto es que las excursiones al supermercado nos encantaban. Imagina un lugar lleno de alimentos desconocidos y casi ninguna información sobre ellos. Aunque también habían muchos productos fáciles de identificar, como el pan de molde, por ejemplo. 

Nosotros nos aficionamos a comprar diferentes tipos de carne seca, ideales para llevar en las excursiones. Y noodles de diferentes y exóticos sabores a los que se les añadía agua hirviendo y ya estaban listos para comer.

La bollería de desayuno también nos tenía fascinados. Todavía nos estamos preguntando de que serían la mayoría de esos extraños rellenos tan dulces, ricos y de sabor no identificable...

Otro detalle curioso es que en la entrada del súper había un expositor con un montón de recetas muy prometedoras. Una pena que el texto estuviera en chino... Aún así cogimos una de cada para llevarnos de recuerdo.





2 comentarios:

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