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domingo, 10 de enero de 2021

Nevada histórica y épica

Mientras Madrid se paraliza a lo bestia, los niños disfrutan como nunca. La mañana del sábado amanecimos inundados en nieve y nos faltó tiempo para quitarle el polvo a nuestro cutre trineo de plástico. "¡Ale! Al parque de la lado", valientes palabras, pero no iba a ser tan fácil. 

En primer lugar, en esta casa no tenemos equipación adecuada para la siberia madrileña. Nos pusimos varias capas de ropa y a la calle sin pensar. ¡No hay dolor! 

La nieve nos llegaba casi a las rodillas. Hubo que buscar los caminos hechos por las ruedas de los coches para poder avanzar y lanzarnos a lo kamikaze en los lugares con mayor densidad. No fue un camino de rosas avanzar los pocos metros que nos separan del parque.

Encima los niños se paraban cada dos segundos para tirarse nieve, hacer profundos angelitos en el suelo o admirar el alucinante paisaje. 

Antes de dejar la carretera, por la que sólo pasaban bomberos muy de vez en cuando, advertimos muy seriamente a los peques de los muchos peligros reales que nos esperaban en esta misión: árboles traicioneros que se pueden caer o tirar kilos de nieve sobre nuestras cabezas, cacas y pises de perros escondidos, superficies congeladas y altamente resbaladizas... Lo típico.

Una vez aleccionados, nos adentramos en territorios que pocos habían pisado antes para buscar una ladera idónea por la que tirarnos con el trineo. La encontramos enseguida. Tampoco quisimos buscar más porque la cosa estaba bastante impracticable.

Envidia nos daba un perrazo peludo que se movía a sus anchas y a toda velocidad abriendo caminos sin cesar, mientras su pobre dueño hacía lo que podía tra él. 

Hubo esquiadores improvisados, un chico con snow board y bastantes valientes exploradores que se acercaban a flipar con la nieve, como nosotros.

Los peques (y lo grandes) se lo pasaron en grande bajando la ladera con el trineo. Al principio íbamos a trompicones, pero con cada intento la cosa salía mejor y la final los niños llegaban casi a la mitad del paseo que había tras la cuesta.

Por supuesto, también se revolcaron como croquetas y nadaron por la nieve simulando que huían de un gigantesco monstruo invernal que quería comérselos. Incluso llegamos a tirarnos de espaldas todo lo largo que éramos sobre el suave manto blanco.

Al final hasta pegábamos buenos brincos para aterrizar en montañas de nieve. ¡Una pasada! Eso sí, acabamos que parecíamos muñecos de nieve andantes y hubo que correr a casa para evitar pulmonías. 

La ropa fue directa a la bañera porque era imposible desprendernos de la nieve adherida antes de entrar. 


Una vez con el pijama y la bata, les preparé un caldito de pollo reparador. El de los mayores iba con un poco de Pedro Ximenez como toque especial para un mayor efecto calefactor. ¡Nos quedamos como nuevos!












2 comentarios:

  1. Está claro que ha sido legendario... Desde Canarias nos morimos de envidia!!!

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    1. Uy pues después de la diversión llegó LO MALO, y luego LO PEOR- Y aún estamos con homeschooling buaaaaaa

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