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martes, 13 de diciembre de 2022

Primer resumen del calendario de adviento 2022

Estamos atrasadísimos con el calendario de adviento de este año, pero lo que nos estamos divirtiendo no está escrito. Sobre todo yo, lo admito abiertamente. Me lo estoy pasando bomba haciendo y deshaciendo, porque algunas cosas surgen sobre la marcha y este juego admite el cambio, los giros argumentales y hasta la mala leche.

Todo comenzó con un periódico navideño que descubrieron los peques junto a sus desayunos la mañana del 1 de diciembre en el que se reseñaba muy vívidamente que dos criaturas navideñas habían huido de sus hogares perseguidos por una terrible criatura: El krampus. En su loca carrera para no ser devorados por tan infame monstruo acabaron colándose en... ¡nuestra casa! Pues claro que sí. Y tras ella se nos intentó colar el personaje maldito. Menos mal que nuestro espíritu navideño le frenó.

Pero si pensábamos que la cosa se terminaba ahí estamos muy equivocados. Resulta que esto del espíritu navideño no es tan estable y fuerte como cuentan. Una pelea entre hermanos, una discusión con tu madre o un enfado explosivo puede causar grietas en su coraza, dando una oportunidad al krampus para intentar colarse y acabar con su terrible cometido.

Realmente, esas pobres criaturas no respiran tranquilas en su escondite. Por eso han decidido alimentar el espíritu navideño de los dos niños de la casa para protegerse de lo que pueda pasar. Idearon un plan muy sencillo y efectivo: pondrían pistas en el árbol navideño sobre los lugares donde esconderían deliciosos chocolates navideños. Eso seguro que mantenía viva la ilusión.

Y desde luego que tiene razón. Lo que hace un niño por ganarse un bombón. A Iván le divierte muchísimo desentrañar los misterios que subyacen detrás de cada bola del árbol que les he hecho con papeles y gomaeva en una de las paredes del salón, pero Daniel a veces se desespera y quiere su ración de chocolate y la quiere ya. A veces parece el pequeño y no viceversa. No tiene mucha paciencia, no.

El primer día encontraron una imagen desenfocada y una pieza de puzzle (otro misterio más a desentrañar). Les costó bastante distinguir lo que había en la foto y, de hecho, el mayor se rindió muy pronto, seguro de que podía confiar en su hermano para que le encontrar su tesoro. Y así fue. 

Iván encontró los primeros bombones dentro de la thermomix. Y no sólo los bombones. Junto a ellos habían más piezas del puzzle y dos monísimas ratitas negras, que en realidad tendrían que haber sido terroríficas, pero los peques se derretían de ternura con su estrujabilidad y rechonchez. La verdad es que son una monada, aún con sus malévolos ojos rojos. 

Supongo que es parte de su trabajo engañar a los niños para que las acepten en casa a base de ataques de adorabilidad porque son, nada más y nada menos, que las compinches del mismísimo Krampus. Como él no puede entrar manda a sus esbirros a hacer el trabajo sucio: minar el espíritu navideño a base de trastadas.

No tardaron mucho en comprobarlos los peques cuando llegó la hora de irse a la cama el segundo día y se encontraron con que el colchón hacía ruidos raros. Lejos de asustarse como era la intención de los aviesos bromistas, sacaron el papel de aluminio de la bajera de la cama entre risas y se acostaron tan felices. A estos niños no es tan fácil asustarlos.

Los que sí se asustaron fueron fueron los fugados, que decidieron hacer algo extraordinarios para alimentar nuestra ilusión y nos regalaron entradas para el espectáculo de magia del mago Yunke, Hangar 52 Revolution (en realidad, las gané en un sorteo y me pareció ideal meterlo como parte de la historia). Pero les salió el tiro por la culata porque el mayor de los niños sacó su genio adolescente a relucir y se negó a prestarse a un plan familiar con lo "mayor" que era. Los cimientos del espíritu navideño se tambalearon terriblemente y casi entra el Krampus por la puerta grande y alfombra roja a la casa a dar caza a las pobres criaturitas navideñas, pero al final el espectáculo nos flipó a todos y el miserable ser se dio un trompazo tremendo al intentar colarse. Juró que lo pagaríamos caro mientras nos observaba regresar a casa con la magia aún en las pupilas y una gran sonrisa en la cara (porque la madre reinició y perdonó todas las afrentas, que si no... Si es que me gano el cielo con el mayor).


Lo voy a dejar aquí porque se me está haciendo muy largo el cuento. ¡Y eso que sólo vamos por el segundo día! Es que el comienzo fue muy emocionante, pero lo siguiente también lo fue...

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