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jueves, 28 de marzo de 2024

La resurrección del conejito de Pascua y la búsqueda de huevos de chocolate

Una vez esclarecido el misterio del asesinato del conejito de Pascua y encontrado el cadáver del mismo junto con las instrucciones para su resurrección, nos pusimos manos a la obra con los huevos de chocolate caseros que exigía el ritual.

Seguimos las instrucciones y usamos los moldes que nos vinieron en un juego para hacer cosas de chocolate que le trajeron los reyes unas navidades a Daniel. Las fieras pusieron mucho interés y ganas en sus creaciones. Se suponía que tenían que ser huecos, pero no nos la jugamos ni un poco y procedimos a meter chocolate a saco en los moldes para que no se nos rompieran al desmoldarlo.

Seguimos las instrucciones, aunque las variamos un poco. por ejemplo, puse mantequilla para suavizar, tal y como nos enseñaron en un taller para hacer bombones al que asistí durante la Semana de la Ciencia de 2023. Terminamos pegando ambas partes con más chocolate y metiéndolo de nuevo en la nevera para que se endureciera.


Entonces llegó lo mejor: limpiar los utensilios a lengüetazos. Esa parte la disfrutaron muchísimo las fieras.

Al día siguiente, pusimos el cuerpo del conejito de Pascua en un baúl para que nos hiciera las veces de altar. Las fieras les dieron los huevos de chocolate caseros de ofrenda y el conejito revivió muy feliz con sus regalitos. Que por cierto, nos hemos comido finalmente los padres. ¡Menudos mazacotes de chocolate!


Ahora sólo quedaba que el conejito escondiera los huevos de Pascua y que los chicos se mataran buscándolos.


Estuvo bien porque hubo muchos niveles de dificultad, desde lo más evidentes a los ultra escondidos. Los peques (ya no tan peques) se entregaron ala tarea con  jucho entusiasmo y gula. Estuvieron la mar de entretenidos con los primeros 26, pero el último, el número 27, no había manera de encontrarlo. 

En vista de que el tiempo pasaba y el huevo no aparecía, Daniel ideó un malvado plan para amenazar al mismísimo conejito para que les diera una pista de su paradero. Total, ya sabían como resucitarlo en caso necesario...

Pues el conejo no se lo tomó muy bien, pero como Iván era totalmente inocente y, además, había intentado rescatarlo de las garras de su malvado hermano, le dio a él la pista y acabó encontrando el esquivo huevo, que no estaba tan difícil, pero bueno.

Logré rascar tres para el padre y para mí, pero los agonías de mis hijos no soltaron ni uno más de los doce que decidieron que tocaban por cabeza. ¡Menudos egoístas glotones!

Pero menudas sonrisas llevaban. Y lo bien que se lo habían pasado con todo el montaje de este año. Ese era el objetivo :)










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