Ultimamente Daniel se abraza al primero que pilla, ya sea padre, madre, niño o carrito desconocido. Se está labrando una fama de niño encantador que tira por los suelos todas las historias para no dormir que cuento sobre él. Le suelto en el parque y se emociona yendo de un lado para otro. De repente se encuentra con otro ser y humano y ¡Ala!... se agarra a él como una lapa. Los niños se sorprenden o asustan, los padres se enternecen y a los carritos les da igual. A mi me da un poco de corte, pero también es una buena forma de empezar conversaciones. Aunque cortas, porque desde que tengo a Daniel me es imposible tener una charla normal de más de cinco minutos con él presente.
Su amiguito Hugo ya está acostumbrado y a veces hasta se los devuelve, pero no pasa mucho tiempo hasta que se ensarzan en una pelea de empujones y tirones. Cuando van cada uno en su carrito hay momentos en los que alargan la mano para darse un apretón, que normalmente acaba con Daniel intentando comerse la mano de su compañero. Algo muy entrañable.
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