Las Princesas Dragón. El misterio del huevo dorado

Nos ha llegado un libro muy especial desde Literatura SM, un libro en el que las protagonistas son unas princesas muy peculiares. Niñas, ni guapas ni feas, con diferentes personalidades, sueños rebeldes y que no necesitan que venga nadie a salvarlas. Chiquillas con ganas de aventuras y deseosas de librarse de los protocolos y estereotipos que les han caído encima por el pequeño detalle de haber nacido princesas. ¿Quieres conocer como empieza la historia de Las Princesas Dragón? Pues ya está a la venta el número uno recién salido del horno editorial y es una preciosidad: Las Princesas Dragón. El misterio del huevo dorado.

Cuando lo tuve en mis manos me llamaron mucho la atención las cuidadas ilustraciones. Son una maravilla. A Daniel también le gustaron muchísimo. Estuvo un buen rato ojeando el libro para vérselas todas. Cuando acabó me tendió el libro emocionado para que se lo leyera. Lo que había visto le había atraído mucho. Pero le eché un jarro de agua fría a mi pequeño vaguete. "Este libro te lo vas a leer tú solito", le solté muy segura de mi misma. "Con tu ayudaaaa", replicó suplicante. "Bueeeeeno", accedí yo, "con mi ayuda". Así que en esas estamos, leyendo dos o tres capítulos diarios y muy metidos en la historia. Evidentemente, le he cogido la delantera y yo ya me lo he leído enterito, pero eso él no lo sabe. No sabéis lo insistente que puede ser para que le revele el final antes de tiempo. Le puede el ansia.

En su opinión, el libro es extremadamente emocionante, diferente y divertido. Lo mejor son los dibujos y el dragón que parece un gatito, aunque el brujo también le mola mucho. Le encanta que esté contada con frases cortas que facilitan la lectura. "Me está gustando, me está gustando mucho", asegura cada vez que terminamos la sesión de lectura. Nunca pierde oportunidad para engatusarme con el fin de que se lo lea yo, pero en ese sentido no ha logrado nada conmigo.

Cuando Daniel termine se lo leeré yo al pequeño. No me gusta nada las ideas preconcebidas que he descubierto paseando por su tierna mente. Una tarde estaba en el parque jugando con él cuando comenzó una conversación de lo más curiosa. "Mami, hoy nos han contado un cuento muy divertido", comenzó Iván sonriendo. Le animé a que prosiguiera y lo que me soltó no me hizo ni pizca de gracia. "Iba sobre una princesa, pero es que no tenía vestidooooo, y era morenaaa, gorda y ¡¡¡tenía rizos!!!", no me quedaba muy claro que tenia eso de divertido. Al verme tan seria, el peque suspiró y prosiguió. "Mami, no te enteras. Es que las princesas tiene vestidos bonitos y el pelo muuuuuy largo". Miré a mi hijo directamente a los ojos muy seria y le expliqué que en la vida real lo único que necesita alguien para ser princesa era ser hija de reyes. "¿Y no hace falta ser guapa?" preguntó con los ojos muy abiertos. "No, Iván. Hay princesas guapas, feas, flacas, gordas, rubias, morenas..." Me di cuenta de que le estaba descubriendo un mundo nuevo. Algo he debido hacer mal.

Le pregunté al mayor cómo creía que era una princesa con preocupación: "No sé", me contestó, "pero a mí me molaría que tuviera una motosierra. Seguro que sí porque las princesas se compran lo que quieren y hacen lo que quieren. No como yo", concluyó con una elocuente expresión en su cara. "Mejor no sigas por ahí", le advertí cortante. Eso fue antes de conocer a Las Princesas Dragón. Ahora se ha reafirmado en su idea de las princesa aventureras que pueden ir armadas hasta los dientes. ¿Por qué no? Después de todo Bamba, Nuna y Koko son de lo más guerreras cuando se enfadan o se asustan mucho.

Mi niño mayor ya me ha hecho prometerle el segundo libro sobre las aventuras de estas princesas tan atípicas. La única condición es que se termine el primero el solito.