Entre pitos y flautas este año casi se nos pasa el arroz con el tema de la decoración navideña. Los niños estaban locos por ponerla, pero los padres no teníamos ni un segundo libre y no veíamos el momento.
Por fin, el día antes de comenzar las vacaciones, les hice felices. Saqué los adornos de dónde los teníamos amontonados en espera para lucir con todo su esplendor y se los puse delante. El papá les montó el árbol y les dimos luz verde.
"¿Vosotros no decoráis?", me preguntó el mayor. Lo cierto es que siempre formo parte de la operación Navidad, pero este año no me dio la vida, así que les dije que no quería coartar su creatividad con mi visión de adulto con razonamientos de adulto y les pareció estupendo. Menos mal.
Allí que estuvieron los dos repartiéndose el árbol y planificando la organización de elementos decorativos. Creo que ha sido el primer año que la cosa no ha acabado en trifulca. Y encima, los tuve entretenidos un montón de tiempo mientras yo iba como las locas de un lugar a otro acabando cosas.
Cuando terminaron, vinieron a buscarme muy ilusionados y orgullosos con su trabajo: "Aquí hemos puesto los adornos pequeñitos... aquí es la zona plateada, por aquí la dorada...", ¡vamos! que se lo habían pensado en vez de colocar de forma caótica y loca el primer adorno que les cayera en las manos como en años anteriores. Aunque a simple vista, cualquiera que no hubiera asistido a la explicación, podría pensar que así hubiera sido.
Se les veía muy halagados por la responsabilidad que les había sido concedida.
"¡Y ahora el Belén!", exclamaron entusiasmados. "Estoooo... Este año el Belén es el calendario de adviento y la figura grande jejejeje". Crucé los dedos a mis espaldas para que aceptaran también eso y no tuviera que desplegar las mil figuras por el salón. Me miraron mal, pero se resignaron. Después de todo, el calendario de casitas de papel les encantaba y se daban cuenta que no había sitio para tanta cosa.
Un par de días más tarde, quité el cartel de Halloween que había detrás del árbol para ponerlo en otro lugar haciendo caso omiso a la sugerencia de mi marido de tirarlo a la basura y reciclé los creepers del cumpleaños de los niños y los ojos amarillos tenebrosos en un ceñudo Grinch para dar más ambiente navideño. A los peques les encantó y no me la montaron parda por la desaparición de los creepers. Además, había dejado los tres fantasmitas alegando que eran los tres espíritus navideños del cuento de Cuento de Navidad de CHarles Dickens. ¡Si es que estaba de un inspirado...!
Y ya tenemos la casa decorada... hasta febrero por lo menos jajajaja
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viernes, 28 de diciembre de 2018
jueves, 27 de diciembre de 2018
Las Aventuras de Vic Verne. Lo imposible no existe
La ciencia ficción es un género fantástico que nos llena la cabeza de ideas futuristas, aventuras increíbles y viajes alucinantes. Anda que no han pasado por mis manos títulos de los grandes para asombrarme, mantenerme en vilo e, incluso crearme inquietud con posibles futuros visionarios que parten del presente en el que fue escrito el libro. Algunos de ellos aciertan en cierto modo. Está claro que no viajamos en coches voladores, pero la creciente deshumanización de la sociedad, el control de las grandes empresas como Facebook o Google sobre la población, el servilismo del consumismo o los cada vez más frecuentes y descontroladas catástrofes naturales causadas por el cambio climático son un hecho. Aunque haya quien lo ponga en duda. También hay quien aún cree que la Tierra es plana o que las vacunas las crearon los científicos para envenenarnos. Este género siempre ha tenido bastante de detector de problemas sociales al basarse en lo que ya existe.
No habré pasado yo horas leyendo a Bradbury, Asimov, H.G. Wells, Verne... y tantos otros. O viendo películas de Spielberg, Cronenberg, Cameron, Verhoeven o J. J. Abrams ... Por eso me hizo mucha ilusión conocer la labor de la Fundación Asimov que tiene como Misión difundir este género como herramienta educativa y para la divulgación científica con el objetivo de transmitir el amor por la ciencia.
En este sentido, han publicado Las Aventuras de Vic Verne. Lo imposible no existe, un libro para acercar a los niños a este universo ilimitado, a la vez que les invita a vivir aventuras alucinantes en compañía de un niño muy inquieto e inteligente, su familia y sus amigos. Con este libro aprenderán que no hay límites a la imaginación y que todo se vuelve imposible si no se intenta, pero si creemos en nosotros mismos y en nuestras actitudes y posibilidades puede que lo que hoy es ciencia ficción mañana se convierta en una realidad.
Vic Verne pertenece a un linaje de científicos aventureros que guardan y estudian los descubrimientos más increíbles. Ahora, por imposición materna (¡Ay! que identificada me siento), tendrá que compaginar esta faceta con otra mucho más mundana: su asistencia a un cole normal y corriente. Así veremos cómo puede enfrentarse con la misma pasión a un caso de bullying, como a un viaje por el tiempo; o llegar a entender mejor la inteligencia artificial en androides que los prejuicios de algunos padres del colegio.
Víctor Martínez López, su autor, ha sabido hilar una historia, llena de referencias a los grandes de este género y a científicos que se adelantaron su época, que en tan sólo 117 páginas nos hace subir y bajar como en una montaña rusa de máquinas del tiempo, Neandertales, androides, abusones, niños inquietos, estaciones espaciales... Y un gran secreto que alberga la Sociedad Verne a la que pertenece, reflejo de las sociedades científicas que surgieron en el siglo XIX.
Reconozco que he disfrutado cada página. Yo diría que incluso más que mis hijos porque ellos aún no ha descubierto mucho de lo que encierra cada línea del texto. Para ellos es una aventura más de ciencia ficción que les lleva a un maravilloso viaje en la imaginación. A mi me da pie a seguir hablándoles de las maravillas de la ciencia y de las mentes prodigiosas que se adelantan a su tiempo.
Y eso que estos peques ya tienen bagaje por los padres que les han tocado y ya han oído hablar del terror que desató George Orwells con su relato radiofónico de la guerra de los mundos, del apocalíptico planeta de los simios que al final resulta ser el nuestro en el futuro, de las tres leyes de la robótica de Asimov, de los científicos que se redujeron y viajaron en una nave por el interior del cuerpo humano, de E.T., de Regreso al futuro, de la Guerra Interminable, del Gran Hermano (y no hablo del reality show), de Un mundo feliz, el peligro de la ignorancia, viajes a la luna en el siglo XIX, la leyenda que se forja alrededor de la pobre Laika (incluso les puse la canción de Mecano y acabamos todos llorando a lágrima viva)... Y un largo, larguísimo etc, que esperamos esté haciendo mella en su curiosidad y sus ansias de investigar y experimentar.
Con el primer tomo de las aventuras de Vic Verne viene un cuadernillo didáctico ideal para enriquecer la mente de los jóvenes lectores en el que se sugieren temas que se pueden exponer al hilo de esta lectura.
Para mí, lo ideal es hacer sesiones de lectura en voz alta y debatir sobre lo leído al final de cada capítulo, pero también se lo pueden leer ellos y después lo comentáis. O simplemente leerlo sin más y disfrutarlo porque es emocionante, divertido y sorprendente. Todas las opciones son buenas. Esta lectura está recomendada a partir de los ocho años, pero con la lectura en voz alta se vuelve apta para niños más pequeños.
¡Espero que saquen el segundo tomo pronto!
No habré pasado yo horas leyendo a Bradbury, Asimov, H.G. Wells, Verne... y tantos otros. O viendo películas de Spielberg, Cronenberg, Cameron, Verhoeven o J. J. Abrams ... Por eso me hizo mucha ilusión conocer la labor de la Fundación Asimov que tiene como Misión difundir este género como herramienta educativa y para la divulgación científica con el objetivo de transmitir el amor por la ciencia.
En este sentido, han publicado Las Aventuras de Vic Verne. Lo imposible no existe, un libro para acercar a los niños a este universo ilimitado, a la vez que les invita a vivir aventuras alucinantes en compañía de un niño muy inquieto e inteligente, su familia y sus amigos. Con este libro aprenderán que no hay límites a la imaginación y que todo se vuelve imposible si no se intenta, pero si creemos en nosotros mismos y en nuestras actitudes y posibilidades puede que lo que hoy es ciencia ficción mañana se convierta en una realidad.
Vic Verne pertenece a un linaje de científicos aventureros que guardan y estudian los descubrimientos más increíbles. Ahora, por imposición materna (¡Ay! que identificada me siento), tendrá que compaginar esta faceta con otra mucho más mundana: su asistencia a un cole normal y corriente. Así veremos cómo puede enfrentarse con la misma pasión a un caso de bullying, como a un viaje por el tiempo; o llegar a entender mejor la inteligencia artificial en androides que los prejuicios de algunos padres del colegio.
Víctor Martínez López, su autor, ha sabido hilar una historia, llena de referencias a los grandes de este género y a científicos que se adelantaron su época, que en tan sólo 117 páginas nos hace subir y bajar como en una montaña rusa de máquinas del tiempo, Neandertales, androides, abusones, niños inquietos, estaciones espaciales... Y un gran secreto que alberga la Sociedad Verne a la que pertenece, reflejo de las sociedades científicas que surgieron en el siglo XIX.
Reconozco que he disfrutado cada página. Yo diría que incluso más que mis hijos porque ellos aún no ha descubierto mucho de lo que encierra cada línea del texto. Para ellos es una aventura más de ciencia ficción que les lleva a un maravilloso viaje en la imaginación. A mi me da pie a seguir hablándoles de las maravillas de la ciencia y de las mentes prodigiosas que se adelantan a su tiempo.
Y eso que estos peques ya tienen bagaje por los padres que les han tocado y ya han oído hablar del terror que desató George Orwells con su relato radiofónico de la guerra de los mundos, del apocalíptico planeta de los simios que al final resulta ser el nuestro en el futuro, de las tres leyes de la robótica de Asimov, de los científicos que se redujeron y viajaron en una nave por el interior del cuerpo humano, de E.T., de Regreso al futuro, de la Guerra Interminable, del Gran Hermano (y no hablo del reality show), de Un mundo feliz, el peligro de la ignorancia, viajes a la luna en el siglo XIX, la leyenda que se forja alrededor de la pobre Laika (incluso les puse la canción de Mecano y acabamos todos llorando a lágrima viva)... Y un largo, larguísimo etc, que esperamos esté haciendo mella en su curiosidad y sus ansias de investigar y experimentar.
Con el primer tomo de las aventuras de Vic Verne viene un cuadernillo didáctico ideal para enriquecer la mente de los jóvenes lectores en el que se sugieren temas que se pueden exponer al hilo de esta lectura.
Para mí, lo ideal es hacer sesiones de lectura en voz alta y debatir sobre lo leído al final de cada capítulo, pero también se lo pueden leer ellos y después lo comentáis. O simplemente leerlo sin más y disfrutarlo porque es emocionante, divertido y sorprendente. Todas las opciones son buenas. Esta lectura está recomendada a partir de los ocho años, pero con la lectura en voz alta se vuelve apta para niños más pequeños.
¡Espero que saquen el segundo tomo pronto!
miércoles, 26 de diciembre de 2018
Asterix, el secreto de la poción mágica
Aquí donde me leéis, soy una gran fan de la saga Asterix, el galo. No sé ni cuantas horas he invertido en leer y releer todos los tomos de Uderzo y Goscinny. Los cierto es que, cuando falleció éste último, perdí un poco el interés en los cómics nuevos, pero las películas siguen llamando mi atención. Puede que se deba un poco al entusiasmo con el que les hablo a mis hijos de las que he visto. Nos vamos pegando la emoción por verlas unos a otros. La última producción, Asterix, el secreto de la poción mágica, hacía que aparecieran estrellitas en nuestros ojos. ¡Que ganas teníamos de verla! El tráiler les flipó a mis hijos… bueno, y a mí.
Que pena me dio cuando llega el gran día y Daniel se levanta con fiebre. Aún así se empeñó en ir casi arrastrándose hasta la puerta, pero los papis se pusieron duros y se quedó en casa rabiando. Raúl se quedó cuidándolo y me fui yo con el pequeño que iba loco de contento por ir al cine y tener a su mamá para él sólo.
Yo eché mucho de menos a la parte que faltaba del grupo, pero Iván me parece que no tanto. Eligió los asientos que más le gustaron (en la última fila) y se acomodó con una gran sonrisa tan a gustito.
Disfrutó de la película cada minuto. En las escenas más emocionantes se giraba hacia a mí y exclamaba entusiasmado su opinión. Sobre todo en los momentos de grandes tortazos, que fueron muchos. Ya sabéis cómo se las gastan estos galos.
Encima, en esta entrega, en la que Panoramix se rompe el tobillo haciendo acrobacias en los árboles y se empeña en buscarse un sustituto para darle la receta de la opción mágica por si las moscas le ocurriera algo, los jabalís chupan mucha cámara para alegría del peque. Salió enamorado del jabalí bebé, como lo llama él. Ganó hasta al adorable Idefix, y mira que es difícil.
Durante el final casi no podía permanecer sentado en la butaca de lo nerviosito que se puso. “Ualaaaaaaa”, “Miraaaaaaa mamá”, “Ostras, ostras, ostras”, gritaba con los ojos brillantes mientras yo le chistaba como una loca. En ese momento me alegré mucho de que hubiera elegido asientos de la última fila.
En resumen, que disfrutamos muchísimo de principio a fin riéndonos con los mismos chistes de siempre (los romanos volando por los aires, los piratas hundiéndose irremediablemente, Obélix insistiendo en beber poción mágica...), con nuevos chascarrillos, conociendo a un malvado malvadísimo con muy malos humos y viajando con Panoramix, la famosa pareja de galos, Idefix y... bueno, casi toda la aldea, que eso de buscar un sucesor para el druida del poblado es una cosa muy seria.
Cuando volvimos a casa, le pedí al pequeño que no le contara a Daniel lo bien que lo habíamos pasado, pero aún así nos lo encontramos verde de envidia, y ya sin fiebre, afortunadamente. Le hemos tenido que prometer que pronto le llevaremos a verla.
Que pena me dio cuando llega el gran día y Daniel se levanta con fiebre. Aún así se empeñó en ir casi arrastrándose hasta la puerta, pero los papis se pusieron duros y se quedó en casa rabiando. Raúl se quedó cuidándolo y me fui yo con el pequeño que iba loco de contento por ir al cine y tener a su mamá para él sólo.
Yo eché mucho de menos a la parte que faltaba del grupo, pero Iván me parece que no tanto. Eligió los asientos que más le gustaron (en la última fila) y se acomodó con una gran sonrisa tan a gustito.
Disfrutó de la película cada minuto. En las escenas más emocionantes se giraba hacia a mí y exclamaba entusiasmado su opinión. Sobre todo en los momentos de grandes tortazos, que fueron muchos. Ya sabéis cómo se las gastan estos galos.
Encima, en esta entrega, en la que Panoramix se rompe el tobillo haciendo acrobacias en los árboles y se empeña en buscarse un sustituto para darle la receta de la opción mágica por si las moscas le ocurriera algo, los jabalís chupan mucha cámara para alegría del peque. Salió enamorado del jabalí bebé, como lo llama él. Ganó hasta al adorable Idefix, y mira que es difícil.
Durante el final casi no podía permanecer sentado en la butaca de lo nerviosito que se puso. “Ualaaaaaaa”, “Miraaaaaaa mamá”, “Ostras, ostras, ostras”, gritaba con los ojos brillantes mientras yo le chistaba como una loca. En ese momento me alegré mucho de que hubiera elegido asientos de la última fila.
En resumen, que disfrutamos muchísimo de principio a fin riéndonos con los mismos chistes de siempre (los romanos volando por los aires, los piratas hundiéndose irremediablemente, Obélix insistiendo en beber poción mágica...), con nuevos chascarrillos, conociendo a un malvado malvadísimo con muy malos humos y viajando con Panoramix, la famosa pareja de galos, Idefix y... bueno, casi toda la aldea, que eso de buscar un sucesor para el druida del poblado es una cosa muy seria.
Cuando volvimos a casa, le pedí al pequeño que no le contara a Daniel lo bien que lo habíamos pasado, pero aún así nos lo encontramos verde de envidia, y ya sin fiebre, afortunadamente. Le hemos tenido que prometer que pronto le llevaremos a verla.
A partir del 11 de enero podéis encontrarla en los cines.
martes, 25 de diciembre de 2018
lunes, 24 de diciembre de 2018
Jack y las habichuelas mágicas
El domingo fuimos a ver una obra de teatro mágica y desternillante en los Teatros Luchana: Jack y las habichuelas mágicas. A los peques les encantó.
Había que ver a Daniel sufriendo porque la bruja y el ogro estaban a punto de pillar a Jack o a Iván dejándose la voz para avisar al protagonista del gran peligro que se cernía sobre él.
La puesta en escena era una maravilla. La vaca Margarita se ganó enseguida el corazón de mis niños, tan buena y responsable. Cómo contrastaba con el locatis de Jack, tan travieso e inconsecuente, pero con una gran corazón que le llevará a enzarzarse en una peligrosa aventura para ayudar a su mamá y a unos animales monísimos.
Tanto los chiquillos como los padres seguíamos entusiasmados las instrucciones de los actores: ahora gritad esto, ahora esto otro, ahora aplaudid, ahora todos a levantar las manos, ahora a cantar... y cuidadito que el ogro casi se come a Daniel, menos mal que le dijo que no le gustaban las chuches y él prefería un niño relleno de azúcar, y a Raúl también le quiso hincar el diente, se ve que lo vio delicioso.
Las caracterizaciones eran fantásticas. No sé cómo se podían mover por el escenario, y fuera de él, con tanta agilidad la vaca, el ogro y la gallina. No pude encontrar ninguna mirilla en el disfraz, aunque tenía que haberla.
La mamá de Jack era todo amor y gracia. Si es que no se podía enfadar con su hijo por muy trasto que le hubiera salido. Y ante la situación más precaria ponía buena cara y la resuelvía de la mejor de las maneras: trabajando.
A mí, como es normal, me encantó este personaje. Némesis de la malvada bruja, que no perdía la oportunidad de hacer rabiar al enorme ogro colmilludo y panzón que vive con ella. Son tan malos como graciosos.
El duende Martinico, por su parte, no es nada trabajador, así que hará lo imposible para que Jack se encargue de hacer su peligroso trabajo. Éste duende está hecho una buena pieza, pero también es la mar de simpático.
Hubo unos cuantos momentos en los que los peques habrían mucho los ojos asombrados por lo que veían en el escenario, otros que se dejaban la voz gritando y muchos otros en las que aplaudían con entusiasmo.
La obra se hace corta y es muy animada y divertida. Mis peques salieron entusiasmados de la sala y corrieron a hacerse una foto con el duende y la madre de Jack que los recibieron con los brazos abiertos y les regalaron sendas chapas de la obra para que tuvieran un recuerdo de un día tan especial.
Había que ver a Daniel sufriendo porque la bruja y el ogro estaban a punto de pillar a Jack o a Iván dejándose la voz para avisar al protagonista del gran peligro que se cernía sobre él.
La puesta en escena era una maravilla. La vaca Margarita se ganó enseguida el corazón de mis niños, tan buena y responsable. Cómo contrastaba con el locatis de Jack, tan travieso e inconsecuente, pero con una gran corazón que le llevará a enzarzarse en una peligrosa aventura para ayudar a su mamá y a unos animales monísimos.
Tanto los chiquillos como los padres seguíamos entusiasmados las instrucciones de los actores: ahora gritad esto, ahora esto otro, ahora aplaudid, ahora todos a levantar las manos, ahora a cantar... y cuidadito que el ogro casi se come a Daniel, menos mal que le dijo que no le gustaban las chuches y él prefería un niño relleno de azúcar, y a Raúl también le quiso hincar el diente, se ve que lo vio delicioso.
Las caracterizaciones eran fantásticas. No sé cómo se podían mover por el escenario, y fuera de él, con tanta agilidad la vaca, el ogro y la gallina. No pude encontrar ninguna mirilla en el disfraz, aunque tenía que haberla.
La mamá de Jack era todo amor y gracia. Si es que no se podía enfadar con su hijo por muy trasto que le hubiera salido. Y ante la situación más precaria ponía buena cara y la resuelvía de la mejor de las maneras: trabajando.
A mí, como es normal, me encantó este personaje. Némesis de la malvada bruja, que no perdía la oportunidad de hacer rabiar al enorme ogro colmilludo y panzón que vive con ella. Son tan malos como graciosos.
El duende Martinico, por su parte, no es nada trabajador, así que hará lo imposible para que Jack se encargue de hacer su peligroso trabajo. Éste duende está hecho una buena pieza, pero también es la mar de simpático.
Hubo unos cuantos momentos en los que los peques habrían mucho los ojos asombrados por lo que veían en el escenario, otros que se dejaban la voz gritando y muchos otros en las que aplaudían con entusiasmo.
La obra se hace corta y es muy animada y divertida. Mis peques salieron entusiasmados de la sala y corrieron a hacerse una foto con el duende y la madre de Jack que los recibieron con los brazos abiertos y les regalaron sendas chapas de la obra para que tuvieran un recuerdo de un día tan especial.
viernes, 21 de diciembre de 2018
El fin de la inocencia navideña
- Mamá, tengo que hablar contigo... a solas.- Me soltó Daniel muy serio.- Lo que me digas puede cambiarme la vida.
Ostras, que miedo. Le dije que podíamos tener una reunión privada y le prometí a su hermano que luego tendríamos otra él y yo.
Una vez sentados le miré expectante.
- Creo que ya sabes de lo que quiero hablarte. - Comenzó muy serio.
- Creo que sí.- afirmé a mi vez en el mismo tono.
- Esta bien mamá. Confiesa de una vez: Los Reyes sois los padres.
- ¿Estás seguro de que no quieres dejar esta conversación aquí? Estamos en un punto de no retorno.
- Estoy seguro.
- Está bien. Los Reyes somos los padres.- Qué queréis. Me pilló con la guardia baja. El peque parpadeó un par de veces muy rápido y arrugó la frente.
- Ya lo sabía. ¿Te digo por qué lo sabía?
- Estoy deseando saberlo.
- Primero, porque me lo había dicho un amigo. Segundo, porque a los pobres no les traen regalos. Y tercero, porque el año pasado os grabé poniendo los regalos debajo del árbol.
- Síiiii. Claaaaaro.
- Que sí, te lo juro. Dejé la cámara encendida en el salón. Pero tuve que borrar el vídeo porque no quedaban minutos para hacer otros vídeos.- No le creí ni por un momento.
- De todas formas, Daniel, tienes que saber que esta historia de los Reyes forma parte de un juego que se llama La ilusión de la Navidad, y que tú hermano aún juega, así que no se lo estropees. Es más a los padres también nos hace mucha ilusión todo esto. Y me da mucha pena que te hayas salido del juego.
-¿Quéeee? Yo quiero jugar. No quiero salirme. No quieroooooo.- Cómo veía que empezaba a hiperventilar cambié el discurso.
- Hombre, que tú formas parte del juego, pero como personaje no jugador, como en el rol. A ver como te lo explico... tú ayudas a que el juego funcione, como los papás.
- Pero yo quiero ser un personaje jugador, ¡quiero jugar! Espera ya sé. Yo puedo ser un duende. Síiii. Eso, un duende que os ayude a poner los regalos.- ¡¡¡Danger, danger, peligro peligro!!! Piensa Dácil, piensa.
- Daniel, lo de poner los regalos es cosa de adultos. Si quieres dejar de ser un niño para convertirte en un adulto sólo recibirás un regalo como papá y mamá. Así que elige cual es el que quieres.- Casi me da la risa con la cara de pasmo y susto de mi churumbel.
- Pero yo quiero toooodos mis regalos. No, no. Yo soy un niño. UN NIÑO. Y quiero jugar.
- También podemos hacer como si esta conversación no hubiera existido nunca. Es que me da mucha pena que te hayas enterado tan pronto.
- A ver mamá, que ya estoy en cuarto de primaria. Y algún día me tenía que enterar. Si no, imagínate. ¡Mis hijos no recibirían regalos! cuando sea padre les haré un montooooon de regalos. Oye, por cierto. ¿Entonces compráis vosotros los regalos? ¡¡¡¿Y de dónde sacáis el dinero?!!!
- Pues ahorrando y con mucho esfuerzo. A ver qué te crees.
- Eres la mejor madre del muuuundo. ¡Oye! Y los regalos de las abuelas y los tíos, ¿también los compran ellos?
- Sí
- Ooooooh. - En ese momento, su expresión reflejó un amor infinito por sus familiares.- Mami, tengo una pregunta más. Si los Reyes no existen... ¿Quienes son los de las cabalgatas?.- Oportunidad única en bandeja jejeje
- Eeeeeh, hombre, pues yo supongo que serán los Reyes Magos de verdad que hace mucho tiempo sí que llevaban los regalos a los niños, pero que ahora, como somos muchos más, no les llega la magia y por eso lo padres les ayudamos.
- O gente disfrazada.
- Eso puede ser también.
- Bueno, pero me gusta más la teoría esa de ayudarles. Así les ayudo yo también.
- Pero no como duende. Eeeeeh.
- No, no. Yo soy un NIÑO.
Por cierto, luego tuve que tener una reunión con el otro churumbel y aguantar quince largos minutos de disertación profunda sobre las maravillas de Fortnite.
Ostras, que miedo. Le dije que podíamos tener una reunión privada y le prometí a su hermano que luego tendríamos otra él y yo.
Una vez sentados le miré expectante.
- Creo que ya sabes de lo que quiero hablarte. - Comenzó muy serio.
- Creo que sí.- afirmé a mi vez en el mismo tono.
- Esta bien mamá. Confiesa de una vez: Los Reyes sois los padres.
- ¿Estás seguro de que no quieres dejar esta conversación aquí? Estamos en un punto de no retorno.
- Estoy seguro.
- Está bien. Los Reyes somos los padres.- Qué queréis. Me pilló con la guardia baja. El peque parpadeó un par de veces muy rápido y arrugó la frente.
- Ya lo sabía. ¿Te digo por qué lo sabía?
- Estoy deseando saberlo.
- Primero, porque me lo había dicho un amigo. Segundo, porque a los pobres no les traen regalos. Y tercero, porque el año pasado os grabé poniendo los regalos debajo del árbol.
- Síiiii. Claaaaaro.
- Que sí, te lo juro. Dejé la cámara encendida en el salón. Pero tuve que borrar el vídeo porque no quedaban minutos para hacer otros vídeos.- No le creí ni por un momento.
- De todas formas, Daniel, tienes que saber que esta historia de los Reyes forma parte de un juego que se llama La ilusión de la Navidad, y que tú hermano aún juega, así que no se lo estropees. Es más a los padres también nos hace mucha ilusión todo esto. Y me da mucha pena que te hayas salido del juego.
-¿Quéeee? Yo quiero jugar. No quiero salirme. No quieroooooo.- Cómo veía que empezaba a hiperventilar cambié el discurso.
- Hombre, que tú formas parte del juego, pero como personaje no jugador, como en el rol. A ver como te lo explico... tú ayudas a que el juego funcione, como los papás.
- Pero yo quiero ser un personaje jugador, ¡quiero jugar! Espera ya sé. Yo puedo ser un duende. Síiii. Eso, un duende que os ayude a poner los regalos.- ¡¡¡Danger, danger, peligro peligro!!! Piensa Dácil, piensa.
- Daniel, lo de poner los regalos es cosa de adultos. Si quieres dejar de ser un niño para convertirte en un adulto sólo recibirás un regalo como papá y mamá. Así que elige cual es el que quieres.- Casi me da la risa con la cara de pasmo y susto de mi churumbel.
- Pero yo quiero toooodos mis regalos. No, no. Yo soy un niño. UN NIÑO. Y quiero jugar.
- También podemos hacer como si esta conversación no hubiera existido nunca. Es que me da mucha pena que te hayas enterado tan pronto.
- A ver mamá, que ya estoy en cuarto de primaria. Y algún día me tenía que enterar. Si no, imagínate. ¡Mis hijos no recibirían regalos! cuando sea padre les haré un montooooon de regalos. Oye, por cierto. ¿Entonces compráis vosotros los regalos? ¡¡¡¿Y de dónde sacáis el dinero?!!!
- Pues ahorrando y con mucho esfuerzo. A ver qué te crees.
- Eres la mejor madre del muuuundo. ¡Oye! Y los regalos de las abuelas y los tíos, ¿también los compran ellos?
- Sí
- Ooooooh. - En ese momento, su expresión reflejó un amor infinito por sus familiares.- Mami, tengo una pregunta más. Si los Reyes no existen... ¿Quienes son los de las cabalgatas?.- Oportunidad única en bandeja jejeje
- Eeeeeh, hombre, pues yo supongo que serán los Reyes Magos de verdad que hace mucho tiempo sí que llevaban los regalos a los niños, pero que ahora, como somos muchos más, no les llega la magia y por eso lo padres les ayudamos.
- O gente disfrazada.
- Eso puede ser también.
- Bueno, pero me gusta más la teoría esa de ayudarles. Así les ayudo yo también.
- Pero no como duende. Eeeeeh.
- No, no. Yo soy un NIÑO.
Por cierto, luego tuve que tener una reunión con el otro churumbel y aguantar quince largos minutos de disertación profunda sobre las maravillas de Fortnite.
jueves, 20 de diciembre de 2018
La noche rol
Comienza la partida |
Comer y jugar, todo es empezar :D |
True |
Se masca la tragedia con tanto vaso XS |
defendamos al dragón! |
"El que parece el jefe os ve acercaros y se gira a vosotros muy chulito. Os reta a una competición de fuerza", lo arregla el padre rápidamente, "¿Qué hacéis?". Los peques se pelean por ser los primeros en hacer la prueba. ¡A tirar dados! El único que lo consigue es Daniel que casi rompe el cacharro del porrazo que le dio. Del susto salieron todos los abusones corriendo y el elfito nos dio las gracias muy feliz. Yo casi me doy en el pie con el mazo de lo baja que me salió la tirada, pero me sentí igual de orgullosa que el resto de defender al peque de orejas puntiagudas.
Tenemos que ir aquí |
¡¡¡Toma, toma, tomaaaaaa!!! |
Cuidado con las bombas, que las carga el diablo XS |
La fiera mitológica también nos contó que los malvados encapuchados le habían atacado en su cueva y habían raptado a su huevito. Ya teníamos misión (juro que Raúl no ha visto la serie del Príncipe Dragón de Netflix, pero lo parece. ¿A que sí?).
El caso es que las autoridades del pueblo repartieron los turnos de vigilancia para que el dragón pudiera descansar tranquilo y curarse de las heridas esa noche sin temer a los peligros que se cernían sobre su cabeza y nos tocó el primer turno, obvio. El enorme bicho se quedó roque al segundo y no tuvimos que esperar mucho hasta que aparecieron los encapuchados. Nos enzarzamos en otra cruenta lucha. ¡Jolín cómo nos dieron para el pelo! Casi se llevan al dragón arrastrándolo con cuerdas y él como un tronco sin pisparse de nada, roncando humo y fuego.
Finalmente logramos ahuyentar a los malos, aunque a mí y a Daniel nos dejaron desmayados un turno. Fue duro.
Al día siguiente, el Dragón se despertó, nos volvió a recordar la suerte que teníamos de ser sus siervos, nos dio instrucciones para ir al rescate de su huevito y se reafirmó en su intención de destruirlo todo si no teníamos éxito. Realmente no parecía estar pidiéndonos ayuda. A mí es que me da una mala espinaaaa... Lo bueno es que nos dio una bomba para cada uno para situaciones desesperadas.
Como es obvio no tardamos mucho en utilizar la primera, en cuanto encontramos un campamento de malos, con tan mala suerte en la tirada que nos hicimos daño a nosotros mismos, así que tendremos más cuidado en el futuro, que nos quedan dos todavía.
Y hasta aquí la primera noche rol llena de bebida azul, nachos, dados, pizza y mucha emoción.
Se suponía que en la siguiente seguiríamos la aventura, pero el padre tuvo cena de Navidad, así que los dos peques se prepararon sendas partidas y las hicimos sin él. Yo diría que fueron bastante surrealistas, pero nunca les había visto disfrutar tanto del rol. Si es que entre ellos se entienden muy bien. Cualquier día os las cuento.
martes, 18 de diciembre de 2018
Bumblebee, el abejorro adorable
Bumblebee no siempre
se llamó así, o eso nos cuentan en el spin off de Paramount Pictures, en el que el camaro amarillo
aterriza en la Tierra por primera vez con la misión de salvarla. Y en el que se convierte en un Volkswagen Beetle poco antes de desvanecerse tras una cruenta lucha inicial.
Tan cruenta y alucinante que mis hijos botaban en sus butacas haciendo volar las palomitas y exclamando su entusiasmo con grititos y frases de admiración.
Estoy segura de que estas dos fieras adoptarían si pudieran al famoso autobot amarillo. ¡Qué narices! Hasta yo lo adoptaría si me pone esos ojitos que le pone a la protagonista. ¡Cómo han podido dar esa imagen sensible a un frío robot!
Un teniente del ejército rebelde del planeta Cybertrón, que parece en ocasiones un perrito agradecido con las muestras de cariño de su dueña, una adolescente con graves problemas emocionales y de integración bastante típicos en este tipo de películas, en las que, lo más importante con diferencia, son las escenas de acción y los efectos especiales.
Lo cierto es que el cariño entre el alienígena perdido y desorientado y la chica destrozada por una gran pérdida va creciendo hasta transmitir al público una ternura infinita.
Bumblebee te gana el corazón casi desde las primeras escenas, aunque sean de acción trepidante. Es que este robot amarillo tienen mucho carisma con la capacidad de hablar o sin ella.
Dos ingredientes que han hecho que se convierta en una de las preferidas de mi churumbeles. Por cierto, que éste es uno de esos films que vas a ver con tus hijos sin miedo a aburrirte. Aunque la trama no es nada original, la conducen muy bien salpicándola de explosiones, golpes, persecuciones, etc. Además intercalan momentos de verdadero drama con sketchs graciosos de toda la vida para que te dejes llevar en una montaña rusa de emociones.
La música también es un puntazo y logran transmitir experiencias a los espectadores. También tiene que ver con que es la única forma de comunicación de Bumblebee, que la maneja con maestría.
Los peques se plantaron la careta del simpático robot amarillo que les regalaron en la entrada junto con otros materiales de actividades y la no se la quisieron quitar en todo el día. Hasta uno de ellos anunció que comería con ella puesta. ¡que locura! Fue un puntazo que les regalaran la bolsa con sorpresitas porque los tuvimos muy entretenidos hasta que comenzó la película.
Bumblebee se estrena el 28 de diciembre y es una fantástica propuesta para ir en familia estas Navidades.
Bumblebee se estrena el 28 de diciembre y es una fantástica propuesta para ir en familia estas Navidades.