miércoles, 31 de marzo de 2010

Las vacunas del sexto mes

Es curiosa la percepción tan especial que tenemos los padres de los hechos relacionados con tus hijos. El otro día llevé a Daniel a su revisión del sexto mes. Iba amargada porque significaba que le iban a pinchar para ponerle las vacunas. Algo muy desagradable para el pequeñajo.

La pediatra dijo que todo estaba muy bien. Lo único que tenía el bebé eran unos pocos moquitos. Como se nota que a ella no le daba las noches por la congestión. Ni se le medio asfixiaba entre los brazos con ataques de tos provocados por la ingesta de mocos. Esto es un ejemplo de diferentes puntos de vista.

La enfermera midió y pesó al bebé. "Qué niño más sonriente" expresó. Esta simple afirmación se convirtió luego en un "Dice la enfermera que Daniel es muy simpático y que se pasa todo el tiempo sonriendo... Y además, que es muy guapo, pero eso salta a la vista".

Acto seguido la enfermera me informó de que el niño estaba por encima de la altura media y por debajo del peso medio, aunque dentro de los percentiles normales. A lo que yo transmití: "También dijo que iba a ser alto y guapo... Y un morenazo de los que quitan el hipo".

Por último, la enfermera procedió a torturar al bebé pinchándole con todo el cuidado y cariño del que fue capaz. Con mi inestimable ayuda para sujetarlo (Judas, que soy una Judas). Mi niño lloró un poquito, pero enseguida se le pasó. Es una cotilla de gran magnitud y cualquier cosa capta su atención, la pierde y la vuelve a captar. Así son los niños de su edad. "Este niño llora poco", agregó la enfermera, que yo traduje en "Es el niño más valiente que ha conocido en todos sus años de trabajo. Lloró poquísimo. Un valiente. Un torero. ¡Ole! ¡Ole, mi niño!".

Estas exageraciones están dentro de los parámetros normales de las madres en general. Así que no hay nada de los que preocuparse. Al menos por ahora. Esperemos que no vaya a más.

martes, 30 de marzo de 2010

Daniel contra Daniel

Una compañera del trabajo me comentó que a los bebés les encanta jugar con los espejos, así que decidi probar. Es cierto. Daniel alucina con su reflejo. Da golpes con su manita al cristal y me sonríe cruzando su mirada con mi falsa imagen. Se ríe y vuelve a empezar con los mamporros.

En estos seis felices meses me he dado cuenta de que los bebés son altamente destructivos. No quiero pensar en como nos va a cambiar la vida en casa cuando el bebé empiece a gatear. Sobre todo a los pobres gatos. Ya los veo despeluchados y huyendo despavoridos como si les fuera la vida en ello.

Afortunadamente, por ahora tengo los suficientes reflejos como para que sólo sus manitas toquen el espejo y no su cabezón. Suele tener la mala costumbre de dejarlo caer en los momentos más inoportunos.

Otra compañera me dijo hoy que a los bebés también les subyuga el viento y como mueve las ramas de los árboles. Con lo que, ni corta ni perezosa me lo he bajado al parque un rato. Desde luego se quedaba mirando fijamente las copas con cara de pasmado. Lo malo es que el viento era muy frío y tuvimos que subirnos pronto porque nos estábamos quedando helados. Aún así, creo que se lo pasó muy bien.

lunes, 29 de marzo de 2010

Ya nunca dormirás

Madre mía. Vaya nochecitas que me esta dando Daniel ultimamente. No me deja pegar ojo. Además tiene un sexto sentido para saber el momento exacto en el que me acabo de acomodar en la cama. No hace ni medio segundo que he cerrado el ojo cuando le oigo gimoter lastimeramente.

En mi opinión los mocos y la tos no le deja dormir al pobre, así que tengo que levantarme a abrazarlo y acunarlo para tranquilizarlo.

En la opinión de Raúl tiene una bracitis de órdago. Cómo mi método no funciona vamos a poner en funcionamiento el de Raúl. Hemos cambiado toda la metodología de la noche. Antes le dábamos el biberón en su habitación, a oscuras, y acababa durmiéndose con un chorrito de leche cayéndole por la comisura de la boca. A partir de hoy le damos el biberón bien despierto, en cualquier lugar de la casa y con las luces encendidas. Luego jugamos con él un poquito. Y finalmente lo metemos con ojos de buho en su cuna. Por supuesto, acaba por aburrirse y se dedica a ejercitar pulmones un rato. Nosotros entramos a calmarlo periódicamente hasta que se duerme el solito.

Esta noche, en vez de levantarme ventitantas veces, me he levantado sólo siete. Habré dormido al menos dos horas seguidas ¡Qué lujo! A ver si vamos mejorando.

sábado, 27 de marzo de 2010

Virus compartidos

Daniel es tan bueno que lo quiere compartir todo conmigo... hasta los virus más virulentos. Desde que está en la guardería me ha pegado una catarrazo, la tos más violenta que he tenido nunca (y él, pobrecito mío), el dolor de garganta, de cabeza, la conjuntivitis... Vamos, que espero haber pasado de pequeña el sarampión y la escarlatina porque si no lo tengo claro.

Cuando veo que mi pequeñín cojea de algún lado me preparo porque sé que va a recaer en mí con el doble de fuerza. ¡Pero si yo casi nunca me pongo malo! Para que luego digan que los niños viene con una pan debajo del brazo. Viene con multitud de gérmenes y, eso sí, con los 2.500 euros del gobierno, que los obtuvimos de chiripa. Poquito antes de que quitaran esta estúpida ayuda a la maternidad (lo que quiero son guarderías gratis).

Daniel tose, moquea, babea un poquito, luego te mira, sonríe y ya se te han quitado todos los males. Es mi mejor tratamiento para todas las enfermedades que me pega.

jueves, 25 de marzo de 2010

Cachivaches para ingenieros

En mi portal estan de obras para hacerme más fácil el camino desde mi casa a la calle. Van a poner un aparatejo tipo montacargas para minusválidos y sillitas de bebés. Cuando terminen va a ser estupendo. Pero, por ahora, es un engorro. Aunque los obreros me echan una mano con el carrito cada vez que me ven resulta agotador atravesar ese campo de minas.

Dándole vueltas al asunto me acordé que tenia una mochilita portabebés, que me habían dejado en herencia unos papás con bebé mayor (en realidad dos), así que me dirigí rauda y veloz al armario de Daniel y saqué una especie de tela gorda llena de tiras y extraños amarres. Con gran esfuerzo mental me lo puse de la manera que me pareció más lógica y luego procedí a insertar al bebé, pero de repente me dio la impresión de que lo estaba metiendo al revés, así que lo saqué rapidamente. Tras otro rato de pensar lo volví a intentar, pero ya no me acordaba de como me lo había puesto. Resoplando y desesperada arrojé lejos de mi el endiablado cachivache y metí al bebé en su carrito. Me pareció pan comido atravesar la obra del portal comparado con lo que acababa de pasar.

Más tarde, cuando Raúl llegó a casa del trabajo le comenté la jugada. Mi marido recuperó la mochilita del rincón donde yo la había arrojado y en medio segundo tenía a un Daniel sonriente apoyado en su barriga. ¿Será que yo soy de letras y él de ciencias?

No es la primera vez que me desespero con algún aparatejo para bebés, que debería resultar fácil para todo el mundo. Nadie se puede imaginar mi sufrimiento a la hora de montar la cuna de viaje. Fui incapaz. Y cada vez que hay que hacer un cambio en el cochecito de bebé acudo a mi libro de instrucciones gigante universal: Raúl. Es que eso de montar cosas nunca se me ha dado bien. Soy de esas personas a la que le sobran piezas o le faltan y el producto final deja mucho que desear.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Más fiebre

Ayer me llamaron de la guardería porque el niño tenía fiebre. Sin perder un minuto me puse en contacto con su padre para que dejara todo lo que estuviera haciendo y se fuera a por el 'ipso facto'. Antes de que el pobre pudiera llegar al coche le llamé tres veces más para diferentes cosas: "dale agua al niño, no se vaya a deshidratar", "ya he pedido hora con el pediatra", "dale muchos mimitos"...

Pasé una mañana muy mala pensando en mi pobre niño febril. Las chicas de la guardería dijeron que tenía 39 grados, ¡nada menos! Mi pobre bebé. Les dije que, por favor le dieran apiretal. Me pareció mucha fiebre para un niño tan pequeño.

Las compañeras de trabajo trataron de tranquilizarme con frases llenas de buena intención y finalmente me conminaron a marcharme un poco antes de la hora de salida. Un gesto que les agradecí en el alma. Volé a casa para cuidar de Daniel como sólo una madre puede hacerlo (es broma. Raúl le cuida muy bien. A su manera, que no es la mía, pero muy bien al fin y al cabo).

Cuando llegué a casa me encontré con marido pálido y ojeroso. Las malas noches de nuestro inquieto bebé empiezan a cobrarle factura también a él. El enano estaba en fase Rem. No movía ni un músculo. Un cuarto de hora antes de su cita con el pediatra abrió el ojito y se me creó una disyuntiva. Era su hora de comer. ¿Qué podía hacer? Al final decidimos que me llevaría el biberón y le daría de comer en la sala de espera. después de todo no parecía que tuviera hambre.

La pediatra se cargó de paciencia nada más verme y trató de explicarme que, como ya me había comentado en mis tres últimas visitas, el niño tenía tan sólo una catarro, que había que vigilar para que no derivara en algo más grave, pero que ahora mismo no tenía importancia. "Los catarros dan tos, fiebre y ojos llorosos como a los adultos. Así que llévatelo a casa, dale apiretal y que esté un par de días sin ir a la guardería". Muy fácil de decir, pero para unos padres trabajadores no es tan fácil de llevarlo a la práctica. Menos mal que Daniel tiene abuelas. La abuela Paca aceptó encantada hacerse cargo del bebé durante estos días.

Hoy ha amanecido mejor, según su padre. Yo no veré su preciosa cara hasta mañana porque hemos decidido que duerma con su abuela para no sacarle a la calle tantas veces. Le echo mucho de menos. Aún con la perspectiva de una noche durmiendo del tirón me da mucha pena que no esté aquí conmigo. Desde luego a las madres nos va el masoquismo.

martes, 23 de marzo de 2010

Por fin llega el buen tiempo


Con estas temperaturas tan agradables es difícil evitar la tentación de llevar al niño a dar largos paseos tras recogerlo de la guardería.

Así que ultimamente nos acercamos los dos a un parque que hay cerca de la casa. Me siento en un banco y le saco de la sillita para jugar un ratito con él. Normalmente lo alzo por encima de mi cabeza a la vez que le digo cosas sin sentido con un todo jocoso. Él agita las piernas y los bracitos y da gritito de emoción. Debemos ser todo un espectáculo. Huelga decir que yo acabo molida con tanto ejercicio. Un día el niño se impulsó esperando ser propulsado y se dió un choque con mi frente. Inmediatamente se quedó serio esperando mi reaación. Como me dio un ataque de risa no lloró, pero se acabarpn los grititos y las sonrisas. Había pasado algo que no le había gustado y la marca roja en su frente decía claramente que le había dolido el golpe. Menos mal que los bebés tiene menos memoria que un mosquito y al rato estaba entretenido con el ir y venir de la gente sin acordarse del incidente.

Otras veces le cojo en brazos y lo paseo empunado el carrito con una mano. Hasta que me canso, porque pesa mucho, y lo vuelvo a dejar en el carrito. A veces se enfada y gruñe porque lo que el quiere es que le cojan, pero otras se sienta docilmente y no suele tardar mucho en quedarse dormido.

lunes, 22 de marzo de 2010

Lo que no mata engorda

A Daniel le gustan las verduras. O eso dice mi suegra que se arrancó el otro día por su cuenta y riesgo a embutirle una papillita con verduras variadas tirando por la borda toda la teoría de las alergias que me molesté en explicarle largo y tendido un día.

Por cierto, también le gustan los barquillos rellenos de turrón. De eso sí que fui testigo. Estaba presente cuando la abuela Paca le alargó uno y él se dedicó a rechupetearlo con deleite. Otra patada más a las instrucciones perfectamente impresas que nos dió la pediatra.

Está visto que por mucho que quieras controlar todos los aspectos que atañen al niño es algo imposible. Sobre todo si eres una madre trabajadora y estás en plena vorágine de cajas de mudanza.

De todas formas soy una firme creyente de la afirmación de que lo que no mata engorda (me la digo y me la repito cada vez que acabo ávidamente con una tentadora tableta de chocolate. Es buena para los nervios). A la vista está que mi hijo está bien gordito y eso que ultimamente no come todo lo bien que me gustaría por culpa del catarrito que arrastra desde hace ya un tiempo.

Cómo bien dice mi madre, el descontrol en las comidas y los horarios de Daniel es un bajo precio a una noche entera de sueño reparador. Seguro que lo dice porque ella también tiene sus planes para Daniel sin contar con mi beneplácito. Que pillas son las abuelas.

domingo, 21 de marzo de 2010

La larga noche de fiebre en vela

Toda la noche llorando. Y nada de lo que yo hiciera servía de nada. Le cogía, le mecía, le daba la vuelta, le ponía el chupete, le daba la mano... Y el seguía berreando. De repente se callaba, cerraba los ojitos y parecía que se calmaba. Lo ponía con suavidad en la cunita y era tocar mi cabeza la almohada y volver a oirlo gimotear. Pasadas las dos de la madrugada mi desesperación llegaba a sus cotas más altas. Notaba a Daniel un poco caliente y arranqué a Raúl de los brazos de morfeo muerta de la preocupación. Mi marido, como siempre, impuso la fuerza de la razón y calmó un poco las cosas. Aunque Daniel seguía berreando. Le tomamos la temperatura (38,2) y Raul se metió en internet a informarse mientras yo seguía prodigando mimitos a nuestro hijo enfermito.

Según él no había de qué preocuparse. hasta los 38 grados no se consideraba fiebre suficiente para administrarle medicamentos y a partir de 40 tocaba volar a urgencias. Le dimos apiretal y esperamos un poco a ver si se calmaba, pero nada de nada. El pobre Daniel seguía quejándose a pleno pulmón. Amargada le mecí cariñosamente contra mi pecho y se calmó un poco. Finalmente se durmió. Por si acaso decidí aguantar todo lo posible en esa postura para que el enano descansara. Una horilla después la espalda me estaba matando así que lo dejé en la cama con la mayor suavidad y me dispuse a pegar el ojo en la medida de lo posible. Allí estábamos: Daniel estirado todo lo que podía, su madre hecha un ovillo de lo más incómodo y su padre en el abismo del borde de la cama. De vez en cuando el bebé lloriqueaba, le ponía el chupete, le hacía unas caricias en el mofletillo y se volvía a dormir. hasta que llegó el momento en que el método dejó de funcionar y otra vez se puso a berrear. Le intenté dar el biberón, pero decía que para mí. Raúl le volvió a medir la temperatura (37,6). Íbamos mejorando. Ya no hubo manera de que se quedara dormidito en la cama, así que lo volví a mecer contra mi pecho y así estuvimos los dos hasta bien entrada la mañana. Raúl se ofreció a llevárselo con él al salón. Gesto que agradecí profundamente, pero que fue totalmente inutil porque sus llantos no me dejaban conciliar el sueño. Finalmente salí a por él. Le monté su pareque de juegos (mantita con historias para bebés) en un intento de entretener su atención y que dejara de llorar. ¡Milagro! ¡milagro! Por fin se quedó dormidito. Ni que decir que no me lo pensé dos veces y me tumbé cuan larga era a su ladito para dormir yo también. Así estuvimos de nueve a una de la tarde pasadas. En cuanto abrió el ojito puso de nuevo a trabajar sus pulmones, aunque con menos convencimiento. Finalmente se puso a jugar en su mantita tan feliz como siempre y su madre pudo respirar tranquila.

sábado, 20 de marzo de 2010

Todo natural

"Hemos pensado que el niño tiene que tomar potitos porque no puede continuar sin tomar frutas. Las papillas que le hacemos no le gustan". Tras esta afirmación bomba Raúl y yo sólo acertamos a lanzarnos una mirada rápida. "No" sentenció mi marido. Mi suegra nos miró con desesperación a los dos. La preocupación por la salud de Daniel era más que patente en su actitud. Con más precaución que Raúl me lancé a explicar a Chari cómo veía yo la situación: "Al niño la fruta ni fu ni fa, lo que odia es la cuchara. No es un método lo sufucientemente rápido y cómodo para llenar su abultada tripita. Está claro que el muy vago prefiere el biberón. Y ya le puedes poner dentro un cordero en su jugo con patatas jardinera triturado. Así se come lo que le eches. Hay que insistir con la cuchara hasta que se acostumbre". La madre de Raúl no parecía muy convencida, pero poco podía hacer porque al final el niño vivía con nosostros y cada uno en su casa va a hacer lo que quiera.

De todas formas, no entiendo el empeño de Chari y de la abuela Paca porque el niño lo tome todo artificial como si eso fuera lo mejor. En realidad todos mis amigos fueron bebés alguna vez, cada uno fue criado de mil maneras diferentes y ahí están, tan normalitos y gozando de buena salud. Seguramente que Daniel será un adulto normal haga lo que haga. Pero estoy más tranquila si se toma leche materna y frutas y verduras naturales en la medida de los posible. Hoy en día la leche materna que le doy es bastante simbólica, pero la suficiente como para quedarme tranquila en cuanto a su ración de defensas (aunque luego la realidad puede que sea que le dé tan poca que ni se note). Con el tiempo he llegado a la conclusión de que la buena marcha de esto de la maternidad tiene mucho de psicológico y que si la madre está tranquila el niño suele estar tranquilo.

sábado, 6 de marzo de 2010

La mudanza

Por fin llegó el día de la mudanza. Fue el lunes y todavía estamos manga por hombro. Esto es un infierno. Los dos primeros días tuve que pedir auxilio a Chari, mi suegra y a la abuela Paca, mi abuela política. Dos ángeles caídos del cielo que acogieron al pobre Daniel, que tenía su cuarto convertido en un campo de minas.

El miércoles, por fin, pudo entrar en su casa. ¡Cómo miraba para todos los lados! Parecía que se le iban a salir los ojillos. Y le debió agobiar la visión de tantas cajas apiladas, porque al poco tiempo se echó a llorar. No fue nada grave porque en seguida le calmé jugando como a él como más le gusta: a lo bruto. "¡El niño volador! ¡El niño volador!" le gritaba mientras los subía y lo bajaba todo lo que podía. Y él se reía y se reía.

Me costó un poco habituarme a la rutina diaria del pequeño ese día. Sobre todo porque me costaba un mundo encontrar las cosas que necesitaba. Pero al final le bañamos, le sacamos los moquetes, le dimos la cenita y se fué a la cama a dormir con los angelitos a su hora. Pasó una noche estupenda en su nuevo cuarto. Como los muebles son los mismos no debe notar mucho la diferencia.

viernes, 5 de marzo de 2010

Su juguete preferido


El juguete preferido de Daniel es un ratón de colores que suena cuando lo mueven. Se lo regaló mi suegra en navidad y desde entonces son muy amigos. El niño lo coge, lo soba, lo estira, lo rechupetea y sonríe agitándolo y oyendo como suena. Cuando tiene que pasar la noche con su abuelita Chari y su bisabuela Paca siempre olvido llevárselo. Y me da una rabia. Porque él se siente muy tranquilo y feliz con él a su lado. Leí en algún lugar que los niños le cogen un cariño especial a ciertos juguetes y están más contentos cuando los tiene cerca.

Estamos buscando uno parecido para que tenga uno en casa de Chari y otro en la nuestra, pero es una misión imposible. También buscamos uin sonajero de palo desde que se lo vio a otro niño y le encantó. Tampoco existen ya en los lineales de las tiendas de juguetes de bebés. Que dificil me lo pone el mercado de niños. Nunca está de moda lo que me gusta.

jueves, 4 de marzo de 2010

Primer intento con la fruta


El primer intento con la fruta fue un fracaso total. Le di platano con naranja por sugerencia de Chari, mi suegra, y la naranja le resultó un poquito agria. A lo mejor si le hubiera dado sólo plátanos mezclado con su papilla de siempre lo hubiera tolerado mejor. La verdad es que ponía unas caras tan graciosas que no pude evitar la tentación de ir corriendo a por la cámara de fotos mientras Raúl le daba la papilla. ¡Qué fotos más bonitas!

Cómo estábamos cuatro personas presenciando el evento se juntaron opiniones de todo tipo y colores con lo que se hizo más difícil todavía el asunto. Al final decidí abortar la misión papilla de frutas para otro momento más tranquilo porque el bebé se estaba estresando.