jueves, 29 de abril de 2010

¡Dios mío! El niño no se despierta

Que noche más mala he pasado. Al niño no se le oía ni respirar, ni una tos, no se removía, nada. Y lo sé porque me he acercado a escucharle. Ahí estaba. Inmovil. Ajeno a todo.
Así que no me ha quedado más remedio que acercarme aún más y colocarle con todo el cuidado del mundo un dedo debajo de su nariz para comprobar que sí, efectivamente, respiraba.
Menos mal que el enano no se ha despertado con mis maniobras. Llega a abrir esos ojazos que tiene y me paso el resto de la noche dándome cabezazos en la pared por burra.
He vuelto a la cama dispuesta a pasar una plácida noche de sueño por una vez en mucho tiempo. Pero no había manera. Daniel estaba demasiado tranquilo. No tosía y eso no creo que sea fácil de controlar por un bebé constipado. Así que me he vuelto a levantar para comprobar su respiración. Seguía respirando. Menos mal.

Aún así me ha pasado por la cabeza que a lo peor el niño estaba malito, con fiebre, y por eso dormía como un ceporro. Me dieron unas ganas tremendas de cogerlo y traérmelo conmigo a la cama. Pero me resistí porque en esto de la educación de los bebés los errores se pagan. Cada vez más. Y durante unos cuantos días. Hasta que vuelves a meter al niño en cintura a fuerza de paciencia y constancia.
Lo dejé en su camita. Disfrutando de su profundo sueño y envidiando cada segundo que él pasaba en el reino de Morfeo y yo no.


martes, 27 de abril de 2010

Se me asa, se me resfría

Con este tiempo tan loco una no sabe como vestir al pequeñajo. Unas veces lo arropas amorosamente para salir a pasear por los Campo Elíseos del mismísimo infierno y otras le colocas unos pantaloncitos cortos con los picecillos al aire para que coja todas las corrientes gélidas de las esquinas. Por las noches no me atrevo a quitarle el saquito por si acaso coge frío, pero se pega unas sudadas impresionantes. Menos mal que una amiga me ha hablado de una saquito de entretiempo, que se ha convertido en una urgencia que debemos adquirir por el bien de nuestro retoño.

Por otro lado, Daniel parece inmune a todo esto. Ya este chorreando sudor o con la piel fría el sonríe y llora lo que es normal en él. Pero para mi es una tortura el momento de elegir la ropa cion la que irá a la mañan siguiente a la guardería. Si le destapo mucho cogerá frío cuando sale de casa por la mañana, pero a medida que pasan las horas se me asará si lo abrigo demasiado. Porque no creáis que las chicas de la guardería están ahí para cambiarte al bebé a capricho. Bastantes malabarismos harán para ocuparse de su grupito de chiquillos. Sólo de pensarlo me echo a temblar.

La verdad es que estoy deseando que llegue el verano de una vez. Tendré que estar mojando todo el día la cabeza del niño y poniéndole cremita en la piela cada cinco minutos, pero al menos sabré que hoy, mañana y pasado hará calor.

lunes, 26 de abril de 2010

Días de verano


Vaya calor se ha metido de repente. Las temperaturas hacen saltar los termómetros. Y mi maridín le ha puesto al niño el puijama más invernal que tiene para llevarlo a la guardería. ¿No es para matarlo? Vale que por la mañana hacer más fresquito, pero no creo que sea como para ponerle las pieles a Daniel. Menos mal que le he llamado por teléfono y me he informado. Armada de pijamita veraniego, gorrito, aguita fresca y gorrito hortera me presenté en la guardería e hice un número de transformación del bebé que dejó alucinadas a las 'seños'. En un minuto (bueno, en algo más porque el pobre Daniel tiene una madre torpe) el niño se podría confundir con cualquier 'guiri' de Playa del Inglés.

Ya preparados lo llevé al parque y lo tiré encima de una mantita sobre el cesped. Para que contar la emoción del bebé. Duró en la manta dos minutos. menos mal que me había colocado en una parte de cesped limpita. Se lo pasó bomba.

Me hace mucha gracia como se asoma ya desde el carrito, muy erguido y echado para adelante todo lo que puede para no perderse ni jota. En el parque no perdía de vista a los patinadores. Me temo que en breve tendremos que comprarle un monopatín.

sábado, 24 de abril de 2010

El dia del libro


Todos los años me compro un libro (en realidad nunca es uno, ni dos...) con motivo del día del libro. Normalmente estoy en contra de las fiestas comerciales, pero como me encanta leer, cualquier excusa vale para ir a sobar portadas y páginas en busca de la lectura perfecta. Este año todo ha cambiado. No me he comprado ningún libro, pero a Daniel le he comprado ¡cinco! Es que son tan bonitos los libros de bebés: acolchados, con diferentes formas, pitos, cascabeles, colores chillones... No sabía cual elegir. Se los ponía a Daniel en sus manitas, pero parecía que le gustaban por igual. Todos se los llevaba directamente a la boca sin pensar si tenían la forma, el tamaño , el color o el peso ideal.

Tomé las riendas de la sitiación y al final opté por uno con forma de caracol, otro con forma de coche de policía, otro de animalitos, otro de un astronauta y alienígenas (pensando en Raúl, fan incondicional de Star trek) y un último de plástico para que lo "lea" durante el baños diario.

Estaba yo más ilusionada que él. En cuanto llegué a casa le puse la mantita, lo tumbé encima y le coloqué todos los libros alrededor para que eligiera el solito el que mas le gustara. Como insistía en coger el primero que pillara y rechupetearlo decidí enseñarle como se usan los libros. Un fracaso total. Aunque se lo pasó muy bien con los ruiditos, los espejitos y las diferentes texturas. le encantaron los libros. El próximo año repetiremos la jugada.

jueves, 22 de abril de 2010

Jugando con gatos


Daniel se lleva cada vez mejor con Misi. También haría buenas migas con Fantasma, pero este gato arisco no le da ninguna oportunidad.

La gata es más maternal, pero sale escaldada cada vez que se acerca al energúmeno del niño. Daniel la mira con codicia. SEguro que piensa: "Ese peluche sí que mola". Acto seguido estira sus bracitos todo lo que puede hacia su objetivo peludo. El resultado es tan adorable que, a veces, Misi no puede resistir la tentación de acercarse y entonces el niño pinza su peludita piel y estira con todas sus fuerzas. La gata suele quedarse quieta, como una estatua, esperando pacientemente que yo le abra los deditos uno por uno y la libere.

Entonces sale pitando como alma que lleva el diablo. Parece que no aprende de la experiencia porque suele venir a por más.

miércoles, 21 de abril de 2010

El constipado eterno


Esto es un horror. Daniel no deja de moquear, toser y estornudar. ¡Y ya llevamos meses así! Indagando por la sala de espera del pediatra y en la hora de recogida de niños de la guardería he descubierto que no es un caso aislado sino una plaga que se extiende con gran rapidez. Los niños se van pasando los virus y las bacterias como si jugaran con ellos a la pelota.

En un principio me habían asegurado que esta situación sólo se daría hasta que acabara el invierno, pero nuevas pistas indican que podría durar hasta casi el verano. Sólo de pensarlo me pongo mala yo también.

Por el día se lleva bien: unos ronquiditos preocupantes, un clinex siempre a mano, una tosecilla que ha veces se vuelve un poco insistente... pero el niño está entretenido y hace poco caso de su estado anímico. Por la noche es cuando empieza la pesadilla. Interminables ataques de tos que acaban en llanto, ronquidos moqueros que no nos dejan dormir a ninguno (ni a él ni a mi, porque los ronquidos del padres se pueden oir en Sebastopol), movimientos y posturas de lo más curiosas en un intento desesperado por respirar... Da una penita...

Espero que esto mejore como lo ha hecho el clima, porque el constipado no deja vivir al pequeñajo (en realidad no lo deja dormir, porque se pasa todo el día sonriendo y jugando).

lunes, 19 de abril de 2010

Con los bisabuelillos

Daniel ha vuelto a Elda para ver a los bisabuelos. El chiquitín se portó bastante bien para estar tantas horas en el coche. El viaje de ida fue muy malo porque al final terminamos saliendo muy tarde. Había que esperar a que el niño merendara en la guardería para ir a buscarlo y salir pitando. Pero surgieron imprevistos (como siempre) y nos retrasamos todavía más. Le dimos de cenar al niño en un área de servicio y seguimos camino, pero el chiquillo ya no tenía gans de dormir ni de estar en el coche. Su "guñi, guñi, guñi, baaaaaaaaaa, baaaaaaaaaaaa, baaaaaaaaaaa" me estaba volviendo loca. Afortunadamente volvió a dormirse al poco de llegar a Elda. Lo deposité en el carrito como si fuera de cristal. Llegué al piso de mis abuelos, dónde me aguardaba mi madre, que había ido de avanzadilla y que se volvía con nosostros. Nada más entrar rogué que no hicieran mucho ruido para no despertar al niño, porque ya eran las diez y el ni ño solía acostarse a las ocho. Así que ya iba con el horario cambiado. "¡Pero si está despierto!" gritó mi madre alborozada. Lo sacó del carrito de un tirón con gran maestría y procedió a agitarlo como una coctelera. De mi madre pasó a los brazos de mi abuela y de mi abuelo, que lo trataron con más suavidad, pero no la suficiente.

Como llegaba agotada no tardé en agarrar al niño y meternos los dos en la camita. Que pena que el enano estuviera tan excitado. Me dió una noche horrible.

Los bisabuelos y la abuelita de Canarias estuvieron mimando al pequeñajo todo el fin de semana, en mi idioma esto significa que lo estuvieron asalvajando. Un dí lo llevamos a unos columpios estupendos que hay muy cerca de la casa. había un zona dedicada a los bebés. Que bien se lo pasó Daniel. Habían columpios que asemejaban pañales, toboganes enanos, casitas de metal, un columpio que asemejaba una telaraña de Spiderman... Una gozada. Estoy buscando algo parecido por mi barrio, pero ya me estoy casi convencida de que aquí no existen.

Al enano le vino a ver mucha gente, pero no creais que me puse celosa ni nada. Ni un poco. Nada de nada. Antes me venían a ver a mí... Pero es que Daniel es más guapo y simpático ¡Qué se le va a hacer!
El viaje de vuelta fue un poco mejor, porque salimos antes y porque mi madre nos acompañaba, con lo que se ocupó de Daniel la gran parte del tiempo. Para descanso mío. Que lío es viajar con Daniel. Siempre vamos con el coche hasta arriba de cosas. Esto de los bebés es algo complicado.

lunes, 12 de abril de 2010

Daniel, el peligroso


Daniel se está convitiendo en un bebé con mucho peligro. Cada vez te agarra de los pelos con más fuerza. Y ¡Vaya tirones! ¡Qué bestia! Los que llevan gafas rápido aprenden que hay que mantener alejado al niño de sus caras o quitárselas rápidamente, porque el enano se lanza a por ellas con la velocidad de un ninja.

Y que decir de sus uñitas, parecen shuriken (estrellas ninjas). Te dejan la cara marcada como no tengas cuiidado. Hace poco su "seño" de la guardería me suplicó casi que se las cortara porque tenía el brazo lleno de arañazos suyos. Cómo todavía no tiene mucho control, el niño cada día tiene una autoheridita. Para cortárselas es un espectáculo. Peor que la que me montan los gatos. Así que, como sucede con mis peluditos, le corta un par de uñas y el resto para otro día. Así lo tenemos, hecho un aguililla, que le da miedo hasta a sus profes.

Cuando alguién le coge en brazos lo primero que suelto es "¡Cuidado!". La gente piensa que les estoy diciendo que tengan cuidado de no hacer dañó al niño y me miran un poco mal, pero es al reves. Si no tiene cuidado con él acabarán con algún pelo arrancado o una marca en la cara. Pero, a su favor, he de decir que la mayoría de los niños suelen ser así de brutitos (no digo todos porque alguna excepción habrá).

domingo, 11 de abril de 2010

Fiesta de globos




A Raúl le dio por comprar globos para que su pequeñín se lo pasara bien. Supongo que es uno de esos arrebatos que de repente nos dan a los padres y que nos suelen hacer más ilusión a nosostros mismos que al pequeñajo.

El caso es que me llenó la casa de globos (que yo luego arrojé por la ventana en una incontrolable ataque de ira, pero eso es otra historia). A Daniel se le salían los ojitos cuando los vió. Agarró con fuerza el que le alcanzó su padre y ¡Ale! A la boca. Como no podía ser de otra manera.
El problema es que es más difícil cortarle las uñas a Daniel que a los gatos. Se retuerce como una fiera y al tercer dedito que caso le arrancas con las supuestamente "nada peligrosas" tijeritas de bebés desistes en el intento.
Así que, cómo es lógico, el globito le estalló en sus mismisimas narices. Según testigos presenciales (a abuela Matilde, para ser exactos). Se quedó boquiabierto y patidifuso, pero luego volvió a pedir guerra. Alargaba las manitas en busca de otro globo que destrozar. Así son los bebés. Totalmente destructivos.
La verdad es que yo no estaba allí y no puedo asegurar que esto ocurriera exáctamente así, pero lo que es cierto es que cuando volví al salón el enano tenía otro globito entre sus zarpas.

jueves, 8 de abril de 2010

La abuelita Matilde viene a ver a Daniel

La abuela de Las Palmas ha venido a ver a Daniel. No a mi que soy su hija, ni mi casa nueva. Sólo a Daniel. Yo lo comprendo porque mi niño es muy guapete.

Llegó muy tarde y se quedó un poco con las ganas de darle un apretoncito, pero todo se solventó a las 5.30 de la mañana cuando el pequeñajo nos avisó con unos suaves gugús que ya estaba despierto.

Procedí a sacarle los moquetes y los berridos de mi retoño acabaron despertando al resto de los moradores de la casa. Mi madre no perdió la oportunidad de acudir a ver al berreante bebé y callarle la boca con un sabroso biberón. Luego se lo llevó en volandas y lo metió con ella en su cama más feliz que una perdiz. Yo salí disparada al trabajo para no llegar tarde.

Esa misma tarde fuimos las dos a recoger a Daniel a la guardería y nos lo pasamos muy bien paseando y tomando algo en la terraza de una cafetería, porque al enano no lo meto dentro de establecimientos para que no me lo ahumen los fumadores. Abuelita y nieto se han entendido muy bien. Y pronostico que van a pasar unos días estupendos los dos juntos.

martes, 6 de abril de 2010

Parecia imposible

El milagro se ha obrado. El pequeño Daniel ha dormido toda la noche de un tirón. Sé por otras experiencias que lo más probable es que sea un hecho puntual y que probablemente esta noche todo vuelva a la normalidad. Pero el simple hecho de que haya ocurrido una vez quiere decir que se puede repetir más veces y eso me da una pequeña esperanza.

El chiquitín ni siquiera ha pedido biberón, ni se ha despertado llorando a todo pulmón. Toser, sí que ha tosido mucho, aunque parecía que los ataques no lograban despertarlo. A la que sí despertaban era a mi, que me he pasado toda la noche en vela por la preocupación. EStoy deseando que se le paso este maldito resfriado que lleva arrastrando desde hace mucho tiempo. Aunque por lo que me cuentan otras madres ya puedo esperar sentada. Supongo que pido otro milagro porque en la guardería todavía le quedan muchos virus que recoger.

domingo, 4 de abril de 2010

Cuando Daniel sea mayor...

Dice Raúl que lo que escribes en un blog permanece en la red para siempre y el sabe mucho de esto. Así que he decidido plasmar aquí mis intenciones de futuro para que las pueda leer más adelante y que no se me olviden con los años. Probablemente, dentro de un tiempo, cuando revise de nuevo este texto, me reiré de mis pretensiones.

Quiero hacer mil cosas con Daniel. Para empezar fundaremos un club de lectura. me encantan los libros infantiles y se leen en muy poco tiempo. Así que me parece una actividad viable. Además, iremos a dibujar al parque. seguramente dibujaré yo y Daniel hará el bruto con otros pequeñajos como él.

Me encantaría hacer figuras con chocolate blanco y negro derretido sobre papel albal y luego esperar a que se solidifique con el frío. Seguro que mi niño es un hacha en arte abstracto. También haremos tortitas, pastas o panes con formas caprichosas. Quien diría que odio la cocina.

Intentaré engatusarlo como hacían conmigo mismayores para que me limpie la casa (o algo, lo que sea) por un euro. Aunque en esa época futura no creo que se conforme con menos de veinte.

Haremos gimnasia juntos... y nos pelearemos por la Wii Feet o el cacharro de turno. Sería genial organizar una gynkana con miles de pistas que le lleven a un premio final, aunque me está dando pereza incluso pensarlo así que dudo que lo llegue a poner en práctica algún día.

Lo mejor van a ser las excursiones porque podemos empezar a hacerlas ya.

viernes, 2 de abril de 2010

La Cosmopolitán de los bebés


Raúl siempre me reprocha que no soy capaz de concentrarme en mis tareas diarias cuando está Daniel cerca. Y tiene razón. Lo dejo en el parque o en su mantita de juegos un rato, pero en cuanto empieza a llorar corro a cogerlo y ya no soy capaz de soltarlo.

Por ejemplo, si estoy cocinando con la puerta cerrada (para que no se cuelen los olores de la comida por toda la casa) prefiero que Raúl esté haciendo otra cosa que le permita estar atento del niño a la vez. Pero él dice que el niño está estupendamente en su parque, rodeado de juguetes y con los dibujos animados en la televisión. Que no es malo que esté solo un poco aunque llore. Así que un día le solé una frase lapidaria: "Los bebés no saben gestionar el extres, así que no hay que calmarlos en cuanto empiezan a llorar". " Y eso ¿dónde los has leído? ¿en la Cosmopolitan de los bebés?" me espetó. Me hizo mucha gracia la ocurrencia porque sí que es verdad que ultimamente leo revistas de bebés por si acaso me encuentro en una situación de tensión y me viene a la mente algo de lo que he leído para solucionar el problema. Al final me puse un poco pesada y salió de la cocina a achuchar un poco el pequeñajo (yo no podía porque tenía las manos sucias por las labores propias de preparar la comida). O eso creía yo, porque cuando volvió me dijo muy ufano que "Había llegado a su punto máximo de madurez y se ha dormido". Eso también parece sacado de la Cosmopolitán de bebés.

A veces lo que leo me sugestiona de forma negativa. Una noche Daniel comenzó a llorar desconsolado y corrí a mecerlo. No había manera de calmarlo. Berreaba con los ojitos cerrados. Raúl me encontró con el bebé apretado contra mi pecho y llorando los dos a duo. "Este niño tiene terrores nocturnos" le solté. Me miró consternado y dijo que no me iba a dejar leer más revistas de bebés en la vida. "Anda, trae el biberón, alma cándida". Corrí a preparar uno bien cargado de cereales sin gluten y el niño se agarró a él como si le fuera la vida en ello. Sólo tenía hambre.