miércoles, 31 de mayo de 2017

Lucha Canaria

Como ayer fue el día de Canarias me apetecía escribir sobre algo de mi tierra y Daniel me lo puso muy fácil. Una tarde de parque, los mayores decidieron que era el día ideal para jugar a peleas. Veía volar las patadas y los puñetazos entre tres niños muertos de la risa. Y sabía que antes o después llegarían las lágrimas.

De nada servían las riñas y advertencias maternas, porque al poco volvían a las mismas. Mirándoles me vinieron a la mente escenas de mi niñez. Yo no jugaba a pelear, pero recuerdo que en mi cole jugábamos a la lucha canaria. Nos enseñaban ese deporte en gimnasia y luego nosotros seguíamos con los torneos en el patio. He de decir que a mí se me daba de miedo. Era grande y estaba bastante gordita con lo que mi peso y constitución me daban ventajas sobre mis oponentes. Lo que no quiere decir que no acabara con mi espalda en la tierra en muchas ocasiones. Sobre todo cuando me enfrentaba a mis hermano mayor.

Recordé las sencillas reglas y decidí que la lucha canaria era mucho más segura y saludable que las bestialidades que estaban realizando en ese momento. Ni corta ni perezosa me dirigí a los tres chiquillos para explicarles tan bonito deporte canario.

La mano izquierda se engancha en la cintura o cadera del pantalón del adversario, la derecha se le da al enemigo y se coloca entre los oponentes. Se sacude se tres veces y rápidamente la enganchamos también a la cadera o cintura del otro. Así, agarrados, tenemos que hacer que el contrincante toque el suelo con cualquier parte de su cuerpo que no sean las plantas de los pies. Recuerdo que la gente hacía verdaderas acrobacias para que esto no ocurriera. Lo suyo es intentar desequilibrar al otro a base de zancadillas, empujones y quiebros. Hay un montón de tácticas y técnicas en las que están prohibidas los golpes.

A los peques les encantó el juego y estuvieron un buen rato practicándolo. Lo cierto es que me hizo ilusión verles con un deporte canario, aunque creo que aún piensa que me lo he inventado. Si supieran que que existe desde los tiempos de los aborígenes canarios...

martes, 30 de mayo de 2017

Gymkana de los cuentos en La Vaguada

Este domingo apunté a los niños a una gymkana que se va a hacer gratuitamente en el Centro Comercial La Vaguada todos los domingos durante el verano. En la hoja informativa no daba muchos detalles así que les dije a mis churumbeles que era una actividad tan sorpresa que no yo misma sabía lo que iban a hacer.

En un principio no se lo tomaron muy bien y me repitieron mil veces que si no les gustaba se irían. Pero se disiparon todos sus miedos en cuanto comenzó el juego. Tres chicos conducían la Gymkana que estaba basada en cuentos populares infantiles.

Leían una pista y los peques tenían que adivinar de qué cuento se trataba. Luego corrían que se las pelaban para ser los primeros en descubrir el cartel del cuento de turno. Te partías de risa viéndoles correr por la terraza del centro comercial para todos los lados. Y los chicos de la Gymkana llamándolos porque se iban justo para el lado contrario.

Cuando llegaban al cartel de turno les hacían una prueba que podía ser de escenificación, una manualidad, reconstruir un cuento... Y cuando las superaban tenían que buscar la pista cerca del cartel, se la leían y vuelta a salir despepitados para encontrar el siguiente.

He de decir que los más pequeños estaban entregadísimos y vivían las pruebas al máximo. En cambio los mayores parecían disfrutar mucho más de la búsqueda de pruebas.

En una de las pruebas, peques voluntarios se disfrazaban de los personajes de cuento de caperucita y el resto les puntuaba cómo lo habían hecho. Iván no se lo pensó dos veces y se presentó voluntario para lobo. Estaba emocionado con su disfraz e intentaba comerse a todo quisqui. Casi me da una ataque de risa cuando se intentó comer a caperucita y ésta salió corriendo como alma que lleva el diablo. Ni el lobo alcanzó a Caperucita, ni el cazador al lobo. Es que todos corrían muchísimo. Eso sí, se llevaron una nota bajísima por irse corriendo y dejar al público con un palmo de narices. Eso no impidió que se lo hubieran pasado genial con la carrera.

Al final de la gymkana, les entregaron a los peques un diploma y una bolsa con unos caramelos y agua. Un detallazo teniendo en cuenta la temperatura de la que disfrutamos últimamente. Los chiquillos contaban sus caramelos como si fueran un tesoro. Al final se lo pasaron genial.







lunes, 29 de mayo de 2017

Finde Científico en el Museo de Ciencia y Tecnología de Alcobendas

Todos los años se celebra el Finde Científico en el FECYT de Alcobendas, una cita imprescindible para amantes de la ciencia de todas las edades. Aquí encontramos experimentos, demostraciones y talleres sobre muchísimas áreas: astronomía, física, química, biología... Una pasada.

Organizaciones, institutos y colegios participan en este evento con mucho que ofrecer. Me encanta ver a jóvenes y niños explicando sus proyectos a otros niños y jóvenes que se acercan a sus stands guiados por la curiosidad y el interés.

Nosotros empezamos por el stand de Stars4all, proyecto europeo para sensibilizar del daño que hace la contaminación lumínica en el bienestar humano, la biodiversidad, la visibilidad de las estrellas, la seguridad y el desperdicio de energía. Allí, los peques colocaron correctamente cada imán de ciudad iluminada sobre la imagen correcta de un panel y ganaron un mochilita que luego les sirvió para meter todo lo que iban recopilando. Lo que más les gustó fue una maqueta curradísima en la que accionabas palancas para encender y apagar luces.

De allí pasamos a otro que versaba sobre la prehistoria y en el que hicieron pinturas rupestres en tejas y piedras, además de un collar de conchas muy chulo. Se pusieron finos. Luego manchaban todo lo que tocaban. Nos costó bastante adecentarlos de nuevo, pero que les quiten lo bailao.

También se interesaron por una persona que estaba sacando punta a la piedra silex para explicar cómo se hacían herramientas y armas en aquella época. Nos regalaron unas piedras chulísimas. Aún así, los peques se empeñaron en recoger lascas cortantes del suelo que acabé guardando yo para evitar accidentes.

De allí nos fuimos a otro sitio a que nos explicaran qué es y cómo funciona el ADN. Un pelín complicado para los peques, pero el chico le ponía tanto entusiasmo a su exposición que los tenía enganchados.

Luego fuimos a otro en el que hicieron huellas de animales para llevarse a casa y unos experimentos muy chulos. El que más les gustó fue el de pasta de para elefantes. Se supone que si mezclas agua oxigenada, levadura y fairy logramos una masa pastosa y caliente que emocionó a mis chiquillos. Tanto, que Daniel me exigió que pidiera la receta a los jóvenes científicos para repetirla en casa.

Experimentos para medir el PH de los líquidos en el tiras cambiaban de color (nos regalaron unas tiritas para poder hacerlo en casa, que majos),  experimentos con monedas y agua para demostrar que el reflejo de la luz en un medio acuoso cambia la percepción del ojo, con aire y pelotas de poliespan que se mantiene en el aire casi milagrosamente, arena mágica que nunca se moja, pintura que brilla, cristales multicolores, electricidad, mecánica... Todo era tan interesante...

Los niños estaban absorbidos por todo lo que les mostraban. Se tiraban un montonazo de tiempo en cada stand con los ojos muy abiertos. Daba gusto verles tan interesados y haciendo mil preguntas. Les encanta participar y aquí les dan mucha bolilla.

En esta octava edición se ha notado mucha influencia de las posibilidades infinitas de los smartphones y la moda de master chef. Muchos de los stand relacionaban la ciencia con la cocina. Un gran acierto porque llamaban la atención de los chiquillos enseguida. A mí me encantó el que tenía como protagonistas a los huevos y te hacían un montón de experimentos relacionados con este alimento.

¡Hasta hicimos una cata de aceites! Eso me encantó a mí. Teníamos que oler los aceites y adivinar cual tenía olor a hierba, a manzana, cual era el de supermercado... Al final nos dieron a probar miel de aceite y sal de aceite. Estaban buenísimos. Habrá que buscarlos.

Los peques se volvieron a casa con su nombre pintado con pintura brillante, un cerebro de imán de nevera que hicieron ellos mismos, un huevo que pintaron, unas huellas de animales, un calendario que daban en la recepción del museo (que por cierto es de entrada gratuita y vale mucho la pena), una pirámide de gominolas (que se comieron), pasta blandiblu casera que les regalaron por insistentes, el collar de conchas, una bolsita con piedras catalogadas... Y no se llevaron la piedra y la teja prehistóricas porque las dejamos secando y cuando volvimos a por ellas ya se habían ido los de la prehistoria y en el puesto se habían asentado otros científicos, también muy interesantes.

En esta ocasión hablaban de huesos e invitaron a los niños a hacer su propio esqueleto en cuento montaran todo, pero entre el calor agobiante y que llevábamos desde las once a las cuatro casi sin parar, el padre y yo decidimos que ya era hora de volver y así se lo hicimos saber a nuestros desolados churumbeles que, si fuera por ellos se hubieran quedado allí hasta la noche. Incluso hubieran acampado para seguir al día siguiente.

Pero papá nos dijo que nos invitaba a un helado y eso fue la palabra clave para que se volvieran a contentar.