miércoles, 30 de noviembre de 2011

Pis en el árbol

Está haciendo unos días tan soleados que da pena quedarse en casa, así que por las tardes me voy a la parque con mi peque. Mi reaparición fue espectacular. Todos los padres querían ver al nuevo y me preguntaban por mi parto y su salud. Voy cargada de cosas (juguetes, biberón para Iván, mudas para los dos, agua, merienda...) pero vale la pena. El mayor se lo pasa genial y al pequeño le da el aire.

Sólo hay un problema, aparte de tener que darle el biberón al bebé mientras el niño hace de las suyas, que Daniel se niega a hacer pis en un arbol, prefiere andar mojado toda la tarde y pasar frío que bajarse los pantalones ante unas raíces unos segundos. Ya le he anmado de todas las menras posibles, mentando a sus amiguitos, omparándolo con los perritos, prometiéndole el oro y el moro y nada. El sigue erre que erre mojándo los pantaloncitos.

Por eso me sorprendió tanto el día que se acercó a mi y me dijo "Mamá, pis". Sin esperara un segundo lo arrimé a un arbol y ¡bingo! éxito. No me lo podía creer. Le hice una fiesta que ni la verbena de la Paloma. Una pena que no lo haya vuelto a repetir. ¿Llegará el día que controle sus esfínteres? ¿Seguro?

martes, 29 de noviembre de 2011

Encajado

Cuando nació Iván todavía no teníamos cuco. Mi cuñada aún lo necesitaba porque tiene una bebé cinco meses mayor que mi niño y tampoco queríamos gastarnos el dinero a lo tonto. Al final es algo que usas poquísimo. Además, con Daniel tenía una mala exeriencia: no lo quiso ver ni en pintura. Así que decidimos esperar por el de la hermana de Raúl. La primera noche que tuvimos al bebé con nosotros lo metimos en el cuco del carrito, pero a mi parecía demasiado duro. Quedó descartado para la siguiente noche. Pensando, pensando se nos ocurrió montar la cuna normal y llenarla de mantas enrolladas al modo de paredes blanditas. ¡Un acierto. El chiquitín esta muy a gusto. Le vamos poniendo rollitos donde pensamos que viene bien. Uno en la espaldita, otro para que toque con las manos y no le parezca un espacio muy grande. Otro en la cabecita para que esté más cómodo, otro para apuntalar el chupete y que no se le caiga... El caso es que a veces a lo mejor nos pasamos un poco y el peque queda totalmente encajado. Da una risa verlo.... A él no parece importarle.

Ni empeora ni mejora y en espera para la operación

Buenas noticias, supongo. El bebé está estable, por ahora. Digamos que está igual de mal, pero como clínicamente está perfecto (todo lo demás parece ir bien) el cardiólogo no parece preocupado. Nos ha dicho que estamos en lista de espera para la operación y que llamemos al cirujano para que nos cuente más cosas. De todas formas tenemos que pedir cita de nuevo con él  en ese teléfono odioso al que hay que llamar mil veces para que te lo cojan por fin. Deberían tenerlo mejor organizado.

No hemos perdido tiempo y hemos marcado el número del cirujano. Como era de esperar no estaba, pero una señorita muy simpática me ha tomado nota. Supuestamente me llamarán. De todas formas seguiré insistiendo.

Esto es así, hay que ser muy pesada para que te hagan algo de caso.

Última hora: el cirujano ha llamado. Hay una lista de espera de niños urgentes de aquí te espero, así que calcula que llamarán a Iván para que se le opere la semana del 19 al 23 de diciembre. No ha querido explicarme nada. "Mejor cara a cara. Se entienden mejor las cosas". Yo pienso igual.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Tu blog tiene duende

Gracias de nuevo Jesús, del blog Instantes, por entregarme este nuevo premio. ¡Me encanta! Que duendecillo más gracioso se ha colado en mi página.

Con este galardón hay que elegir una palabra entre el riquísimo vocabulario español. ¡Qué difícil! ¡Hay tantas! Jesus ha elegido una que le va al dedillo: Maestro. Cómo el mismo escribió en su entrada  "¿Por qué Finlandia tiene el mejor sistema educativo del mundo?" esta profesión forma parte de uno de los pilares más importantes de la sociedad y debería ser más respetada y recibir una formación de calidad, porque en sus manos está el enseñar adecuadamente a los futuros ciudadanos.

Yo y mi miniyos eligió otra palabra con muchísima fuerza: Familia. Sobran los comentarios para explicar por qué es tan importante esta palabra. Aunque "Amor", que es la que eligió Aprendiendo de Adrián y Gael, me parece maravillosa también. En definitiva, hay millones de palabras que me encantan: Niño, Paz, Gracias, Sábado... Pero entre todas ellas voy a elegir "Soñar". Soñar con el futuro, con el pasado, estimular la imaginación, viajar con la mente a sitios maravillosos, soñar dormida (que poco ultimamente), soñar despierta...

Me gustaría dedicar este premio a

Mis trucos (y tus trucos) para educar
Las mariposas de Raquel
Mi mundo de cristal
Diario de un padre estresado
Ser madre ¡Toda una aventura!
La jirafa
El espejo de la entrada
El recetario de mamá & Tersina y sus cosas
El blog de Marta y su familia
Descubriendo un nuevo mundo
Los días de Sofía
Cómo ser mamá y no morir en el intento

¡Uf! Qué montón. Y podría seguir. Son tantos.. Me hacen reir a veces, pensar otras y llorar en ocasiones ...

domingo, 27 de noviembre de 2011

El museo de Ciencias Naturales

Hay que reconocer que el Museo de Ciencias Naturales de Madrid es una patata comparado con otros de grandes capitales del mundo, pero es un lugar genial para llevar a los niños. Estábamos viendo capítulo de Caillú cuando a Raúl y a mí se nos encendió la bombillita. El pequeño pelón se iba a ver dinosaurios al museo y le encantaba. ¿Por qué no hacer lo mismo nosotros? Dicho y hecho. Ese mismo domingo nos encaminamos hacia Nuevos Ministerios. Raúl propuso ir en autobús para dar más color a nuestra aventura familiar. A Daniel le emociona viajar en transporte público. Entró dando saltos de alegría y tuvimos que sacarlo a rastras. Por fin llegamos al museo, que no estaba acondicionado para carritos ni sillas de ruedas, todo sea dicho de paso.

Nada más entrar Daniel encontró lo que más le llamaría la atención del recinto. Una tele con un dispositivo que convertía una placa que sujetaba el usuario en un estupendo dinosaurio. Tener un dinosaurio en las manos era más de lo que puede pedir ningún niño. Ni que decir que la tracción estaba muy solicitada, pero cómo podían utilizarla muchos a la vez no había peleas. Había una televisión de estas en varios rincones de la exposición.

Daniel iba dando brincos de una lado a otro, alucinando con los lobos, guepardos, águilas, mariposas... En un momento dado señaló un animal y exclamó "Tucan". Nos quedamos de piedra porque en efecto era un tucán... hasta que me acordé del señor Tucán que aparece en varios capítulos de Dora. Pues sí que aprenden cosas los chiquillos con estos dibujos animados...

Los huesos no le llamaban mucho la atención. Me temo que es demasiado pequeño para saber lo que son. Durante toda la visita Iván fue muy tranquilito en el carrito. A veces abría el ojo un poquito, pero enseguida lo volvía a cerrar. En cambio Daniel, se fue excitando cada vez más y al final casi tira la figura de un velocirraptor. Al poco optamos por irnos a casa, el peque estaba incontrolable. Otra vez nos montamos en el autobús y otra tuvimos que bajar al chiquitín a rastras. Desde la parada llamaba lastimeramente al bus, bus ¡buuuus! mientras se alejaba.

Menos mal que le convencimos que en casa le esperaba una comida riquísima y pudimos arrastrarle mal que bien al hogar.

sábado, 26 de noviembre de 2011

¡Qué carácter!

Iván tiene casi un mes y medio y ya se le va viendo el rejo. Es un exigentón. Cuando tiene hambre me lo hace saber enérgicamente. Llora poco, pero da unos grititos graciosísimos: "¡Ua! ¡Ua!". Cuando le pongo  en una postura correcta para echar gases con comodidad me dice que para mi el cuento y que le vuelva a enchufar al bibe o la teta, según el momento. Hace fuerza con todo el cuerpo para volver a recostarse mientras gira la cabecita y hace movimientos de pez con la boca. por si no me queda claro. Si tardo un poco empieza con sus chilliditos.
Y es que le encanta comer. Es un tragón tremendo. Si está a gustito en mis brazos pone una cara muy placentera y dibuja una sonrisa desganada. En cuanto le dejo en su cunita se le cambia la cara frunce el entrecejo y se enfada. En cambio otras veces no tiene ganas de minmos y se retuerce con muchísima fuerza para que le dejes descansar a gusto. Tan pequeño y con las cosas tan claras. Es sorprendente. Cuando algo le llama la atención abre muchísmo los ojos. Y eso, que ve borroso todavía. Es muy pequeñín. A Daniel todavía no le hace ni caso, ni siquiera se pone atemblar cuando le oye cerca y eso que el terremoto del hermano le da unos meneos que ni te quiero contar. Nunca le he oído llorar cuando su hermano mayor le da un empellón son querer. Pone cara de "qué pasa aquí" mueve los bazos como una veleta y poco más. Es un amor de niño.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Susto con la fontanela

"Raúl, Raúl, al niñó se le hunde la fontanelaaa!", "¡¿Qué?!" Mi marido despegó la mirada con dificultad de la tele y la fijó en mí, luego miró la cabeza de nuestro retoño. "Pero eso es normal ¿no?" A veces la tranquilidad de este hombre raya en lo absurdo. "¡¿Cómo va a ser normal?!, ¿¿No ves que se le hunde??" Raúl volvió a observar la pequeña cabecita pelona. "Pero se le hunde poco..." aventuró. "Que no, que no, que es mucho" Insistí, "Creo que vamos a tener que ir a urgencias" sentencié.

Mi pareja hizo una pausa, supongo que para cargarse de paciencia y me aseguró que él haría lo que yo quisiera. Cómo no quería dramatizar más de la cuenta le dije que antes miraría en internet a ver que decían, pero que se fuera preparando. En respuesta volvió a clavar la vista en el emocionante capítulo de "House". Resoplando de indignación me metí en internet con el bebé colgado del hombro. Me parecía increible que el hombre estuviera viendo la tele impasible. Ni siquiera se ofreció a coger a Iván un momentito mientras yo me informaba convenientemente.

Con mucho esfuerzo leí unas cuantas páginas de foros y de pediatría que hablaban al respecto. "¡Ah! Ya sé lo que le pasa a nuestro hijo" Exclamé. "¿Qué le pasa?" inquirió mi maridín. "No te lo digo. Búscalo tu en Google" Le contesté rencorosa. Tras una sesión de mimos, no para hacerse perdonar, porque él nunca piensa que haga nada mal, sino para mejorar mi humor y no ser la víctima propiciatoria de mi ira, me ablandé un poco. "Está bien, te lo diré porque soy buena. Al niño no le pasa nada". Cómo Raúl debe tener algún gen de santo no hizo ningún comentario.

Resulta que es un síntoma de deshidratación, pero que un hundimiento leve es normal y si al niño se le ve bien (sin piel escamosa, moja el pañal, con lágrima) entonces no hay que preocuparse. De todas formas se lo comentaré a la pediatra cuando lo lleve.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Sóc una mamá que fa història

Faith Sunflower de Mi Mundo de Cristal - un blog, que como ella muy bien dice es transparente y luminoso a la vez que frágil y tierno- me ha entregado un premio precioso, que además viene con mensaje:

“Todas las madres hacemos historia. Sin quererlo y, tal vez, sin saberlo de manera consciente, nosotras construimos sociedad. Nosotras tenemos en nuestras manos el poder de cambiar el mundo, a través de nuestros hijos. La manera en que los criamos y amamos es muy poderosa. Cuando criamos no solo moldeamos a los hombres y mujeres del futuro, sino también la clase de mundo que ellos vivirán y disfrutaran. Por eso, ser madre es una gran responsabilidad.”
Me encanta la estética de este premio y aún más las palabras que le acompañan. Evidencian algo con lo que yo estoy totalmente deacuerdo. La enorme importancia de la educación y el imprescindible papel que tiene la madre en ella.

Con este galardón hay que contar dos recuerdos felices de la infancia. La verdad es que haciendo memoria me siento muy afortunada porque tengo tantísimos recuerdos felices que me cuesta un mundo elegir: las vacaciones, las excursiones, las tardes jugando al trivial, las visitas al videoclub, Bahía Feliz, El secuestro, El parque Doramas y el Pueblo Canario, la piscina de Tamara... Entre todos estos retazos de mi memoria he elegido finalmente dos instantes de mi vida.

El primero se refiere al perido navideño. Todas las noches de Reyes mis hermanos y yo nos poníamos deacuerdo para hacer una incursión en el salón de madrugada y ver que nos había traído sus majestades. Era una misión difícil porque si los Reyes te pillaban no te volvían a traer regalos nunca más. Recuerdo la emoción del momento y las sorpresas agradables que nos esperaban en los sofás.

El otro recuerdo se refiere al verano, cuando nos juntábamos mis hermano y yo con mis primos en la casa de campo de mis abuelos y montábamos batallas campales con pajitas y arroz, globos de agua, tirachinas hechos con elásticos y papeles doblados...

Fue una época dorada. Supongo que por eso intento que mis hijos la vivan con la misma intensidad que yo.

Me gustaría pasar este premio a:

El Espejo de la Entrada
La invasión Twin
Cómo ser mamá y no morir en el intento
El Blog de Marta y su familia
Tersina y sus cosas
Ser madre ¡Toda una aventura!
Las mariposas de Raquel
Descubriendon un nuevo mundo
Mis trucos (y tus trucos) para educar

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Una tarde con Daniel e Iván

Al final no pude descansar nada antes de ir a por Daniel a la guardería, así que iba que me caía por las esquinas. ¡Qué sueñoooo!

El peque salió contentísimo de la clase. Yo lo veía un pelín hiperactivo... para mi desgracia. Se subió al patín y exclamó "vadora". "Vaaaaale, vamos a ver la excavadora".

Le llevé a la obra como casi todas las tardes. Cuando se acabe se va a poner muy triste. En cuanto vió el vehículo en cuestión salió disparado hacia él y no paró de seguirlo hacia adelante y hacia atrás mientras cargaba y descargaba losas. Al conductor le hizo tanta gracia que se asomó a saludarle. Daniel le devolvió el saludo, pero, sorprendentemente, le entró la verguenza y se subió al patín con un "amos mamá, amos".

No había andado mucho cuando el chiquitín se me escapó  a un banco de la avenida. Se sentó y vió que en el cestillo estaban las botas de agua (las llevo ahí por si acaso). Enseguida me exigió que se las calzase. Le encantan. Emocionado con sus botitas se dispuso a dar saltos en los pocos charquitos que se encontró.

Dando saltitos llegó a una terraza y se empeñó en sentarse. No era la primera vez que me lo hacía. Las otras veces le había empujado hacia casa enérgicamente, pero esta vez estaba tan cansada que me dije a mi misma que al menos tendría un pequeño descanso. Me senté con él y pedí una cerveza sin alcohol para mí y un cuenco de patatas para el enano. A todo esto Iván seguía tan tranquilo en el carrito sin decir esta boca es mía.

Cada cinco minutos le preguntaba a Daniel si quería ir al baño y el me contestaba que no sin dejar de masticar las preciadas "paatas". Tan pesada fui que una chica de otra mesa se giró y me dijo amablemente "No le digas más al niño si quiere hacer pis", ojoplaplática le pregunté por qué y me contestó que ya se lo había hecho encima. Muerta de la verguenza limpié la silla con toallitas húmedas como pude y senté a Daniel en un empapador (desgraciadamente no se me había ocurrido antes). No estuvimos mucho tiempo en la cafetería. El peque acabó aburriéndose y tuve que abandonar mi maravillosa cervecita sin acabar.

Por fin llegamos a casa, pero no me pude sentar a descansar. Iván se despertó clamando por su comida y yo se la dí sufriendo porque tenía que cambiar a Daniel y aún no había podido. Enchufé al mayor a la tele, terminé con el bebé, saqué al grande llorando del salón para cambiarle.

Ese día, con todo el dolor de mi corazón, decidí que nos saltábamos el baño, así que le puse directamente el pijama y el pañal. Afotunadamente Iván se durmió.

Esta vez cené con Daniel, no estaba dispuesta a que pasar lo mismo que el día anterior y acabar comiendo a las tres de la madrugada. Le metí en la cama y cuando estaba empezando a contarle el cuento oí protestar al otro. "Uy, uy, uy, la que se me avecina" pensé. Corrí a por Iván mientras Daniel berreaba "Cueto, cueto, cuetooooo". Con el bebé en brazos y aramada de un biberón volví a la habitación del mayor y empecé el cuento: "Pues estaba Pablo el bombero en la central, cuando saltó la alrm..." "¿Iván?" me interrumpió el peque (Se lo cuento con la luz apagada para que se vaya adormeciendo) "Sí, cariño. Aquí está Iván". Daniel se estiró todo lo que pudo para acariciarle la cabecita a su hermano. "¿Sigo con el cuento?" inquirí, "Ti, ti, tiiii", "Pues saltaron las alarmas en la central y Pablo corrió hacia su camión ni..." "Iván, Iván" "Que sí, cielo, que sí, aquí está el hermano..." "Iván cuna" sentenció. "Ya me gustaría pero está comiendo" "Ivan cunaaaaaaaaaaaaa". Uf, qué difícil es razonar con un niño de dos años.

Cansado de mi explicaciones decidió que era el momento de hacer pis. Armándome de paciencia dejé al bebé en la cama y agarré al grande para sentarlo en el orinal. Volví a cargarme con el chiquitín y esperé a que Daniel hiciera pis. No me lo puso fácil. Quería cambiar del adaptador al orinal y viceversa todo el rato. Una vez conseguido el objetivo, solté a Iván en la cuna y mientras lo oía protestar metí a Daniel en su cama, lo arrope y le ordené que se durmiera. Cómo quien oye llover. No hacía más que levantarse y encender la luz de su cuarto. Al final metí a Iván en la cuna de nuevo y me tumbé al ladito de Daniel a ver si por fin conseguía que se quedara frito.

No pasó mucho tiempo cuando oí al otro llorar. "Ahora vengo Daniel". Corrí a la cuna, le puse el chupete al bebé, volví con el mayor, al poco me levanté porque se le había vuelto a caer el chupete al pequeñín, vuelta con Daniel que protestaba cuando me iba. Así me pude tirar facilmente una hora y pico. Hasta que por fín Daniel se cansó del juego y se acabó durmiendo. Menos mal. Ahora tocaba mecer al otro hasta que se durmiera o se volviera a hacer la hora de comer.

A eso de las diez y media vino el papá. Llegó cansado y ojeroso del viaje, pero cuando me vió la cara y el humor cogió al bebé y se lo llevó con él al salón hasta las dos de la madrugada para que yo pudiera descansar al menos unas horas. ¡Lo necesitaba!

martes, 22 de noviembre de 2011

Imprevistos


Raúl tenía que irse a impartir un curso a Las Palmas de Gran Canaria. Unicamenteo iba a ser una noche, pero yo sólo de pensar en el cuadro, los dos enanos berreando a voz en grito reclamando mi presencia, me echaba a temblar. Así que quedé con mi suegra para que se llevara a Iván a dormir con ella. Sacrificaría un poco de lactancia materna, pero no quería que Daniel pensara que le dejaba de lado (se entera ya de todo).

Ese día me las prometía muy felices porque Daniel, quieras que no, duerme ya bastante bien, cuando Raúl dejó caer la noticia bomba: "Mi madre está con un trancazo impresionante y no va a poder venir a por Iván" ¡Horror! Casi me da un ataque de nervios (a lo mejor me lo dió). Raúl se fue compungido a coger el avión mientras yo intentaba recuperar la compostura a la vez que jugaba con Daniel.

Afortunadamente el bebé se pegó la siesta del siglo y pude bañar con tranquilidad al mayor. Le puse a ver la tele mientras hacía la cena y dí de comer a los dos niños a la vez. Iván volvió a dormirse ¡Hurra! a aprovechar y a acostar al mayor. Daniel me pidió mil cuentos, decidió que era el momento idóneo para sentarse al orinal, quiso biberón, agua, se levantó de la cama tropecientas mil veces. Y al final sucedió lo inevitable. Se despertó Iván. Corrí a atenderle mientras oía trastear a Daniel en su habitación. Con el bebé en brazos fui a reprender al mayor que se acostó llorando. Lo dejé berrear un par de minutos y volví a entrar arroparle y darle un besito. Ahora el que lloraba era el otro. Así un buen rato de la cuna a la cama y de la cama a la cuna hasta que se durmió Daniel por fin.

El enano era otro cantar. No sólo no le dió la gana de cerrar los ojos hasta las tres de la madrugada sino que si le dejabas en la cuna gritaba con todas las fuerzas de sus pulmones. No era plan que me despertara al otro, así que lo estuve meciendo hasta la saciedad. Cuando por fin se durmió fui a la cocina a cenar algo. Me moría de sueño, pero mis tripas ganaron la partida. Rugían a más no poder. Cuando terminé de masticar mi pan con mantequilla oí de nuevo al chiquitín.

A todo esto mi chico grande tenía una tos horrorosa y cada cierto tiempo me llamaba pidiéndome agua con voz lastimera. No me da verguenza admitir que esa noche blasfemé, juré en arameo, lloré, supliqué. Luego me sentí culpable. Menos mal que mi madre me tranquilizó al respecto. "Es normal, sólo te estabas desahogando. El bebé ni se entera de lo que le estás diciendo". No dormir saca lo peor de mí a flote. Alternaba momentos de "¡Duermete de una vez maldito desgraciado!" a "Mi niño precioso, pobrecito, que mala madre soy". A eso de las seis Iván cerró los ojos de nuevo. Aproveché para entrar en el baño, desayunar, vestirme... A las siete le di pecho y biberón. Volvió a coger el sueño ¡Bravo! Las ocho ya. A despertar al otro. Le costó un montón despegar el ojo, pero finalmente logré que se tomara su biberón, se sentara en el orinal, vestirlo a él y a su hermano. Uno al carrito, el otro al patín y rumbo a la guardería.

Allí una amiga me invitó a tomar un café, pero lo rechacé con determinación. Lo que necesitaba era dormir. Por supuesto Iván no pensaba lo mismo y me dió también la mañana. ¿Pero es que este niño no duerme nunca? ¿Cómo lo hacen los que tiene tres o más chiquillos?

lunes, 21 de noviembre de 2011

Pablo, el bombero

Maldita sea la hora que inventé a Pablo, el bombero y su camión Nino. A Daniel le encanta que le cuente cuentos sobre ellos a la hora de dormir y no para de exigirme uno tras otro. Ya ha ido a apagar mil incendios, ha ayudado a gatos y perros, ha hecho una visita guiada a la central, le han robado la luz a Nino, ha adoptado dos perros (Fuego y Agua)...Creo que sólo me queda prenderle fuego a la central de bomberos. Lo que más le gusta es cuando se produce un delito y hay que llemar a la policía, o cuando alguien sale herido y viene la ambulancia para llevarlo al hospital. Repite muchas palabra de las que yo digo y se pasa casi todo el tiempo exclamando "ninoninoninoninoninooooo". y Claro, así ni se duerme ni nada.

 Yo me estrujo el cerebro en busca de historias con sentido acerca del bombero en cuestión, pero se me acaban las ideas. Estoy agotada y sólo pienso en cenar y meterme en la cama. Ya no en dormir porque Iván siempre tiene otros planes, pero al menos tumbarme un ratito.

En cuanto le digo a Daniel que hay que dormir me grita "ninoninonino", "¿Y no prefieres hoy un cuento normal?" le pregunto esperanzada "¡No! nino". Termino una historia y ya está pidiendo más. Lo normal es que le deje llorando un rato suplicando más "nino". Al ratito (muy corto) vuelvo a entrar en la habitación y con mimos le explico que hay que dormir, que ya es muy tarde. Entonces el llora más, yo le doy más mimos y así un buen rato hasta que, por fin, se duerme.

Necesito que vuelva a interesarse por los cuentos clásicos. Estoy demasiado cansada para pensar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Gases de cine

Jolín con los gases. Cuando lo ves en las pelis todo parece más fácil. Un par de golpecitos, un eructo digno de Homer y a dormir. ¡Mentira! Iván se tira un erupto y le quedan tres o cuatro más en su estomaguito. De tres golpecitos nada, hay que estar aporreando con la palma hueca lo que sea necesario. A veces no hace falta ni que le des los golpecitos y otras puedes estar tres horas perfectamente para arriba y para abajo y el bebé bereando a voz en grito porque le duele la barriguita. Una desesperación.

Otra situación de película que es totalmente irreal. La chica embarazada rompe aguas y en la toma siguiente ya está dando alaridos y respirando como una loca. ¿Hace falta que haga comentarios al respecto? Yo no rompí aguas en ninguno de los dos partos. Con Daniel no sé lo que pasaría. No me acuerdo, pero con Iván me rompieron la bolsa en el hospital. Y en los dos casos llegué caminando a la sala de espera de urgencias.

No hay que fiarse de los guiones de ficción. ¿Por qué los profesionales del cine no se documentan con casos de embarazadas reales? ¿De verdad quieren hacerme creer que ese bebé de seis meses acaba de nacer? Eso sí que es ciencia ficción.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El segundo es otra cosa

No sé si influye que Iván es mucho más tranquilo que Daniel a su edad y llora muchísimo menos, pero la cuestión es que le hago mucho menos caso que al primero. A veces me siento un poco culpable, pero es que a medida que pasa el tiempo la vida se lía más y más. Por ejemplo, cuando nació Daniel yo pude adelantar un par de meses de trabajo en mis colaboraciones al periódico chino y pude olvidarme durante todo ese tiempo de las entregas. Además tenía todo el día para cuidar del bebé en exclusiva. Ahora tengo a Daniel, que hacer las páginas para entregar cada quincena (no tengo tiempo para adelantar), no puedo descuidar la casa, ni la compra porque, como ya he dicho en el primer punto, tengo a Daniel y no vale con cerrar la puerta de una habitación desordenada y olvidarte porque ten por seguro que el pequeñajo la va a abrir y va a encontrar el objeto más peligroso que haya para jugar con él.

Así que Iván ha quedado relegado a la cuna. Al principio estaba tan feliz, roncando plácidamente a cada minuto, pero últimamente reclama más atención. Se debe aburrir el pobre. El caso es que sí que acudo a su lado, le pongo la chupa, lo mezo un ratito, pero con prisas porque tengo que acabar lo que sea que esté haciendo. Por otro lado, al primero sólo le hacía falta hacer el más leve ruidito y su mami ya estaba a su lado. Iván sabe que si no empieza a quejarse en serio y de verdad allí no viene nadie.

Todo esto no quiere decir que le quiera menos. Que va. Les quiero a los dos igual de mucho. Muchísimo.

A veces Iván se pone rebelde. No quiere dormirse ni estar tranquilito en su cuna. Toca dormirle en brazos para poder seguir con lo que estaba. En ocasiones me acuesto a su lado y le tranquilizo acariciándole la carita. Así aprovecho y medio descando yo también. En una de esas me quedé dormida y cuando me desperté me encontré con sus dos ojazos mirándome fijamente. Al menos no se había quejado en los diez minutos que duró mi sueño. Es tan bueno que me había dejado roncar a gusto un ratito.

viernes, 18 de noviembre de 2011

La fiesta del otoño

En la guardería de mi chico mayor han celebrado la fiesta del otoño. Me encanta que hagan estas cosas porque los críos agradecen muchísimo un día diferente. No sólo es por la fiesta sino por toda la preparación que le antecede.
Una semana antes los papis recibimos una carta donde nos explican lo que se va a hacer. Siempre hay alguna implicación por nuestra parte. En este caso teníamos que ir a recoger hojitas con nuestros chiquitines porque el día señalado iban a tirarlas desde el techo mientras los niños bailaban al son de las cuatro estaciones de Vivaldi. Además, podíamos llevar una foto nuestra otoñal para decorar un mural. Yo no tuve tiempo de hacer esa foto, imprimirla y llevarla. Una pena porque me encanta participar al máximo con mi hijo.

En la carta nos contaban que los chiquillos iban a hacer números musicales ante el resto de las clases e iban a comer bizcocho de postre. Dos o tres días antes, los niños de la clase empezaron a hacerse una corona estupenda, así que yo ya le iba comentando al peque lo bien que se lo iba a pasar el viernes con las hojitas cayendo del techo, la corona y los amiguitos.

Cuando fui a recoger a mi niño una castañera esparaba a los pequeños a la salida para entregarles un paquetito de castañas. Daniel esperó su turno emocionado. Le pelé las castañas, pero tuvo mala suerte, de tres sólo una estaba buena, menos mal que una amiga le dió otra.

Lo dicho: fue un día diferente y además didáctico.

La vacuna contra la bronquiolitis

Hoy tocaba pasarse por el hospital para vacunar a Iván. Resulta que la estenosis lo ha convertido en grupo de riesgo para la bronquiolitis, así que a su cartilla de vacunación hay que sumarle otra inyección infernal. Al pobre le van  pinchar una vez al mes durante todo el invierno.

Cómo siempre tuvimos que esperar un montón, pero no me vino mal porque la consulta estaba llena de bebés con el mismo problema que Iván. y a todos se les veía muy sanotes. Una madre me dijo que ella había visto a una chiquitina después de la operación que se supone que le van a hacer al mío y que la vió muy bien. Con buen color y muy tranquilita. A mi sólo la idea de que anestesien a mi niño ya me pone los pelos de punta.

Por fin nos llamó la enfermera y procedió a explicarme el tratamiento. Resulta que se trata de vacuna de anticuerpos, con lo que al crío no leda reacción, pero hay que tener mucho cuidado en dejar de ir a una cita, porque el compuesto de marras vale unos mil euros y sólo dura tres horas antes de echarse a perder. Ella hace la mezcla cuando llegamos a consulta y tiene que esperar a que se aclase la solución para inyectarla. Un rollo porque tienes que esperar un buen rato para que se la puedan poner.

El pobre lloró muchísimo en cuanto notó la aguja. Al salir le obsequié con un biberón de consoilación que le hizo mucho bien. Al segundo chupetón ya estaba roque.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El cuento de la noche

"Vamos Daniel, Vamos a dorm..." "Mir no, mir noooooooo", "Pero cielo que ya es de noch..." "Buaaaaaaaaaaaaaaa, buaaaaa". Lágrimas, mocos, babas, patadas, mordiscos y puñetazos. Qué desesperación. "Daniel a la cama" "¡No!", "¡A la cama!" "¡Noooo!". Que cruz.

Raúl me mira con su parsimonía de siempre. "Cariño, creo que ha llegado el momento de empezar a contarle cuentos ante de dormir" propone. No es mala idea. Hay que intentarlo, ahyq eu intentar lo que sea. "Estoy deacuerdo amor, ¿qué cuentos infantiles te sabes?" "Eeeeeh, ¿Uno de un niño que mandan en un cohete a la tierra porque su planeta va a estallar...?" Nos quedamos los dos con cara de poker. "Ummmm, no, es demasiado pequeño para esas historias" opino yo. Nos quedamos pensando un rato. Recuerdo cuentos, pero no enteros. hace mucho tiempo que no leo ninguno. ¿Vale con contar el argumento de las pelis Disney?. Supongo que no.- Mi marido y yo llegamos a la misma conclusión. Necesitamos un libro de cuentos urgentemente. Uno de esos que te vienen mil. Sobre todo de los tradicionales.

Mientras tanto habrá que inventarselos sobre la marcha. Las noches siguientes llenamos la cabeza de mi hijo con dragones, príncipes, animales mágicos, magos, brujas, luchas de espadas, forajidos temibles.... El niño se queda quietito en su cama sin pestañear hata que llegamos al "Y colorín colorado este cuento se ha acabado y entonces se pone a berrear "otro cuento mamá, otro cuentoooooooooo". A veces gay que contarle cinco antes de que te deje irte de la habitación sin que haga su numerito de escapismo. Sobre todo hay uno que la llama poderosamente la atención sobre el resto: el patito feo. Muchas noches tengo que contárselo incluso dos veces. Y, en ocasiones, me llama desesperado de madrugada para que se lo relate. He de confesar que estoy tan hasta las narices de cisne en cuestión como de Dora la exploradora.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ahora ya sin pañal de verdad

Las profes han hablado seriamente conmigo y me han anunciado que ya ha llegado el momento de la verdad. Hay que empezar a quitarle el pañal durante el día al peque. Ese mismo fin de semana nos lanzamos a la aventura sin pensárnoslo dos veces. A la calle lo sacamos con el pañal y para dormir tampoco se lo quitamos así que tampoco estuvo mucho tiempo con los calzoncillos, pero aun así le dió tiempo a mojar unos cuantos. Fracaso total.
Ese lunes llevé a la clase una bolsa enorme llena de ropa de repuesto. Por si acaso. Las profesoras sonrieron ampliamente cuando me vieron entrar. Durante el camino de ida le había preguntado a Daniel si quería hacer pis tres veces, las tres me dijo que sí  con lo que le bajé los pantalones y le arrimé a un arbol muy decidida. El niño se lo estaba pasando bomba, pero de pis nada de nada. Estoy segura de que me estaba tomando el pelo el muy sinverguenza.

Me fui a casa muy intranquila, pensando en mi pequeñín. No podía esperar para ir a recogerle y que me contaran la experiencia. Por fin abrieron las puertas de la guadería y me precipité dentro empujando el carrito de Iván.

"¿Qué tal? ¿qué tal?" Inquirí ansiosa. "Fenomenal" me contestaron "Mírale, va con la misma ropa que trajo. Pide ir al baño, se sienta el el orinal sin problemas..." Yo las escuchaba alucinada. ¿Es el mismo niño? ¿Están hablando de mi hijo? ¿El que ni pidió ir hacer ni una sola vez y lloraba a voz en grito si le sugería una visita al baño? Pues sí hablaban del mismo que se hizo pis durante el camino a casa, y luego también en casa, que no pidió el pis en ningún momento y que lloraba cuando se lo nombrabas. No logro entender por qué en la guardería sí y en casa no.

martes, 15 de noviembre de 2011

Hay que operar

Ya nos ha llamado el cardiólogo (basicamente porque le he estado llamando yo dejándole recado durante estos días). Las noticias no son muy buenas, pero también nos las esparábamos. La válvula está demasiado cerrada para hacerle el cateter, así que tienen que operar. Resulta que si inflan la bolita del cateter dentro de la cavidad, al estar tan cerrada, el desgarro sería incontrolable y podría darse una hemorragia importante, así que ven menos riesgo en abrir y hacer una cirugía. El objetivo es hacerle el menor número de intervenciones posible de aquí a que se convierta en un adulto y le puedan colocar una válvula artificial.

Ahora mismo no tienen hueco en el quirófano con lo que sólo queda esperar a que nos vuelvan a llamar. La historia es que, logicamente, las urgencias van por delante, así que nunca se sabe cuando te va a tocar a tí. De hecho, Raúl y yo somos testigos de un caso que sucedió en neonatos durante la hospitalización de Iván. Horas antes de la operación informaron a los preocupados padres de que había entrado una urgencia y se habían quedado sin quirófano, por lo que la operación se trasladaba a cuatro días después. La cara de los pobres progenitores lo decía todo.

Se hace duro pensar que tu pequeño bebé va a pasar por un quirófano y que será una vez de tantas porque le ha tocado en suerte nacer con un corazón defectuoso. De todas formas, hay que pensar de forma optimista y me basta con saber que llegará el día que viva con su válvula artificial  y ya no será necesario pasar por ninguna operación más.

lunes, 14 de noviembre de 2011

"Nice blog" y "The versatile blogger"


Muchas gracias Jesús por los dos premios que has concedido a mi blog. ¡Me encantan! Me alegra el día saber que piensas que mi pequeño espacio en internet es agradable y que yo soy versátil, aunque pienso que estos dos adjetivos se ajustan más a tí y tu página. Instantes es un blog maravilloso y tierno. Me encanta leer el punto de vista del profesor. Es como cruzar al otro lado. Desde que te leo me pongo en la piel de las "seños" que cuidan a Daniel. Y ellas lo han notado.

No sé quien lo tendrá ya, pero en estos casos no es malo repetir. Es muy difícil elegir entre tantas páginas que lo merecen con creces. De todas formas ahí va mi lista:
Cómo ser mamá y no morir en el intento
Descubriendo un nuevo mundo
El espejo de la entrada
Las mariposas de Raquel
Tersina y sus cosas
Mis trucos y tus trucos para educar
Blog de Marta y su familia
Mi mundo de cristal

Quien recibe el premio Nice Blog tiene que hablar de sus tres canciones favoritas y contar un sueño. La verdad es que no tengo ninguna porque no soy muy melómana pero voy a intentarlo. Me gusta "November Rain" de Guns N' Roses porque me pone muy meláncólica (Porque nada dura para siempre y ambos sabemos que los corazones no cambian y es difícil sostener la vela en la fría lluvia de noviembre), "Puede ser" de Conchita porque es muy optimista (Si una puerta se cierra se abre otra. Lo se. Mas grande mas bonita y mas facil que ayer) y Chiquilla de Seguridad Social, me recuerda a mis noches de juventud (Que las palabras se quedan cortas para decir todo lo que siento, pues mi chiquilla es lo más bonito del firmamento). Como nombramiento especial, una canción que odio, pero que no me puedo sacar de la cabeza: du du Dora, du du Dora ¡Botas! Tu sabrás guiarnos, swiper no me robes, Swiper no me robes, Joliiiin. ¡Dora la exploradora! Por favor Daniel, cambia de serie o vas a volver loca a tu madre.

Ultimamente no sueño, demasiado si duermo más de dos horas seguidas, pero supongo que ahora sueño despierta  todo el rato que ya le han hecho la intervención a Iván y que todo ha salido bien.

Ahora lo más difícil: el que recibe el premio "The versatile blogger" tiene hablar de uno mismo. Tengo que decir nada menos que siete cosas de mí. La primera: me encanta ser madre y adoro a mis hjos hasta cuando me hacen la puñeta. Esto puede parecer una obviedad, pero todos los que me conocieron antes de tener a Danielsaben que es algo muy sorprendente. La segunda: la gente puede cambiar. Yo lo hice. La tercera: La familia es muy importante. Hay que cuidarla. La cuarta: ¿Por qué soy tan desastre, torpe y despistada? Estas cualidades no me ayudan en mi rutina diaria. Quinta: ¿Cómo consigue la gente tener las cosas ordenadas? ¿Tendré un duende que me persigue y me esconde todo? Sexta: A mi madre he de agradecerle mis incontrolables ataques de histeria y a mi padre mis repentinos cambios de humor. Gracias majos. Raúl está encantado. Pero lo mejor que me han dado son sus valores, una estupenda educación, puntos de vista diferentes que me ayudan a tener mejor criterio y enseñarme a ser buena persona con mis defectos y virtudes a cuestas. Séptima, pero no menos importante: Aunque a veces te lo haga pasar mal te quiero muchísimo Raúl.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Un día de domingo

Hoy hemos pasado un día estupendo y me apetece contarlo. Al principio no se auguraba nada bueno. Raúl se ocupó del tempranero de Daniel, pero Iván tenía otros planes y a los quince minutos de prometermelas yo muy felices ha empezado a protestar, así que me ha tocado levantarme para llenar su pancita.

Mi marido me ha visto la cara de vinagre y se propuso alegrarme el día con unas deliciosas tortitas con chocolate.  Al peque mayor le encantan. Fue un desayuno en familia con algún que otro tropiezo, pero el día que nos sentemos los tres a la mesa y no haya derramamientos, caída libre de cubierto y comida o escalada peligrosa a la mesa, será cuando Daniel llegue a la mayoría de edad (o un poco antes, espero). Las tortitas estaban buenísimas y cuando terminamos la cocina estaba llena de pequeñas huellas de chocolate por todas partes.

Una vez desayunados, procedimos a la locura de la higiene a cuatro bandas. Yo me ducho mientras tu cambias a Iván, ahora me encargo de sentar a Daniel a hacer pis, mientras tú te vistes, preparamos la mochila de pañales, biberones, juguetes... En fin, que en un par de horitas estábamos listos para salir por la puerta.

Nos fuimos al parque a disfrutar del estupendo día soleado que nos había tocado en suerte. Allí Daniel se lo pasó en grande jugando en la zona de ejercicio de mayores, con su papá a la pelota, intentando tirarse de cabeza a la fuente, corriendo de una lado a otro como un loco... Por supuesto, no volvimos a casa sin el chichón de rigor. Me metió un trastazo fenomenal contra un pilón de granito. Casi acaba con nuestro arsenal de abrazos, besitos y caricias para que dejara de llorar como un loco. Le salió un buen chichón al pobre. Todo el ruido que hizo Daniel y lo poco que se hizo notar el pequeño Iván. Se pasó todo el tiempo roncando en el cochecito. Aprovechamos para hacer fotos familiares. Hay que ver lo bien que posa Daniel. Le encanta decir "Patata".

Agotados volvimos a casa haciendo las paradas pertinentes: en el coche de las monedas, en la obra para ver la grúa "gande", en la panadería para ir tomando una aperitivito de pan por el camino... Ya en casa comimos comida precalentada porque no nos apetecía cocinar. El pobre niño estaba cansadísimo de tanto moverse, así que, sin terminar de comer, me pididó "mir". Ojoplática y alucinada pensé que no había que desaprovechar la oportunidad y le llevé rauda y veloz a la cama. Ni pis, ni lavarse los dientes ni nada. ¡A la cama! Se dió la vuelta y se quedó dormido. ¡Milagro, milagro!

Ahora a aprovechar para rellenar la prematrícula de Iván (con paradita para dar de comer al susodicho) y quedarme frita con mi bebé y mi marido a mi lado. Me desperté sobresaltada. ¡Las cuatro y media! El chiquitín ya lleva tres horas de siesta. ¡Esta noche no me duerme! A despertarlo. El papi se encargó de levantarle, ponerle en el orinal y darle la merienda, mientras la mami enchufaba al otro a la teta.

Ahora a jugar. A ver si por un día logramos alejarle de la tele. El papi quería hacer con él una nave espacial con los Legos y la mami decidió que había que hacer los deberes de la guardería antes (había que colorear un dibujo para la fiesta del otoño). El chiquillo se sentó a pintar conmigo con los gruñidos del padre de fondo. "Ya me has hecho el lío" "Estábamos con la nave tan felices" "No podía esperara el dibujito" "Cómo son las mujeres, siempre te la lían"... Y más cosas por el estilo. Afotunadamente Daniel tiene pilas para rato y contentó a los dos progenitores. De hecho la nave acabó destrozada en uno de sus viajes interestelares por una mano infantil y bestiaja.

A eso de las seis vinieron a ver a los niños las abuelas y el tío Luis, con lo que los papis tuvimos un respiro. En mi caso para recoger la cocina. Raúl también estaba liado con alguna cosa, pero no me paré apreguntarle que es lo que estaba haciendo. En un momento dado me encontré al peque vestido de médico con la bata y las zapatillas verdes que le habían dado a Raúl el día del parto para que pudiera entrar a verme. EStaba graciosísimo. Le encantó su disfgraz improvisado.

Con las abuelas todavía allí llegó la hora de los baños. Yo metí en el agua calentita a Iván y luego Raúl se encargó de Daniel con la ayuda de su madre. Nos despedimos de las consentidoras de nietos (Y qué abuelo no lo es) y sentamos a Danielillo a cenar con la inestimable compañía de "Dora la exploradora".

Entonces se torció el día perfecto. Ninguno de mis dos retoños quería dormir y nos lo hicieron pasar mal durante un buen rato. Daniel cayó primero, pero Iván tenía cólicos y lloraba sin consuelo el pobre. Finalmente logramos, tras mucho menearlo, que soltara algunos gasecillos y tras un poco de pecho y un jugoso biberón se quedó frito.

¡Ale! Todos a la cama, hay que aprovechar los escasos momentos de tranquilidad.

Lo dicho: un día de domingo estupendo.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Vida social

Ya empezamos con la vida social del peque. Yo he intentado retrasarlo el mayor tiempo posible porque para esas cosas soy bastante vaga y me parecía que el niño era muy pequeño. El caso es que le invitaron a un cumple y allí que le llevamos el papi y yo. Fuimos toda la familia al completo e Iván causó sensación. Los niños se acercaban siempre que podía a acariciarlo y sus padres los alejaban dando gritos en cuanto se daban cuenta. En realidad estaban siendo muy cuidadosos con el bebé y yo estaba cerca para vigilar, pero entiendo que no se la jueguen. Los niños son impredecibles y yo tampoco dejaría a mi Daniel mucho tiempo al lado de un recién nacido.

Mi niño se dedicó a sentarse al lado de la bandeja de sandwiches, abrirlos metódicamente y comerse la chicha de su interior. Cuando me di cuenta intenté frenarlo, poer la madre del cumpleañero me dijo que lo dejara tranquilo y que se comiera lo que quisiera. Afortunadamente alguien abrió una bolsa de gusanitos y el enano dejó de hacer guarrerías para dar buena cuenta de ella.

El niño homenajeado cumplía dos añitos, es de la clase de mi hijo mayor y se llama como él. Los dos chiquitines se llevan muy bien. Cómo habían más niños mi peque se lo pasó en grande jugando y haciendo el bestia. Un dato curioso. Eran todos niños. ¿Qué ha pasado con las niñas? ¿Será la polución de Madrid? Todas tenemos hijos varones ultimamente.

Al niño del cumpleaños le regalaron todo de la película Cars, que es lo que llama la atención en este momento. Le encantó especialmente un peluche grande que no soltó ni a la hora del baño. La nota graciosa la puso cuando se quedó dormido en pleno proceso de masticar la tarta. Mi Daniel iba de adulto en adulto pidiendo tarta con su carita de perrito abandonado. Hasta que lo cogí por banda y le di de la mía (casi se la comió él entera). No satisfecho con eso engulló un buen trozo de flan de chocolate sin lactosa (el hijo mayor de mi amiga tiene intolerancia a la lactosa).

Yo quería haberme ido a casa mucho antes, pero la cosa se alargó un poco. Al final estuvimos en el hogar a eso de las 20.30 pasadas. Me tocó ir cargando con Danielito casi todo el camino porque estaba muy cansado. ¡Cómo pesa! Ya en casa lo primero que me soltó fue "¡Comer!". "No me lo puedo creer. Pero si has acabado con todas las existencias del cumpleaños". "Comer", insistió. Así que hicimos tortillitas francesas para todos y a la cama. El pobre estaba agotado. Demasiadas emociones.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Plaza de guardería para Iván

Al final han admitido a Iván en la guardería a la que va su hermano. Las cosas se habían puesto difíciles porque hasta para nacer hay que programarse y mira que es difícil. Resulta que todos los posibles alumnos que nazcan después de junio pasan directamente a lista de espera hasta que se produzca el alumbramiento. Entonces pueden optar a una plaza, pero estamos hablando de un centro muy solicitado. Me encanta el programa educativo que sigue y las instalaciones. Las clases son amplias, los patios tienen columpios y los papis pueden entrar a la clase para recoger a sus pequeños y preguntar directamente a las profesoras que tal el día. Esto último parece lógico. Pero en las dos guardería anteriores en las que estuvo Daniel te entregaban al chiquillo en la calle y quien te lo daba la mayor parte de las veces no era la misma persona que lo cuidaba durante la jornada.

La directora había hablado conmigo en términos muy pesimistas y yo ya veía muy negro conseguir plaza para ese año. Directamente me había preguntado si podía cuidar yo misma de Iván hasta septiembre de 2012. ¡Imposible! Tendría que pedir seis meses de excedencia. Lo que se traduce en seis meses sin sueldo. No está el horno para bollos.

Cuando una de las profes de Daniel me dijo que me pasara por el despacho de la directora nunca pensé que me fueran a dar una noticia tan sensacional: Ivan estaba admitido para empezar en febrero. Tengo que pagar la mitad de la cuota hasta entonces... pero qué importa. El caso es que está dentro. Ahora toca hacer los papeles de prematrícula antes de que se arrepientan.

jueves, 10 de noviembre de 2011

La revisión del mes

Ya tocaba la revisión del mes. Así que me llevé a mi pequeñín a la consulta de la enfermera. Allí nos atendió primero la pediatra porque la enfermera no estaba en su puesto. Miró a Iván y lo encontró como una rosa. Gordito (4 kilos 340), grande (55 centímetros) y sonrosadito. La enfermera también lo encontró bien. Las dos me tranquilizaron con respecto a la estenosis aórtica. La médico me conminó a preguntarle lo que quisiera, pero le expliqué que no quería adelantar acontecimientos ni que me dieran más información de la necesaria. Seguró que le daría muchas más vueltas a la cabeza y no quiero. No es sano.

Mi niño pequeño se portó muy bien y se dejó manipular, aunque con algunos lloros de vez en cuando. No le pidamos peras al olmo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La enfermedad silenciosa

Hoy ha tocado revisión del cardiólogo. Hemos ido prontito porque no sabíamos dónde era la consulta. La sala de espera estaba llena de gente y había un follón montado que ni te quiero contar. Ni siquiera era una sala de espera sino un pasillo. Allí nos hacinamos los que acudíamos al cardiólogo y al traumatólogo.

Tardaron muchísimo en llamar a Iván. Menos mal que el pequeñín estaba profundamente dormido y ni se enteró de la espera. De hecho, no le hizo gracia cuando por fin nos hicieron pasar para hacerle la ecografía y empezamos a manipularle para desnudarlo. Se puso a berrear como un descosido. Las enfermeras y los cardiólogos tuvieron mucha paciencia con él e hicieron cuanto estuvo en su mano para calmarlo. Le dieron suerito para engañar su hambre, le mecieron, le acariciaron, le dieron palmaditas en el culete, pero nada. Iván no cerraba la boca. Finalmente decidieron que lo mejor sería que yo le alimentara, así que saqué el biberón que había preparado por si acaso y se lo enchufé. No había bebido ni 30 mililitros cuando apareció una enfermera para reanudar la eco. Es normal porque habían otros niños esperando. La hicieron como pudieron, aprovechando los momentos de calma del bebé, que eran pocos. Al final teníamos siete personas alrededor del chiquitín comentando sobre su caracter y su corazón.

Aún no habíamos terminado cuando vinieron a por él para hacerle el cardiograma. El chiquillo siguió berreando en la siguiente prueba y eso que la enfermera le echó muchas flores. Los recién nacidos no saben de elogios y siguió llorando un buen rato más.

La verdad es que veías las marquitas en su piel y te entraba una angustia irracional. Yo sé que no le habían hecho daño en ningún momento y que las marcas se le quedaban porque todos los niños de su edad tienen la piel más sensible, pero no podía evitar acariciarle suavemente dónde tenía las señales.

Por fin nos hicieron pasar para hablar con el cardiólogo jefe. Malas noticias: el peque ha empeorado. Todo dentro de lo que ya sabíamos. Afortunadamente hemos podido esperar a que saliera de su primer mes de vida, pero la intervención es inminente. Al chiquillo no se le nota nada la afección porque esta enfermedad es como el colesterol: silenciosa.

El facultativo nos informó que de que presentaría el caso de Iván al consejo de cardiólogos el jueves y que ya nos avisaría de su decisión. Probablemente le meterán un cateter con una bolita que inflarán en la válvula para ensanchar la cavidad.

Sólo de pensar en que van a intervenir a Iván se me viene el mundo encima. Lo cierto es que cuando salí de la consulta me puse a llorar amargamente, a pesar de los ánimos y palabras cariñosas de Raúl. Ese día lo pasé realmente mal, deprimida y acongojada, aunque sonriendo para que Daniel no notara nada.

Hoy ya me encuentro mejor. Lo importante es que esto tiene solución y que vamos para adelante. Sobre todo, hay que centrarse en que el niño parece rebosar salud. ¡Está tan gordito!

martes, 8 de noviembre de 2011

De camino a la guardería

Iván se ha apoderado del carrito, así que hemos tenido que idear otra forma de llevar a Daniel. La mejor idea ha sido la del patín que se adosa al cochecito, sobre todo porque nuestro ascensor es pequeño y sólo cabe el carrito a duras penas, asi que el patin, que se pone y se quita con facilidad, era lo más adecuado. Sólo tiene un pequeño problemilla: no tiene cinturón, ni cadenas, ni correas para atar a mi pequeño terremoto, así que se baja en el momento más imprevisible. 

Las primeras veces el niño estaba muy emocionado por la novedad, así que aguantó los quince minutos hasta casa. O de casa hasta la guardería. Yo hacía palmas con las orejas, pero no duró mucho. Al poco el crío comenzó a bajarse de improviso. Normalmente en el peor momento.por ejemplo en mitad de un paso de peatones.

Después empezaron a llamarle la atención todos los coches (de esos que metes monedas y se mueven). Se empeña en subirse a jugar y se eterniza dándole a los botones y girando el volante. Lo malo es que yo tengo que estar en casa a eso de las seis para darle el pecho al bebé. Recojo a Daniel del cole a las 16.30. Pues hay veces que dudo de si llegaremos a tiempo.

Ultimamente le vuelve loco una excavadora enorme que hay en mitad de una obra. Se podría quedar horas mirándola. Como anécdota, le encandiló un camión de la basura con un montón de basureros haciendo su trabajo. Uno de ellos iba en una plataforma colgado detrás del camión. Eso el encantó porque le dije que el hombre iba en patín como él.

Lo cierto es que cada día es una aventura llevando a Daniel suelto. Hecho de menos cuando podía meterlo en la sillita y atarlo. Pero ahora quiero acostumbrarlo a ir sin carrito, aunque salgamos sólos sin Iván. Así no pensará que el bebé le quita el medio de transporte sino que ya es hora de caminar solito.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Daniel le coge manía a los médicos

Desde que cumplió los dieciocho meses y le pusieron nada menos que cuatro vacunas, mi niño grande les ha cogido tirria a los médicos. En realidad, se pone a llorar en cuanto ve a alguien con bata blanca. El caso es que el fatídico día de lós cuatro pinchazos tampodo pareció que le afectara tanto, pero me temo que el miedo se alojó en su mente. Ahora me lía unos pifostios que pa qué cada vez que toca visitar a la pediatra. la pobre lo puede examinar con mucha dificultad mientras él se desgañita y retuerce. Mientras yo le hablo suavemente para tranquilizarlo y la doctora le enseña juguetes o intenta clmarle con voz cariñosa. Pero nada, no hay manera. El peque sigue berreando abrazado a mí como si le fuera la vida en ello.

La última vez los decibelios de su voz alcanzaron cotas preocupantes y no hubo manera de auscultarlo. La pediatra hizo lo que pudo casi sin tocarlo y finalmente dictaminó un costipadillo sin importancia. Cuando salimos le dije a Daniel "¿Ves como la doctora no te ha hecho nada. Si es muy buena". El chiquillo se sorbió los moquetes y me contestó compungido "Síiiiiii, pupaaaaa". ¡Qué mentiroso!

Tras mucho meditar en el asunto he decidido comprarle un set de médicos de juguete y simular una consulta en casa para ver si se le va quitando este miedo tonto. Si cada vez que vamos a la consulta me la monta vamos a tener muchos problemas porque antes o depsués se pondrá malo de verdad y habrá que examinarle llore o no. A ver si a través de los juguetes le quitamos el miedo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Halloween atrasado

Este año pensaba que no haríamos nada para celebrar Halloween. La verdad es que con afrontar la nueva situación de ser madre de dos maravillosos churumbeles ya me parecía bastante. Pero un día saliendo de clase vi como le brillaban los ojitos a Daniel mientras señalaba amocionado unas calabazas que habían hecho los niños de las clases de los mayores.

"Mas vale tarde que nunca" pensé. Y compré una reluciente calabza al más puro estilo yanqui. El año pasado hicimos una para que Daniel la viera. Este año queríamos que participara también en la elaboración. El chiquillo estaba encantado. Primero pintó unos garabatos en la piel con rotualdores indelebles. Cómo a Raúl no le gustó la idea ni un pelo le quité los rotuladores y procedimos a abrirla. Anda que no se lo pasó bien trasteando con las pipas y la pulpa. Estuvo entretenido un buen rato. Cuando se cansó nos pidió ver "Dora" (estoy hasta los pelos de estos dibujos animados. ¡No ve otra cosa! Menos mal que son didácticos). Mientras el peque se "culturizaba" su papi le hizo la cara a la calabaza. Cómo no teníamos velas pusimos una linterna dentro. Al chiquitín le encantó.
Al día siguiente dimos buena cuenta de las magdalenas de calabaza y nueces que había hecho Raúl. ¡Estaban buenísimas!

sábado, 5 de noviembre de 2011

La venganza de Daniel

Daniel está en contra del mundo. No quiere saber nada de nadie. Con lo cariñoso que suele ser. El otro día le dije que me diera un beso y me gritó un rotundo no, se abrazó el cuerpecito con sus brazos y me puso su cara de pocos amigos. "¿Estás enfadado con mamá?" le pregunté, "Sí". Me quedé de piedra. ¿Qué le había hecho yo?
En la guardería, más de lo mismo. Cómo todos los días le dije que se despidiera de las profes con un besote bien fuerte. Pues el pequeñajo volvió a cruzarse de brazos, a fruncir el ceño, se dió la vuelta y se fue. Nos quedamos muy sorprendidas. Una de las profesoras me explicó que eso era la venganza de Daniel por haber traído al mundo a Iván y que, sobre todo, se iba a centrar en mí. "Si empieza a hacer más cosas con el padre que contigo no te preocupes, es parte de su venganza". Las verdad es que no he notado una mayor preferencia por su padre, pero ese caracter malencarado que se le está poniendo me preocupa un poco. Supongo que se le pasará con el tiempo.

El caso es que adora a su hermanito. Le da besitos, le acaricia y lo llama con mucho entusiasmo. Si le oye llorar se gira hacia mí y me grita "bebé, bebé" mientras corre a la cuna. Si eso no es amor no sé lo que será.
Estoy convencida de que Daniel quería un hermanito. En realidad sospecho que le hubiera gustado uno mayor por como interactúa con los niños en el parque, pero le ha tocado ser el primogénito y se va a tener que conformar con Iván. Cuando el bebé crezca estoy segura de que serán inseparables compañeros de juegos.

Malito

Mi pequeñín está malito, pero sin estar enfermo. Me explico, Daniel no tiene fiebre. Pero la tos y los mocos le invaden sin piedad. Además está muy ñoño y llorón, aunque esto último puede que sea por llamar la atención, porque ya le daban demasiadas perretas cuando no tenía esa mala cara que arrastra ultimamente. Lo que más me choca es que no quiere salir a la calle. Está tan cansado que te pide ir a casa nada más atravesar la puerta de la guardería. Esto no es normal en él.

El caso es que la pediatra opina que está como una rosa. Esta médico nunca le ve nada al niño. "Un catarrillo sin importancia que ya se curará sólo" me dijo, y llevamos así una buena temporada.

Cansada de las noches y de ver agotado al peque le he automedicado, aunque ya sé que no es conveniente. He copiado lo que me mandó la pediatra en otro caso anterior parecido. Le doy Romiral sólo por la noche para que el pobre duerma y descanse. Y de paso duerma yo cuando Iván me deja. Eso y la cebolla. Una cebollita cortada por la mitad en la mesita de noche apesta la habitación, pero obra milagros con la tos.

Por ahora está funcionando y poco a poco tiene mejor cara este pequeñín. Aunque sigue anímicamente bajo. Estoy tranquila porque al menos come bien (cuando le dejan los mocos y las flemillas) y tiene la misma energía de siempre.