lunes, 23 de diciembre de 2013

La primera zarzuela de mi niño mayor

Mi suegra me llamó una noche para proponerme llevar a Daniel a un espectáculo que se llama "Mi primera zarzuela" por su oficio había conseguido un descuento interesante. Enseguida me sentí interesada por el tema y acepté su propuesta.

El día D nos fuimos los tres tan contentos al teatro. Allí, Chari se encontró con compañeras suyas y sus nietos. Tan formales, tan ricos y simpáticos... Y mientras yo con mi fiera, que se le había metido entre ceja y ceja que era el momento ideal para hacer gimnasia y no paraba de correr, saltar, hacer abdominales...

Le advertí que dentro había que estarse quieto y callado y me respondió con una sonrisa traviesa que hizo que me temblara el alma.

Al principio no parecía gustarle lo que se desarrollaba ante  nuestros ojos. Y eso que había mucha interacción por parte del público: coros, palmas, niños en el escenario...

Hasta que no empezó la canción del perro no pareció atender demasiado y sí hablar todo el rato. En realidad, no puedo culparle, porque las letras de las canciones no se entendían mucho.

Pero cuando sacaron a la niña, le pusieron el gorro de perrito y los tres cantantes se convirtieron en doctores veterinarios discutiendo sobre el estado del animal me acribilló a preguntas sobre el can y lo que le pasaba.

La sensación fue cuando la voz femenina puso el grito en el cielo porque lo que tenía el perrito era ¡una tarántula! A ritmo de zarzuela tarántulas de goma atadas a cordeles volaron por nuestras cabezas para alegría de los niños y asco supremo de algunos adultos. Desde luego, fue el momento más divertido. Ese y cuando preguntaron a los peques que era un Fox, por el tipo de canción, y contestaron casi todos que era un zorro. No saben nada, los chiquillos de ahora.

De repente los cantantes, la pianista y el director de la función salieron a saludar y todo terminó tan rápido que la gente no se atrevía a moverse del asiento por si se trataba de una descanso, pero no. era el final y, poco a poco, fuimos abandonando las butacas.

Muchos expresaron su decepción por la corta duración del entretenimiento, pero yo no lo vi mal, porque creo que con niños es mejor no alargar mucho las funciones porque enseguida se cansan. por lo menos la mayoría de los más pequeños. Si hubiera sabido lo que me iba a encontrar me hubiera traído a Iván. Le encantan las canciones y los bailes.

Como salimos tan pronto, aprovechamos para dar una vuelta por colón y la Cibeles. ¡Qué bonitas han adornado las calles! Y que montón de belenes encontramos a nuestro paso. incluso entramos en una iglesia que resultó ser enorme e impresionante. El peque aseguraba que él quería vivir en ese castillo.

Terminamos la salida sentados en una cafetería con chocolate y churros para gran alegría de Daniel. Fue una tarde muy divertida y variada.

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