lunes, 30 de julio de 2018

Museo Geominero de Madrid

A Daniel le impresionó mucho el Museo Geominero cuando fuimos a visitarlo el año pasado, así que este verano no paraba de pedirme que repitiéramos. No me parecía mucho pedir, así que le di el gusto. Nos presentamos allí un día de diario esperando encontrar poca gente, pero mira por donde que en la entrada nos encontramos con un montón de niños vistiendo camisetas rosas y gorras todas iguales.

"¡¡Un campamento!!", chilló el primogénito con horror. "Bueno, ¿Y qué?", le pregunté yo. "Pues que van a petar el museo", se quejó, "Pero tranquilos. No pasa nada. Yo he ido a visitas de campamentos y no duran mucho más de dos horas", nos explicó con voz experta. ¿Pero cuanto pensaba este chiquillo que nos íbamos a quedar nosotros!

Pues por lo visto todo el día, porque nada más entrar comenzó a maravillarse con cada pequeña pieza expuesta. "Mira mamá un trilobite, mira mamá ¡cuantos bichos hay en este ámbar!, mira ¡¡un cuerno de unicornio!", sí que se parecía, sí. Hasta en el museo geominero encontramos hueco para la imaginación. Y vaya hueco, porque eso sólo fue el principio de una sucesión de piedras marcianas, tesoros y maravillas, como la piedra jamón serrano o la piedra nave espacial.

El cuerno de unicornio
Mención especial a todas las piedras que brillaban. Se enamoró de la pirita. Mucho más bonita que el oro allí expuesto, dónde va a parar. Y con formas geométricas más molonas. Y las formas de cristales me lo dejaban embobecido. Si es que había tanto que mirar... tanto... que casi no cambiamos de piso. Afortunadamente, entraron los niños del campamento, que se tomaron su tiempo para acceder, y el mayor decidió que era el momento para cambiar de planta para ver huesos y más cosas chulas.

El pequeño no seguía en su entusiasmo al primogènito. Sí que le llamaban la atención muchas cosas, pero, enseguida se aburría de urnas y más urnas. Así que se dedicó casi todo el tiempo a jugar con las pantallas del museo. En ellas había un juego de preguntas muy chungo, pero le seguía con la nariz pegada a la pantalla eligiendo las respuestas a boleo.

Mejor que la luna de sangre jajaja
La zona de los fósiles, huesos y dioramas le gustó mucho más. Sobre todo la cabra de Madrid, que era de Madrid, ¿eeeeeh?, que lo pone en el cartelito. ¡Ah! y el oso de las cavernas, que, por cierto, era predominantemente vegetariano. Hasta allí llegaron también los chicos del campamento y Daniel salió pitando el tercer piso casi sin esperarnos. Con lo majos y formales que eran los chiquillos de rosa.

A ver quien consigue ver a los niños jajaja
En fin, en la última también había piedras de todos los estilos y colores. Allí Iván ya empezó a protestar porque quería acabar la visita, mientras que su hermano votaba por volver al piso de abajo que seguro que nos habíamos dejado algo por ver.

La tablet que entretuvo al más peque
Estuvimos un ratito más por agradar a Daniel, pero al poco le convencí para dar fin a la excursión por ese día y volver otro. ¡Que pasión por el museo! Y a los niños del campamento también se les veía entusiasmados. Por cierto, que la entrada es gratuita, así que no hay excusa para no ir otro día con Danielillo.



La piedra nave espacial


Esa piedra de en medio parece una chuche ñam ñam





El oso de las cavernas vegetariano


La cabra de Madrid


La alucinante pirita

La piedra jamón serrano

El desilusionante oro

4 comentarios:

  1. A mis hijos les pasa algo parecido con el Meseo de Ciencias Naturales que tenemos en nuestra ciudad.

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    1. Es que los Museos de Ciencias Naturales son una maravilla para ir con niños. Eso sí que es aprender de forma divertida :D

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  2. Pues nunca he ido... También es cierto que no soy yo muy aficionada a la geología pero al churri sí le molan los pedruscos. No sé si ha ido alguna vez. Si se porta bien, lo llevaré. Aunque espero que no termine como Sheldon: https://www.youtube.com/watch?v=u4IgKuihItk

    Jajajaja. Besotes!!!

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    1. Mujer! Pues podrías tirarte el rollo y llevarlo jajaja
      Eso sí que sería romántico!!!

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